Jaime Huenún
              Anclado en el 
              puerto de la vida
          Por Yerko Bocic 
            y Rodolfo Hlousek
            En Revista Punto Final, 1 de diciembre 
              de 2000
           
           
          
-Memo. Jaime Huenún vuelve a llamar a su hijo mayor 
            que, abstraído, lee "Papelucho" bajo la luz de una 
            vela (hace un rato se cortó la luz). Levanta levemente la voz 
            pero sin ningún atisbo de enojo; sólo desea sacar momentáneamente 
            a Memo del mundo creado por Marcela Paz 
            para solicitarle un favor, una tarea menor dentro de la casa en penumbras.
          Recién al tercer llamado su hijo despega los ojos del libro 
            y levanta la cabeza para encontrar la mirada de su padre, que sonríe 
            levemente con un dejo de orgullo. Memo está de cumpleaños 
            (11) y no aprieta gatillos ni hace girar ruedas con juguetes de plástico: 
            lee. El poeta, mientras tanto, mece a su tercer retoño de 16 
            días. "La escena fue un poema en sí misma", 
            pensaríamos más tarde recordando aquel momento. Lo sostiene 
            en sus brazos pero de alguna manera ambos se sostienen, ambos son 
            frágiles. El padre sostiene físicamente al hijo y éste, 
            ignorante de su poder, sostiene emocionalmente al poeta. El retoño 
            es frágil frente a la vida y Jaime Huenún, hoy, también. 
            Hace unos meses le reapareció un cáncer abdominal que 
            se declaró en 1993 y que, según la ciencia, ya no había 
            riesgo de que rebrotara: "El año 93 tenía 25 ó 
            26 años y para mí fue un golpe bajo. No lo podía 
            creer. Viví aterrorizado durante tres años temiendo 
            que me volviera. Ya estaba sano pero regresó la enfermedad. 
            Ha sido una experiencia bastante dolorosa que complica la existencia 
            en lo económico, en lo familiar y en cuanto al futuro, porque 
            uno no sabe lo que va a ocurrir en un año más".
          En este encuentro con PF en Freire, lugar donde reside, el 
            poeta sureño se refiere a su infancia, repasa su obra y, además, 
            rescata el sentido que adquirió la cotidianidad luego de la 
            aparición del cáncer.
          
            ASTILLERO DE 
            LA INFANCIA
          Jaime Huenún Villa nació en Valdivia en 1967 pero se 
            crió en Osorno, como la mayoría de los mapuche huilliche 
            urbanos. Construyendo su identidad sincréticamente, recogiendo 
            recuerdos y vivencias de su dimensión indígena pero 
            permeándose también de la cultura occidental huinka. 
            Identidad que, por lo demás, se refleja en su obra, que transita 
            desde un testimonio poético-cronístico de su memoria 
            huilliche en "Ceremonias", hasta el universal "Puerto 
            Trakl", un mundo poético lleno de guiños a 
            lo más granado de la poesía mundial (lo que incluye, 
            por cierto, a varios poetas nacionales). Con este último trabajo, 
            además, obtuvo el primer premio del concurso de poesía 
            "El joven Neruda", organizado por la municipalidad de Temuco 
            en 1997. 
          Recordando su infancia y juventud, el poeta se refiere a su entorno 
            geográfico y social: "Gran parte de mi poesía está 
            vinculada a lo que son los cinturones marginales de Osorno, que es 
            donde empecé a desarrollarme y a convivir con los otros. Viví 
            toda mi vida en el barrio de Francke, a pocos metros del río 
            Rahue, que es un río que aparece en mis poemas. Importante 
            para mí fue la interacción con la gente de por ahí. 
            Tuve la dicha y desdicha de ser parte de un entorno donde tenía 
            la posibilidad de conversar con mucha gente. Mis padres eran dueños 
            de un bar y yo desde pequeño lo atendí. Estaba en la 
            calle Colo-Colo Nº 6 pero la calle cambió de nombre. Ahora 
            se llama Chañaral. La población se llamaba Nueva Esperanza. 
            Nació de una toma después del 73. Tenía cinco 
            años cuando atendía el bar y fui conviviendo con las 
            personas que llegaban a beber: trabajadores, pobladores, algunos delincuentes. 
            El submundo que permitía conocer más de la vida".          
          Pero ahí, en el mismo bar que atendía, se empezaba 
            a gestar su amor por las letras: "Al mismo tiempo yo estudiaba 
            y era adicto a los libros, así que al lado del estante donde 
            se ponían las pílseners estaban mis libros". Más 
            tarde continuó el romance de una manera bastante peculiar: 
            "Una persona que era mi vecino, y que trabajaba en el colegio 
            al cual yo llegaría en la enseñanza media (el colegio 
            San Mateo de Osorno), era auxiliar y su apellido era Huenchuán, 
            era huilliche. Este vecino tenía la costumbre de llevar a su 
            casa los libros que los alumnos olvidaban en el colegio. Se los llevaba 
            y los almacenaba. Un día Miguel Huenchuán llegó 
            con la historia de que tenía libros -porque él me veía 
            leer- y por unos tragos hicimos el trueque. Llegó con una caja 
            llena de libros: "Cien años de soledad", "La 
            metamorfosis", libros de Cortázar, y otros de calidad. 
            Yo en ese tiempo estaba en 7º u 8º básico y tuve 
            acceso a buena parte de una literatura que me formó".
          
            ATRACANDO EN PUERTO TRAKL
          
            - ¿Cómo surgió la idea de Puerto Trakl?
            - "La idea principal de "Puerto Trakl" era construir 
            un mundo poético a partir de algunos indicios que la misma 
            poesía me había entregado. La idea era crear un mundo 
            autónomo.
          Son ciertas circunstancias que tienen que ver con la vida de poetas 
            como Georg Trakl y también con ciertas vivencias de elementos 
            biográficos como el haber rondado mucho tiempo por bares de 
            mala muerte en Temuco y ver personajes ahí, el haber vivido 
            en un bar desde chico y escuchar historias, el ser como un etnólogo 
            de estos lugares de mala catadura. Y también homologar a estos 
            sujetos, un poco al garete, con la vida de los poetas que también 
            andan un poco a ciegas por el lenguaje. Los diferentes tipos de lenguajes 
            poéticos son como las diferentes posadas de los poetas. 
          La idea fue construir un mundo sin personajes definidos. Hay una 
            voz colectiva, un nosotros. Pero también hay un yo que no puede 
            salir del puerto. Es la imposibilidad de abandonar este "Puerto 
            Trakl" que no existe en los mapas reales pero que ahora existe 
            en la literatura donde los personajes no tienen nombre pero se puede 
            intuir quiénes son".
          - Da la impresión que los personajes que deambulan por 
            tus textos son los mismos pero en diferentes contextos.
            - "Claro, yo creo que si hay algo que hermana a mis libros es 
            esta visión poco optimista de la realidad. En "Ceremonias" 
            no hay una visión muy alegre de la realidad que toca vivir 
            a la voz indígena. Hay una apertura hacia un lenguaje que toma 
            la naturaleza, toma un poco de luz, pero en definitiva el texto es 
            un viaje que empieza en la génesis que es el nacimiento, el 
            amor. Pero este amor ya es un amor mestizo, no es un amor que hable 
            de purezas. La primera parte está escrita en el castellano 
            de los conquistadores del siglo XV y es lo más atrás 
            a que pude llegar. No pude escribir ese capítulo en mapudungun. 
            Por eso también es un viaje en el lenguaje: desde el castellano 
            de Pedro de Valdivia, pasando por la voz indígena y su particular 
            modo de enunciar el castellano. Después el libro empieza a 
            viajar por un lenguaje más poético, de imágenes, 
            hasta instalarse en el lenguaje que hablan ahora los mapuche. En la 
            Feria Rahue o la Feria Pinto habla en un castellano mutilado. El castellano 
            que a ellos les mutiló su lenguaje, ahora ellos lo mutilan 
            al hablarlo".
          - ¿Es como un desquite?
            - "Hay una especie de desquite. Y de ahí se llega a la 
            biografía de Reducciones, el último capítulo, 
            que remite a los pedazos de tierra pero que en este caso se refiere 
            a una reducción biográfica. Es el sujeto hablante Huenún 
            que habla de su parentela. Es un viaje por los diferentes tipos de 
            lenguaje que habla el indígena, por los distintos tipos de 
            lenguaje que permite la poesía y es también un viaje 
            por la historia, por el paraíso perdido, porque ya no hay un 
            regreso a lo que fue en términos originarios. El regreso es 
            un regreso a un pasado modificado".
          Un tema ineludible es el cáncer abdominal que hoy padece Jaime 
            Huenún. Su ánimo no se quiebra: "Esto es un accidente 
            al que hay que sacarle provecho en el sentido de aprovechar lo bueno: 
            he aprendido a tener paciencia (yo era un sujeto muy impaciente), 
            he aprendido que muchas cosas no dependen de mí y uno tiene 
            que entregarse a la ventolera". Otro aspecto que el poeta rescata 
            es la solidaridad, especialmente de los poetas: "He aprendido, 
            también, a apreciar la solidaridad de mucha gente. Hay gente 
            que ni siquiera conozco y ha estado al lado mío en forma concreta: 
            poniendo plata y esfuerzo para generar los recursos que necesito para 
            mi tratamiento".
          Según Jaime Huenún, desde la enfermedad se ha acercado 
            a la realidad de otro modo. "Uno empieza a encontrarle sentido 
            a lo cotidiano, al presente. El presente tiene un valor mucho más 
            potente. Cada día es valioso, importante, puede ser un día 
            de fiesta que no hay que gastarlo en malas ondas, en autodestrucción 
            ni en destrucción del resto. Básicamente los días 
            son un regalo".
          "En este estado uno se despercude de muchas cosas. Se limpia 
            de mucha basura que da el diario vivir anterior. Ahora sé que 
            si el día de mañana quiero una mesa de madera y no ésta 
            (el poeta apunta a la mesa que nos reúne), va a llegar de alguna 
            manera"
          Yerko Bocic y Rodolfo Hlousek
            En Freire