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EL RASTREADOR DE LENGUAJES DE JOSÉ MARÍA MEMET


Por Raúl Zurita
Enero de 2005.


El segundo libro de José María Memet, Bajo amenaza, publicado en Chile en 1979 por una editorial en ese tiempo heroica; Aconcagua, marcó el despertar de la cultura chilena en la dictadura militar de Pinochet. En aquel entonces el silencio era casi absoluto y, como fue también el caso de Dawson de Aristóteles España (que contenían los poemas de su encarcelamiento adolescente en esa isla prisión), el sólo hecho de titular libros con esos nombres: Bajo amenaza, Dawson, significaba grandes riesgos personales pues por primera la poesía dentro de Chile tocaba explícitamente las agónicas condiciones de sobrevivencia en un país tomado. El gesto fue comprendido y uno de los poemas del libro de José María Memet comenzó a reproducirse en copias a roneo y ediciones corcheteadas constituyéndose en un verdadero emblema a partir del cual miles de jóvenes comenzaron a levantar sus primeras barricadas. Es el poema "La misión de un hombre" y cito su comienzo y su final. El autor tenía entonces poco más de 20 años:

Un hombre es un hombre
en cualquier parte del universo
si todavía respira.

(…)

y si todavía respira
debe inventar unas piernas,
unos brazos, un corazón,
para luchar por el mundo.

Como decía, el poema apareció en 1979 y además de ser un ejemplo de coraje en condiciones infernales, vino a cumplir con ese inmemorial rito de la poesía que exige que ella, en un mundo de víctimas y victimarios, sea siempre la primera víctima, pero también la primera en alzarse para anunciar los nuevos días. He recordado ese poema al leer el último libro de Memet, El Rastreador de Lenguajes (La Calabaza del Diablo, Santiago, 2004), que viene a ser con Amanecer sin dioses, el momento más alto de un poeta que ya se cuenta entre los más notables y reconocidos de la nueva poesía hispanoamericana.

Lo que deslumbra del Rastreador de lenguajes es la multiplicidad de su experiencia, su hondura a ratos abismante. Toda su poesía se encuentra aquí convocada: desde el aliento augural de sus primeras obras, hasta las visiones alucinantes y desbordadas de, entre otros libros, Cantos de gallo al amanecer, de La casa de la ficción y otros poemas, de Un animal noble y hermoso cercado entre ballestas, como la crítica radical a la historia de Amanecer sin dioses. El efecto que produce El Rastreador de Lenguajes es así un efecto total, casi geológico donde la deriva humana; los 30.000 años que llevamos intercambiando sonidos, gruñidos, palabras sobre la tierra, se revela sobretodo como el itinerario de un colosal extravío. Lo que este libro revela son las zonas tumefactas de la existencia y de la contemporaneidad como si lo que se quisiera señalar es que sólo desde ese reconocimiento extremo: de que el tiempo es Auschwitz, podrá quizás ser posible alzar una nueva mirada.

El Rastreador de lenguajes se erige así como la búsqueda de un nuevo sentido sabiendo de antemano que la única posibilidad que ese nuevo sentido surja es primero asumir que la mayor humillación es estar vivos en un mundo donde lo único privilegiado es la muerte. Como reiterando un The waste land contemporáneo, la visión final del poema que le da el título al libro es grandiosa, terrible y exacta:

El agua de los ríos avanza, el mar la recibe,

millones de neuronas pasan del latín

a la nada

Lo que se escenifica allí es el deriva de un mundo cuyo final ineluctable es la nada. La exigencia que le plantea a la poesía el rastreador de lenguajes es que ella pueda cruzar incluso el fracaso de todos los lenguajes (no nos hemos amado, no nos hemos entendido, las palabras no evitan que los seres humanos se maten entre sí, se torturen, se hagan añicos) porque sólo la resistencia infinitamente delicada del poema es la que pueda tal vez aún entregarnos aquellas palabras que no se han resignado a morir con nuestras vidas que mueren. Es lo que se representa otro de los grandes poemas de este libro: El fósil la flecha el guerrero. El lenguaje es escueto y comienza con una escena atávica: la de un cazador primitivo y su carcaj:

Detenida en el carcaj

la flecha

no posee rumbo

ni víctima

La segunda parte es sobrecogedora:

Quien amó olvidará

Todo soplo

de vida

muere

dios
es memoria

dios

es alzheimer

El tema es el tiempo. La afirmación del dios que es memoria es enseguida contrastada con la afirmación de que ese mismo dios es la enfermedad de la memoria. Lo que se está diciendo es que la enfermedad de dios es haber creado lo olvidable o, lo que es lo mismo, haber creado aquello que no tiene otra posibilidad de subsistir sino enfermándose de memoria, es decir, borrándolo todo, haciéndose Alzheimer. Muy pocas veces se tiene como acá la fulminante certeza de que todo lo que podía decir un poema fue dicho. El dios que es Alzheimer, en la época de la descreencia, de dios es el dios que niega lo que construye, que borra lo que registra, que anula lo que afirma. Al igual que en su comienzo, el poema concluye con una imagen del pretérito que se invierte para ser una imagen del futuro:


El arquero

es un fósil ... en la roca

Ese es entonces el rumbo de la flecha que no tenía rumbo ni víctima. Pero esa breve imagen es también la trascendencia de la poesía. El poema nos acaba de decir que no tenemos otro sueño que lo irremediablemente pasado, pero que por esa misma condición los únicos futuros permanentes son los futuros de un futuro revolucionario:

Camino por las calles de una gran ciudad de América.

Soy el abuelo
de la revolución que se aproxima

Es la última frase del libro antes del Epílogo. Recordaba al comienzo el poema "La misión de un hombre" del primer libro de José María Memet porque en El Rastreador de Lenguajes ese tono ha vuelto a ser recuperado, pero ahora desde la constatación de la contradicción insalvable que siempre conllevan las empresas humanas. En el final de Amanecer sin dioses se describía una rendija por la que se cuela una luz y se nos dice que esa rendija es hermosa, que con todo, es hermosa. En un libro de ensayos escribí a propósito de ese libro (feo es citarse pero peor es parafrasearse) que mientras existiese un solo hombre desdichado la poesía continuará siendo el arte del futuro. Nadie ahora que honestamente lea puede sustraerse a este doloroso triunfo del arte mayor del poema. Nadie que lea puede sustraerse al salto cualitativo que esta obra de José María Memet representa.

 

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El Rastreador de lenguajes, de José María Memet,
por Raúl Zurita.
Enero de 2005.