Hoy, 8 de noviembre de 2025, se cumplen dos años desde que Julia del Carmen Chuñil Catricura, defensora mapuche de 74 años, desapareció en circunstancias que aún no han sido aclaradas y que envuelven a Chile —país que arrastra en su historia reciente la sombra de miles de desaparecidos— en un velo de misterio e indignación. Presidenta de la Comunidad Mapuche Putreguel en la comuna de Máfil, Región de Los Ríos, Julia fue vista por última vez el 8 de noviembre de 2023, en el sector de Huichaco. Salió de su hogar para alimentar a sus animales y cuidar el predio ancestral en disputa, la Reserva Cora Uno-A, un terreno de bosques nativos que defiende contra la voracidad insaciable de la expansión agroforestal. Junto a ella, su fiel compañero, el perro "Cholito", también desapareció sin dejar rastros. Desde entonces, nada se sabe de ellos. Julia Chuñil se perdió en el laberinto de la impunidad, la desinformación, el encubrimiento y la descarada promoción del olvido.
Julia Chuñil encarna la resistencia ancestral contra la expropiación de tierras. A sus 72 años, lideraba la reivindicación de derechos indígenas bajo la Ley Indígena y el Convenio 169 de la OIT. El fundo en cuestión, de más de 300 hectáreas, pertenece a la familia Morstadt Anwandter, dueños de una empresa agrícola en Lonquimay y herederos del poder económico y social que nace de la expropiación violenta de tierras mapuches en Lonquimay, avalada por su abuelo juez y la colusión militar-judicial durante la llamada "Pacificación de la Araucanía".
Julia ocupaba una fracción mínima para pastoreo y crianza de ganado, pero su presencia simbolizaba la defensa del bosque nativo, contra talas ilegales y monocultivos de pino. Amenazas frecuentes la acechaban recibiendo múltiples mensajes de hostigamiento y muerte por su activismo. Su familia denuncia presiones empresariales y negligencia estatal, en un contexto donde, según Global Witness, entre 2012 y 2024, al menos 20 defensores ambientales fueron asesinados o desaparecidos en Chile, eventos generalmente tratados como muertes "extrañas" o sospechosos "suicidios", la mayoría poco tratados por la prensa, con investigaciones parciales o sesgadas y casi siempre cerrándose sin culpables.
La investigación, a cargo de la Fiscalía de Los Ríos, ha sido un calvario con tintes kafkianos para la familia. Cuatro fiscales en menos de dos años, peritajes fallidos y filtraciones controvertidas en momentos muy "convenientes" llenan el expediente investigativo. En septiembre de 2025, una llamada telefónica reveló al empresario Juan Carlos Morstadt confesando a su padre que Julia "había sido quemada". Esta conversación fue hecha pública el 30 de septiembre de 2025 durante una conferencia de prensa en Valdivia, en dónde la abogada Karina Riquelme, representante legal de la familia Chuñil, la expuso categóricamente, citando directamente la transcripción del expediente judicial del Ministerio Público.
Antecedente "parcial", según el fiscal nacional Ángel Valencia, pero suficiente para reimputar a Morstadt y avivar sospechas de violencia. Rastros de sangre en el predio, una camioneta desconocida vista ese día y testigos de ocupaciones irregulares apuntan a un posible homicidio o secuestro. Sin embargo, no hay imputados formales ni avances concretos. La familia, liderada por su hijo Pablo San Martín Chuñil, ha enfrentado seguimientos e intimidación, querellas por violación de secreto y amenazas que llevaron a la CIDH a emitir medidas cautelares en julio de 2025, exigiendo al Estado redoblar la búsqueda y proteger a los allegados.
La sociedad chilena no se ha quedado callada. Hoy, en Valdivia, Santiago y Temuco, marchas de la ciudadanía claman justicia. Organizaciones como Escazú Ahora y el Comité del Acuerdo de Escazú instan a un cambio de fiscalía, denunciando discriminación sistemática contra mapuches. "La verdad siempre sale a la luz", afirma Lissette Sánchez, coordinadora de la familia. El gobierno de Gabriel Boric, presionado por protestas en La Moneda, promete resguardar la investigación, pero la ausencia de respuestas huele a complicidad institucional.
Dos años después, Julia Chuñil sigue siendo un símbolo vivo de la lucha por la tierra y la dignidad indígena. Su desaparición no es un caso aislado, sino un eco de siglos de despojo e inusitada y permanente violencia del estado chileno contra sus pueblos originarios. Mientras el bosque de Cora Uno-A susurra sus secretos, la pregunta persiste: ¿dónde está Julia? El Estado de Chile debe responder, no con palabras, sino con hechos. La memoria de esta defensora de la tierra exige justicia, no olvido.