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Algunas letras de la palabra dictadura

Juan Espinoza Ale

 

No espero decir nada nuevo en estas pocas líneas, más bien quisiera plantear algunas cosas a propósito del pasado de nuestra moribunda comunidad, de la manera en que ese pasado está en nuestro presente, proyectados ambos al futuro: volver a teñir el hilo negro.

Tanto el hecho histórico, como la experiencia de la dictadura están vivos aún en nuestros días, por más que muchos intenten cerrar la transición o transacción, y dar paso a un nuevo estado en que lo ocurrido aparezca tan lejano como una fecha más en un manual de historia para preuniversitario. No me refiero al 11 de septiembre solamente, sino lo que esa fecha y los años posteriores proyectaron en "La Historia" y también en nuestras vidas particulares, mínimas: no sólo el quiebre obvio de una tradición "democrática", el asesinato de una república ya hace mucho sustentada en mecánicas aberrantes, a costa de un pueblo que ha muerto y renacido tantas veces. Los difuntos nos emplazan de igual forma que los vivos, la sombra de la dictadura se cuela tanto en la memoria colectiva como en nuestro diario caminar por un país encandilado por su imagen. Pero se pasa de largo, se frunce el ceño, se piensa en el futuro, que son cosas de "agrupaciones" o "políticos", que el hombre no soporta demasiada realidad, en fin. Los gobiernos del consenso hicieron bien su trabajo, nos instaron a mirar nuestro pasado de manera aséptica, telescópica, de forma que las generaciones que nacimos en toque de queda, o las posteriores, bajo el arco iris y en espera de alegría, fuéramos perdiendo poco a poco cualquier conexión emotiva concreta con lo ocurrido hasta 1989, para que no fuera más que un tema -en una nómina de problemas que "nos impiden avanzar"- sobre la mesa de una izquierda más o menos renovada.

Pero hay obras que están al otro lado, muchas veces contando con el desprecio y el desdén de jóvenes lectores, con el mundo y el futuro entre las manos, la vieja historia: agua tibia, hilo negro. Hay obras, ya decía, o poetas que, por una necesidad ética o necesidad a secas han querido poner ante nosotros el interior de esos años de "Ocupación Militar Indefinida"; y aunque una vez cumplidos los 30 años del Golpe nos taparon con documentales con las mismas imágenes, cosa de saturarnos y anular por tanto cualquier deseo de profundizar más allá del bombardeo a La Moneda (que simboliza mucho más que eso, por supuesto), es en la poesía donde encontramos la sensibilidad de dicha época, el miedo, la desesperanza, la angustia que no es descrita en los peroratas oficiales y en los monumentos y que, por suerte, se logró colar anónimamente en algunas páginas del informe de la Comisión Nacional sobre Prisión Política y Tortura. Quizás la muerte del tirano reflote el asunto mediáticamente, pero ahí todo pasa y poco queda, y el tema de nuestra dictadura se diluye una vez más en la comunidad, y terminamos como en un principio: regodeándonos en una libertad con entrañas de cadáver.

Mi nombre es Chile y fui torturado
esto que digo con palabras pasó en mi cuerpo
afuera el tiempo debió ser infinito
en mí la eternidad insoportable

he vivido muchos años ya muriendo
he vivido muchos años ya no sé cómo
nada dije a nadie todo lo dije a todos creo
dios estuvo ausente dios estuvo presente el mismo demonio

señor de los ejércitos fui torturado.
.............. ................. ................... ........ (Edgardo Anzieta)

La máquina feroz del olvido se ha echado a andar en la vida pública y tiene cuerda para rato, pero, ya se dijo: "el poeta está / para que el árbol no crezca torcido", sin por ello deponer sus intereses u obsesiones personales, y de esa manera algunos creadores han afrontado el desafío de no dejar tranquila la conciencia de un país. Esto tiene un doble mérito a mi modo de ver, ya que estamos en tiempos en los que está muy bien visto ser escéptico, tomar palco incluso a ratos parece necesario, pero las obras a las que me refiero nos hacen pensar que una cosa es la duda, y otra mucho más terrible es el cinismo que la posmodernidad nos vende cada día. Los "jóvenes", las generaciones que crecieron mirando a sus padres o abuelos tratando de escuchar Radio Moscú en un aparato con onda corta, los que fuimos obligados a dormir temprano para no oír los golpes de la represión, los que recordamos el 5 de octubre como una fecha familiar de regocijo, que crecimos en una decepción cada vez mayor de las esperanzas que explotaron ese día, los que vimos la evolución del "compañero, poeta, presidente" Lagos, desde quien apuntó a Pinochet, al "gran estadista" aclamado por dios y por el diablo, no podemos saltarnos ese periodo -como lectores en principio y luego también como creadores-, que nos define y define también a nuestros prójimos más cercanos.

"Lo peor que puede pasarle a una patria. Es una forma de morirse.
Y si llegara a terminar alguna vez, el hombre se sacará del cuerpo
esas tenazas, pero queda perplejo.
Los países quedan Heridos
pasan largo tiempo sin recuperar el habla
deben aplicarse electroshock, someterse al olvido, beber
beber, hablar de otra cosa."
.............. ................. ................... ........ (José Ángel Cuevas)

La experiencia está ahí, contada desde múltiples ópticas; es verdad, las más aplaudidas generalmente son las mesiánicas y grandilocuentes, las que hablan de Los Muertos, Los Desaparecidos, como Masas Informes de carne humana, una abstracción del hombre concreto que termina de alguna forma suprimiéndolo, a veces con las mejores intenciones, pero entregando una versión unívoca, dándonos la impresión de que se habla de los muertos del Antiguo Testamento, y no del abuelo o de la madre del vecino, desaparecido, muerto, torturada, sola, con la vida hecha pedazos, una mierda… por eso prefiero referirme a quienes han tomado otra dirección, a los que han de alguna forma encarnado en "palabras más concretas" los efectos de la dictadura, víctimas directas o no de lo ocurrido en las calles, en salas oscuras, en estadios, el drama que no quiere ser mito ni victimización, no sólo para los que fueron testigos, sino también para quienes fuimos víctimas del miedo y el silencio en nuestra infancia.

Por más que se diga, al estilo europeo, que toda la historia no es más que una narración, que el lenguaje no es capaz de esto o lo otro, que la comunidad está obsoleta y sólo somos cuerpos en fricción, que se debe matar cualquier raíz de pensamiento metafísico, me parece que como lectores o creadores no estamos en condiciones de aceptar dichos postulados de buenas a primeras. En efecto, no creo que sea constructivo volcar todos los esfuerzos sólo a la filosofía o crítica de campus, ni a la novela de embajada, menos a la poesía de manual de Teoría o estética; y aunque en casi todo hay algo valioso, no se debiera olvidar que aquí han pasado cosas, como dije, la experiencia está ahí, en su complejidad, contada en parte y esperando que la tomemos cada cual desde su lugar, de manera sincera y ya se sabe: "ser sincero es ser potente".

"Si ESTAMOS en la vía pública, con las entrañas en la mano, ¿cómo queréis que SALGAMOS a la vía pública con las entrañas en la mano? El escritor es la criatura de las plazas públicas. Desnudo y escarnecido, está, medio a medio del universo y la sociedad humana, mostrando a los extraños, inadaptado, el drama de sus vísceras."
.............. ................. ................... ........ (Pablo de Rokha)

No pretendo con esto hacer un inocentón llamado más a que nos tomemos de las manos, olvidemos nuestras diferencias mezquinas, nuestras ganas de figurar, de ser invitado a tal o cual antología, ni menos que éste sea el único tema digno de abordarse, sino simplemente quiero decir que en mitad de toda esa vanidad tan querida por "el medio", nos demos el tiempo de reflexionar y no contribuir con los que pretenden llevar el barco al puerto de los que se creen santos, profetas o poderosos (sean compañeros, poetas o presidentes). Se puede decir que para qué, que nadie nos lee, que ya no están los tiempos para gritar como toro furioso en la plaza del barrio, en fin, que la crítica mercurial es más fuerte; sí, todo eso es muy cierto, pero antes de esperar que nos extingamos a punta de premios nacionales, regionales o comunales, habría que recordar, como decía Vallejo: "…que, sudando tinta / uno hace cuanto puede…", y sí, la poesía es un arma de servicio y también un respirar en paz para que los demás respiren.

En mayor o menor medida, parte de las obras de poetas como Edgardo Anzieta, José Ángel Cuevas y Bruno Vidal (importantes ejemplos, no los únicos, claro) se han hecho cargo de esta problemática con poemas de gran nivel, para exponerla, intentar explicarla o resolverla; son posturas distintas frente al mismo hecho aberrante y, por tanto, valiosas, si bien no como un informe matemáticamente fidedigno (dejemos esa supuesta objetividad a los redactores parlamentarios de la reconciliación), al menos -y no es poco- como un reflejo de la cicatriz que nos ha quedado y sobre la cual estamos construyendo nuestro parque de diversiones.

Todas las galerías proletarias: ensangrentadas
Se siente un ruido ensordecedor en el silbato siniestro
Antes de despertar violentamente escucho el tableteo maravilloso
.. .. .. .... De esas ametralladoras que fueron emplazadas
.. .. .. .. .. .. .... En la víspera por mi Sargento Sotomayor
Yo a toda prisa me voy a la Avenida Maratón
Todo el vecindario de Villa Olímpica duerme profundamente.

.............. ................. ................... ........ (Bruno Vidal)

Los testimonios de este tipo son (parece obvio decirlo, pero en fin) un esfuerzo por la memoria de los que murieron y todavía viven, pero también una invitación al recuerdo de quienes no estaban ahí, a reconstruir una comunidad herida, pues el mismo acto de crear es, en el fondo, afirmativo.

"Canto mi llanto nacional sangrando entre soldados sin pabellón, contra las médulas pisoteadas y comparo el futuro a una máquina de oro en las tinieblas.
Mi nombre es Chile y mi apellido lo infinito.
Solo entre solos, yo vengo saliendo de adentro de la multitud chilena, rememorando la gran hazaña del porvenir..."

.. .. .. ... .. .. .. .. ... ... . .. .... .. .. .. .. .. .. . .. ... (Pablo de Rokha)

Se trata de entregar, a partir de un trauma común a muchos ojos, desde la intrahistoria de aquellos años, un sentido a esas vidas extinguidas, y a las que vendrán. Para no dormir, nunca más como hoy, tan profundamente.

 
 

 

 

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