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El primer Piñones

Por Jorge Etcheverry



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La poesía temprana de Julio Piñones Lizama que se conserva y es accesible está básicamente en la antología 33 nombres claves de la actual poesía chilena, publicada como número especial de la revista Orfeo en 1968, publicación todavía escandalosa para algunos, pecado juvenil para otros y un intento válido para los menos, pero  que en su momento fue atacada por la izquierda y la derecha, los custodios de la poesía oficial de los sesenta  y la antipoesía.  Esa antología también le presentaba a la poesía chilena a la Escuela de Santiago a cuatro voces muy individuales en un programa más bien vago de defensa de la urbe como posibilidad de generación de un lenguaje poético y la herencia del surrealismo y vanguardismo chilenos. La Escuela, siguió de alguna manera viva a través de sus ex integrantes que siguieron diversos caminos de producción discursiva y textual, pero unidos—al menos así me parece—no tan solo por amistad o preferencias literarias o políticas, sino por secretos vasos comunicantes.

Como en los otros integrantes de la Escuela de Santiago, Carlos Zarabia, nombre que adoptaba Julio Piñones, la poesía  aparecía enmarcada en una asunción urbana, y asumía una herencia vanguardista. De hecho, para él en ese momento los surrealistas—en especial el surrealismo chileno—eran una influencia (o convergencia) fundamental—aunque ya había colaborado en un número anterior sobre Gabriela Mistral, una pasión temprana y permanente. Pero su poesía de ese entonces no parece influida por la de la autora. Quizás haya elementos  que yo no haya captado.

 La temprana poesía de Piñones es mucho menos concesiva que su trabajo posterior, o presente, a la comprensión inmediata. Nos presenta un ámbito distanciado, alejado del  horizonte de expectativas del lector contemporáneo. En ella resalta una sensualidad en gran parte auditiva, en que el ritmo y el aspecto fonético  adquieren una gran importancia y llevan incluso a la creación de neologismos. Quizás haya una intención creacionista que ha confluido en la escritura de estos textos que antes que referir directamente a la realidad, o el mundo, tienden a conformar un friso bastante mediado, un ámbito  alternativo distanciado. En el universo de la representación—que es donde se enmarca todo conocimiento, todo arte y también la literatura—cabe la posibilidad de centrarse en ese ámbito alternativo que se construye en el momento mismo de la percepción de esa representación  como reflejo del mundo, destacando por ejemplo los elementos constitutivos de ese mundo paralelo y esclerecedor, el aspecto material. En el caso de esta poesía se trata  del aspecto material del lenguaje, el elemento fonético, sonoro, rítmico, aliterativo, sintáctico, acentuado así su distanciamiento y quizás autonomía respecto al lenguaje instrumental corriente—la función poética que le decían. A la vez que se sensorializan o sensualizan los elementos de contenido referenciales, concomitantes,  a nivel del imaginario. Entonces, el contenido lírico, es decir el abanico de sentimientos ya actitudes humanas básicos y con los que es posible identificares—lo mimético—asume un aspecto extraño, raro, que por ese mismo despierta más la atenciόn del presunto lector.

Así es como en general operaba la vanguardia. Las mutaciones y transgresiones, las remotas identificaciones, lo absurdo y lo casual, lo heterogéneo, se aliaban para mostrar bajo una nueva faz, que por su novedad se notara respecto a un contexto de lenguaje que por repetido—cosa inevitable—se tornaba manido. Así las vanguardias y los experimentalismos se revelan como un trabajo de Sísifo.   El repertorio lírico se presentaba más remozado y capaz de volver a provocar  momentáneamente ”conmiseración y terror”.  Es natural que las vanguardias, básicamente humanistas, buscaran el compromiso social y político en los diversos colores del espectro, pero más a menudo en al lado de la revolución. De la revolución en el lenguaje poético a la revolución social. De esa manera nos parece que operaba la  ‘máquina’ textual  que género  los poemas de esta primera época de Piñones. En general la Escuela de Santiago reproducía sin intención y de alguna manera  inconsciente esa aparente ambivalencia vanguardista: los miembros reconocían filas en la izquierda o la izquierda revolucionaria y a la vez producían esos textos raros, tan lejanos—en apariencia—a lo que se suponía que tenía que escribir no un poeta “comprometido”, sino cualquier poeta.

Sin duda que la poesía de Piñones es en esa época la más, por así decir, hermética del grupo, y la vez la que más intentaba la creación de un mundo autónomo,  como queda de manifiesto en Kaleydozkopyo. Aparecen ahí  neologismos, como “rescamándome”. Hay presentes elementos formales que refuerzan el contenido, como al final del poema “extranjera muelle”. La densidad sensorial y material del imaginario recuerda un poco a la primera residencia, con su bullente materialidad opresiva y ahogante, que aquí sin embargo es vital y exuberante.  Pero el texto se sostienen a la postre en un hablante que es la base sobre la que descansa y que es la voz que hilvana ese universo de sensaciones y experiencias que despliega, pero que no es un hablante lirico, corriente, sino un sujeto que experimenta  además  otras instancias psíquicas en consonancia con ese rico universo distanciado, pero que de alguna manera es todavía un correlato objetivo.

En el ya citado Kaleydozkopyo nos vamos alejando del personaje humano, la única certeza antropomorfa es “mi corazόn” y por ahí se menciona a un caminante, es decir a un bípedo. Pero la novedad de este poema respecto al yo surrealista, básicamente lírico, es que no se trata ya de un “yo minimizado”, sino de un yo transfigurado.  Se entrevé un ámbito cuasi fantástico  en este poema, una especie de subsunción en un mundo natural exuberante, pero con un hablante todavía humano.

 Hay un elemento de contenido manifiestamente ausente en la muestra de poemas de Zarabia en Orfeo, lo contemporáneo y lo moderno, la objetividad cotidiana, lo que de algún modo lo separa e individualiza respecto a los otros miembros del microcosmos que era este grupo. También parecen ausentes la diversidad de voces  y la tendencia al fragmentarismo que ostentan algunos de los otros miembros de lo que fue este cenáculo.

La más  vanguardista y surrealista, entonces, en la poesía podríamos decir de los 60, esta obra permanece como placer y desafío de lectura para el lector contemporáneo.



 

 


 

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