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«Las malas juntas» de José Leandro Urbina
(Asociación de Chilenos de Ottawa, Ediciones Cordillera, 1978)


Por Marcelo Coddou
Publicado en Literatura Chilena en el Exilio, N°9, enero de 1979



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La colección de cuentos Las Malas Juntas del joven escritor santiaguino José Leandro Urbina, actualmente exiliado en Canadá, se aproxima a ese tipo de obras que —en el decir de Juan Armando Epple—, "cifran su valor y sus límites en la autenticidad documental de la experiencia vivida". Pero —y es esto lo que subrayaremos aquí—, se trata de una obra de ficción y no de testimonio directo. Resaltan claras las diferencias, no obstante las semejanzas, con los libros Tejas Verdes, de Hernán Valdés, Prisión en Chile de Alejandro Witker y Cerco de Púas de Aníbal Quijada. En éstos, el propósito es privilegiadamente testimonial, lo que debe ser tenido en cuenta para su recta valoración.

Sin embargo, tanto como ellos, constituye una respuesta a una realidad que exige imperiosamente al escritor ser atendida, por sobre esas claves cardinales de la literatura en tiempos de reposo que son la tristeza de un amor frustrado, la angustia de la soledad, el sentido metafísico de la muerte o el ansia de lo absoluto. Lo dijo con toda la autoridad de su voz responsable, a escasos meses del golpe, Gonzalo Rojas, en términos que siguen, en lo fundamental, vigentes: "los poetas de la resistencia tenemos que denunciarlo todo: desde la insensibilidad farisaica hasta el fascismo más atroz. Pasaron los tiempos en que en nuestro Chile no había movilización de tropas contra el pueblo —eso que llaman 'guerra interna'—; ni los estadios ni las islas eran campo de concentración; ni los barcos eran presidios; pasaron los años en que los chilenos morían en sus camas. Si miles de hombres y mujeres de todas clases y condiciones aceptan hoy morir valientemente delante de un muro, o en los brutales campos de Concentración, los poetas de la resistencia debemos entender, de una vez por todas, que nuestras pequeñas vidas son menos importantes que la restauración del sentimiento unitario y fraterno". Y esto dicho por alguien que mantiene las exigencias del arte —cuando de arte se trata, no por testimonial menos riguroso—: nunca caer en el panfleto por el panfleto ni en la equivocidad de un realismo sin recetas.

La temática de los relatos de Las Malas juntas gira en torno a ese eje de la experiencia de las cárceles de la dictadura en Chile (tema también de los otros libros que hemos recordado) y de la resistencia heroica del pueblo (básico en Relato en el Frente Chileno de Ilario Da). El objetivo de denuncia es asumido con doble responsabilidad, política y estética. Sin alardes formalistas, dentro de premisas de pretensiones precisas —trazo escueto, rápido, que suprime lo inesencial— se cumple con propósitos que responden tanto al objetivo de cantar al hombre que se enaltece en el sufrimiento y de señalar con dedo acusatorio al que se denigra en el abuso, como de responder a la necesidad de comunicación por medio de los procedimientos que son los privativos de la literatura, no los del documento político, el libelo o el estudio sociológico. La escritura busca desentrañar motivaciones profundas de la conducta de los personajes, no reduce su papel a la mera narración de episodios impactantes. Parte de la habilidad del narrador reside en restringir su participación al mínimo. Esta injerencia reducida —por momentos nula: pareciera limitarse al sólo registro—, permite al lector sentirse libre en la aceptación del mensaje, que fluye convincente de los hechos mismos formulados por la escritura narrativa y no aparece impuesto por el sujeto de la enunciación.

Señalar los méritos que un libro como éste tiene a los ojos del reseñador no implica, necesariamente, que en líneas diversas a la suya —las de un dominio de la fantasía, las que destacan la presencia de lo imaginario por sobre lo real-vivido— tengan que ser desconsideradas. Hay obras en las cuales la ausencia de lo inmediato vivencial, la capacidad de penetración profunda en el juego menos evidente de las oposiciones y, por ello, difícilmente capturables por una anécdota 'realista', significan tanto como el tipo al cual Las Malas Juntas pertenece. Todo es cosa de configuración lograda, donde, como decíamos, el escritor revele no estar enajenado de su circunstancia, pero tampoco de la literatura. Muchas veces —y afortunadamente éste no es el caso del libro de Urbina—, las buenas intenciones y el afán de servirlas con fidelidad malogran el carácter poético-creador del texto: así se hace mala literatura y propaganda dudosamente efectiva. Por eso es que saludamos con tanto entusiasmo este producto concreto de una concepción de la literatura que postula —implícitamente—, la inseparabilidad del compromiso ético con las obligaciones que la naturaleza del discurso literario imponen.

Son precisamente obras como éstas —que piden un análisis detenido que aquí no podíamos intentar—, las que hacen mirar con optimismo la literatura chilena actual, rica en complejidad. No es difícil imaginarse las dificultades con que se enfrenta quien quiere entregar un producto literario cuando la materia con que trabaja es candente por inmediata. La indignación ante el oprobio y la injusticia, el entusiasmo ante el heroísmo y la consecuencia ideológica, lo impactante de una realidad cruelmente padecida, no son de las que permiten manipular el lenguaje, configurar con frio distanciamiento elementos que las retóricas y poéticas establecen que han de ser cuidadosamente elaborados. Por ello este libro de cuentos —como dos novelas que me parecen muy valiosas, En este lugar sagrado de Poli Délano y Los convidados de piedra de Jorge Edwards, ejemplos disímiles pero igualmente importantes de una literatura que busca revisar el periodo del gobierno popular—, han de ser considerados como logros efectivos de una narrativa que ha debido tomar el cauce que la Historia englobante les impone y en la cual ellas juegan un papel, en su especificidad, decisivo.

La labor cumplida por la Asociación de Chilenos en Ottawa, que edita este volumen y proyecta otros, es digna de todo apoyo y de sana emulación. Su trabajo en éste y otros terrenos resulta verdaderamente ejemplar, por cuanto ha sabido entender y llevar a la práctica uno de los principios básicos de las actividades que impone el exilio: unidad responsable para cumplir con la tarea política en todas sus dimensiones.

 

 



 

Imagen superior corresponde a Ediciones de Obsidiana, Santiago de Chile, 1986
( Dibujo portada: Patricia Israel)

 



 



 

 

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Por Marcelo Coddou
Publicado en Literatura Chilena en el Exilio, N°9, enero de 1979