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Universidad Diego Portales publicó Poemas del Otro:

Más de Juan Luis Martínez

por Carla Cordua
en El Mercurio, domingo 21 de Diciembre de 2003.

El Libro póstumo reúne inéditos poemas escritos con posterioridad a su última publicación y una extensa recopilación de material en prosa sobre el artista, entrevistas y artículos que ayudan a leer sus últimas creaciones. Poemas de otro Juan Luis Martínez que se distancian del absurdo lúdico de la Nueva Novela, si bien son deudores de éste.
Los "Poemas del Otro" (U. Diego Portales, 2003) tienden a exhibir más bien lo que ocurre en la existencia personal del poeta, los rostros de ciertas tensiones etre lo que Martínez llama "la escritura" y otros aspectos de su vida. Las cosas carecen de sentido, las relaciones con otras personas, a veces incluso el amor, resultan vacíos.

 

El libro postumo de J. L. Martínez, Poemas del Otro, recién aparecido, contiene materiales inéditos recopilados por Cristóbal Joannon. Lo edita, con elegancia y buen gusto, la Universidad Diego Portales y nos da con él una gratísima sorpresa en varios sentidos. Sabíamos que Martínez había dejado inéditos pero no que éstos tuvieran la consistencia y las novedades que caracterizan a este libro. Tampoco era claro que el autor de La nueva novela hubiera tenido, después de la década de los años 70, un proyecto lírico de vastos alcances, debido a que, con su segunda obra, La poesía chilena, él parecía haberse despedido definitivamente del género como tal. Pero la despedida se prolonga, incluso en verso. En Carta poema a Joseph Delteil el poeta declara, refiriéndose a su propia generación, que sólo por "haber conocido / el grado cero de la angustia" le había sido posible "dejarse llevar / por el éxtasis sin fronteras / nacido de las fábricas del espíritu". De la misma generación dice, más adelante, que ya nadie oirá hablar de ella "con la MUERTE DE LOS POETAS", que es, precisamente, el asunto del objeto poético puesto en circulación por Martínez en 1978.

Ahora es claro que Martínez siguió escribiendo y, además, publicando ocasionalmente partes de su nueva producción en semanarios y revistas. Cristóbal Joannon escribe para esta obra el instructivo Prólogo y Matías Rivas aporta unas notas para una proyectada entrevista con el poeta; ambas cosas contribuyen a dar una idea más precisa de la actividad de Martínez en el período que sigue a sus dos publicaciones. Poemas del Otro reúne lo ya publicado por Martínez con materiales inéditos que pertenecen al último proyecto del poeta. El libro contiene, además, entrevistas y conversaciones que estaban dispersas en diversas publicaciones; la importancia de esta sección del libro reside en que ofrece información en prosa acerca del pensamiento de Martínez. El editor explica el origen de las composiciones, aclara dudas mediante notas y agradece a las personas que han facilitado el acceso a los originales inéditos que el libro contiene.

Como este libro respeta en su presentación las preferencias editoriales del poeta, le concede debida importancia, como hizo él, a la portada de la obra. En ésta tenemos una notable fotografía de Juan Luis Martínez.

Muestra al poeta sentado con cierta dejadez delante de un espejo; éste lanza un violento estallido de luz que en la foto devora parte de la cabeza de Martínez. Al otro lado del rostro impertérrito, en cambio, hay una lámpara apagada. El efecto de una iluminación tan antinatural y amenazante a partir del espejo se produjo probablemente por casualidad, pero no es por ello menos sugerente del singular genio del poeta, que fue tan inclinado a contrariar por razones recónditas.

El libro nuevo se separa, en algunos respectos, de La nueva novela, en otros, en cambio, la prosigue y extiende. Faltan en él del todo las ilustraciones y los rasgos experimentales y lúdicos que caracterizan a la obra de 1977. Para poder asignar su lugar a estos dos factores, la separación de ambas obras y su continuidad, conviene fijarse en ciertas declaraciones generales en prosa que hace el poeta a las personas con quienes conversa o por las que se deja entrevistar. A Guadalupe Santa Cruz le ofrece una autointerpretación de su obra en términos epocales. Ella le dice: "Uno escribe textossobre casas desplomadas, y pienso en la imagen de la portada de tu libro, "La nueva novela". J.L. Martínez contesta: "Martín Cerda hablaba siempre de que parecía que ese libro hubiera sido hecho con escombros, de lenguaje, de libros, con restos. Ahí esas casas aluden también a nuestro paisaje, a nuestra catástrofe permanente chilena. Aunque es la situación de la literatura contemporánea también: esa catástrofe del lenguaje, la desconfianza en los lenguajes, incluso. Los soportes se perdieron, lo que era la imagen del mundo es muy poco sólido actualmente, es precario. Hay una pérdida de la imagen del mundo. La casa, el derrumbe de la casa como espacio sagrado, podría venir a representar un símbolo... Yo creo que vivimos, justamente, el final de una época. En este sentido uno está haciendo una literatura apocalíptica, está dando cuenta de una crisis final. No sólo no hay confianza en la literatura, sino en ningún valor, casi, ya".

En contraste con esta manera de entenderse, los Poemas del Otro tienden a exhibir más bien lo que ocurre en la existencia personal del poeta, los rastros de ciertas tensiones entre lo que Martínez llama "la escritura" y otros aspectos de su vida. Las cosas carecen de sentido, las relaciones con otras personas, a veces incluso el amor, resultan vacíos:

"Me desprendo sin pena del artificio del cuerpo,
recorriendo las noches atroces del no-humano:
vibraciones surgidas del trasfondo de la conciencia.

Y busco en vano el borde de un sueño visionario
para relajarme del incierto y arrasante viaje
que el odio y el temor de lo cotidiano me han hecho emprender."

El poeta se promete "resistir la felicidad hasta el fin" ya que, "si tuviera tu amor a mi alcance / ya no tendría la fuerza para escribir". Pues, aunque los Poemas del Otro cuestionan la autoría personal en más de un respecto, también establecen el conflicto entre los contenidos de la existencia humana natural y el encargo de la escritura, que, en cuanto misión asumida, se le ha clavado al poeta como "un arpón en la espalda".

"¡Escritura! Ni remedio ni verdad
aún, ni belleza o desgarramiento.

En el exilio de nuestro cuerpo
justa prisión de la aue nadie se evade."

La vida en familia, en sociedad es existencia compartida, corporal, sexual; es rutina, repetición mecánica. Lo más natural, el ser encarnado, el amor, el odio, "el temor de lo cotidiano", son, en contraste con la escritura, alienaciones. "Encerrarnos en la carne / es adelantar la muerte / y relegarla en compañía / de nuestros movimientos rutinarios".

"Esos instantes de escritura en que nadie me reconoce
en que llego a ser yo mismo
mi propio encuentro en la encrucijada de la carne y el espíritu
cuando el agua pura del devenir se escurre en mi ser
en un sentimiento profundo de intensa luz
con la certeza de una esencia vital quemando los ritmos
los estremecimientos esenciales de un corazón renaciente."

¿Refugiarse, entonces, en la poesía? Martínez es todo menos ingenuo: la escritura no es tan independiente de la vida con la que, sin embargo, puede contrastar parcial, ocasionalmente. La escritura no es una alternativa capaz de mantenerse en pie por sí sola, de bastarse y bastar. A medida que la experiencia del sin sentido de las cosas se acentúa para el poeta, la poesía irá menguando, y se quedará, al fin, también ella, sin contenido.

El canto se refiere a algo, tiene que ser para alguien, necesita llorar o celebrar, según la ocasión, precisa de un contenido y una justificación. "Esos instantes de miseria lúcida" dedicados a la escritura, dice, "cuyo perdón me parece imposible".

"La escritura como un arpón en la espalda

pero no basta
nunca bastó."

Sin embargo, una y otra vez, dice "Una revelación me ha sido hecha / el anzuelo se ha enganchado en lo más profundo de mí. / Desventura, he ahí mi vida". Al fin, tampoco la escritura limpia del sin sentido. Por este lado, Poemas del Otro continúa a las dos obras anteriores publicadas en vida por el mismo poeta. Pero ya no hay juegos con el absurdo ni ingeniosidades y, por encima de todo, ya no se completan los planes, no se lleva a cabo lo proyectado. El punto final ya no será parte de ningún poema.

"Qué saben ellos de la vida sin esperanza"
.....

"Qué saben de esta atroz alienación"
.....

"Y tan fútil esta existencia bajo las caparazones fangosas."

"Y estoy para siempre aniquilado
y podrido de confusión
y ya no quiero ser aliviado
y no cambiaré nunca."

 

 


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Fuente: El Mercurio,
domingo 21 de diciembre de 2003.