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Juan Mihovilovich
Regreso del silencio


Por Diego Muñoz Valenzuela
Punto Final, Santiago, mayo de 2004


Restos mortales es el nuevo volumen de cuentos de Juan Mihovilovich que la Editorial LOM ha incluido en su colección de narrativa. En poco más de 110 páginas, el escritor vuelve a encantarnos con su prosa y cierra un paréntesis de silencio, del cual regresa fortalecido y sólido.

Juan Mihovilovich es un escritor al que respeto no sólo por su talento literario, por la imaginación que regala en sus textos, por la belleza de su prosa y la penetrante mirada con que revela las esencias tras la fachada de apariencias en que solemos vivir, sino que, además, por su firme postura ética, su distanciamiento de la vanidad, su opción por abordar temas y puntos de vista tan ajenos a la superficialidad en boga, al perverso dominio de lo light, la complicidad o la conformidad con un mundo que dista de acercarse a mínimos cánones de armonía.

Este tercer volumen de relatos continúa la serie iniciada con El ventanal de la desolación (1989) y El clasificador (1992), y confirma al autor como uno de los más sólidos narradores de su generación, aquella denominada generación del 80, N.N. o marginal, surgida en pleno imperio de la dictadura militar desafiando los estrechos límites impuestos por la censura y vinculándose, desde el inicio -sin sacrificar formas ni contenidos-, al movimiento democrático. Esa dura escuela sirvió a Juan Mihovilovich para templar su prosa, hacerla más dúctil y expresiva, más astuta y más capaz de sortear las trampas tendidas en las esquinas peligrosas; para combinar los materiales de la realidad y la fantasía, y forjar texturas que tuviesen el sabor del sufrimiento, así como, también, el de la esperanza; para no esperar otra recompensa que la satisfacción de haber producido un texto profundo, hermoso, capaz de engendrar una impresión verdadera, duradera, en el lector sensible, grabar en él su impronta a través del diálogo con su alma.

Juan Mihovilovich, en virtud de estos méritos, ha sido incluido en diversas antologías y muestras de cuentistas chilenos. Entre las más destacadas podemos mencionar: Cuento chileno contemporáneo (Editorial Fondo de Cultura Económica, 1998), Cuentos en dictadura (Editorial LOM, 2003), Cuento chileno contemporáneo (Editorial Universidad Autónoma de México, 1996), Contando el cuento (Editorial Sinfronteras, 1986), Andar con cuentos (Editorial Mosquito, 1992). No podemos dejar fuera del recuento sus novelas La última condena (1983) y Sus desnudos pies sobre la nieve (1990), ni su ensayo biográfico Camus, obispo (1988), todas obras excelentes. Ni dejar de mencionar, entre muchos otros, algunos importantes premios como el Pedro de Oña y el Gabriela Mistral.

El cuento es un arte donde resulta extraordinariamente difícil destacar, no obstante se trate de un cuentista avezado. El cuento es una criatura difícil, rebelde a los cánones, los axiomas; se resiste como un toro salvaje ante los embates de la lógica académica, y cito a estos efectos a Julio Cortázar, maestro del género, advirtiendo que "la literatura es como un gato, no como un teorema". Hacer un cuento es un arte, no una ciencia; no basta con el dominio de las técnicas narrativas. Lo fundamental es la mirada del escritor.


MIRAR PARA VER

Paúl Auster dice que en toda su vida no ha conocido a un solo escritor que no posea talento; lo que no todos tienen es mirada. Para ser un buen cuentista hay que tener una mirada única, especial, una forma distinta de ver las cosas; y eso viene a ser lo fundamental cuando nos enfrentamos a la necesidad de decir mucho en muy pocas líneas. Allí se muestran las armas de un narrador, un auténtico narrador como Juan Mihovilovich, en la síntesis máxima, donde el significado y la forma se condensan al máximo. Allí se produce un emparentamiento misterioso con la poesía, y tal vez con las matemáticas, en la densidad de los signos para expresar el máximo. He aquí la mirada de este autor: potente; lúcida, aguda.

En Restos mortales encuentro los mismos materiales que desde un principio me han hecho apreciar la narrativa de Juan Mihovilovich. Pero irrumpen, de manera más sistemática, los cuentos breves, incluso brevísimos: un párrafo, apenas algunas líneas, en ciertos casos. Encontramos microcuentos dignos de cualquier antología, precisos y bien delineados, sorprendentes, de gran profundidad. Destacamos entre ellos a "Palomas", de apenas siete líneas, y "Alienígena", de diez. La brevedad es un rasgo preponderante en el presente volumen. Los cuentos de Juan Mihovilovich en los dos libros anteriores solían ser más extensos; se privilegiaba el desarrollo, la configuración de escenarios y emociones. Ahora se privilegia, casi siempre, la concisión de los textos, rara vez se excede el límite de las cuatro páginas. De los veintiocho relatos, más o menos la mitad se encuentra en los límites del par de páginas, lo cual matiza la lectura, permite un respiro para la reflexión que ameritan.

Aprovecho de insertar esta reflexión: ¿Por qué en las preferencias la novela parece reinar por sobre el cuento, en un mundo de tanta celeridad donde el tiempo vacío puede iluminarse con un buen relato? Es un misterio. El cuento debería ser la prima donna en esta época de carencias temporales, en este mundo que se mueve a la velocidad del relámpago, donde todos corremos de un sitio a otro, olvidados de las razones o fundamentos de nuestra premura, esclavizados por la dictadura del tiempo efímero, del hacer, renuentes a los tiempos de reflexión y sentir, que es donde se sustenta aquello que denominanos la vida: la misma que dejamos escurrir como arena entre los dedos, arrastrados por el influjo de urgencias falsas, espurias, la mayoría de las veces.


LA POESÍA DE LO REAL

En este nuevo libro encontramos auténtica literatura, bella prosa inundada de poesía; imaginación pujante que nos arranca del mundo real (esa ficción en la cual creemos vivir) y nos hace ver con nuevos ojos el territorio cotidiano que pisamos; hay profundidad, introspección, misterio, esas sustancias que tanta falta hacen a nuestra alma. En Restos mortales tenemos la oportunidad de conocer personajes inolvidables, bosquejados con maestría, penetración y economía de lenguaje. Varios de los cuentos que integran el libro abordan el mundo de la burocracia, del pequeño funcionario que ansia ascender mediante el ejercicio de la genuflexión con los poderosos y el despotismo con los subordinados. Son narraciones que dan cuenta de nuestra realidad, son una fotografía que revela las características kafkianas del entorno. Conocerán a locos perspicaces, a dementes razonables, enanos, conspiradores, a solitarios que no se sienten solos, y a muchedumbres de seres abandonados.

Sin duda, Juan Mihovilovich es un autor que centra su trabajo en lo humano con hondura, sagacidad y pureza. Resalto estos valores en una era en que impera el individualismo, el interés por lo material, la persecución insana del éxito en todos los planos. Enfermos de egocentrismo, asentados en una visión materialista, economicista, buscamos el triunfo, la imposición sobre los demás, sean éstos personas, empresas, instituciones o países.

Nunca ilustra o aclara Juan Mihovilovich. Bien se cuida de proclamar nada. Son las historias -y la reflexión del lector- quienes se encargan de generar convicciones. El autor se remite a mostrar el mundo en que vivimos, con trazos maestros. Se hace cargo de esa alma esmirriada, escuálida abandonada que llevamos dentro. Reitero lo que escribí hace doce años, a proposito de la narrativa de Juan Mihovilovich:

"En nuestro mundo, el de hoy, se busca el entretenimiento más que la reflexión, la diversión más que la sensibilidad, la aceptación más que la crítica. Juan Mihovilovich describe un mundo lleno de imperfecciones, poblado de seres de carne y hueso arrastrados por pasiones y potencias de todos los signos: claras, luminosas, letales, inocentes, demenciales; y así opta por un camino difícil, que excluye el éxito fácil que niega de plano cualquier simplificación y exige lo máximo a un lector libre e inteligente, que elige la autenticidad al entregarnos sus visiones más íntimas y profundas sobre esa vida que vivimos hoy, ahora en cada segundo".


 

 


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Juan Mihovilovich: Regreso del silencio
por Diego Muñoz Valenzuela
Fuente: Revista Punto Final,
Santiago, mayo de 2004.