Proyecto Patrimonio - 2025 | index | Jorge Teillier |
Jorge Carrasco | Autores |




CIVILIZACIÓN Y BARBARIE EN JORGE TEILLIER


Por Jorge Carrasco


Tweet .. .. .. .. ..

Argentina es una especie de enclave europeo en Latinoamérica. Desde el siglo XIX existió una voluntad política, institucional, cultural de convertir al país en una especie de país europeo en América. Los líderes unitarios del siglo XIX despreciaron lo americano y pretendieron convertir a Argentina en un país similar a Inglaterra o Francia, cumbres del progreso decimonónico. Desde ese momento existe una cultura de valorar lo europeo y menoscabar lo autóctono, lo americano. ¿Dónde podemos ver esa actitud en la literatura? En el Facundo de Sarmiento o en El matadero de Echeverría.

Sarmiento, Alberdi, Echeverría vieron que la modernidad capitalista, europea, se evidenciaba en un reducto cosmopolita, diferenciado de lo natural, de la campaña, de lo bárbaro: la ciudad. En lo urbano yacía la racionalidad, el orden, la lógica de la modernidad. En la aldea, en el campo, en lo rural, predominaba el desorden, la anarquía, el atraso. Buenos Aires cosmopolita y el Interior de la tradición rural.

Esta actitud fundacional cargaba también rasgos de racismo porque postulaba también un cambio genético en los individuos que conformaban la nación. Se consideraba que la constitución racial de lo español, del mestizaje y del aborigen, mostraba una incapacidad natural para construir una nación que asumiera rasgos de desarrollo europeo. Desde la segunda parte del siglo XIX, sus gobernantes asumieron la necesidad de promover oleadas migratorias desde los espacios geográficos europeos que presentaban una primacía en el nivel de desarrollo y de “civilización”. “Gobernar es poblar”, postulaba Alberdi. Se pensó poblar el país con individuos de países nórdicos, pero no ocurrió tal cosa. Arribaron, mayormente, europeos del sur (italianos, españoles) y turcos y judíos.

La constitución argentina mantiene aún, de una manera más indirecta, esos rasgos raciales discriminatorios. El artículo 25 postula:

El Gobierno Federal fomentará la inmigración europea; y no podrá restringir, limitar ni gravar con impuesto alguno la entrada en el territorio argentino de los extranjeros que traigan por objeto labrar la tierra, mejorar las industrias, e introducir y enseñar las ciencias y las artes.

Si lo analizamos objetivamente advertimos que hay allí un acto discriminatorio. Se fomenta principalmente, como lo quería Sarmiento y su doctrina unitaria, la inmigración europea y no de otros lados del planeta. No se niega la llegada de inmigrantes de otros lados del planeta, es verdad, pero se prefiere un determinado tipo de inmigrantes. Es decir, dentro de los términos antinómicos de civilización y barbarie, queda claro que Argentina se organizó, principalmente, en torno a lo que representaba simbólicamente el término "civilización".

La poesía gauchesca, desde sus orígenes, a principios del siglo XIX, rescata las formas de vida que comienzan a ser rechazadas. Todas esas formas precapitalistas de vida y organización, rechazadas o vistas despectivamente desde las urbes nacientes, son rescatadas por la literatura gauchesca: la vida y las costumbres del campo, las relaciones vecinales, el contacto directo entre los individuos, antiguas formas comunitarias de intercambio y comunicación, es decir, todo ese mundo que la elite ilustrada de las ciudades asocia al atraso y a la vida de los personajes sociales de aquel tiempo: criollos, mestizos, indios, negros, zambos, pardos y mulatos.

José Hernández configura abiertamente una postura de oposición a las nuevas formas de organización de la nación y su protagonista es un héroe épico de la barbarie campesina: el gaucho Martín Fierro. El Martín Fierro (sobre todo su primera parte) nació como un panfleto político contrario a los postulados de Sarmiento, y luego, después de su publicación, asumió sus rasgos de mito argentino. Al diluirse su rasgo reivindicativo, confirmó su rol de símbolo de la identidad argentina. Ricardo Rojas, Martínez Estrada y Jorge Luis Borges corroboraron esa desviación significativa del libro.

La poesía de Teillier reniega de esa lógica capitalista de las urbes y postula una recuperación mental de las formas de vida tradicional, provinciana, ligada a la tierra y a relaciones de cotidianidad sin impurezas. Sin ser una poesía política (Teillier reniega de esa reducción funcional) asume, indirectamente, la función de recuperación de una forma de vida que se extingue. Esta visión nostálgica de pérdida, tal como ocurrió con la literatura gauchesca, conlleva un proceso de recuperación y de oposición a nuevas formas de organización, racionalidad y organización política que asume Chile en la segunda mitad del siglo XX.

La ciudad del modelo económico social burgués chileno de la segunda parte del siglo XX, adquiere las mismas connotaciones que la ciudad decimonónica argentina para los autores de la literatura gauchesca. Es el reflejo de nuevas formas de vida y relaciones, espacios precursores de un nuevo sentido de sociedad. La dicotomía civilización- barbarie se traslada a la oposición de lo urbano y lo rural.

Teillier (1965) lo grafica así:

No basta para explicarla, creemos, el origen provinciano de la mayoría de los poetas, que atacados de la nostalgia, el mal poético por excelencia, vuelven a la infancia y a la provincia, sino algo más, un rechazo a veces inconsciente a las ciudades, estas megápolis que desalojan el mundo natural y van aislando al hombre del seno de su verdadero mundo. En la ciudad el yo está pulverizado y perdido como dice Gottfried Benn, que sueña -intelectual fatigado- a volver a ser- “el antepasado de sus antepasados, una masa de musgo en un tibio pantano”. [1]

En el ambiente politizado de la literatura chilena de mediados del siglo XX, el larismo es visto como una poesía meramente contemplativa, evasiva, decadente. Zurita y Lihn relativizaron su importancia en el ambiente literario chileno. Pero el larismo no se detenía en un regreso nostálgico al “paraíso perdido” de la infancia: criticaba sin la diatriba del panfleto todo un sistema de organización social y manifestación cultural que aislaba y cosificaba al ser humano.

Veo que la poesía lárica, sin proponérselo doctrinariamente, encuadraba una reacción en contra de la modernidad capitalista similar a la que pregonaban y exigían para Argentina los unitarios argentinos del siglo XIX. Teillier y los poetas de los lares asumirían, sin proponérselo, repito, una reacción en contra de esa modernidad avasallante, deshumanizadora, que deja en el camino esas formas tradicionales de organización. El poeta sureño experimenta esa modernidad en su exilio interno. Deja Lautaro (su aldea de la niñez) y se va a Santiago a desarrollar su oficio literario. El larismo se vincularía así con la reacción de la poesía gauchesca argentina en contra de esa modernidad que relegaba las formas tradicionales de la vida campesina, rural, por formas capitalistas que persiguen la eficacia productiva y el lucro.

En esta supuesta encrucijada histórica y cultural yo ubico a Teillier en la defensa de lo propio, de lo autóctono, de lo americano, de lo salvaje, de lo natural, frente a la embestida de la civilidad de la ciudad y del progreso. Teillier, en esta supuesta reiteración histórica y literaria, formaría parte de las hordas de Facundo Quiroga, el caudillo riojano argentino, que Sarmiento, en su libro Facundo Quiroga, civilización y barbarie, (pdf) sitúa como la fuente del mal argentino. La poesía de los lares tiene también, tal vez sin proponérselo, una matriz política, como bien lo reconoce Antonio Rioseco (2024):

La aldea pierde su familiaridad y se hace extraña para quien enfrenta la memoria con la realidad. El pasado que es producido, reconstruido y mantenido socialmente necesita de una intervención consciente del cuestionamiento crítico, en razón de poner en juicio los valores de la cultura burguesa dominante que desplaza un mundo en extinción. Esto, en la estética de la memoria que representa el larismo, se da de un modo pesimista e, incluso, desesperanzador. En el texto citado, hay un claro pesar por una realidad que desplaza una memoria y que genera una distancia que se vuelve ironía, una mezcla entre desdén y desdicha. [2]

Teillier advierte que el mundo inocente, doméstico, auténtico, relacional de la infancia se deshace, se corrompe en un mundo urbano que lo descalifica. Lo mismo sucede con la realidad del gaucho en José Hernández, quien advierte que hay un mundo rural con sus tiempos, sus costumbres, sus formas de relaciones que es sobrepasado por una modernidad deshumanizante que, para colmo, es azuzada por una autoridad gobernante.

La poesía de los lares y la literatura gauchesca ejercen una función de rescate histórico y lo materializan mostrando una realidad idealizada, un tiempo inmóvil, cargado de utopía y representaciones del pasado. En esa realidad mítica, los individuos se sienten cobijados por un sistema de relaciones que los acogen y los protegen, y esas relaciones, al ser rescatadas por la memoria, se convierten, quizás indirectamente, en una fuente reaccionaria de imágenes opuestas a nuevas formas de relaciones y producción.

La poesía de protesta propone un cambio revolucionario direccionado hacia el futuro. Es un cambio esperanzador, un cambio que se alimenta de ilusión. El cambio que propone el larismo se hace desde la desesperanza. Sabe que el mundo rescatado en la memoria no tendrá una realización práctica. Es justamente ese fracaso de la recuperación de una vida auténtica perdida lo que enriquece su sustancia poética.

 

 

 

_______________________________________
REFERENCIAS

[1] Teillier, Jorge. Los poetas de los lares.
[2] Rioseco Aragón, Antonio. Poesía lárica: una relectura política de la poesía de Jorge Teillier. En:
https://revistaucmaule.ucm.cl/article/view/1425/1405





. .








Proyecto Patrimonio Año 2025
A Página Principal
 |  A Archivo Jorge Teillier  | A Archivo Jorge Carrasco  | A Archivo de Autores |

www.letras.mysite.com: Página chilena al servicio de la cultura
dirigida por Luis Martinez Solorza.
e-mail: letras.s5.com@gmail.com
CIVILIZACIÓN Y BARBARIE EN JORGE TEILLIER
Por Jorge Carrasco