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Nombrar la ausencia
“Las palabras callan” de Jorge Polanco. Provincianos, Segunda edición, 2020.


Por Natali Aranda


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el poema mira a lo infinito
tropieza con el absurdo
y vuelve a partir
autoafirmando su precariedad
Jorge Polanco.

¿Cómo acercarnos a lo que calla en la palabra?

Nombrar es ya saberse derrotado, pero tal vez el poema no sea nombre, sino una forma de habitar la ausencia. Como indica Jorge: “el fulgor de un instante solo puede ser atrapado en su derrota”. Un fulgor que es silencio, un instante en que miramos de frente al misterio.

Las palabras nos aproximan a lo que las excede, señalando un camino hacia lo que no tiene ningún sendero más que la pérdida. En esta derrota algo se revela, es la posibilidad de la escritura, porque desde esta precariedad se escribe, desde la falta. Nos queda transitar el hambre como único reflejo de un fulgor que no se deja decir. La palabra es una pequeña huella de este contacto o, como dice el autor, “un goteo de lo innombrable”.

Los poemas de este libro van hacia esta experiencia. Hay una inevitable pulsión de ir a ese punto; instante en el que lo real se nos muestra sin palabras, aunque la palabra sea un modo de acercamiento. Es así como la escritura se vuelve anhelo, territorio de un deseo que nunca es consumado por la palabra.

El poema mira al infinito y al hacerlo tropieza con el absurdo de su intento, ya que se encuentra con la imposibilidad.

Hay una cierta identidad entre vacío, infinito y realidad. Formas de nombrar lo abierto, la experiencia del “hay” de la que habla Eduardo Anguita y a la que nos invita la lectura de Las palabras callan de Jorge. El “hay” como un acontecer interior que es de una exterioridad tal que es la ausencia su único testigo. El “hay” es la fisura por donde lo abierto nos llama: el silencio. Esa experiencia que por ser innombrable se queda en el misterio.

Este libro nos aproxima al misterio que la palabra revela al esconder, al ausentar. Cito del libro: “el peso más amargo es aquella lucidez / que refracta una oscuridad enmudecida”.  Un peso que genera una huella: al poema.

Este es un libro que se lee a contraluz. A través de este acto se deja anunciar débilmente la presencia de lo otro; luz que nos muestra su sombra. Este acto es un intento por acercarnos a la experiencia no-dual, en la que ambos polos entran en una relación de aparición y ocultamiento.

Su materialidad coincide con su búsqueda, una forma de “decir sin palabras”, como expresa el autor. El libro se deja leer de forma sutil, coincidiendo con su silencio. La materialidad como un modo de expresar lo que calla.  En este sentido veo al cuerpo como el lugar en el que podemos sentir la magnitud de este fulgor. Si colocamos atención y presencia nos percatamos de su temblor, o como dice Jorge: “en el temblor de los labios /albergo las palabras / que nunca podré decir”.  En estos versos está la naturaleza de lo que llamamos misterio, ya que en su origen se encuentra la imagen de unos labios que se cierran. El logos, la palabra que la boca no expresa y al no ser expresada se queda en sombra, pero se manifiesta en el temblor.

Parece que la creación antes de ser palabra fuese su ausencia, pero una ausencia plena de un sentimiento numinoso y de corporalidad. Si cerramos los ojos y la boca, colocando nuestra atención hacia el interior, podemos descifrar esos mensajes que la vida va dejando.

Quien escribe aprende a vivir en la incertidumbre. El autor señala: “la poesía transita en la incertidumbre de permanecer errante”. Este mensaje nos deja ver que la poesía es un habitar la falta de certezas. Porque es un aprender a habitar el vacío, en la búsqueda de una plenitud que nace del acto creador.

En un texto que escribí hace pocos días pensé en el dolor como un estado interior propio de quien ha contactado con su vacío de ser, siendo, al mismo tiempo, lo que nos lleva a contactar con la plenitud que se encuentra en la ausencia. Jorge indica al respecto que “un gran misterio es al mismo tiempo un gran dolor”, porque este dolor es distancia, es anhelo, es camino. El poema es también una forma de vivir esta distancia. Distancia que es también amor en el sentido de que es anhelo de consumar el encuentro entre las palabras y aquello que en ellas calla, pero solo es el desierto y la apertura lo que acontece en este intento. Las siguientes palabras de Simone Weil son pertinentes en estos momentos: “Hay que estar en el desierto, porque aquel al que hay que amar está ausente”. Lo que se ama está ausente, siendo esta ausencia el lugar en el que el poema puede aparecer. Lugar donde las palabras callan, donde la creación es origen y destino.

 

 

Fotografía de Alejandra Lavín


 

 



 

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Provincianos, Segunda edición, 2020.
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