Proyecto Patrimonio - 2025 | index |
Autores |











Tania Tamayo: cuando la escritura es el único reencuentro
"Retrato de una ausencia", Ediciones B, 2025, 200 páginas

Por Javier García Bustos
Publicado en Revista Abismo, 15 de octubre 2025


Tweet ... . . . .. . . .. .. .. .. ..

Dos voces que se reconocen en la pérdida. Tania Tamayo escribe Retrato de una ausencia para encontrar a su tío detenido desaparecido, a quien nunca conoció; su interlocutor la escucha desde la misma herida familiar. Entre ambos, la memoria se vuelve conversación. 

Es un libro revelador, íntimo, emotivo, pero también con muchas preguntas complejas y a veces dolorosas: “¿Tiene límites la desaparición? ¿Fue secuestrado en Mendoza y después trasladado a Buenos Aires? ¿Cayó desde un helicóptero al Atlántico? ¿De qué están compuestas las cenizas?”, escribe la periodista Tania Tamayo Grez en  Retrato de una ausencia, publicado por Ediciones B y subtitulado  En busca de mi tío desaparecido. “¿Puede haber algo más críptico que el pensamiento del Mono Tamayo?”, señala la autora en otra interrogante.  

 

Tania Tamayo Grez

 

Mono le decían a Manuel Tamayo y la sobrina periodista alude a los múltiples intereses intelectuales de su tío: gran lector de literatura universal, le gustaba hacer traducciones del francés, collage, transcribir cuentos, tomar fotografías. Un espíritu inquieto y creativo. Manuel Tamayo, militante del Partido Socialista, fue detenido y desaparecido a los 24 años en el contexto de la Operación Colombo, en abril de 1976. Antes de ser secuestrado escribió una sugerencia en una carta. La esposa de su hermano estaba embarazada. “Si la guagua es niñita póngale Tania”, apuntaba Manuel. 

“Concluyo que escribir sobre la familia es cualquier cosa menos un juego, con mayor razón si sabemos el final que no es otro que el vacío”, escribe Tania Tamayo en las primeras páginas de  Retrato de una ausencia, obra que hoy miércoles 15 de octubre será presentada, a las 19:30 h, en la sala C1 del Centro Cultural Gabriela Mistral, en Alameda 227.   

Académica de la Universidad de Chile, autora de cinco libros de investigación con títulos como  Incendio en la Torre 5, las 81 muertes que gendarmería quiere olvidar  (2016),  El negocio del agua  (2019) y  El gran vuelo terrible  (2022), Tania Tamayo cuenta que este libro que ahora llega a librerías con el rostro de su tío Manuel en la portada es el que más tiempo le ha tomado escribir. 

 

Manuel abajo al centro, arriba del perrito

Su elaboración, a Tania no solo le hizo escarbar en su memoria, revisar antiguas imágenes, cuestionar el registro de su escritura, retroceder y avanzar, sino sentarse a entrevistar a su padre —hermano de Manuel—, examinar archivos familiares y judiciales. Enfrentar un pasado que también le pertenece.

Quien escribe esta nota también es periodista. Y también creció mirando fotografías en blanco y negro de un familiar detenido desaparecido, que nunca conoció. También publicó un libro sobre esa tía sin tumba: Sonia Bustos Reyes. El libro se llama  Rostros de una desaparecida  (2022). 

Este párrafo, este paréntesis en este artículo –porque los protagonistas son Tania y Manuel– es para comentar que una operación sistemática de secuestro y desaparición, como ocurrió en la dictadura liderada por Pinochet, con más de mil personas detenidas desaparecidas, no fue azarosa ni casual. Hablar con Tania Tamayo es rememorar un drama familiar que se repite y se hereda, porque, como escribe en su libro, “sin cuerpo no hay duelo”. 


“Pienso que los dolores se heredan”

En marzo de 1976, Manuel Tamayo tomó un bus a Argentina. Un mes después en Mendoza “militares argentinos lo secuestraron, y luego soldados de ambos países lo hicieron desaparecer con la crueldad de los salvajes”, escribe la autora en  Retrato de una ausencia. 

Con el tiempo, la familia recibió una llamada telefónica. Una voz femenina decía “Manuel Tamayo está detenido, lo trasladaron a Monte Maravilla, no puedo decir más”. Aquel lugar quedaba dentro de la ex Colonia Dignidad.    

Tania Tamayo no solo reconstruye la infancia, la fugaz juventud de su tío, estudiante de la Universidad de Concepción, los efectos de su desaparición en el núcleo familiar, sino que recorre la ex Colonia Dignidad, ubicada cerca de Parral, en la región del Maule. 

Hay testimonios de que muchos detenidos, opositores a la dictadura, fueron trasladados a ese recinto, y que luego de ser quemados, sus cenizas fueron lanzadas al río Perquilauquén. 

 

Manuel sonriendo arriba al centro


—¿Cómo fue el proceso de escribir este libro?
—Fueron varios años… Mucho más que otros libros. ¿Con qué tono escribir esta historia personal? Eso fue una de las primeras cosas que buscaba. No quería que solo fuese una crónica. Para eso leí varios libros, desde investigación hasta poesía oriental. Sabía que tenía que escribir esta historia. Era una necesidad profunda, sabiendo que era algo muy duro… Pero también pensaba en lo que se esperaba de mí como periodista de investigación, o sea, encontrar mayores resultados. ¿Dónde está finalmente Manuel? Creo que logré conocer y saber más de mi tío; cuánto dolió y duele su ausencia. Mi encuentro con él es a través de la palabra. Él tenía poemas, traducciones del francés, transcripciones de cuentos, libros… La palabra fue el sitio donde nos terminamos juntando. 

—“Sin cuerpo no hay duelo”, escribes. Tu labor de periodista y escritora permite colocar en el presente, un rostro y un cuerpo a un desaparecido, humanizar la ausencia. ¿Crees que lograste el objetivo?
—En cierta medida… Para quienes no conocieron a mi tío, incluyendo primos de mi generación, el libro cumple ese rol de conocerlo. Pero llega tarde para la generación de mi papá, para mi abuela ya fallecida, no sirve una cosa como esta. El periodismo ayuda a hacer una labor que la literatura más clásica no tiene, que es la investigación, la posibilidad de hacer entrevistas. Conocer en este caso, a los compañeros de mi tío Manuel, y así saber más de él. Por ejemplo, que pertenecía a la parte de seguridad del Partido Socialista, que era muy pulcro, disciplinado, que es como lo empiezan a describir.        

—Igualmente reconstruyes los días de tu abuela Juanita, madre de Manuel, quien participaba en el Conjunto Folclórico de la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos… 
—Cuando entrevisto a Victoria Díaz de la agrupación, hermana de la dirigente Viviana Díaz, me entero de cómo ellas se dedicaban, por ejemplo, a reescribir, modificar ciertas letras de cuecas, con el objetivo de hacer las denuncias, en un momento en que no se podían hacer denuncias de una manera directa. Tras la desaparición de Manuel, ella tuvo que reinventarse. En 1988, mi abuela participó en el concierto de Amnistía Internacional, en Mendoza, Argentina. Su última aparición con el conjunto folclórico fue en marzo de 1990, en el Estadio Nacional, cuando Patricio Aylwin inauguró su mandato. Murió a los meses después, de un cáncer muy duro, a los 56 años. ¿Cómo ser madre con un hijo desaparecido? Es un crimen que te hace vivir dentro de una locura. La existencia se vuelve una nebulosa.   

—¿Crees que los traumas se heredan? 
—(Se queda en silencio por un momento) Yo creo que sí, están los llantos de mi mamá en el embarazo… Y pienso que mi familia por ambos lados fue afectada. Está Manuel por el lado paterno y por el materno el caso de Juan Bustos Marchant, quien era director de Investigaciones en Valparaíso hasta el 11 de septiembre de 1973, cuando fue destituido de su cargo, y en mayo de 1974 fue asesinado. Uno integra una familia donde hay un dolor inmenso, particular, donde el ausente sigue presente en la vida familiar… Sin duda, sí… pienso que los dolores se heredan… Hay una sensibilidad de la que uno no puede escapar ni tampoco sentir vergüenza. Pero también uno hereda lo bueno y lo malo. Me refiero a cierta amplitud que te regala el mundo. Cierta libertad. Y ahí yo siento que conecto con mi tío Manuel. Yo heredé, por ejemplo, algunos libros, lecturas, que son intereses compartidos.

—Apuntas en el libro “si no hay cuerpo no hay crimen”. ¿Qué reflexión haces hoy de la justicia chilena?
—Lo primero que quiero decir es que el crimen de la desaparición no es un crimen inocuo, espontáneo, es un crimen absolutamente estudiado, que es parte de una orgánica que nació de una manera de esconder las aberraciones que estaba cometiendo la policía secreta de Pinochet (la DINA y la CNI). Cuestión que luego se transformó en una maquinaria, que obedecía a una orgánica internacional como lo fue la Operación Cóndor. Con la desaparición del cuerpo, quisieron hacer desaparecer el crimen y los culpables. Además de disminuir la fuerza y la capacidad de reacción que podían tener las familias. 

—¿Qué piensas del caso de Bernarda Vera, calificada como una de las víctimas de desaparición forzada en dictadura, pero que viviría en Argentina?
—Es un caso que ya estaba siendo investigado por el Plan Nacional de Búsqueda. Pero, como se presenta la historia, es una discusión que evidentemente le sirve a un sector político. La pregunta es: ¿No les parece terrible una extensa lista de personas de quienes no vamos a saber más su destino? Esa es la brutalidad del olvido. Incluso dentro del mundo de los Derechos Humanos existen estos espacios de quienes importan más y quienes menos. Probablemente un campesino que fue asesinado o desaparecido tiene menos posibilidades de ser encontrado que un famoso mártir. Es parte de esa sensación permanente de injusticia en que nos encontramos. Sobre estos reportajes (de Bernarda Vera) y los comentarios de la gente, quedé muy conmovida, hay mucha brutalidad, ignorancia y eso es agotador.   

—Hace algunos días se aprobó en la Cámara de Diputados la iniciativa que busca reconocer a los detenidos desaparecidos ante la figura jurídica de “persona ausente por desaparición forzada”. 
—Creo que son buenos gestos, dentro de esta gran nebulosa, que significa vivir con un familiar detenido desaparecido. Permite efectuar trámites que en el papel se vuelven engorrosos como, por ejemplo, vender una casa o recibir una herencia. O cosas más terribles: ir a votar y encontrarte con el nombre de tu familiar en el padrón electoral. Estas pequeñas cosas no cambian tu pasado ni menos devuelven a tu familiar desaparecido, pero pueden ser pequeños momentos de dignidad.  

—Tu papá señala en el volumen “nos enseñaron a olvidar, estábamos obligados”.
—Creo que cuando más cuestiono la memoria es en ese capítulo donde abordo a la ex Colonia Dignidad. Allí, donde los propios colonos no han podido resolver ni su propio pasado, menos con la historia del lugar asociada a la dictadura, donde se torturaba y moría gente. Por eso no hay interés en generar un espacio de memoria. Y sabemos que, en los alrededores, como en el río Perquilauquén, se lanzaban las cenizas de las personas que quemaban. Y donde, probablemente, estén las cenizas de mi tío Manuel. 

—Tu tío sugiere en una carta que cuando nazcas te nombren Tania. En el libro hablas de “regalo” y “responsabilidad”. ¿Este libro es también un diálogo con ese tío que no lograste conocer? 
—A veces sentía que mi papá escondía un poco el nombre, no siempre lo entendí, siendo niña no sabía qué significaba y claro tenía una historia. Mi padre siempre decía de mí: se llama Tania Fabiola, no dejaba de pronunciar el segundo nombre. Luego, algo me hablaron del Che Guevara (la guerrillera que combatió en Bolivia con el Che, se llamaba Tamara Bunke y su alias era Tania), y después leyendo sobre la historia de Latinoamérica supe el origen del nombre. Es bonito el regalo que me dejó el Mono y también estoy contenta de reunirme con él a través de este libro.

—¿Sientes que Retrato de una ausencia es un regalo para tu familia, para tu padre?
—No lo sé… A veces siento que tengo que pedir disculpas. Con esto me refiero a que en el libro está expuesta la historia desde mi perspectiva… El relato en primera persona es íntimo, pero también puede ser egoísta. ¡Faltan tantas cosas! El otro día un primo me recordó cuando fue Manuel Contreras a nuestra casa con agentes de la DINA… Mi labor era tratar de entender qué había detrás, cómo era esa persona tras las fotografías que veía una y otra vez. Ese rostro en blanco y negro que conocía desde pequeña. Cómo caminaba Manuel, cómo era su personalidad, cómo se vestía, cómo fueron sus últimos días previos a su detención. Dialogar, finalmente, con mi tío ausente.  

 



_____________________________________
Javier García Bustos. Ha trabajado como periodista en los diarios La Nación, Las Últimas Noticias y La Tercera. Además, ha colaborado en medios y revistas como The Clinic, Palabra Pública, Dossier y Santiago. Es autor del libro de poesía Último paseo (2008) y la crónica Rostros de una desaparecida (2022).

 

 


Fotografía de Tania Tamayo de Lorena Palavicino




. .








Proyecto Patrimonio Año 2025
A Página Principal
 | A Archivo de Autores |

www.letras.mysite.com: Página chilena al servicio de la cultura
dirigida por Luis Martinez Solorza.
e-mail: letras.s5.com@gmail.com
Tania Tamayo: cuando la escritura es el único reencuentro.
"Retrato de una ausencia", Ediciones B, 2025, 200 páginas.
Por Javier García Bustos.
Publicado en Revista Abismo, 15 de octubre 2025