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Entrevista a Julio Espinosa

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Mayo de 2006

Profesor de la Escuela de escritores desde el 2003, imparte los cursos de poesía y también cursos de escritura creativa y relato. Reside en Madrid (España).

Es licenciado en Lengua y Literatura. Ha publicado varios libros de poemas, y recientemente, una antología de poesía chilena contemporánea. Haz clic aquí para acceder a su currículum completo.

- ¿Qué te sugiere la frase «El escritor nace, no se hace»? ¿Crees que se puede aprender -y enseñar- a escribir?
-
Me sugiere "lugar común", "repetición", "truco". Y eso es también lo que le podría sugerir a alguien que lea esta entrevista y esté pensando en tomar un curso, especialmente si se trata de la primera pregunta. Como vez, soy tremendamente honesto y no me gusta hacer concesiones de ningún tipo, a nadie y menos a mí mismo. Otra cosa sería que me preguntaras sobre el oficio y qué esconde esa palabra. Como creo que más bien la pregunta va enfocada por allí, estoy totalmente convencido de que alguien que siente el pálpito de la escritura es porque guarda un escritor en potencia. Diferente es que se haya ido desarrollando en un ambiente diferente. Hay miles de casos en la historia de la literatura de gente que se ha transformado en grandes novelistas o poetas y que, si hubiesen seguido la lógica social, no tendrían que haberlo sido.

Con respecto a si se pueden enseñar y aprender, considero que la literatura es un arte y todo arte tiene una técnica. Esa técnica se puede enseñar y aprender, esa mirada artística se puede enseñar y aprender: al fin y al cabo no estamos más que hablando de oficio. Otra cosa es la genialidad. Son muchos los llamados y pocos los elegidos. Pero eso no lo puede saber nadie antes de enfrentarse a la primera vez que le dicen “Si quieres seguir, debes ser capaz de cambiar esto, esto y esto”. Y allí, el aprendizaje, la enseñanza, son fundamentales.

- ¿Qué significa para ti tu labor como profesor? ¿Cómo y por qué comenzaste a impartir clase?
- Yo soy profesor, tengo el título de educador, siempre me ha gustado trasmitir lo que creo saber un poco mejor que los demás. Además, yo no tuve la fortuna de tener a mi lado a otro escritor –con textos publicados– que me abriera puertas y me hiciera ver de frente el mundo de la escritura, tanto el de los escritores como el de los escribidores; aunque sí que tuve un gran lector, corrector y escritor siempre inédito como mi padre. Seguramente si desde el principio no hubiese tenido conciencia de lo difícil que era abrirse un camino, de lo difícil que era escribir una línea medianamente decente, hoy escribiría otras cosas, penosas, como casi todos al comienzo. Quien quiere escribir es porque ya ha escrito y sabe, ha constatado su precariedad, su indefensión. Yo dicto clases para abrir la puerta a quienes no saben cómo, y cuando digo abrir la puerta, no es para publicar: ¡que se olviden de inscribirse en un taller conmigo si buscan publicar a final de curso! Creo que el creador es un artista y no la cadena de montaje de la Ford.

- ¿Cuál es tu relación con el resto del equipo de la Escuela?
- Me llevo bien. Me caen especialmente bien Jesús, Clara y Dani. Con los demás he interactuado menos. Se sabe que los poetas somos un poco ariscos al respecto, pero a veces es sólo timidez o no saber dar el primer paso para abrir una conversación. Por ejemplo, me cae muy bien Magdalena, pero casi no hemos tenido oportunidades de interactuar, y a Ignacio Ferrando lo admiro y siento una alegría realmente grande cada vez que le va bien... ¡No sabe realmente cómo me alegra el día cada vez que gana algo!

- ¿Cuáles son las peculiaridades de tu metodología, aparte de la mecánica común a todos los talleres? ¿Te sientes libre a la hora de aplicar tu criterio pedagógico?
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Si no me sintiera libre no participaría en esta escuela. Para mí el libre albedrío es una condición sine qua non a la hora de crear y de mostrar nuevas miradas. Y es por allí que va la particularidad que podría tener, además de ser un curso de poesía, totalmente diferente, por tanto, a los demás. A mí la técnica sólo me sirve aplicada al poema. El trabajo, por tanto, realmente es de taller: comentario de textos propios y ajenos, lecturas, lograr revertir o purificar esa mirada de caballo con anteojeras de las que nos dota el sistema actual: si hay un arte subversivo ese es la poesía, no porque sea "un arma cargada de futuro", sino porque es capaz de mirar y decir aquello que no se ve ni se quiere decir.

- ¿Qué les pides a tus alumnos cuando comienza el curso? ¿Y cuando termina? ¿Cuál es tu nivel de exigencia?
- Les pido que se dejen guardado el orgullo en casa y que aprendan a mirar y a leer de nuevo, porque, pienso, la poesía es un lenguaje otro, una manera otra de enfrentar la realidad. También les hago una serie de advertencias: no existe el poeta rico, se trata de un camino hacia los fantasmas interiores, lo que se cree que es curativo puede transformarse en algo doloroso. Así que es como subirse a una montaña rusa, citando a Nicanor Parra: se puede bajar arrojando sangre por boca y narices... Y cuando terminan... es que no se termina. En poesía todo es un comienzo. Eso es lo más maravilloso, porque el poema perfecto no existe.

- ¿Qué clima te gusta y procuras que se cree en tus grupos de trabajo?
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Me gusta que se transformen en cómplices, que yo no tenga que estar encima para que queden a tomarse una caña o a intercambiarse correos por el foro. Me gusta que sean capaces de tener propuestas e intercambiarlas, que se atrevan a dar su parecer sobre los textos de los demás, que sean capaces de criticar ácidamente a un poeta consagrado, porque sólo cuando se ha desarrollado la capacidad crítica frente a la obra de los demás podemos empezar a ser críticos con la propia y no hay gran poesía si no hay detrás un gran crítico de la propia creación. Como digo, está bien el buen rollo, pero que también haya profundidad.

- ¿Consideras la enseñanza como un intercambio? ¿Qué te enseñan tus alumnos?
- Indudablemente los parámetros maestro-discípulo existen para derribarlos. Aprendo mucho de las miradas de quienes están a mi alrededor: descubro lecturas, perspectivas, realidades. No creo en la educación vertical; por el contrario, si alguien es capaz de decirme que piensa diferente y darme las razones y tiene razón, fenomenal. Quiere decir que ha dado un paso más, uno importante, y que ya no hay vuelta atrás.

- ¿Cuáles son las cualidades necesarias, según tu opinión, para ser un buen profesor de un taller?
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Todo profesor es un poco dogmático, porque sólo a través de ciertos parámetros se puede enseñar. Lo importante es que estos parámetros sean flexibles y que uno mismo esté dispuesto al cambio. Por ejemplo, no se puede decir tajantemente que una buena novela no tiene que tener diálogos. Evidentemente esa es una equivocación. Pero sí que hay que señalar que, dentro de lo posible, hay que guardar los diálogos para momentos interesantes dentro del relato. O, en poesía, inicialmente hay que olvidarse de palabras como corazón, alma, eternidad, porque están tan gastadas que ya han dejado de decir.

Pero si un alumno llega con un poema donde la palabra corazón esté usada con maestría uno no puede decirle que la cambie. Me refiero a que el profesor debe saber que no lo sabe todo. Como en un tablero de ajedrez, la cantidad de movimientos después de la cuarta jugada es infinita y siempre hay que estar abiertos a que un alumno nos abra las puertas de un lugar donde nosotros no hemos estado. Es más, tenemos que tener el tacto suficiente como para no medirlos a todos con la misma vara, porque hay que apreciar al alumno dentro de su propio marco y su propia búsqueda. Así, para mí, el profesor es un facilitador, alguien que ayuda al alumno a encontrar su propia voz. Aquellos profesores que se creen dueños de la verdad y que sólo ven en toda creación que se aparte de su perspectiva un fracaso, aquellos que dogmatizan sin flexibilizar sus posturas, son los más peligrosos. Yo intento ir por el otro camino: todo es posible, mientras no se demuestre lo contrario.

- Dentro de tu campo didáctico, ¿en qué partes te gusta profundizar?
- Prefiero que me hables de mi campo artístico. La didáctica es para el conocimiento empírico y en poesía no hay más conocimiento empírico que la lectura de las imágenes. Y sólo profundizo en eso: la mirada, la mirada y la mirada; la lectura, la lectura y la lectura. Al fondo del todo está la realidad, tapada por una serie de palabras que han dejado de decir, una serie de imágenes que han dejado de mostrar. Para ello hay que aprender a leer, aprender a mirar, aprender a percibir todo de nuevo, como si antes de nosotros no hubiese nada. Por lo tanto, el ejercicio del y la poeta es enfrentarse al mundo como si fueran los primeros en pisar el lugar donde pisan: toda una lucha por el libre albedrío. Si eso no se aprende, no hay creación poética alguna.

- ¿Qué opinas de los concursos literarios? ¿Y del afán de publicar?
- El concurso es un medio. Lamentablemente la mayoría están concedidos de antemano. Pero es totalmente válido participar. Con respecto a la publicación, sólo hay que buscarla cuando uno tiene algo sólido, si no terminarás arrepintiéndote. Por lo demás, no publicar no es una tragedia. Al fin y al cabo las editoriales son una industria y lo que quieren es vender: si lo que escribes es realmente arte y no un producto masivo... Bueno, la conclusión es lógica, ¿no?

- ¿Cómo compaginas la labor como profesor con tus propias creaciones?
- Son cosas diferentes, pero complementarias. Yo me gozo viendo a mis alumnos avanzar, lo disfruto, me alegro. Soy metódico, voy al grano, comento verso por verso, transcribo, riño, me río y discuto con mis alumnos. El poema es un ente vivo e independiente y está en el centro. En ambos casos es igual. La diferencia es que frente a mi creación sólo estoy yo, mi conciencia y mi búsqueda y como profesor ya somos dos. Una vez soy facilitador, portero, se podría decir; en la otra, soy yo el responsable total, soy yo el que propone y avanza por el camino. Pero al medio siempre está el poema y la poesía.

- ¿Cuál es tu escritor favorito? ¿Por qué? ¿Qué libro estás leyendo en la actualidad?
-
No tengo autores favoritos. Tengo poemas y pocos. Simplemente porque la perfección no existe y las búsquedas que a mí me interesan no tienen por qué ser las de los demás. La mayoría de las veces encuentro insuficientes a los demás poetas, pero no porque sean malos, sino porque mi búsqueda es otra, muy personal.

Actualmente estoy leyendo varios libros. Acabo de terminar las novelas "El desierto", de Carlos Frank, que es buenísima, y la relectura de "Opiniones de un payaso", de Heinrich Böll. Además estoy leyendo, por placer, "Del tiempo y el río" de Thomas Wolfe; como por placer estoy leyendo un par de libros del gran poeta peruano Rodolfo Hinostroza. Junto con ello, repaso los últimos libros de los poetas Marta López Luaces, Luis Miguel Madrid y Pedro Montealegre, pues quiero escribir una reseña de cada uno de ellos. Como ves, no paro. Pero eso es la literatura.

- Hace unos meses publicaste en la editorial Visor una antología de la poesía chilena contemporánea, ¿puedes contarnos algo de esa antología y de los autores que hoy día están escribiendo poesía en Chile?
-
Podría alargarme páginas y páginas sobre la antología. Lo más importante es que viene a llenar un vacío existente en el panorama español. En toda América, la poesía chilena –como la peruana– pasa por ser una de las más importantes, pero aquí se conoce mejor la argentina, la mexicana y la venezolana. Así que me propuse dar una tribuna a estos autores de alguna manera silenciados no por su calidad, sino por su desconocimiento. Indudablemente, yo la recomiendo. Son, en total, veinte autores, de los cuales quince realmente no se conocen ni siquiera en los círculos literarios y que, al tener una estética tan diferente a la predominante en España, sin duda son un aporte.

Con respecto a quienes escriben poesía hoy en Chile, bueno, imagínate que todos los de la antología son representativos de apenas veinte años. Si hubiese tenido que hacer una antología del siglo XX de la poesía chilena, por lo menos tendría que agregar otros tres tomos iguales al publicado, porque Chile apenas ha tenido ensayistas, novelistas y cuentistas en el siglo XX, pero poetas, sobran.

- ¿La poesía es vida o la vida es poesía?, ¿cómo la vives tú?
- Cada uno la vive como puede. El resto es retórica. La vida es un buen cuadro de Munch o de El Bosco. Si crees que eso es poesía, sí, la vida es poesía. Yo lo creo, y la vivo así.

- ¿Esto podría ser Nebraska?

ESTO PODRÍA SER NEBRASKA

Aquí nieva, Derek.
Y siguen pastando los caballos de Paul.

Nieve y caballos repitiéndose en la retina
y en las plantaciones de algodón
de la mente.

Aquí dentro todo está oscuro
y no siento más que el cubo de hielo
derritiéndose como mi piel
en la lengua de mi amante.

Un güisqui con soda puede hacer milagros
pero más milagros hacen la palabra güisqui
y la palabra soda embriagando este poema.

Aquí nieva.
Pero allí fuera es junio y es Madrid, Derek,
aunque las imágenes se me apelotonen en el iris
y sienta que detrás de esta oscuridad
los caballos siguen pastando
dentro del armario de mi casa.

(Especial para esta entrevista)

 

 
 

 

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