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José María Memet: "No soy yo el que escribe"

Por Claudia Donoso
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blicado en APSI, N°160, septiembre de 1985


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El 3 de marzo, mientras el avión que lo traía desde Francia cruzaba el Atlántico, Chile estaba en pleno terremoto. En medio de las réplicas. José Maria Memet inició el reencuentro con un país del que salió amenazado de muerte en 1981.

Como poeta pertenece a la generación joven y, en su primer libro, Bajo amenaza, publicado en 1979, define su puntería cuando dice: "Hoy día/ no soy yo el que escribe/ El mundo maneja mi lápiz".


No nació en Chile ni se llama José Maria Memet. Hijo de un obrero de Temuco que solia cruzar la frontera para emplearse por temporadas, le tocó nacer en Argentina. Hasta que abandonó su casa, a los 14 años, se llamo Pedro Ortiz: "Mi padre era muy violento y teníamos intereses opuestos. En principio me cambié de nombre para partir de cero. Entender que no podía borrar mi historia fue un proceso que vino después".

Así con el muchacho. De ahí en adelante, la historia lo agarró en un vértigo que empezó con una detención por toque de queda en septiembre del 73. Tenía 16 años: "Cuando a uno le sacan la cresta, empiezas a reconsiderado todo. Hasta entonces yo era un tipo común y corriente. Me costó sobreponerme al terror, pero de ahí en adelante decidí sacar la voz". Por sacarla ha estado preso seis veces y en tres oportunidades secuestrado.

Tuvo tiempo para escribir y sacó premios. Entre otros, el Gabriela Mistral en 1977 y el primer lugar en un concurso de poesia de la Universidad de Chile: "Los premios 'oficiales' me interesaban un bledo. Participaba por plata". Mientras tanto, trabajaba en la Vicaria de la Solidaridad y en poblaciones con otros poetas como Gustavo Becerra y Clemente Riedemann. Organizaban recitales para bolsas de cesantes y comedores populares. Leían a voz en cuello sus inflamados versos.

La ultima detención de Memet fue en pleno centro. Tres CNI lo pusieron contra un muro y lo golpearon. Dos de ellos tuvieron la mala idea de alejarse. Lo dejaron solo con un guardia. Memet le pegó un combo y más encima lo acusó de haberle robado el bolso. Resultado: el CNI, además de ser públicamente identificado, estuvo preso nueve días. La valentía le costó cara. Lo amenazaron gravemente y Memet, que habia pensado darse una vueltecita por el mundo, se vio obligado a concretarla.

Antes de eso, su segundo libro publicado en 1980, Cualquiera de nosotros, ya había confirmado su identidad de poeta combativo en el verbo, y su voz, inscrita dentro de la tradición de la poesía social, quiso hacerse cargo del dolor colectivo.

En 1981 viajó a Paris: "Para mi sorpresa me conocían. Aunque estuve dando tumbos al principio, fue rico tener acceso a tanta información, estética, literaria, politica". Escribió Los gestos de la otra vida, publicado en Francia y Alemania en ediciones bilingues. El libro recién apareció en Chile. La rabia, la nostalgia, el amor y el encuentro con otras realidades lo sitúa entre dos orillas: "Tal vez amar es alejarse más y más/ y el punto donde el otro ya no existe,/ en uno es reconocerse, porque/ ¿qué es la distancia, sino la manera más dura de encontrarse?", especula el poeta en Hotel Cat.

—Aquí, por lo que me había tocado vivir, prioricé en mi creación la vertiente social. Ser conocido como poeta político y "puntudo" era una virtud, pero también una limitante. Además me interesan otros tipos de expresión literaria y eso lo pude desarrollar en la distancia. Durante estos últimos dos años trabajé en un proyecto ambicioso, sin poder darle una forma definitiva. Llegué a Chile y en dos meses me salió como por encanto. El libro se llama Canto de gallos al amanecer. Eso me dice claramente que necesito el referente de mi pueblo para poder escribir. En Francia llegó un instante aterrador en que tenia plata, muebles, departamento: significaba que podía quedarme. Regalé los muebles y volvi.

La poesía de Memet no es alambicada formalmente. Interpela y se autodefine, asumiendo un tono intimo, pero directo: "Canto para un presente que es el nuestro,/canto para un sueño que es común,/canto para un pueblo enamorado/que entiende que la sombra/que acecha en la ventana es sólo eso/oscuridad que ha de morir/cuando amanezca./ Mi canto es sólo la voz con que ustedes me enseñaron a vivir".

Según expresa el ensayista Cintio Vitier en el prólogo de Los gestos de la otra vida: "El lenguaje para él se ha convertido en un medio poroso y transparente, contaminado por las huellas dactilares de la injusticia".




 



 

 

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José María Memet: "No soy yo el que escribe"
Por Claudia Donoso
Publicado en APSI, N°160, septiembre de 1985