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Jorge Marchant Lazcano, autor de "Sangre como la mía":

"No quise violentar al lector con un relato chocante”

Por Sofía Hasbún
Revista Plagio, 21 de mayo 2007



Sangre como la mía es la última novela de Jorge Marchant. Esta historia, definida como la más personal, aborda los conflictos de la familia chilena a través de tres generaciones de homosexuales. La novela que le valió el Premio Altazor 2007 como mejor obra narrativa, mezcla los protagonistas del relato con películas y actores del cine norteamericano.

Jorge Marchant (1950) estudió periodismo en la Universidad de Chile, sin embargo su experiencia no sólo se reduce al ámbito de la literatura sino también a la dramaturgia y la televisión. Como escritor comenzó con La Beatriz Ovalle, un éxito editorial de la década de los setenta, que tuvo siete ediciones. Más tarde vinieron La noche que nunca ha gestado del día, Matar a la dama de las camelias, Me parece que no somos felices y La joven de Blanco. En teatro es conocido por Gabriela y Última Edición.

Su trabajo en televisión tampoco pasó desapercibido. En Televisión Nacional realizó el guión de las teleseries Volver a empezar y Loca piel.

Hoy Jorge Marchant divide su tiempo entre Santiago y Nueva York, lugar que le entrega ciertas pautas en el camino literario y que lo tiene tras la pista de Paul Auster y John Irving.


- ¿Cómo surge Sangre como la mía?
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El otro día encontré una agenda del año en que comencé a trabajarla y era bien insólito, ya que la primera imagen que tenía era la de un hombre muerto hablando, esa escena, me remitió a William Holden en la película Sunset Boulevard. Después con más calma comienzo a crear una historia en torno a esa situación y a investigar en el mundo del cine, buscando personajes que de alguna manera se relacionen con esa imagen. A partir de eso, nace el primer protagonista que es un tipo que compra películas, un empresario cinematográfico. Así empiezo a construir la estructura en torno a los años 50, ya que debía coincidir con el año de Sunset Boulevard. La historia del presente, la incluí más tardíamente.

- El tema del cine y los elementos cinematográficos cumplen un rol muy importante en la novela ¿cómo es tu relación con el cine?
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Soy muy cinéfilo, lo he sido toda mi vida. Además, me crié en los años 50 y 60 en que la presencia del cine norteamericano en nuestra cultura era enorme, ni hablar de cine de otras partes, no había posibilidad de verlo. En otras palabras, el cine norteamericano era el gran elemento cultural de esos momentos. También era un país sin televisión, por lo tanto se iba al cine con mucha frecuencia, por lo menos dos o tres veces a la semana.

Ir a ver un filme era un verdadero ritual: con horarios muy definidos matinée, vermouth y noche, había que vestirse más formal, movilizarse al centro en auto es decir era todo un acontecimiento familiar. Después cuando lograbas cierta independencia empezabas a buscar cines por las distintas partes de Santiago. Es decir, además del interés por la película, había un interés por descubrir las salas y por movilizarte por la ciudad siguiendo una huella cinematográfica. Todo eso era parte de una cultura, que en mi generación fue muy importante en términos de conocer la ciudad y el cine como espejo en el cual te podías observar.

- Los personajes de Sangre como la mía viven el cine como una fantasía en la que se confunde realidad con ilusión ¿Por qué se da esta confusión?
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Más que evasión creo que es la necesidad de identificación, porque en las historias del imaginario del cine norteamericano una podía encontrar ciertos puntos de comparación con tus propias historias, especialmente en los planos de la vida burguesa de la clase media, las relaciones padre e hijo, las relaciones de amor. Enamorarte por primera vez a través de determinadas figuras en la pantalla y la necesidad de reafirmar la propia identidad a través de ciertos rostros. Más que evasión era la necesidad de compartir un mundo. Porque la impresión que tengo de esa época es de una fuerte soledad, creo que a pesar que uno vivía muy protegido por los lazos familiares, como adolescente, era un ser muy aislado, no existían el mundo mediático de hoy. Vivía encerrado entre el colegio y la casa, no eran mucho más los espacios en los que se participaba.

- ¿Por qué sentiste que era el momento de contar esta historia, que es mucho más cercana y personal para ti?
- Habría que dejar bien claro que estamos hablando de una novela cruzada por tres generaciones de homosexuales. Esta es una temática que a mí me esta dando vuelta desde siempre. Bosquejé algunas líneas en las primeras obras como en La Beatriz Ovalle o La noche que nunca ha gestado el día, que, si bien no es necesariamente una obra sobre homosexuales, hay una relación entre dos hombres que es bastante turbia y ambigua. Por otro lado, sentí que para llegar a tratar el tema con plenos poderes y con absoluta certeza de lo que estaba diciendo, tenía que haber un distanciamiento y cierta madurez para enfrentarlo. Además con más de 50 años cumplidos, era necesario tomar cartas en el asunto y esta novela relacionada con el mundo del cine me pareció muy adecuada.

- Siendo una historia más familiar para ti ¿sientes que fue más difícil contarla?
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Si, había un grado de dificultad mayor. Había un elemento perturbador, es decir, que de alguna manera los lectores y los críticos confundieran los planos, y que la ficción fuese interpretada como una suerte de autobiografía. Desde un comienzo tuve claro que eso iba a suceder. Sin duda puse elementos míos a todos los personajes, todos tienen algo de mi propia biografía como también lo tienen La Beatriz Ovalle o La joven de blanco, ya que siempre hay una parte tuya que esta en juego. Además, sentí la necesidad de incluir en ella una fuerza que la hiciera valer por si misma, que no tuviera que responder yo por ella, sino que los personajes respondieran solos. En ese sentido creo que hay un trabajo bien conseguido y en la medida en que eso se logró, me fui aliviando de la carga que tenía con esta historia.

Tampoco quise caer en excesos, porque me parece que la literatura gay escrita en Estados Unidos y Europa generalmente tiene una carga sexual desmedida. Yo no quise violentar al lector chileno y latinoamericano con un relato que resultara "chocante", mi objetivo era que, en cierto punto, todos los lectores pudieran descubrir parte de sus propias biografías en estos personajes, es decir, elementos de su propia soledad, desgarro y mediocridad, quise un relato más global.

- El sida actúa como un punto de unión, de compartir una misma tragedia y al mismo tiempo un rasgo de herencia e identidad ¿cómo piensas este aspecto de la novela?
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Sí, exacto y el título está tomado de una línea de los poemas de Calamus, de Walt Whitman y la idea era hacer varias lecturas de la sangre: la sangre como herencia, al contar la historia de una familia de varias generaciones, y la sangre compartida por el sexo y contaminada por una enfermedad. Entonces eso hace que la metáfora funcione con múltiples lecturas y me parece que habla de la totalidad de la novela.

- Sangre como la mía también habla de los conflictos y heridas familiares de la sociedad chilena ¿cuáles crees que son los conflictos y heridas que aun perduran en la sociedad chilena?
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Creo que el eje de gran parte de los conflictos del ser humano está dado por las situaciones familiares. Siento que la familia en algún momento de la vida, protege y encauza, pero en otros momentos se convierte en una suerte de enemigo porque castra, impone reglas y determinadas formas de vida. Incluso a las personas más convencionales les resultan difíciles de sobre llevar. Me parece que la institución familiar está permanentemente en crisis, desde siempre y en los tiempos actuales en que nos vemos bombardeados de información y de elementos ajenos a nosotros, la familia se convierte en una herramienta difícil de manejar. Además funciona como el gran tema de la literatura, ya sea la relación con los padres, hijos, o con la mujer o marido pero siempre es el eje.

- En relación con el resto del mundo ¿crees que la familia chilena es más complicada?
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No sé si tanto. En todas partes las familias tienen su grado de rollo. El problema de la familia chilena radica principalmente en la presencia de la Iglesia Católica, que impone determinadas leyes y normas que nos hace estar cargados de culpas. Si alguien comete un error o se desvió en el camino, o no fue lo suficientemente feliz, o terminó con su historia familiar en forma abrupta, hace sentir a todos sus partícipes equivocados y caídos, pese a que es indulgente y nos dice que perdonemos. Esa cruz que nos obliga a cargar nos impide gozar de cierta libertad como seres humanos. En cambio, tengo la sensación de que en sociedades protestantes, anglosajonas, hay un desprendimiento de ese sentimiento de culpa tan presente en los católicos. Ahora, en general los pueblos religiosos tienden a tener ese tipo de conductas y creo que de eso escapan los pueblos europeos más avanzados y también la gente con más preparación de esa sociedad.

- Actualmente ¿a qué autores les sigues la pista?
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Como ahora paso mucho tiempo en Nueva York, desde estos últimos tres años, estoy interesado en la literatura norteamericana y siento que de alguna manera nos están dando ciertas pautas. Antes las novelas de Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa y Carlos Fuentes fueron inspiración para muchos autores norteamericanos, en cambio ahora se están dando vuelta las cosas: los aires soplan de norte a sur. Por lo tanto surge fuertemente la literatura intimista con historias muy personales, al estilo de las obras de John Irving y Paul Auster. Siento que el eco de estos autores está presente en Roberto Bolaño, Javier Cercas y modestamente, es lo que yo quisiera lograr. En Sangre como la mía di un paso hacia ese campo, es decir, trabajé en historias muy personales y a la vez cruzadas por un quiebre entre la realidad y la ficción. Personajes reales se cruzan con los protagonistas de ficción; de hecho en Sangre como la mía, hay un episodio bastante fuerte donde uno de los personajes se topa con James Dean.

- Tu próximo proyecto esta relacionado con una obra de Augusto D’Halmar ¿puedes contar algo al respecto?
- Sí, es un elemento que me interesa rescatar pero no es el elemento central, en definitiva estoy desarrollando una historia de familia. Fundamentalmente el tema es el desarraigo de la familia y de los miedos dentro de las familias católicas chilenas. A partir de este punto comienzo la historia de una mujer chilena que se casa en Estados Unidos con un norteamericano, donde forman una vida. En este escenario recibe la visita de un sobrino chileno, un joven escritor que acaba de publicar su primera novela y que está trabajando sobre el referente de la novela de Augusto D’Halmar, Pasión y muerte del cura Deusto (1924).

Sin embargo, toda esta situación se oscurece y convulsiona con presencia de un importante sacerdote dentro de la familia, que además se ha marginado de la iglesia por motivos desconocidos. La sombra de ese cura va a desencadenar todas las acciones de la novela. Es un personaje que no esta presente, ni en primer plano, sino que otros personajes van a girar en torno a él.

 

 

 

 

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Jorge Marchant Lazcano: "No quise violentar al lector con un relato chocante".
Por Sofía Hasbún.
Revista Plagio. 21 de mayo de 2007.