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"El cazador de instantes". José María Memet
Alianza Editora Chile Poesía & Editorial Continental, Santiago, 2009, 76 páginas


Un cazador sin pólvora

Por Ignacio Rodríguez A. 
Revista de Libros de El Mercurio. Domingo 11 de Julio de 2010




No basta con la supuesta nobleza de los temas para conseguir buenos poemas. Tampoco con las buenas intenciones ni con los buenos sentimientos o buenas ideas. Un buen poema requiere de un aliento verbal que redimensione a las palabras, o al menos que las reubique en contextos y relaciones desacostumbrados, en situaciones de significación formal más que semánticas. De otra manera, sucede lo que con este libro: que desde la práctica experta del oficio repite unos procedimientos retóricos prestigiosos pero manidos y, por lo mismo, falsamente resplandecientes. En el fondo, desprovistos de chispa y de invención, efectistas pero añejos. Es legítimo escribir para la galería o un público poco exigente, acostumbrado quizás a las letrillas de fanfarria, siempre que a esa escritura se le dé el nombre que le corresponde: bolero y no poesía, con todo el respeto que me merece el bolero. Bolero sociopolítico y ético, en este caso, plañidero sonsonete de nuestras penurias históricas. Para muestra, una estrofa: "Los abuelos se quedaron, pero nuestros padres no tuvieron hombría./ Sus mujeres: me refiero a esposas, abuelas, hijas y nietas,/ fueron violadas, torturadas, degradadas, desaparecidas./ Nadie habla de las mujeres y su sufrimiento". El poema del que saco esta estrofa -"Generación"- termina así: "Tenemos que abrir la prisión,/ Un pueblo no puede vivir allí". En otros casos, los lugares comunes del soñador como portador de revelaciones trascendentes, o del caminante libérrimo que no transa la eternidad de su camino, o del poeta-parásito llamado a "poblar la tierra", etc., se instalan aquí sin dejar de ser lo que son: meras supercherías carentes de ese realismo que siempre reside en la ambigüedad y en la contradicción. Así, falto de opacidad y turbulencia, de un mínimo delirio creador, este libro es mentiroso, mixtificador, aunque si lo leemos desde su exacta condición, puede ser calificado de libelo apto para tonificar el entusiasmo de una congregación ideologizada en un mitin político, así como el bolero fortalece las lágrimas de un auditorio sentimentalizado en un recital. En el texto "La educación de los esclavos" se lee lo siguiente: "El dominio te acecha desde niño/ te domestican, te hacen esclavo./ Si tú ya estás en la tierra/ qué haces actuando como idiota/ y comportándote// Mejor mira libélulas, goza la laguna/ y la vida que la rodea y que la hace latir/ Sólo con observar serás un ser humano/ y conocerás la libertad". ¿Puede haber mejor ejemplo que este de lenguaje estereotipado, de redundancia retórica, de palabras secas, sin vida? Sí. En El cazador de instantes es posible encontrar, además de erratas insufribles, muchísimos más, uno tras otro. Así como también un "Poema conversación con Nicanor Parra en Las Cruces", que en realidad es lo mejor de este libro. Sólo que quien habla es Nicanor.


 

 

 

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Un cazador sin pólvora.
"El cazador de instantes". José María Memet
Alianza Editora Chile Poesía & Editorial Continental, Santiago, 2009, 76 páginas.
Por Ignacio Rodríguez A. 
Revista de Libros de El Mercurio. Domingo 11 de Julio de 2010