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Nancy Tapia, profesora y magister de la Universidad de Talca:
"Mihovilovich se arriesgó tremendamente en escribir"


Por Mario Rodríguez Órdenes
Publicado en DIARIO de TALCA, 15 de junio 2025



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Seguramente el Amor de los caracoles de Juan Mihovilovich (Simplemente editores, 2024) es una de las novelas más logradas de la literatura chilena reciente. Nos deslumbra con los pequeños mundos de la provincia. En los últimos años, en las diversas facultades de Letras y Filosofía, ha crecido el estudio de escritores, profesores, investigadores por autores chilenos, que han escrito su obra desde la provincia. Es el caso de Nancy Tapia Navarrete, magíster en Literatura y Artes Visuales por la Universidad de Talca, que ha profundizado en la vida y obra de Juan Mihovilovich.

 

Juan Mihovilovich

—Nancy, ¿cómo surge su relación con Juan Mihovilovich?
—En el 2024, Juan Mihovilovich se enteró de mi actividad de tallerista literaria que realizo en la ciudad de Linares, en la Organización Literaria y Artística TRAMA. Integrantes de dicha organización me recomendaron para presentar, como panelista, el lanzamiento de El amor de los caracoles, su última novela (agosto, 2024). El lanzamiento solo fue en tres lugares, comenzó en Linares, luego en Santiago y, finalmente, en Punta Arenas. Es tremendamente significativo que su génesis fuera en Linares, porque es aquí donde surgen todos los comentarios y análisis críticos acerca de la obra, lo que ha permitido consolidar esta simbiosis entre biógrafa crítica y autor. Hasta la fecha de esta entrevista, el texto creado por mi autoría sobre la novela El amor de los caracoles en la página web, Letras de Chile, tiene 2.895 visitas. 

Un dato interesante que puedo mencionar, fue el relanzamiento de Útero (2022) en la Biblioteca Municipal de Linares y en el Salón Pedro Olmos de la Universidad de Talca, ambas presentaciones realizadas en mayo del 2025. Destaco este hecho porque siendo una muy buena novela y bien criticada, por los demás, no tuvo mayor conocimiento entre el público lector. Mi objetivo fue presentar una tesis respecto de la relación entre el yo nominal como narrador personaje y la función de la memoria en esta narración. (próxima tesis que presentaré en un congreso).

—¿Qué rasgos fundamentales destacaría de su obra?
—Uno de los principales rasgos es el tratamiento de la ruralidad en el siglo XXI. No deja de asombrarnos en sus relatos, cómo el espacio, los personajes y el lenguaje se transforman en identidad pura de un colectivo postmoderno que lucha día a día para no perder su humanidad, identidad y su vinculación territorial.

Otro rasgo que destaco, es el ensamble técnico, perfecto de planos, de lo fantástico y lo mágico realizado por Mihovilovich. No pierde el discurso estético, lo logra perfectamente en sus novelas y sus cuentos. Ejemplo de esto, se observa en El amor de los caracoles.

Por otro lado, el rol de la memoria en los relatos, bella, aterradora y dolorosa, nos da las luces de lo que somos dentro de un territorio, que nos arraiga o desarraiga. Es un catalizador que emerge de esa realidad descarnada, transformándose en una salida que aborda la alineación, identidad y crisis existencial. Le da sentido a su sufrimiento, le da sentido a su existencia. Ejemplo de esto, es la novela Útero (2022).

El último, pero no menos importante, es el diálogo crítico y permanente entre autor, narrador y espacio. Me refiero al subgénero llamado autoficción, que cruza toda la obra literaria de Juan Mihovilovich. El lector no se debe entrampar en descubrir qué es real o qué es ficticio. La mayor parte de la crítica plantea que Mihovilovich es un narrador autobiográfico. Es un error esta clasificación, pues el autor logra perfectamente, desde un yo nominal-personaje-narrador, transitar por la autobiografía y por la ficción literaria.

—¿Por qué El amor de los caracoles es un desafío a la narrativa actual?
—Para responder esta pregunta, si me lo permite, me autocitaré desde un texto crítico que elaboré de la novela mencionada. Obviamente mi lectura fue demasiado crítica dando como producto una reflexión satisfactoria en mi constante búsqueda de escritores maulinos que incorporaran ejes temáticos tan importantes como la ruralidad, la postmodernidad, existencialismos no resueltos, la superstición, la magia desde los pequeños pueblos a las grandes urbes. Mi anhelo de encontrar a grandes escritores latinoamericanos como Rulfo o Fuentes, lo encontré en esta novela. Mihovilovich se arriesgó tremendamente en escribir desde una localidad campesina, situaciones cotidianas que proyectan al ser humano universal. 

Es un desafío a la narrativa tradicional, porque la novela se presenta como un texto perfecto, en el que la complementariedad de los diferentes planos y las voces narrativas constituyen un gran acierto, entregando un discurso estético, donde el lenguaje narrativo se empodera, establece su dominio trascendente, dando signos inequívocos de la transformación de los personajes. Para tal efecto, nos referiremos a dos elementos estructurales dentro del relato: la fusión de planos de lo mágico y lo fantástico, ambos son transversales a la narración, no provocan desconcierto, ambigüedad en su lectura, al contrario, existe una suerte de existencialismo mágico que rodea a los personajes y los hace progresar con la trama presentada.

El otro elemento estructural, es la incorporación de voces narrativa. Como ya sabemos, los narradores contemporáneos no poseen conocimiento absoluto de la “verdad”, esta característica, solo se da en el Realismo Mágico, pues lo maravilloso debe ser creído, debe ser verosímil a nivel literario; en tanto, el narrador de la Literatura Fantástica posee conocimiento relativo de la historia, es decir relata lo que observa, lo que sabe. Entonces, sucede que, en el universo relatado de esta novela, las voces narrativas, dirigidas por una narración en primera persona, nos lleva “de la mano” por los diferentes espacios de la historia: vidas, de sí mismo y de los demás, entregando una interpretación de la verdad que es inicialmente, individual para luego ser colectiva. La pluralidad de voces con focalizaciones cero e internas, nos da la certeza de que la historia contada se resuelve perfectamente.

El narrador niño (yo protagonista) juega con la temporalidad, transita por la identidad individual y colectiva, sin perder el foco en las costumbres, las creencias, la superstición, la forma de vida de Curepto como una localidad rural emplazada en pleno siglo XXI, lo que se universaliza profundamente. 

El narrador niño, es un personaje que relata con una serie de limitaciones y condicionantes que se resuelven, cediendo la voz a los otros personajes, recordemos que un niño solamente sabe o interpreta la realidad más inmediata, no maneja en totalidad la verdad, por ende, entregar la voz a los demás personajes, nos da la posibilidad de conocer una verdad iniciada en primera persona. La pluralidad de voces, en definitiva, nos entrega certezas de la historia narrada. 

En síntesis, la teoría acerca de los narradores contemporáneo y narradores niños, respecto de la subjetivación y relativismo de la historia, plantea que las historias contadas distan mucho de estar resueltas, sin embargo, en El amor de los caracoles se observa concretamente un cierre de la historia: Los niveles de la realidad (fusión de planos) constantemente dialogan con los sueños, las creencias, la reflexión y la trascendencia del espíritu humano, este proceso dialéctico solo se logra, teniendo como eje fundamental el Amor narrado en primera persona (Tapia, 2024).

—¿Cómo se da en el relato la fusión de lo fantástico y de lo mágico?
—El plano de lo natural, la vida de los personajes y sus acontecimientos se ensamblan y fusionan sin dificultad con el plano sobrenatural y viceversa. Lo fantástico, aparece en las narraciones abruptamente, quiebra el plano natural, instalando lo paranormal sin mayor explicación; en tanto, lo mágico se relaciona con el plano natural o real sin dificultad, se ensamblan. Lo interesante de este relato es que Mihovilovich fusiona ambos planos, sin perder la perspectiva estética y narrativa de los hechos.

El narrador personaje niño es el encargado de “llevarnos de la mano” entre lo mágico y lo fantástico. Para él, lo sobrenatural es parte de la vida cotidiana de su familia y de los habitantes de Curepto. Es así que, podemos apreciar el ambiente campesino y rural de esa localidad y nos daremos cuenta de que no es un relato del siglo XIX (criollista) con los tópicos comunes, ni mucho menos un texto neorrealista que dé cuenta de la miseria y del abandono en el mundo rural. Por el contrario, Curepto se levanta en la voz de este niño narrador de forma trascendente, como una ciudad con identidad propia, con todos los problemas que tendría una pequeña comunidad dependiente de celulosas y forestales, partícipes de una postmodernidad globalizante. La voz del niño nos permite comprender esta realidad multidimensional de una manera sencilla.

LA INFANCIA

—¿Por qué es tan importante la infancia en la vida de Juan Mihovilovich?
—Conforme a lo que he leído de su obra y las conversaciones que hemos sostenido, su estancia en el barrio yugoslavo de Punta Arenas, fue determinante en el desarrollo de su vocación literaria. No solo por su relación directa y cercana con el Estrecho de Magallanes, que ha permeado gran parte de sus narraciones, sino por la atmosfera de encierro y lejanía que fue descubriendo en su entorno a medida que crecía.  Sus vínculos familiares de origen, sus relaciones de amistades infantiles y adolescentes, sus primeros escarceos amorosos y ese descubrimiento de seres marginales existentes en su barrio le fueron dando una prematura visión de mundo.  Además, y ello está en varios de sus libros, la vinculación conflictuada con su madre le fue conformando una personalidad retraída primero y de lucha y entendimiento después, sobre el porqué de sus dramas y vicisitudes familiares que parecían insuperables. Unido a lo anterior, la vida de sacrificio y esfuerzo en medio de un paisaje inhóspito y un clima avasallante, consolidaron una formación de su personalidad que ha derivado en un sello distintivo único en la literatura nacional. 

—La narrativa de Mihovilovich, ¿se acerca a lo fantástico o más al terror?
—Definitivamente, se acerca a lo fantástico. Hago la diferencia entre ambos: el género de terror tiene como objetivo principal provocar miedo y terror, respuestas emocionales del lector frente a situaciones perturbadoras, personajes amenazantes y elementos sobrenaturales. Estamos frente a un género de definición popular que apela a nuestros sentimientos y emociones. Claro, no puedo desconocer autores tan geniales y de culto como Lovecraft, maestro del género. Sin embargo, el discurso estético presentado por Juan pertenece a lo fantástico, conceptualizando este género como la relación abrupta entre los planos de la realidad y lo sobrenatural. Esto provoca en el lector una confusión y una ambigüedad que debe resolver. En la literatura de Mihovilovich, este choque de planos dentro de lo fantástico, va acompañado de lo mágico, tal como expuse anteriormente, es decir, lo fantástico teniendo como característica lo cosmopolita, se torna local y con narradores omniscientes en los relatos del autor.

Deseo agregar que, hubo una recopilación de los cuentos de Juan Mihovilovich en una antología llamada Teoría del espanto (2021). Gran parte de esos cuentos pertenecen a la clasificación del género fantástico y no del terror. Hago esta observación, pues muchos de mis estudiantes de los talleres de escritura creativa que imparto, al leer por primera vez a Juan, clasificaron al autor como un cuentista de terror. Reconozco que hubo sesgo al respecto, después de lecturas grupales y comentarios, se pudo hacer la diferencia entre ambos géneros, teniendo como eje a dicho autor. Los títulos condicionan demasiado a los noveles lectores.

—Usted está preparando una ponencia en torno a Juan Mihovilovich, que en julio próximo presentará en el Congreso de la Asociación Internacional de Hispanistas, que se realizará en Santiago. ¿cuál es su tesis?
—Diversas teorías literarias han tratado de conceptualizar y clasificar la literatura de autoficción, centrándose, generalmente en el quiebre del pacto mimético, es decir, qué es real y qué es ficción, dónde comienza y finaliza la novela para dar paso a lo autobiográfico y viceversa. El pacto, entonces se torna ambiguo, no existiendo la certeza para el lector del cómo “leer” este texto, especialmente si la línea divisoria se desdibuja, causando aún más confusión, pues necesitamos certezas. La propuesta de esta tesis, va en busca de esas certezas, pero con los elementos narrativos y estéticos que ya posee el género de autoficción, comprendiendo su hibridaje y su génesis en un territorio distinto al europeo. La tesis que presentaré en el congreso, está referida a la construcción territorial e identitaria elaborada por la lengua materna a través de un diálogo crítico entre el autor, narrador y espacio, bajo el concepto de la autoficción. 

El yo nominal que presenta Mihovilovich en sus obras, como característica esencial de la autoficción, nos da la pista: la introspección profunda e intencionada posibilita la comunicación con la persona, con el otro. El soliloquio permanente, la reflexión de este yo nominal, posibilita que la memoria pueda emerger y esta tenga la función de darnos luces de quiénes somos en un espacio latinoamericano multicultural de la época contemporánea. Es así que, sus textos se convierten en un vehículo de comunicación efectiva de la memoria porque esta trasciende, ya que permite que comprendamos la existencia propia y la de los demás, le da sentido a nuestra realidad.

ALGUNAS CLAVES

—Nancy, ¿cómo cree que Juan logró conciliar el oficio de escritor con sus funciones de juez?
—Tengo entendido que deseaba ser periodista antes de ingresar a la Universidad, pero el destino lo dejó en Derecho. Sin embargo, conforme a sus trabajos en el ámbito público aquella función de juez le confirió un conocimiento mayor de la naturaleza humana, algo que ya venía precedido de sus experiencias concretas como abogado de derechos humanos en la época dictatorial en la ciudad de Linares, y en sus inicios laborales en su natal Punta Arenas a comienzos de los años 80. Como su vocación era fuerte y data de los 11 o 12 años de edad, él ha señalado que las funciones que un individuo desarrolla son parte de la sobrevivencia, pero que la pasión con que se enfoca una vocación hace de ella su verdadero nervio y motor existencial.   En esa perspectiva lo que hizo Juan fue dejar espacio para su vocación, hacérselo dónde quiera que estuviese, ganándole tiempo al tiempo y desarrollando su obra literaria contra viento y marea.  Su perseverancia, salvo un período en que no escribió ni publicó, ha logrado crear textos significativos en la narrativa chilena.

—Mihovilovich escribió un libro sobre el obispo Camus. ¿Qué significó para su obra la tragedia que vivió el país en 1973?
—Sin duda, como a todos los jóvenes de su generación, las huellas del Golpe Militar fueron y han sido profundas y determinantes en su desarrollo como individuo, pero también en parte relevante de su narrativa.  Muchos de sus cuentos y novelas han desarrollado temáticas inconfundibles sobre esa tragedia que fracturó la convivencia nacional. Pero y, he ahí, la importancia de su literatura. Juan trabaja a sus personajes desde la interioridad y por ende sus historias son la expresión íntima de sus dramas sicológicos, filosóficos y, esencialmente, humanos. En ese sentido ha dado cauce a un estilo que ha roto las formas tradicionales de narrar.  La ruptura de la vida republicana y la consiguiente tragedia dio pábulo para que la sociedad chilena cambiara absolutamente respecto de la democracia existente. La dictadura moldeó la personalidad de Juan, su compromiso con los derechos humanos ocupó parte importante de su trabajo jurídico, y su cercanía con el obispo Camus, al ser abogado de la iglesia de Linares por varios años le confirió una clara opción por quienes sufrían los rigores del régimen autoritario. De ahí a escribir un ensayo biográfico y testimonial sobre don Carlos Camus (Camus Obispo) fue para Juan un imperativo ético respecto de una personalidad relevante en el quehacer, no solo eclesiástico, sino también, y por lo mismo con una clara opción por los seres más desvalidos de la sociedad en una época histórica determinante.

—Desde la provincia, ¿cómo la escritura de Juan potencia a otros escritores y a la cultura regional?
—Juan es un escritor de la provincia, escribe por y desde ella. No podría ser de otra forma, me parece, si gran parte de su vida profesional la ha desarrollado en diversas ciudades del país: Linares, Talca, Punta Arenas, Curepto, Puerto Cisnes, etc.  Es decir, si vemos y analizamos sus libros encontraremos el mundo rural, los espacios desahuciados de las grandes urbes y, fundamentalmente, los seres humanos descritos con sus grandezas y miserias en los diversos ámbitos de la vida privada o pública.  Sus temáticas se centran en quienes cohabitan los sitios alejados del mundanal ruido, sus inclinaciones han sido demostrar que la provincia es una suerte de motor menos ostentoso que el de la vida capitalina, pero que sin su presencia en el mundo cultural del país éste carece de un sustento perdurable. Siempre ha dicho que la mayoría de los grandes artífices de la vida artística han tenido orígenes provincianos y por ello sus propias anécdotas literarias tienen ese rastro y ese rostro humano.  De ahí que su literatura sea seguida con interés por los escritores y lectores de la Región y de los sitios por donde Juan ha dejado su huella. No por nada su trabajo literario ha sido destacado en todas o cada una de las ciudades donde ha residido. Sin ir más lejos su incorporación a la Academia de la Lengua se produjo en Puerto Cisnes, cosas inusual o poco común en la Academia. Del mismo modo su quehacer cultural ha sido premiado en Linares, Talca o Punta Arenas, entre otros sitios. 

—¿Que escritores recientes destacaría del Maule?
—Destacaría en la narrativa a Susana Burotto con Los Cercos Invisibles (2014) y Claudio Maldonado con Piel de Gallina (2020); a Pedro Gandolfo como crítico de El Mercurio; en poesía, destaco a José Tomás Labarthe con su obra Perro Verbal (2019), Hugo Villar con La persistencia de la imagen (2021), Antonio Lagos con La poesía nuestra de cada día (2025), Hugo Medzdorff con Huelllas bajo la luz (2000), Adriano Améstica con La boina del padre (2017) y Marcela Albornoz La insobornable inutilidad con prólogo de Raúl Zurita (2003). 

—Después del trabajo sobre Juan Miholovich, ¿piensa continuar con otros autores?
—Sí, continuaré trabajando con otros autores. El trabajo que se está realizando con Juan me ha entregado las herramientas y aprendizajes necesarios para ser una agente literaria de calidad. Este oficio ha resultado ser una simbiosis entre crítica, biógrafa y promotora de escritores consagrados y también, emergentes. Existe mucho talento escondido y pudoroso, especialmente en los jóvenes. Creo firmemente que, enseñar técnica y estilo es un plus para todo aquel que se tome en serio el arte de literatura. 

—¿Qué factores cree que potencian el quehacer de los escritores maulinos?
—Principalmente, pienso que uno de los factores que pueden potenciar la elaboración escritural del Maule, tiene que ver con los centros, talleres y organizaciones que tengan como objetivo la formación de lectores y escritores críticos, en que la reflexión sea guiada y sugerida por personas especialistas en literatura.

Otro de los factores que facilitarían dicha tarea es el acceso simple, sin mayor burocracia, a concursos y fondos culturales y literarios, por ejemplo, el Fondo del Libro y la Lectura. Si no existe manejo de las bases, de los llenados de los formularios, de lo que implica la parte de costos, es muy difícil que alguien con talento logre adjudicarse dichos proyectos.

Entidades como Bibliotecas Públicas, Centros Culturales, Universidades, Municipalidad, deben ofrecer los espacios y encuentros de escritores y escritoras sin condicionar permanencia ni tiempo en ellos. Sería altamente beneficioso que las instituciones gubernamentales promovieran a sus escritores locales.

Y, por último, un factor no menos importante, es la vinculación territorial con el empresariado local y la cultura, específicamente con los talleres de escritores emergentes que están compuestos, generalmente, por jóvenes. Invertir en literatura, a través de la Ley de Donaciones con Fines Culturales, obviamente potenciaría aún más a estos talentos que dependen “de la buena voluntad de sus maestros” o la sinergia que se provoca dentro del taller de escritura.



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