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Reflexión hacia el sur


Jorge Etcheverry


Prólogo del autor

Este volumen reúne textos de diferentes épocas, unos publicados y otros no. Partes de una versión antigua de Reflexión hacia el sur fueron publicadas en la revista Trilce, de Chile, a comienzos de los ochenta y en un libro antológico de literatura hispanocanadiense de José Varela y Richard Young. Negro, Peces y Cuaderno de la zona obscura fueron publicados en la revista Alter Vox. Trabajadores del vacío en la antología Boreal de poesía hispanocanadiense. Esta muestra incluye desde un texto cuya primera versión data de comienzos de los setenta (del siglo pasado) hasta otro de hace un par de meses. No descarto la posibilidad de que algunos de estos textos se recontextualicen en otras muestras impresas o virtuales. Entregado a la selección de textos, me encuentro frente a un mosaico de diversas maneras de (intentar) escribir e instancias temporales y situacionales que se me convierten en piezas contiguas y armables en una especie de presente. La afinidad y el gusto personal deciden ciertos textos en desmedro de otros que se retiran a sus habitaciones esperando la próxima oportunidad.

Jorge Etcheverry Arcaya
Septiembre de 2004

 

 

 

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A Sharon

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Reflexión hacia el Sur


I

– Somos un pueblo extrañamente dotado por la naturaleza. Nunca me han gustado los planteamientos que tengan algo de racismo

–Pero no podemos desconocer que como chilenos provenimos de un conjunto de determinantes que escapan a nuestras manos. Accidentes geográficos, una dilatada costa, un par de cordilleras, tocar el trópico y el polo

–Nos hemos preguntado al redactar estos prolegómenos, suspendiendo el lápiz sobre la hoja de papel cubierto de líneas horizontales, por lo que hizo a los araucanos resistir por tantos siglos a los conquistadores

–No nos ha sido negado como pueblo el brillo doble, como la luna reflejada en un charco, de algunas victorias militares, de las realizaciones culturales a nivel universal

– Las convulsiones sociales, los mártires, la utopía casi al alcance de la mano. Estrangulada con el propio cordón umbilical. Abandonada en los baldíos de la historia

–La impresión que he tenido siempre es la de una especie de almácigo que necesita bastante agua y mucho sol para dar fruto

Bajo la apacible superficie de la tierra se gestan vastos movimientos


– Las clases pudientes creen a veces percibir ese rumor subterráneo entre ronquido y temblor de tierra. Que no los deja
dormir tranquilos, los hace paralizar la copa entre los dedos en medio de fiestas y reuniones sociales, con la mirada fija y como ausente

Como si un pájaro tan enorme como invisible y siniestro hubiera pasado haciendo atravesar todo el Barrio Alto de Santiago por el perímetro de una punta de sus alas

– Así de vastos y lentos, mudos durante décadas, como niños muy sanos, de gestación larga, que de pronto se lanzan a caminar

–Así de profundos y terribles suelen ser, no ya los movimientos sociales, sino incluso sus anuncios

–Ciertos desplazamientos de estructuras de poder, algunas manifestaciones culturales

No son más que el anuncio de esos movimientos subterráneos

–Como si la tierra cerca del polo Sur fuera una mujer que duerme el sueño profundo de la pesada digestión de acontecimientos históricos, luego de ingerir una buena cantidad de cauces de sangre

En la costa la mar se torna roja. Las gaviotas sobrevuelan en círculos, alborotadas

– Sus venas dejan circular esa lava ardiente que calienta su piel. Sus dedos se mueven espasmódicos en forma refleja y se queja en sueños


– Que son la vasta urdimbre de dichos, sentencias y refranes, la música creada y la poesía escrita en los cuatro rincones de
Santiago, en el extremo Norte, plano y desértico, en el extremo Sur, helado, angular y diseminado en islas

– Somos un pueblo extrañamente dotado por la naturaleza. Gozamos de una gran facilidad de adaptación a otros países, pero nunca nos mimetizamos

El carácter aventurero, el laconismo del Sur, la calma británica de algunos en el puerto, el habla rápida del Norte, su afición por la comida simple y abundante

La belleza en la mujer, los ojos rasgados oliváceos, la espesa mata de pelo, la sensualidad, los ángulos faciales

Mucho antes de la explosión feminista en Norteamérica, una flor de pétalos ambiguos, muchas señoras santiaguinas anuladas, separadas

Como lienzos que protegen girasoles incipientes contra los embates del sol y el hielo de la helada velan por el crecimiento de hijos después lanzados al mundo a cumplir las diversas tareas de los hombres

Justicia Espada fue la primer mujer médico de Chile. Magaly Honorato fue la primera torturada y muerta en una cárcel a principios de la década de los setenta

Las innúmeras mujeres mestizas de ojos grandes y amplio regazo proyectan su estirpe desde la Araucanía, desde el perfil anguloso de Inés de Suaréz, desde el mito vestido de neblina y pelo rojo de La Quintrala

Se levanta la Violeta Parra en vuelo cantante enredando en su despegue varias otras figuras matriarcales. La Gabriela Mistral niña la mira pasar sobre un cerco de piedra en el Norte Chico,
mientras camina hacia la Escuela Pública de delantal blanco y con chapes

El regazo de las señoras gordas mantenedoras de vastas familias que crecen tomadas de sus faldas con manitas chicas como pintadas por Pedro Lobos, y ojos obscuros vueltos hacia arriba en maravilla, se mancha de sangre con los acontecimientos históricos

En Coipué región del Maule, la señora Marta junto a sus hijos de pura estirpe española conservada en el jardín botánico del boldo y el espino, con un marido trabajador y borroso es el centro del poder y la vida social

Reúne cantoras y capataces en su casa de adobe de inescrutable fondo, techo lejano y ventanas diminutas

La Nilda Silva que en paz descanse trabaja de aguatera a los siete años. Se matricula sola en la escuela de los curas, ve la mar por primera vez en Tal Tal, se echa boca abajo al suelo temblando de maravilla

Cría 15 hijos y allegados. Cuida de un esposo ángel caído que sueña y musita con tesoros, que desarrolla una escultórica que es una filigrana de chatarra

Defiende a sus hijas de la prostitución con la biblia y el leño. Se muere bendiciendo a enemigos. La Parte Alta de Coquimbo se enluta

La Nana Arcaya sale de la mansión, no asiste a los bailes de sociedad, cuelga a los veinte años las zapatillas de ballet cuando Ibáñez relega al coronel su padre a Juan Fernández

Trabaja por décadas y cría dos hijos que no llegan a apagar
cierta nostalgia

Pero antes las machis retuercen una posesión convulsa, como por arte de magia se sostienen en vilo en la copa del canelo, uniendo esa raza de cara ancha y torso fuerte, de voz aguda de pájaros, con el cielo, la tierra, el sol y las montañas

Atraviesan la Cordillera los Collela Ché, que son pájaros multicolores que sostienen en vilo a su reina por los aires, una niña de siete años

Entonces los conquistadores desganados, desplazados del Perú opulento por riñas intestinas entre jefes, barbudos, en harapos, los arcabuces mohosos, se desparraman hacia el Sur en las garras de una cansina avidez

Sus ojos interiores acarician las leyendas de la Ciudad de los Césares y el cuerpo de las indias mientras se derraman rumbo al Valle Central y luego al extremo Sur

Mientras sus barraganas cocinan para ellos en improvisados fogones, y dejan secar la pólvora mojada por la última lluvia jugándose a los dados los cuatro extremos del mundo

–Han ido sembrando su estirpe doquiera se asentaban sus campamentos dejando hijos de mirada sensible y perpleja

Los cielos del Sur se estremecen en turbulencia mientras avanzan por ciénagas y selvas esas máquinas de cuatro patas cuya parte superior es de metal y escupe fuego

Para algunos Emisarios de Dios la región es el vértice inferior de un triángulo con una punta hundida en el pecho de la divinidad y la otra en la Corona de España

Ellos más tarde harán el inventario de las voces del idioma despreciado mientras discuten la teología en una atmósfera que
huele a bosta de caballo

400 mil conquistadores yacen fertilizando esa región llamada La Frontera

En los últimos años del siglo diecinueve Bulnes lanza una campaña de exterminio de araucanos. Se cruza la frontera. Se pasa a cuchillo a los mayores de ocho años

Ya que antes por dos días Caupolicán cargó un enorme leño a las espaldas. Ahora sus hijos cargan sacos de harina en las panaderías

Lautaro hizo labor de inteligencia, aprendió técnicas militares, incorporó a la lucha el caballo

Luego de serle amputadas las manos, Galvarino peleó con los muñones

Como una sementera de granos morenos arrasada a fuego que no puede quemar sus raíces se sienta esa gente a la espera en las gradas del Edificio de la Gobernación

Quinientos años no es mucho para quien mide su tiempo en estaciones y cataclismos naturales

Discurren los indios entre sus rucas en la tierra húmeda y fértil de Arauco, cuidando rebaños de gallinas que ponen huevos azules o verdosos, alimentándose de harina con agua, criando hijos de voces agudas que hablan con los pájaros y un buen día emigran a las ciudades a buscar trabajo

Manos y pies pequeños, bien formados, torso recio, ojos grandes
y pardos, el pecho levantado y la voz cantarina, la habilidad para la orfebrería y el papel indiscutible de la mujer en la religión y la vida social


El mal metabolismo para el vino

Hunden firmemente los pies en los pastos húmedos del Sur. Las cifras oficiales disminuyen el número de la población indígena. Ellos se aprestan a esperar otros dos de siglos en el mejor de los casos


II

 

Como una perdigonada saliendo de la escopeta de nuestra historia. Por delante el hueco en el pecho, por detrás la dispersión por los cuatro puntos cardinales

Establezcamos este paréntesis mientras recordamos los cielos claros del Norte Chico, tachonando de noche con estrellas como puños, el gris del smog en Santiago que crece envolviendo los pueblos aledaños como un joven amante abraza en sueños el cuerpo de la amada

La mujer que pasa a esa hora vendiendo machas por las calles de Coquimbo

La visión y la audición del ruido de Santiago desde la cumbre del San Cristóbal

Y se equivocan aquellos que, los que piensan que...

No se apaciguará nunca toda esta sed que nos define a todos nosotros, a gran parte de nosotros, qué acostumbrados estamos.

!Qué acostumbrados estamos!

A beber las aguas siempre verdes y frescas, a absorber por los ojos las vastas faldas de los más azules cielos

Elegidos por los astrónomos americanos y europeos, de preferencia daneses o noruegos, para construir los macizos y nunca vistos observatorios astronómicos

Mientras nosotros entrecerramos nuestros miles de ojos en este instante entre el sueño y la vigilia que nos arracima en este tan mentado valle de lágrimas

Mientras las estrellas como puños y así de cercanas pugnan por separar cada uno de nuestros innumerables párpados y meterse, aún de día, por nuestras incontables pupilas pardas hasta nuestro cerebro–quizás–colectivo

En nuestras lenguas, una similar a las aves y un poco gutural, la rapidísima del Norte, de papa en la boca, la reposada y abierta del Sur, acompañada casi siempre de una mirada ponderativa

Las leyendas dan cuerpo a mujeres como La Quintrala y tantas otras, la llorona

Mientras en algunos cafés de Santiago se produce desde los sesenta una estrella opaca y casi viva de música y sus huesos son tarcas, flautas, charangos y todo el amasijo de América al que algún día daremos forma

Mientras la voz de las mujeres como un enjambre de muchas palomas se levanta sobrevolando La Moneda, la Plaza de Armas

La timidez y la dulzura se han apoderado de estas locas desgreñadas tan pronto atravesaron el umbral de los treinta años

 


III

 

Mientras entrecerramos nuestros ojos enrojecidos luego de recorrer como un milpiés mil distintas latitudes, comiendo marisco en Bruselas, pan con paté al lado de Notre Dame, un souvlaki aquí en Montreal, unas papas fritas con ketchup aquí mismo, sesos fritos en San Sebastián

Maravillándonos del bajo precio de las putas en Barcelona y de que Madrid tenga el mismo aire en las tardes de otoño del centro de Santiago, donde el Viejo Chico Vestido de Plomo tiene su cuartel general y sale de la Bolsa de Comercio al Café Haití

Donde habla de acciones en los corrillos, admira a camareras de breve delantal blanco

Mientras mojados volvemos de bañarnos en estas aguas insípidas de aquí y desde lejos nos vemos tumbados en un pasto demasiado verde: un montón impreciso con todos los caracteres de un grupo étnico, como una manada de dragones que retoza

Nos desplazamos con los cabros a cuesta de casa en casa, de ceca en meca por Elgin Street por Sparks por Bank por las Ramblas, por el Paseo Ahumada, por los Campos Elíseos por las concentraciones contra la guerra, las peñas los cumpleaños, las farras los conciertos

Tan inconfundibles como los paquistaníes y los chinos entre quienes vivimos – también los italianos – dicho sea de paso

Hagamos un poco de tripas corazón para romper esta delgada capa de tevinil que nos ha cubierto estos últimos años

Tienes razón, aunque te has puesto un poco gordo y se te ve demasiado tranquilo últimamente

Hagamos un poco de cuenta que no han pasado los años, como pasa rajado el cabro en moto sin ninguna posibilidad etiológica de conciencia política

Pero necesitándola desde el fondo mismo de su insaciable necesidad de rebelión que le hace gritar que es el rey del universo, que lo puede todo (anda un poco volado)

Hagamos lo que podamos. Juntemos nuestras innumerables y tan dispersas manos cada cual su granito de arena

No nos avergoncemos ni miremos para otro lado cuando lloran las mujeres en las concentraciones

No murmuremos a la espalda de los que aparecen inquietos y medrosos luego de estar ausentes estos años

Ahora que la cosa tiene olor ambiguo, como un sexo abierto frente a la nariz, porque en la arena se ven los gallos

Juntemos nuestros músculos aún capaces de hacer un sinnúmero de cosas

Despojémonos los túneles mentales de tanto rollo que se nos ha ido metiendo en la cabeza

Los gorriones son universales. No dejemos de contemplar las palomas y las gaviotas de agua dulce que hay por aquí

Entre la maraña enrevesada que nos llega por amigos, los medios, el internet, otros latinos

O simple gente que sobrevivió a las avalanchas revolucionarias que de repente se abrieron como volcanes y luego se cerraron

Todavía aquí achunchados si hay que decir que en Chile no pasa nada o que pasó todo a quien nos pregunta por aquí

Mientras nuestras miríadas de fosas nasales recogen un olor como de fogatas en la noche, que viene de muy lejos y se propaga porque la tierra es redonda, y nos sentimos un poco encabritados y un poco alegres

Y de repente un montón como de bichos que teníamos adentro nos comienzan a desfilar con sus propias banderas de sindicatos o partidos

Mientras nuestras manos se crispan solas y en nuestros corazones hay como una música húmeda

 

 



Postales


Entre el bote varado (como un cuadro) cercado y acometido por gaviotas
y la mesa de la cocina cubierta de hule
sobre la que reposa el pan, el queso de cabra
y las calles empinadas de la tarde, amarillas y desiguales llenas de perros y gatos, de niños
y las calles del centro, en El Bajo
apenas visibles entre cerro y cerro
cobijadoras de la escasa vida urbana que por aquí tenemos, con jóvenes de pantalón claro
(No sabemos si los hijos de pescadores se ponen ropa deportiva.
0 si los veraneantes se tostaron en la playa)

Mientras las gaviotas graznan arriba, girando, abatiéndose sobre
la profusión de roqueríos que se lanzan al mar detrás de La Pampilla

Y los Chinos de La Tirana ensayan (se ven desde la casa que está en el cerro)
Y el viejo se sienta en el umbral de la ventana, tornando el sol ojeando revistas viejas
acumulando fuerza por los ojos sedientos de sol para seguir otro día tirando
Y los Niños lanzan garabatos en el Taller Mecánico
Y el primer frío de la noche lanza puñados de sal y azufre sobre la tiza de los huesos
Y la Señora pasa con la bolsa de las compras desde la panadería,
el boliche de Arquero, jadeando y subiendo la cuesta, como diciendo "Hasta aquí no más llegamos", con cada paso que da.

 




Postales II


Como los fragmentos de una explosión que se sigue reproduciendo. Brotados del confín austral del mundo. Teniendo hijos y brindándoles un hogar que es como una cadena atada a la pata de un pajarito. En la Otra Tierra, siempre a las espaldas, siempre al frente. Reproduciendo con la obstinación de la litografía la cara de los líderes asesinados. Lanzando cartas como palomas a todos los rincones del mundo. Dándose maña para permanecer juntos. En medio otra vez de las ciudades y los campos y los mares, hechos por otras manos para que los pisen otros pies y los vean otros ojos (En la variedad está el gusto)

Y se encerrarán, aquellos que no vuelvan. Entre las cuatro paredes del monte el desierto el mar la nieve. Para poder contárselo a los nietos. Languidecerán como una gota de vinagre en el agua. Rodeados de hijos que pálidamente reflejan la propia infancia. De nietos que hablan otra lengua, comen otros alimentos tratando de pensar que los montes y los valles y la larga costa eran un sueño.

 

 

Dominio Vasco


A vol d'oiseau. Mira. Por el ángulo del ojo – las casas brotadas en la piedra, vueltas hacia adentro "aquí estamos nosotros". La tierra no es plana ni arcillosa

"Dejemos a los invasores extender sus alas sobre nosotros, como las aguas pasan, inesenciales, sobre las piedras"

"Vivimos en medio de los bosques. No hay otra parte como ésta
en toda España.. Dejemos que los turistas se bañen en nuestras playas, hagan volar sus palabras fáciles, como bandadas de mirlos (llenan el aire, luego desaparecen)"

Maravillémonos, aún podemos, somos viejos. Miremos los rayados
(¿Tú entendís?:–Esto es chino. Esto no es habla de cristianos).

Sintamos el olor de las curtiembres. Sintamos el impacto en la fama de la pupila del postón de las vastas arquitecturas. Adivinemos la vida que se agita en esas casas de minúsculas ventanas

Dejemos perderse las usinas hacia atrás (vamos en auto) los barrios obreros, orlados de ROPA TENDIDA

Preguntemos, discutamos. Cómo se integran a los bosques sombríos, a los cerros antediluvianos (de allí venimos)

Por las calles del barrio gótico, algunas frentes permanecen, bajo el moño o la boina, cambiando miradas de reconocimiento.

 

 


Hull


Ca va. Ca n'en va plus
Las calles empinadas, el pavimento ajado y quebrado. Para morir a una altura insuficiente. Las gaviotas otorgan ilusión de costa
Los autos de los sajones, de muchos caballos de fuerza, cruzan el agua turbia del río para gastarse unos dóllars en cerveza. Porque aquí circula el trago en los boliches chicos, se puede comprar incluso el domingo por la noche

Los exploradores, los traficantes de armas y abalorios daban a los indios aguardiente. Lo vimos en un wéstern

Ontario y Quebec. Ottawa aquí Hull allá, partidos por el río. Los puentes son amplios y de pronto cambia el tono de las construcciones. Los inmigrantes latinos comentan: "Es como estar en nuestras calles. De bolas"

El país se saca la ropa deportiva y deja colgar una provincia como un brazo el hemipléjico. Se ven papeles y murallas rayadas. Florecen fuera de las casas las flores étnicas
Los ingleses borrarán estos estigmas con vastos planes de demolición y construcción

Según se llega desaparecen los cabellos claros. Se acorta la estatura de la gente. Un inglés dice "y el lenguaje se hace poco menos que incomprensible"

Un hombre de piel curtida desciende una cuesta en Hull con un vaso de café de máquina, cuidando de no vaciar el contenido
En Latinoamérica, los hacendados mestizos mandan a sus hijos a estudiar economía a Harvard, Princeton y Yale.

 




Negro

Hay un tiempo, hogaño está lejos, que remotamente se despide de otro tiempo en otra parte mencionado, como desde la ventanilla de un tren expreso nos despedimos de los paisajes, árboles, ocasionales siluetas humanas que se recortan contra el background de los ornamentos naturales agrarios

mejor aún cuando inmóviles en la escalinata que lleva directo al vientre del aeroplano nos damos vuelta agitando la mano en un signo tan convencional como preñado de significaciones, hacia los amigos y familiares y simples relaciones que se han conglomerado ahí, en la loza del aeropuerto para despedirnos. Mientras la otra mano se tensa sobre la manija de la más inocente, la más gastada de nuestras valijas, aquella que pese a su aspecto inocente y poco valioso oculta, amén de recuerdos personales, fotografías y cosas así, que a nadie importan sino a su inmediato poseedor, quizás aquellos mismos elementos conflictivos que los representantes de una autoridad siempre ávida de nuestras amarguras y sinsabores han buscado en esas reuniones secretas, en que deciden nuestro destino y hacen el balance de nuestro posible peligro frente a sus tambaleantes instituciones. Toda institución que se defiende observa cómo su debilidad crece en la misma medida en que se la vigila y cuida como una flor improbable llenándola de guardias y agentes, de aparatos de seguridad y convenios con entidades crediticias continentales y de ultramar.

 

 


Cuaderno de la zona oscura


No es fácil en estos tiempos y menos para nosotros volverle la espalda ni por un momento a la realidad histórica

Que nos exige cada día un compromiso más intenso y preciso
Para dedicarnos en cambio una vez más a las lamentaciones y digresiones tan caras a los románticos

Tengamos por lo menos la suficiente franqueza
Como para reconocer nuestras culpas pasadas, presentes y futuras

Hay muchos lectores que se alejarán definitivamente de estas páginas, ante la mera vista de este párrafo

Desde mi más tierna infancia me acuerdo de haber padecido penas de amores. La primera mujer en mis sueños diurnos fue el Hada de Cabellos Azul Turquesa, esa especie de madre de Pinocho. Hay otros que por razones muy diversas se interesan hoy por el libro de Collodi

Saltémonos la universal adolescencia, que sueña y se masturba

Nunca ha sido fácil para nosotros, producto de nuestra clase y cultura, la relación con las mujeres

El teléfono pone al alcance de nuestra mano bárbara un instrumento que pare ambigüedades

Hemos tomado el asedio de la mujer como antaño se tomaron las tareas de la guerra

Y así íbamos, como vastos dragones dormidos en pleno vuelo

La mujer era la droga que nos mantenía atados a nuestro sueño de piedra

Hemos presenciado y participado en la vasta mascarada compacta de los histriones aglomerados en los cafés de ciertos barrios de todas las ciudades. Los jóvenes atractivos de llamativa ropa y larga cabellera o pelados al cero según la moda

Y las muchachas de ojeras artificiales y manos movedizas, fáciles conversadoras de esto, de aquello y de lo de más allá

Mientras pasábamos, la oscura pupila fuertemente encajada en la cuenca, bajo el balcón de la frente, como en un óseo monóculo, las manos en los bolsillos y la frente plegada, el eterno pucho sin filtro de esos días envenenándonos el metabolismo

Mientras pensábamos éstas y otras cosas, tratando de construir una teoría general a partir de nuestra situación individual, proceso de inferencia

Achaquemos nuestros desencuentros al sistema éste en que nos debatimos

Que separa a los seres que al menor contacto operan como el caracol que se enconcha

El flagelo de la ameba que hábilmente se retracta

Ciertas flores que se cierran ante el contacto de un SOL MUY FUERTE


Sigamos persiguiendo imágenes apretadas en la corteza del
cerebro como en la memoria cuadriculada de una sutil computadora. No hablemos mal de las mujeres, todos tenemos hijas. Aprobemos la pertinencia de la rata en el laberinto

El sentido de las células no es el del software


Un medio a la vez pornográfico y pechoño no nos ayuda en absoluto. Hemos visto a la mujer entrar directamente en la cama sin sacarse la ropa y luego levantarse a buscar algo, agua o leche, poniéndose una prenda contra el pecho

Y no era la primera vez que me veía metido en esa clase de forros. Me acuerdo de las eternas esperas en las esquinas de otra ciudad, en otro país

Las despedidas patéticas en los terminales de buses

Un gato blanco eternamente pelechando, en una casa oscura, de techos altos

O de otro color, en un segundo piso, en otras latitudes

Los insomnios revolcados de ojos tamaños entre el sol poniente y el naciente

La arena en los párpados. Las curas lloradas y las confidencias vergonzantes

Gatos de todas las pintas, siempre pelechando, en casas obscuras de techos altos

nos acompañaron silenciosos, tan sólo los ojos titilando en la noche

Cuando asediábamos una determinada ventana en una determinada casa de una ciudad muy precisa

Es un milagro que no nos hayan tomado presos

Pero todas esas aventuras son al fin y al cabo una especie de prólogo. Cuando uno gana finalmente a la mujer la da por supuesta, la toma for granted y la hace circular en medio de las cosas de la casa

No así a la Recién Aparecida

En torno a la que el hombre vuela como la polilla alrededor de la llama de una vela

Especialmente en nuestros países latinos

Sostengamos sin embargo muy en alto el papel que por esta vez nos hemos asignado. Las pesadas sombras de Platón y Plotino nos acechan desde el nacimiento de Occidente

Nunca han dejado de preocuparnos las grandes batallas que convulsionan a tres de los cinco continentes: Asia, África, América

Los poetas comprometidos tienen el deber de cantarle a la Revolución, denunciando el actual estado de cosas

Pero eso se hace en otros metros, usando otro tipo de imágenes

Desde las publicaciones clandestinas del Sur se suele levantar la voz acogotada de poetas silenciados o que sufren curiosos accidentes

El chileno Serrano, autor de un poema sobre los desaparecidos, se cayó de un décimo piso

Dejemos sin embargo un espacio para las peleas de perros
chicos, que lo digo por experiencia

Nos suelen envolver en forma abierta. Las necesidades del afecto, la belleza y la cópula se desparraman por las calles urbanas aquí y en la quebrada del ají

Ya hemos dicho alguna vez eso del pensamiento general y la consolación, casi con las mismas palabras

Que era como una orilla a que el náufrago trató de agarrarse

Pero sólo era neblina, o un palo de dónde ahorcarse, como dicen los venezolanos

Y no pecamos ni venial cuando decimos sin temor a los clichés

Que nos hemos parado frente a La Esfinge y le hemos hecho toda clase de preguntas

Pero que nunca supimos quién armaba las respuestas: nosotros o La Esfinge

Y así andábamos, al borde del abismo, petrificados a medias, sin poder pasar al otro lado

Un resto de pudor nos impide el uso llano de la primera persona

Pero he caminado las mismas calles infinidad de veces

agobiado por toda una serie de cosas que se suponía que debía hacer o al menos intentar

Como autómata, chocando con los transeúntes, disculpándome, lleno de una sensación de vergüenza infinita, lo que es la juventud

Por haber permitido que la espina dorsal de mi vida, formada de piezas precisas, se hubiera casi fracturado

Por la introducción de un rostro, de un cuerpo oloroso, conjugador de curvas y ángulos

de durezas y blanduras, húmedo, tibio, como todo cuerpo a medias putrefacto (esto no es mío, es de Celine)

Pero a mí me parece que tratas de hacerte la víctima.
Oye, mira, eso estaba bien el siglo diecinueve. Ya no tenís dieciocho años

He tomado infinitos cafés en un determinado barrio de una ciudad precisa (para qué mencionar nombres). He llamado infinitas veces por teléfono

Pero al menos caminaba lleno de esa antigua corriente eléctrica
La de las luchas pasadas, las manos y la historia

No hay que creerle nada
Un texto siempre inventa un personaje

Recuerdo que el polvo más rico me lo pegué luego de una noche de insomnio, luego de una mañana frenética. Golpeé una ventana mareado, luego de infinitas vacilaciones, y luego de una explosión emotiva mis genitales se vaciaron hasta lo último en LA ZONA OBSCURA, mientras los gatos despedían chispas de sus lomos y se obscurecían los azules
Luego caí en el sueño de los justos.

 

 


Resplandor extinto

I

Canto al "¿Dónde estás ahora?, ¿Qué estás haciendo?", repetido varias veces, por teléfono, a larga o corta distancia, como canto a ese cordón umbilical que va como cáñamo de seda saliendo de mi cerebro a tu cuerpo tendido en el sillón por las mañanas, como un fruto cítrico y ácido, con ojos de bello color verdoso

–que reproduce el color aproximado del hielo, cerca del mar, tu ropa preferida. Tus ojos al sol–como dos gatos ariscos y sabios, instalados en las gradas de una casa vieja, como pupilas en dos cuencas, en las calles de Santiago o Montreal

–la agitación concéntrica de los pájaros, tantas veces referida, el esplendor inadvertido de los sapos, en las pozas y alcantarillas, en general todos los animales, iniciando o finalizando sus
movimientos representativos, hechos símbolo, compañeros de lucha, de nuestras formas de vida

–Reaccionemos como caballos desbocados de ojos y fosas nasales enrojecidas, en realidad dos agujeros, mejor cuatro, de puro fuego, lanzándose al galope, la crin (inculta) al viento, escapando del hecho terrible del amor

–Refirámonos juntos al fuego en los sueños y divagaciones diurnas, fumando, o cuando viajamos solos, cada uno por su lado, en autobuses autos y aviones, las señales de humo, la combustión inevitable de la chispa y la madera

II


–Pasean por las calles del invierno, de muchos grados bajo cero, los envejecientes amantes de la generación de los sesenta, mientras los revolucionarios y artistas y cineastas y escritores de la generación de los sesenta – también las mujeres, saltemos por sobre nuestro pardo ojo latino–se arremolinan en las tareas del hogar, a veces, embelesándose en el crecimiento de los niños – leamos a De Rockha y Mirón – sin por eso dejar de aportar su granito de arena a toda esta lucha universal, que cada uno sigue
en forma individual, cada uno como puede, corno Dios le dé a entender


III


–Lancemos garfios, cada uno por su lado a los trozos del mundo de antes de nuestro encuentro, que se alejaban lejos, por el mar o la noche, tratemos de recomponerlo como un rompecabezas muy polícromo y lleno de detalles, para hacernos una pieza, o una casa, o un sillón lleno de remiendos para poder dormir primero y luego levantarnos al cielo de sol y pájaros – cada uno por su lado

–Cada uno por su lado, con sus amigos y su familia, metiendo primero el pié y luego la mano y el cuerpo en el engranaje del día, recomponiendo los objetos y las relaciones sociales, los aniversarios, el trabajo y las compras, la charla menuda del pan y la cebolla, metiéndonos de nuevo en eso como de a poco en un agua muy fría.

 

 


Dichos


Mira: Ha pasado mucha agua bajo los puentes. Una gaviota venida de quién sabe dónde revolotea sobre esos puentes, sobre el río y los cerros. Sobre el techo de los más altos edificios, bajo el sol

–Juntos tendremos o no la chance de imitar esos recorridos de las aves–a nuestro nivel, sobre la tierra

Sólo la flor enrevesada de nuestras conversaciones se levantará hacia lo alto–sus pétalos sin contorno, sin un vértice superior
Hazme caso. Esconde tus garras. Entierra el hacha de guerra que no estamos en tiempos de tus antepasados indios. ¿De donde si no vienen tus pómulos tan altos?

–Ya se terminaron los irlandeses comedores de papas. Los acadianos enterraron el fusil y la cruz. Mis abuelos de boina vasca ya no recorren los mares del sur en corso. Mis probables antepasados sefarditas han dejado borrarse la huella de su linaje en ese templado país del sur

–No escuches las palabras mesuradas que vienen de la ciudad, en cuyo borde habitábamos, que te recomiendan calma, suavidad, mesura.. No visites ya más al consejero blandengue, educado en los suburbios, recién salido de la Universidad. La gente que sabe dice dos cosas:

–La poesía está sujeta a una forma. especifica (esto parece prosa)
–Tiene que tratar temas universales, que todos puedan comprender. No cocines sola el pescado ni hornees las galletas. No camines por las calles del Barrio Chino, enfurruñada, recordando. Acepta la complicidad de mis ojos más que de mis manos. De mi cerebro más que de mi sexo. Desgrana la maraña que nos apresa como una coronta seca de maíz, como las que alimentaban a los puercos de tu granja...

 

No en vano somos los únicos poetas de verdad por estos lados, llenos de pequeños círculos, de profesores de terno y de señoras que escriben en sus ratos libres. Como un cóndor hambriento nuestra poesía tiene que dejarse llevar por la tormenta. Deposita tu vida en este ritmo venido del otro lado del mundo, que se junta con el tuyo, una corriente brotada del Polo Norte. Juntos podemos hacer hasta la revolución. Yo no es un otro

Yo es un otro, si el que llevaba puesto antes no te gustaba
Voy a esconder mis garras y limar mis colmillos. Voy a tapar mi cola con un abrigo largo. Me cortaré el pelo y buscaré trabajo. No volveré a tomar café con mis amigas mujeres, siempre dotadas de dobles intenciones

–No voy a reírme más de los poetas de aquí en los recitales. Voy a dejar de tomar cerveza y de fumar. No voy a comer más cuáquer crudo en la mañana (ya que me pone muy nervioso), con miel de abeja o con azúcar, con mermelada, si se tiene a mano.

Tú volverás a vestir tus largas faldas descoloridas, a ponerte una cinta en el pelo. A recolectar yerbas en el río

Y te lo digo por última vez: Un paseo por el Barrio Chino vale más que el libro mejor publicado. Un café en el mercado escuchando a cierto músico ambulante vale más que una lectura en Harbour Front.

Me voy a comprar unos bluyines nuevos. Voy a saludar a tus amigas feministas. La arquitectura de lo que hay que hacer se levanta transparente todavía, muy imprecisa y complicada, como un Piranesi. Estos consejos encierran un gato (animal sagrado egipcio). Debemos rescatar este espacio de esta gente inconsciente y trabajadora

 


El hecho de estar juntos fue una revolución universal (si es que no me he vuelto loco totalmente)

Tus amigos y los míos se mesaron los cabellos, se rasgaron las vestiduras, se echaron ceniza en la cabeza
Y se fueron con su música a otra parte.

 




La Donna


Ella irrumpió a los escenarios desde el centro mismo de la ciudad, desde las profundidades de ese mar de gases diversos que año a año hace un poco menos respirable el aire de la ciudad, un poco más corta la vida de las nuevas generaciones. Desde la morada de hollín donde había brotado como una flor sucia de una madre sentada en cuclillas y vestida de gris, con líneas de privaciones diarias inscritas en la cara y una voz áspera, fuerte, recriminadora, y de un padre como de piedra curada a la intemperie, con una cara que nunca había sido la de un niño, con manos grandes, rudas, acostumbradas a poner ladrillos, a operar taladros, a empaparse en las aguas calientes jabonosas de los lavaderos de innumerables restaurantes. Ella nunca fue delicada, pero aprendió a enmascarar su tosquedad con un aire angular y exótico. "Debe correr sangre mixta por sus venas", comentaron algunos después de ver sus actuaciones. Ella siempre mantuvo escondida su aspereza y no muchos fuera de mí oyeron a sus padres maldecir o a los vecinos denigrar sus canciones abiertamente sexuales. El cuero negro enfundando a su cuerpo semidesnudo brilló a la luz de las cámaras de televisión y los predicadores de diferentes iglesias la usaron como ejemplo de lo que debían abstenerse los nuevos bárbaros que asisten a escuelas que son como otras cárceles. Su imagen en los muros tristes del centro de la ciudad sirvió de fondo a tiroteos entre jovenzuelos por la posesión de piedras púrpura que les darían sueños multicolores y una ola avasalladora de excitación. Desde el fin de su niñez ella había estado buscando un compañero. Ella probó varón tras varón entre los jóvenes morenos no sólo de esta ciudad sino de una miríada de otras visitadas en sus giras, escogiéndolos después de sus conciertos en teatros y estadios atiborrados. Una vez visitó una ciudad metálica y embotada, vomitada en los baldíos del Norte y se encontró a un hombre cuyo nombre y rasgos no han sido registrados. Colgó las ligas, las botas de cuero y la ropa casi transparente que la habían hecho famosa en los dormitorios de todos los adolescentes. Y anunció: "La Reina de las Abejas ha terminado su Baile de Unión Ritual, y ya no necesita expandir más su almizcle o abanicar su cola. Ella desaparecerá y dará a luz un tipo extraño de descendencia". Su madre que todavía vive fue entrevistada contra un fondo de la Virgen María y algunos encendieron velas. Ella desapareció como las estrellas del cine mudo que había usado como modelo.

 

 


Trabajadores del vacío


Los hombres cuarentones toman café en los cafés del centro, hay entre ellos un buen número de libaneses y españoles, y además Carlos Collao, Sergio Valenzuela

Bruno Hernández, en el Haití, el Do Brasil, con la taza suspendida entre el pulgar y el índice, por unos segundos, mirando más allá de los diminutos delantales blancos de las camareras

Como a una utopía de ojos, piernas, jirones de juventud, todo armado contra el telón de fondo del smog, más atrás la Cordillera

– Como un paciente aquejado por una Epilepsia del Lóbulo Temporal nos quedamos por unos segundos con la mirada fija. Alguien pasa la mano repetidas veces delante de nuestros ojos y luego comenta con amistades o familiares "fulano anda muy distraído"

Y vivíamos por esos días el proyecto de los sueños y la revolución. Nos envolvíamos en banderas. Cada mañana cantaban los pájaros. Y no es que no tenga nada que ver

Y mirábamos por sobre el hombro a esos otros, a quienes nos fue dado conocer, especuladores de clase media, hombres prácticos, labradores de carreras, que armaban a la postre su mísera versión del andamiaje de su vida al otro lado–queríamos creer–de nuestra barricada

 

Excluyamos al Flaco Ortega, miope y muy alto, destilando su poesía de oficina, llena de clichés, llena de imágenes tremendas, pero con una belleza natural no vista en producciones más cultas, y cuya factura básica se repatingaba en la página ingenuamente segura de sí misma, como una niña muy bella
antes de los veinte
que no hubiera aprendido a pintarse bien todavía

Excluyamos a los jóvenes lectores ávidos que leen parados en las micros, o sentados en los bancos del parque, y que recortan a veces las páginas de los libros, para que les quepan en los bolsillo del blazer azul

A Paco Soler, Gianinni, que hablaban del vacío en sus seminarios, oponían Ser y Nada, Esencia y Existencia, haciendo otra muesca en el mango del hacha de la búsqueda de la fundamentación de la realidad

No resuelta de antemano en el amor a los libros del FONDO DE CULTURA, LOSADA, GRIJALBO, GREDOS. En los artículos en la REVISTA DE FILOSOFÍA, ni se entregaba así como así en las CÁTEDRAS EN PROPIEDAD, los congresos

Mencionemos como al pasar a los discípulos de la cientología, el COF y el Poder Joven, toda esa gente inscrita en el Instituto de Desarrollo Armónico en París, sentados a los pies de Gurdieff, a los seguidores de Krisnamurti (descubierto por la Blavatsky siendo casi un niño de pecho)

A los lectores y echadores de cartas, los adivinadores de las diversas versiones del Tarot, a los practicantes de la meditación trascendental, los repetidores de mantras y cantadores de "Hare Krishna", de cabeza rapada, vestidos de naranja, que comen muy frugalmente

 

A todos esos grupos variados que venden flores y revistas en la entrada de los supermercados. Que abren hoyos en el suelo y los
vuelven a llenar, que hacen ejercicios de concentración y relajación

Aunque prefiramos otras cosas más serias, la filosofía, la política, encojámonos de hombros, no pasemos más allá de la ironía, la intención es buena

El vacío acecha, eso es cierto, a todos aquellos que se ven amenazados por la muerte, que suponemos son la mayoría. No dudamos que las criaturas finitas poseen una escasa capacidad de maniobra en cualquier campo. Una mente lógica puede hacer equivaler las experiencias

Parece que las vastas construcciones históricas que delineaban sus líneas luminosas en un futuro no tan incierto retroceden en la lejanía

Démonos la libertad para centrar la atención en las minucias del diario vivir. Seamos en eso como un borracho que de repente se detiene en su caminata nocturna, y luego de orinar mira las estrellas y dice en voz más bien alta
"Qué le vamos a hacer, qué diablos, en fin..."

Esto no es producto nuestro, no lo inventamos nosotros ¿O me equivoco?

Pero más lamentable es la situación de alguien que no queremos nombrar y que pasada la cuarentena descubre que "nada tiene sentido". Cuéntate una nueva, y nos parece escuchar la letra de un tango

Pero cuál es la posición entonces de la gente que cuenta con el vacío y dice "sobre él edificaré mi iglesia", y sobre él elabora sus más fantásticas construcciones lingüísticas, maniobras políticas, persecuciones amorosas estilos de vida y pensamiento

 

Y abriga la esperanza, como una colilla en el fondo del bolsillo, que se puede prender mas tarde

En una de estas no se gasta y podremos seguir fumando eternamente

Mientras nosotros, más humildes, gente común al fin y al cabo

Elegimos marcas de cigarrillos, cortes de pelo, lugares donde almorzar o cenar, libros, algunas relaciones

Resignados, mirando desde esta línea tenue el precipicio en cuyo borde nos equilibramos, y al que todos, querámoslo o no

Alguna vez

Más temprano que tarde

Tenemos que caer.

 

 



Otra jornada con la Margarita en Toronto


A media cuadra de Young
justo en esa parte llena de porno shops
festoneada de prostitutas y cines de tres X


–En una casa antigua y sólida, fechada en 1891
arrasada por esos barriales
Pero donde pude presentar con pocas palabras a ese humilde (en actitud) escritor venezolano,
como animal suave (y esto es un halago)
leyendo su prosa cuidada
que dejaba adivinar la desesperación y gloria de su país

–Sacudido por explosiones
o más bien cuya historia toda es esa explosión
ambivalente y regional
(estamos hablando a nivel de continente)
–que nosotros incluso sentimos en Santiago
en una moderada versión,
que a la vez nos acerca y nos aleja de esas otras versiones

–para mencionar unos países, México, Cuba,
por que los conozco

Y de paso un aviso:
por su propio bien
no se metan con nosotros
(ustedes y yo sabemos de qué estamos hablando)

Y están los de siempre, Claudio, Hugo
incluso Lazo, en fin la Margarita

 

 


Nadie sabe por dónde pasa la historia
a lo mejor sólo yo
Pero es un chiste
No se me entienda mal

Y he aquí la Futuransky
Una judía argentina
gorda
Y con ese nombrecito
y me pregunto
"Y dónde cresta está mi futuro"
y no sólo por la edad
sino por todo lo que está pasando
–no tengo ni qué decirles dónde
me aprieta el zapato

Y me gustó la poesía
de la Futuransky
Pero más
cuando contó la historia del rinoceronte
que le querían regalar al Papa
Por allá por el siglo XV
Y ella sesentona,
Tipo ropero, dijo
"Y así somos nosotras,
que empezamos como sílfides
y terminamos como rinocerontes"

Y no sólo tú,
A lo mejor nosotros, yo
aunque se nos note menos.

 

 


Un granito de arena


El reloj marca la medianoche
Los que faltan se ponen a escribir sobre Neruda
artículos, poemas, a preparar clasecitas, conferencias, mandar algo por internet

Por nuestro lado ya hicimos un acto en la Biblioteca Pública con hartos canadienses, vino tinto, chocolates
Hace meses que pusimos una nota en el web

Y nos fuimos caminando por la noche con la Sharon luego de una cena Thai muy buena, una ensalada de mangos verdes, muy picante, unos calamares rellenos de morirse

Regados con un medio tinto de la casa, no estamos tomando mucho

Y yo le digo a propósito de nada "mañana es martes 13" y un gato negro cruza por estas líneas

Parece que la gente está un poco saturada, Neruda para acá y para allá
Todos sacan partido, partiendo por el Cuerpo Diplomático

Los comunistas reclaman propiedad, con bastante derecho yo diría

Ya que aparte de los Veinte poemas, populares, pero medio modernistas en la onda de Darío, que se aprenden de memoria los pololos

Que usó Skarmeta para un librito llevado con acierto a la pantalla grande

un tema más cliché que la empanada, versión samosa, o calzzone o roti o el hargao de los chinos, si no me engaña la memoria, el pierogi polaco

O las Residencias azote de los profes, con indudable influencia surreal y existencial

En que el lenguaje cede bajo la oleada material del mundo exuberante y ciego
Donde el yo trata de armarse su boliche chiquitito

El libro que pone a Neruda en el tablero es el Canto General, allí suelta sus pájaros hacia los cuatro puntos cardinales, digámoslo en presente

Y se nos mete en la historia sin pelos en la lengua, sin concesiones a la famosa simplicidad, desde los tiempos del Antes de la peluca y la casaca y su nefasto término

Para muestra un botón.
De los 25 millones que había en México al llegar los españoles en un siglo si es que había uno

Y toda la izquierda continental y mundial saluda, recuerda y celebra los cien años de Neruda

La de frente popular y revolución por etapas. La de desarrollo desigual y planeta sin visado. La gente que opone centro y periferia

Como a dos hemisferios, dos manos, dos lóbulos cerebrales
De esta humanidad escindida en una esquizofrenia sin remedio

El centro y el margen, siguiendo un poco a Gunther Frank.


Otros ponen el grito en el cielo, allá ellos

Porque Neruda da para todo, nos guste o no nos guste

La poesía actual y hispánica para qué hablar de la chilena

Atraviesa por el vértice del ala incorpórea de ese gigantesco pájaro poético

Cuántos jóvenes poetas quedaron atrapados en el Canto como en una implacable telaraña. En Chile salen poetas de debajo de las piedras

En cuanto a enemigos los tuvo de los muchos y los grandes
o gente que no lo pasaba, o simplemente era la envidia

No así Huidobro, De Rokha, Parra, encaramados en la misma pisadera de la micro de la inmortalidad. No estos perros grandes

Sino los perros chicos, Irving Layton con su poemita anti Neruda
O tanto disidente soviético o cubano, antiestalino—dizque—o editor pagado por la CIA

Nos guste o nos guste, ahí está Neruda

Personalmente me encanta el Canto, la Primera Residencia y pare de contar, un poco Arte de Pájaros, las Piedras de Chile

Presente en el texto Lapidario de una muy buena poetisa boreal que tradujimos, que vive perdida

En la despoesía garrafal de estas antípodas

Ojalá me equivoque

Díganme si hay una pizca de Neruda en lo que estoy haciendo, si yo también me cobijo bajo esa sombra gigante

 

Que tantos dicen proyecta su ego hipertrofiado

Que amasado y soplado a la vida con la greda roja del Sur de Chile
Para el reparto del yo se lo llevó todito, dejando a generaciones sucesivas de poetas de la zona

Con el yo minimizado. Pero no entremos en peleas de capillas. Dejemos a ese gran pájaro alejarse

Proyectando su sombra vasta sobre los cinco continentes

 



Cristalización Parcial


Enrabiados, enajenados
Recorriendo las calles de las ciudades con un pucho sin filtro
colgado de la comisura del labio, la barba a medio crecer

–Con la cabeza congelada y ardiente, fija en una obsesión despreciable y descartable para un OBSERVADOR OBJETIVO

–Nos hemos hecho los más diversos esquemas explicatorios en los días en que nos sentimos mejor y comemos, o tomamos café con la vista fija hacia adelante, otra vez fumando

O nos hemos relajado un tanto de tanto caminar, o bebiendo alcohol, entonces hemos vuelto a las vitrinas de las librerías, las noticias de los periódicos, como una urraca a medias desinteresada que hurga el tesoro detallado de sus viejas posesiones, imposibilitada –sin embargo– de levantar el vuelo

–Hemos vuelto a frecuentar con una fría lucidez–que nos mantiene con los párpados intensamente separados–el cuento del autor austriaco de principios de siglo, Gustav Meyrink; la maldición del sapo

–Y contemplamos con algo parecido al horror al mil pies inmovilizado sobre la piedra, preguntándose cuál pata debe mover primero, si la cuatro, la once, o la novecientos noventaisiete.

 



Peces


En el licor de los soles licuándose en las diferentes habitaciones por la tarde. Eso hemos vivido. Como peces en un acuario en que las aguas de la existencia se hacen más y más espesas. Tenemos la capacidad de secretar un cierto líquido, ambiguo y no totalmente impuro. Por un orificio que se encuentra donde el género de ustedes tendría el parietal derecho. Por el trabajo sostenido de una glándula que se ha ensanchado en la parte superior de la columna hasta constituir el cerebro. Vedlo allá, blanco–rosado y cruzado de estrías que palpitan. Nos apresuramos a firmar que nuestra hora es el comienzo del crepúsculo, el fin de la tarde. No nos damos el derecho de asumir nuestra condición como universal. No vamos a hablar de otros seres, en sucesión, ni de sus afiliaciones biológicas, su cercanía con otros elementos (de los cuatro) o este mismo. No vamos a referirnos a los espacios exteriores, ni vamos a defender la calidad de nuestros componentes materiales. Vamos a vibbrrarrr por un momento en medio del acuario, recuperando la objetividad del mundo, los movimientos y acaeceres que rodean a las cosas como telarañas de rayos de luz. Vibraremos, nuestras aletas trémulas, en el centro del acuario, mientras pausamos en este nadar pesado. Para luego sumergirnos de nuevo en las profundidades.

 



Homenaje a Gurdjeff


No cortes flores amarillas para no darme idea de una inexistente FELICIDAD, entonces, no vengas con tu vestido Amarillo. Tapa tu PELO RUBIO, para que no alumbres mis ojos, no siempre en tinieblas , aunque sepamos que no existe una luz, por tanto tus pupilas no son completamente doradas, ni el aire es un ámbito que podamos calificar de medio de propagación

La luz se propaga independientemente de la fuente que la emite, y su velocidad es de 300.000 kilómetros por segundo. Y la desviación de sus ondas se debe a la proximidad de la materia que secreta una geometría retorcida

Entonces
No veremos a los pájaros de largo cuello remontarse a las alturas con ávidos picos picarán la naranja pletórica del sol, a medida que ascendemos más allá de los círculos estáticos de águilas y cóndores, que planean en su respectivo nivel
Un hombre en la llanura pulsa un instrumento. De cuerdas. Cuelga sus tonos de las alas y la cola de LOS PÁJAROS

–Ese sujetó hace esa música para purificarse; que es un decantarse. En una mano lleva un anillo que lo hace acreedor a una orden iniciática. Nos encontramos en el Medio Oriente. El hombre es un esenio. Anda vestido de blanco. Una cosa es digna de notarse; la absoluta falta de adornos y DETALLES de su túnica; la CORRECCIÓN de sus rasgos. Sus pies significan nada más que sus pies. Su rostro nada más que su rostro

Busquemos–Muchacho–una maraña de barbas, arrugas, pelos y lunares, para–descartando todo–encontrarnos una cara que significa una cara. Y lo más importante. Él pulsa su instrumento, y su esencia se trenza en las plumas

Y las patas de esos pájaros, puros como el SOL – la tierra, el
cielo, el agua o las montañas. Eso sí, mirados desde una cierta distancia. O como el frío, que molesta mucho en las alturas

–Yo camino hacia él y lo saludo – llevo los zapatos desabrochados
Evidentemente no sirven para estas latitudes
y mi saco repleto de botones
y mis cabellos de sobre la cara
y mis manos velludas y arrugadas
Deben ser una cáscara que no depende de mi cuesco
Conjunto de cosas que nunca merecen mencionarse.



Jorge Etcheverry Arcaya: chileno, ex miembro del Grupo América y la Escuela de Santiago, agrupaciones poéticas de los sesenta. En Canadá desde 1975, doctor en literatura y traductor, ha publicado The Escape Artist/El evacionista, Canadá, 1981; La Calle, Santiago, 1986; Tánger, Santiago 1990, versión inglesa, Canadá, 1997;A vuelo de pájaro, Canadá, 1998; "Vitral con pájaros, Ottawa, 2002, De chácharas y largavistas, novela, Canadá, 1993; Northern Cronopios, antología de narradores chilenos en Canadá, Canadá, 1993. También tiene prosa, poesía y crítica en Chile, Estados Unidos, Canadá, México, Cuba, España y Polonia. En 2000 ganó el concurso de nouvelle de escritores.cl con El diario de Pancracio Fernández. Sus últimas publicaciones en antologías figuran en Cien microcuentos chilenos, de Juan Armando Epple, Cuarto propio, Chile, 2002; Los poetas y el general, Eva Golsdschidt, LOM Chile, 2002, y Anaconda, Antología di Poeti Americani, Elías Letelier, Poetas Antiimperialistas de América, Canadá, 2003.


 

 


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Poesía.
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