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El gordo Granola, Terminator chileno
El diablo en Punitaqui, de José Miguel Martínez. Tajamar, 2013, 146 páginas.

Por Camilo Marks
Publicado en Revista de Libros de El Mercurio. 1 de Septiembre de 2013


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El diablo en Punitaqui es el debut literario de José Miguel Martínez (1986) y por lo general estamos ante un comienzo auspicioso, atractivo, que revela talento; no obstante, el libro también puede ser problemático y, sobre todo, un tanto repetitivo. Desde hace tiempo, la mayoría de los escritores chilenos dan sus primeros pasos en el cuento y Martínez no es la excepción. El diablo... contiene doce relatos cortos, de buena factura, estilo claro, una anécdota central bien delineada, a veces genuina tensión, escasos personajes con rasgos definidos -una de las reglas de oro del género breve- e intrigas directas, fáciles de comprender. En otras palabras, el joven autor va derecho al grano, no se anda por las ramas y si a veces el resultado es poco satisfactorio, ello quizá sea inevitable en un trabajo inaugural que, a primera vista, tampoco parece ambicioso. Esto último, aunado con la sencillez expresiva, es más refrescante y meritorio de lo que pudiera pensarse: nuestros prosistas se toman demasiado en serio y suelen oscilar entre el experimentalismo desaforado o la copia de fórmulas gastadas.

Dicho lo anterior, El diablo... presenta una composición más cercana a una novela dividida en distintos capítulos interrelacionados o tal vez sea el mismo cuento distinto, narrado desde perspectivas levemente dispares. Al cerrar el volumen, queda flotando una sensación de indiferenciación, de que cada anécdota es muy similar a la que le precede o viene a continuación, en suma, que buena parte de estos episodios son intercambiables. Este rasgo no es negativo per se y el propio Martínez debe ser consciente de ello: no puede ser casualidad que insista en determinados escenarios, en situaciones semejantes y en dos protagonistas que participan en casi todas las historias.

Ellos son el gordo Granola y el señor Cavagnaro. El primero irrumpe con fuerza en "Ajuste de cuentas", la primera pieza, que transcurre en Bolivia; el Chiri se niega a revelar el paradero de Mandíbula, un agente de viajes que finalmente es torturado y descuartizado ante los ojos del Chiri, a quien le espera un destino aún más siniestro. Las razones para actuar de tal modo son algo primitivas -el Chiri le hizo un hijo a la hermana de Granola-, aunque, por lo visto, entre ese tipo de individuos el honor ultrajado da lugar a sanguinarias venganzas. En "Beso la botella" Granola ajusticia, mediante fractura y ahorcamiento, a un sujeto, para después escribir a su pareja una nota de suicidio a nombre de la víctima. Más adelante, en "Leopoldo (sus sueños)", demuestra su versatilidad al encargar a un desconocido el transporte de una caja cerrada a Ollagüe, localidad situada en la frontera de Chile y Bolivia. Indudablemente, los desmembramientos, despedazamientos y destrozos de cuerpos humanos son su especialidad: "¿Aló?, buenas tardes. Hablo de la habitación 501. Quisiera saber la hora exacta, dijo Granola, con la mano derecha sosteniendo el teléfono y con la izquierda el saco que contenía los restos de la mujer", corresponde a un pasaje de "En otra época".

El señor Cavagnaro hace su estreno en sociedad como un vecino distante e impenetrable de un pacífico condominio ("Sacarle la chucha al Sr. Cavagnaro"), que propina una brutal e injustificada golpiza al padre de un niño. Sin embargo, es un capo mafioso, ligado con siniestras organizaciones rusas que operan con total impunidad en el territorio nacional y Granola trabaja directamente a sus órdenes. "No hay tiempo" describe la huida de Granola y Carlo, hijo del gángster, porque al chico se le ocurrió matar a una prostituta porque sí, porque estaba de pésimo humor; la acción culmina en una balacera con efectos dignos de "Terminator" y prueba la increíble habilidad del gordo en el manejo de armas automáticas, su destreza para liquidar a unos cincuenta rufianes y su maquiavélica frialdad al deshacerse del molestoso Carlo. A estas alturas, es facilísimo adivinar que "Cuerpo repartido" trata exactamente sobre lo que el título indica: tres estudiantes que van al idílico lago Todos los Santos hacen dedo a una camioneta, el chofer se detiene, se suben y encuentran una mochila con despojos de personas, de la que se libran repartiéndolos en un bosque.

El diablo... es un libro menos macabro y más divertido de lo que las narraciones que resumimos podrían sugerir; Martínez tiene humor, una prosa liviana, sin pretensiones y una aproximación fresca en sus tramas. De manera que probablemente logre concebir una buena novela con más aventuras del simpático Granola.



 

 

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El gordo Granola, Terminator chileno
El diablo en Punitaqui, de José Miguel Martínez. Tajamar, 2013, 146 páginas.
Por Camilo Marks
Publicado en Revista de Libros de El Mercurio. 1 de Septiembre de 2013