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        Fuera de precio
            Presentación de “La contru de mi alma” poemario de Daniel Tapia
          Hebra Ediciones, 2014
        Por Jaime Pinos 
        
        
        
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        Vivo como en un  cuento de Bukowski/ Hago como que trabajo en una inmensa obra de  construcción/que recibirá a 840 familias en un sector periférico de Valparaíso/Nuevamente  como que soy guardia por unos cuantos morlacos más de los que me pagaban en la  librería del mall. Este libro, este libro bitácora como  lo define el propio autor, se sitúa en el contexto de esa experiencia. Trabajar  por dinero. Vender la propia energía a cambio de recibir un salario, siempre  escaso, siempre insuficiente, al  final  de cada mes. Esas son las condiciones de vida para casi todo el mundo. Vivir  para trabajar, trabajar para pagar. Vivir como en un cuento de Bukowski: Me  parece que la vida está totalmente desprovista de interés, y esto sucedía  especialmente cuando trabajaba ocho horas por día. La mayor parte de los  hombres trabajaban ocho horas al día, y tampoco ellos amaban la vida. No hay  ninguna razón para amar la vida para alguien que trabaja ocho horas al día,  porque es un derrotado. Este  libro habla de esa derrota. La derrota de casi todo el mundo en un país donde,  como escribió Henry Miller, ganarse la  vida es perderla.
                  La contru. Escenas de ese mundo, de su vida  cotidiana: Una cuadrilla de hombres de  cascos amarillos se refleja en las pozas y el traqueteo de la maquinaria pesada  es una música odiosa y turbia. Por unos pocos pesos, cada uno de ellos hace su  trabajo, ocupando su cuerpo de obra, arriesgándolo todo, por unos pocos pesos. Un  mundo que es presentado aquí como un ámbito hostil, violento, que funciona  según el código de hierro de una colonia penal: A las 8 en punto de la mañana debemos ingresar a la obra/(de ahora en  adelante CENTRO DE RECLUSIÓN)/Necesariamente estampamos la firma en el libro de  asistencia/(de ahora en adelante REGISTRO DE LOS REOS)/para ver así cuánto sale  a pago a fin de mes. La contru. Un mundo donde campean la arbitrariedad y  la explotación. Donde los seres humanos valen según sea el color del casco que  llevan puesto. Donde rige sin contrapeso la voluntad de los dueños y los jefes.  Donde los que trabajan con la cabeza descubierta viven bajo la amenaza  constante de recibir una dentellada de los blancos colmillos de los capataces: Circundan en sus blancas camionetas/los  demonios de blancos cascos, blancos colmillos/Zumban igual que zancudos/en un  festín de sangre obrera. 
         Chile, su mundo laboral. Un país donde, a más de  veinte años de la dictadura, el derecho a huelga es aún meramente nominal.  Donde el abuso es la ley. Desde ese ángulo, este libro podría inscribirse en la  rica y larga tradición del realismo social chileno. Leerse como un registro de  la sobrevida de los explotados, de los hombres oscuros.  De esa tragedia cotidiana. Gente para quien  la vida, como escribe Bukowski, ha llegado a estar totalmente desprovista de  interés: Damos pena. Ellos hacen su  trabajo/Yo hago mi trabajo, escribe Tapia. 
         Sin embargo, creo que la fuerza de este libro  radica, en gran medida, en la mirada de quien escribe esta bitácora. En su  esfuerzo por rescatar, a través de la escritura, los pequeños gestos de humanidad  que dignifican y salvan a quienes trabajan en esta construcción. Nombres  propios. Más que personajes, personas con nombres y apellidos, con apodos y  oficios. Maestro Bendiciones, Montecino, Espinoza, Maestro Alessandri.  Luis Zenteno (jornal) Juan Aros Padre e hijo  (nochero), Fernández padre (excavador) Fernández hijo (pintor)  No hay sociología en estos textos. Lo que hay  es experiencia y sensibilidad. Sensibilidad para retratar las vidas de quienes  las han perdido, embrutecidos por el trabajo asalariado. La experiencia de  haber estado allí, de hablar de un mundo que se conoce porque se ha sido parte.  Porque, compartiendo la misma suerte, quien escribe ha llegado a hacerse amigo  hasta de los perros.
         Desde luego, hay muchos aspectos  del libro que sería interesante pero demasiado extenso abordar acá. Por poner  un ejemplo, el trabajo con las formas del habla popular. Otro es su óptica  realista, objetiva, que consigue representar ese habla, esa vida, sin  idealizaciones. Que despliega sus escenas como un documental. Tal vez el  documental fallido de que se habla en el texto,   titulado irónicamente El dinero  siempre es muy lindo. No es linda la vida que hay que vivir para  conseguirlo. La vida de los que viven para trabajar mientras, como reza la cita  de Alfonso Alcalde, Devorándole  el sudor vive el dinero.
        ¿Qué queda de la chispa humana, es decir, de la  creatividad posible, en un ser arrancado al sueño a las seis de la mañana,  zarandeado en los trenes de acercamiento, ensordecido por  el estrépito de las máquinas, pulverizado y triturado por los ritmos, los  gestos carentes de sentido, el control estadístico, y arrojado hacia el fin de  la jornada en las salas de espera de las estaciones, catedrales de partida para  el infierno de todos los días y el ínfimo paraíso de los fines de semana, donde  la muchedumbre comulga en la fatiga y el embrutecimiento?
                      Creo necesario  citar en extenso este pasaje de Tratado  del saber vivir para las nuevas generaciones de Raoul Vaneigem. Lo hago  porque, de alguna forma, me parece que el libro de Daniel Tapia nos enfrenta a  la misma pregunta. La poesía, la buena poesía, tiene preguntas, no respuestas.  Sin embargo, creo que este texto explora una contestación o encierra el esbozo  de una.
                      La contru de mi alma se llama este  libro. Su escritura es una demostración de que es posible, aún en los pasillos  de la colonia penal donde transcurre el trabajo a sueldo, emprender ese camino.  Que la poesía puede ser una forma de construcción humana y personal. Un intento  por vivir, a pesar del peso muerto del trabajo y el dinero, según la máxima de  Niesche: Sé amo y escultor de ti mismo.  
         En realidad, la  vida es gratis. La única moneda real es la vida y la muerte, tal como afirma  este libro. O como dice el epígrafe de Arturo Carrera que se incluye al inicio: la vida gratuitamente recibida/no  tiene ningún precio. Comprender eso es importante. Sólo esa comprensión  abre la posibilidad de construir el alma propia. De vivir en la gratuidad tal  como la define Carrera en ese mismo poema: gratuidad es gozar con lo que está fuera de  precio. La poesía es gratis. En medio de un mundo donde  todo, incluida la sangre y el alma, es mercancía, la poesía es eso que no puede  comprarse ni venderse.
        Valparaíso.  Octibre de 2014.
         
        fotografía:  Rensi Veninga Fergadiott