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GABRIELA MISTRAL, NERUDA Y LA DICTADURA CHILENA*

Marie-Lise Gazarian Gautier
Gastón von dem Bussche
Jaime Quezada

Simposium “Gabriela Mistral: Journey from Elqui to New York /
Gabriela Mistral desde Elqui a Nueva York”.
Organizado por Americas Society y St. John’s University.
13 al 19 de noviembre, NY. 1995.



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Marie-Lise Gazarian Gautier: A Gabriela Mistral y a Pablo Neruda se les puede considerar como padres de la poesía chilena; son, además, dos de las figuras más importantes del continente americano y grandes poetas a nivel universal. ¿Por qué es más conocido Neruda en Chile que Gabriela Mistral siendo los dos grandes poetas contemporáneos?

Gastón von dem Bussche: Pablo Neruda y Gabriela Mistral son nuestros padres…. Me gustaría completar la imagen con la idea de que Neruda se parece mucho a Gabriela.  Esta lo ayudó, pero también al revés. Se ayudaron mutuamente. Cuando ella llega a Chile en el 1954, Neruda le escribe un poema en el nombre del pueblo de Chile, un poema conmovedor, con sencillez y belleza. Le llama la gran patriarca que regresa al país. Antes lo hace de mil maneras. En algunos versos habla de ella como nuestra geológica-araucana. Para darle el nombre genérico de los indios más importantes históricamente en Chile. Otras veces la llama mi austera compañera. Cuando cumple cincuenta años. Laura Rodig, la escultora que había sido la primera secretaria de Gabriela Mistral le entrega los originales de los Sonetos de la Muerte, sobre los cuales él escribió una página que, en mi opinión, vale por veinte libros de bibliografía erudita y analítica que se han publicado sobre el tema de la muerte y los Sonetos de la Muerte en la poesía de Desolación. Creo que lo que ha dicho Neruda en una página y media y en una brevedad genial es suficiente y más que suficiente que los extensos estudios un poco entrecomillados y un poco pedantes que se han hecho sobre estos grandiosos poemas.

Jaime Quezada: Pablo Neruda y Gabriela Mistral son, sin duda, nuestros poetas chilenos máximos. Fundadores y refundadores de la poesía chilena contemporánea con trascendencia a toda la literatura iberoamericana. Con razón, cuando Gabriela Mistral recibe el Premio Nobel en 1945, dice, en su discurso ante el Rey de Suecia, que ella es en ese momento “representante de su raza y de las muy nobles lenguas española y portuguesa”. Y Neruda, en ocasión semejante, universaliza su poesía en aquella advocativa frase de Rimbaud: “solo con ardiente paciencia... entraremos en las espléndidas ciudades”. Quiero decir, que una y otro -Gabriela Mistral y Pablo Neruda- están en esa universalidad tutelar de sus vidas y de sus obras.

Marie-Lise: Gabriela Mistral me hablaba de Pablo Neruda con frecuencia. Le tenía una gran amistad de años y admiraba su obra.

Jaime: Entre estos dos grandes poetas ni siquiera hubo un asomo de enemistad. Nunca. Se admiraron y se respetaron siempre. Y si quieren ustedes, se adularon mutuamente siempre... Amistad, sí, pero enemistad, que tanto caracterizó a buena parte de la poesía chilena en décadas anteriores, ninguna. Todo lo contrario. Hubo una relación siempre muy cercana, muy atenta una del otro. En definitiva, quien descubre a Neruda, cuando este era un adolescente escolar y se llamaba Neftalí Reyes, en Temuco, es Gabriela Mistral. Sí, ni más ni menos. La maestra chilena llegaba a aquella sureña y araucana ciudad por 1920. Y como directora y profesora del Liceo de Niñas. Ella venía de Magallanes, territorio en la australidad del mundo, y era destinada ahora a tareas educacionales en el territorio, no natal pero nutricio y vivencial, del jovencito Neftalí Reyes que será después Pablo Neruda. El joven estudiante, delgado, tímido y pálido, que estudiaba en el Liceo de Hombres y que ya escribía poemas, venciendo su timidez, visitó varias veces a Gabriela Mistral para mostrarle su temprana pero bien reveladora poesía. Esos encuentros fueron decisivos, definitivos y para siempre.

La austera Mistral, con su sensibilidad de sismógrafo, quedó de inmediato admirada del talento del jovencísimo poeta. Y no solo le leyó sus poemas primeros, sino que además le prestaba libros, recomendándole de manera especial a los novelistas rusos: Gorki. Tolstoi, Dostoievski, y tan en boga en aquella literatura rusa de la época. Y ya no le perdería nunca más de libro y de vista. Gabriela Mistral es, también, la primera en publicar un poema de Neruda fuera de Chile, en el extranjero. La poeta chilena está en México, en 1922-1924, colaborando con la Secretaría de Educación Pública en sus programas de alfabetización y enseñanza campesina e indígena. Secretaría que le ha encargado, además, la preparación de una antología para la enseñanza del lenguaje. Esta antología, que ya resulta clásica, se llama Lectura para mujeres, y en ella se incluye el poema Maestranzas de noche, que Neruda se lo ha enviado antes de aparecer en Crepusculario, su primer libro de 1923. Y, a su vez, el primer comentario crítico o estudio acerca de Residencia en la tierra, la obra hito de Neruda, cuando aparece en Madrid en 1935, lo escribe Gabriela Mistral. Y lo llama, en ese recado -Recado sobre Neruda- también ya clásico y que forma parte de la literatura chilena contemporánea, lo llama, digo, “un místico de la materia”, y que publicará la revista Repertorio Americano, de San José, Costa Rica. 

De manera que Gabriela Mistral siempre siguió con vivo interés el proceso creativo de Neruda, admirándolo como un gran poeta y como a un hombre ciudadano de su tiempo. También es interesante decir que el día que Gabriela Mistral recibe el Premio Nobel de Literatura (1945), es nuestro Pablo Neruda, entonces Senador de la República, el primero también en rendirle merecido homenaje en el Senado de Chile. Y así, las situaciones de acercamiento y de admiración son varias y muchas, y en circunstancias y lugares muy diversos y trascendentes. Pues entre ambos, y ¡caramba! hubo un ejemplo de relación literaria, poética y de amistad que se prolongó permanentemente y que resulta hoy, para nosotros y para ustedes también, ejemplo y paradigma para la literatura chilena y del continente todo.

Marie-Lise: Dos poetas cuyas obras son tan poderosas como la Cordillera de los Andes.

Jaime: Exactamente. Gabriela Mistral y Pablo Neruda son las altas cumbres de nuestra Cordillera de los Andes. Chile es un país que tiene una continua y permanente poesía a través de todo el siglo XX semejante a esa cordillera, con altas, medianas y bajas cumbres, pero, en definitiva, cumbres. Y las más altas, claro, son estas madres y padres tutelares: una Gabriela Mistral, un Pablo Neruda... Pero, aunque cometa un pecado de jactancia mistraliana, me atrevo a decir que es Gabriela Mistral nuestra madre y nuestro padre, todo en una, y reconocido también por los propios poetas tutelares. Sin una Mistral no hay poesía chilena de altas cumbres del siglo XX.  Parece una irreverencia, es una irreverencia... o licencia poética quizás.

Marie-Lise: Sin embargo, en Chile, me parece, que la gente se relaciona más con Neruda.   ¿Estaría equivocada al afirmar eso? Es cierto que Gabriela nunca promocionó su propia obra. Es cierto, también, que nunca formó parte de ningún movimiento político. Incluso, nunca votó. Además, es cierto que vivió gran parte de su vida fuera de Chile y que, como lo dijimos anteriormente, su obra se publicó durante su vida mayormente fuera de Chile.

Jaime: ¿Nuestra Gabriela Mistral?  Conocida, claro, como la maestra rural chilena que desde muy temprano se recorre el territorio patrio natal en andanzas educacionales, que escribe unos poemas que irán a las páginas de rondas y canciones de cuna de textos escolares, que gana un concurso nacional con unos Sonetos de la muerte aureolados de leyenda y mitos y tragedia amorosa-desamorosa, que sale de Chile cuando tiene la edad cristiana de los 33 años a cumplir tareas de enseñanza y alfabetización en un país que venía saliendo de una revolución: México, que no es autora formal e editorialmente de ningún libro poemático, que se queda en una errancia voluntaria por el mundo, que ya no regresa nunca más a Chile sino como huésped y visitante en dos ocasiones, que en su propio país natal la excluyen de las antologías y de los premios y de las ediciones. Que cuando se preocupan de ella es para elevarla a los altares celestiales: “la Divina Gabriela”, la llaman. También: “La santa Gabriela Mistral”. Y, en definitiva, que todo el mundo chileno la conoce en la leyenda y el mito, pero no cabalmente en su obra, que el Premio Nobel de Literatura, en 1945, la honró en celebraciones, danzas y canciones, pero no en la difusión de su poderosa poesía que está muy, pero muy lejos de aquellas páginas escolares primeras, que su Desolación, que su Ternura, que su Tala se publica en el extranjero sin que lleguen ejemplares al país.

De manera que Gabriela Mistral resultaba una autora muy cercana –y cercana hasta por ahí no más- para unos pocos, poquísimos, y muy lejana para otros muchos. Es decir, importaba el mito de esta mujer. Y en una época que la mujer –ella maestra, ella poeta- estaba, por cierto, media marginada de una sociedad, cuando la mujer todavía ni siquiera tenía derecho al voto, al sufragio universal, de elegir y ser elegida ciudadana, al menos en Chile. Por eso ella habla de su “mujerío”, de las reivindicaciones femeninas en el país natal y en todo un continente. Pero, aun así, nuestra Mistral andaba en su errancia por el mundo, en su vagabundaje y, en consecuencia, vagamente se le recordaba.

Pero me he alejado, después de este largo y necesario preámbulo, de la pregunta misma que nos hacía Marie-Lise: ¿Por qué es más conocido Neruda en Chile que Gabriela Mistral siendo los dos grandes poetas contemporáneos? De buenas a primeras, yo diría, por razones obvias de difusión, de acercamiento al lector, ese lector comprometido o cómplice, “mi semejante”, diría Baudelaire. A Neruda, de alguna u otra manera, lo tuvimos siempre cerca: su persona, su vida, su obra.

Neruda, en cambio, era un poeta de este mundo y del otro. Quiero decir, vivía fundamentalmente en Chile, en su Isla Negra. Y vivía temporalmente en otros países en sus visitas, invitaciones, encuentros, congresos, exilios, pero, siempre volviendo a su casa chilena, a sus navegaciones y regresos, “porque yo nunca he salido de Chile”, dirá el mismo. Recuérdese su poema “Quiero volver al sur” o aquél otro más dramático: “Cuándo de Chile”. Y lo tuvimos a Neruda hasta ayer no más vivo. Él muere en septiembre de 1973, víctima del Golpe militar que derrocó al presidente constitucional Salvador Allende. Y está vivo más que nunca. Fue bandera de lucha y nuestra tabla de salvación durante todo el régimen dictatorial de Pinochet. Y aún antes, en vida del poeta, lo teníamos en obra y en vida muy cercano.

Neruda estaba aquí, al alcance de la mano, no solo en el libro que iba y venía por editoriales, librerías, lectores y admiradores muchos, sino también en el encuentro, en el recital, en el diálogo, en la conferencia, en la caminata lado a lado con él, en la presidencia de la Sociedad de Escritores de Chile, en la campaña política, en el Senado de República, en los mítines del Partido. Es decir, el hombre y el poeta. Poesía pura y poesía de utilidad pública. Y Neruda estaba en Chile, en los paraninfos universitarios, pero también en la plaza del mercado, en el sindicato de los mineros del cobre o del carbón, pero también con los estudiantes y los jóvenes. Y Neruda estaba fuera de Chile, en sus navegaciones por países del mundo, y sus regresos. Todo el siglo XX chileno es Neruda, de obra y vida, digo. Y lo seguirá siendo, así pasen los siglos.

Marie-Lise: ¿Y Gabriela?

Jaime: En el caso de Gabriela Mistral, ni hablar. Solo en las décadas recientes las editoriales chilenas han tomado conciencia de la importancia de la obra de Gabriela Mistral y un creciente interés por editarla. En buena hora. Entonces teníamos, y tenemos, una difusión y conocimiento más cercano y más permanente de la obra de un Neruda. Con Gabriela Mistral no. No ha ocurrido lo mismo. Ya he dicho aquí, por ejemplo, que los libros de nuestra Mistral nunca se publicaron en Chile, en sus primeras ediciones, siempre editoriales extranjeras y en el extranjero. Y algunas antologías volanderas que circulaban en el país. Los lectores, los estudiantes, los críticos, los profesores, los propios estudiosos e investigadores, ¿a qué obra mistraliana podían, entonces, tener alcance? Y algo paradojal: en Chile, Gabriela Mistral empieza a ser editada, diríamos, en estas últimas décadas, y gracias a nosotros, sus escasos lectores y estudiosos. Parece una vanidad -es una vanidad ¿verdad, Gastón?- lo que estoy diciendo, pero es verdad.

Marie-Lise: Gastón, ¿qué opinas de la popularidad de Pablo Neruda y de Gabriela Mistral en Chile?

Gastón: Opino lo mismo que Jaime, pero en términos que reflejan otras circunstancias que también son importantes. En primer lugar, aquello que Gabriela tuvo la suerte que resultó ser muy mala suerte en Chile es que ella fue incorporada en la lectura de los libros de los niños por los años veinte y treinta hasta el cuarenta, y a los niños se les obligaba con muy mala orientación pedagógica a aprenderse de memoria los “piececitos”, las “manitas”. Cosas que los niños detestaban aprenderse de memoria y que solía convertirse en la mejor vacuna, no sólo para la posterior poesía de Gabriela sino de toda la poesía. Hacía a seres inútiles para la poesía y para la belleza. Eso influyó mucho para el conocimiento o desconocimiento de Gabriela. Yo encontré entre los papeles ordenados en Washington una declaración de ella que me conmovió: “Chile es el país que menos me conoce y ciertamente, el que menos me lee”. Y así es, efectivamente

Pero, por otro lado, no estoy muy convencido de que Neruda es mucho más conocido porque es mucho más nombrado o frecuentado en algunos poemas por algunos lectores. Me refiero a Chile, por los chilenos. Yo he notado y comprobado que muchas personas muy adictas a la línea política que tuvo Neruda tienen un conocimiento tan convencional de Neruda como el conocimiento que tenían los niños que fueron obligados a aprender a la fuerza las ronditas o canciones de una Gabriela. En realidad, conocen de Neruda el poema “XX” y un trozo de poemas de las Odas elementales y quizás algo de lo extremadamente político contingente del Canto General. Son todos muy largos y complejos, pero desde luego del centro de Neruda, que para mí comienza con El hondero entusiasta de Neruda y que para la crítica mundial son el colmo de su género, la plenitud absoluta.  Llegas en algunas zonas del Canto General a lo más alto suyo, sobre todo con Alturas de Macchu Picchu y eso está convencionalmente marginado por la gente de Chile porque lo canta un grupo musical y se pegan en el oído algunos versos de ciertas secuencias del Canto General y ni siquiera completo, porque no lo cantan completo y se quedan solo con lo que se canta.

De manera que también es Neruda, con este enorme conocimiento apoyado en una gran difusión política que le fue muy afín y que lo ayudó mucho. Tiene también la mala suerte que el conocimiento resultante es sumamente convencional y en el fondo insuficiente. Creo que a nuestros grandes poetas todavía no los merecemos del todo. Creo que la juventud se inclina por el Huidobro, explosivo y espacial de algunos de sus poemas centrales, desconociendo todo el resto que para mí es lo mejor de su obra, los últimos y grandes dramáticos poemas de su vida. Lo mismo pasa con Gabriela, lo mismo con Neruda y no digamos con Pablo de Rokha a quien teníamos totalmente sepultado; definitivamente mudo y a quien, hace un par de años se está empezando a hablar de nuevo. Un país de tradición democrática y republicana todavía tan joven.

Jaime: Y traigo de nuevo el asunto por qué Neruda ha sido más conocido. Bueno, y ya por lo dicho, hay que agregar que Neruda siempre tuvo estudiosos y ensayistas que entraron seriamente en su obra, aportando lúcida materia nerudiana. Verdaderos especialistas en su obra. Gabriela Mistral, aunque tuvo también muchos “estudiosos”, esos muchos “estudiosos” han sido más bien unos panegiristas o unos biógrafos líricos y sentimentalistas. Importaba más la leyenda de una Mistral que el ir a una mirada crítica y reveladora de su real y cada vez más poderosa poesía. Quería, perdón, hacer este alcance...

Gastón: Pero eso pasó más en Chile que en el extranjero donde los estudiosos sobre su obra fueron muy buenos. Donde fueron pésimos fue en Chile hasta los años cincuenta.

Jaime: Bueno, ya tendré oportunidad de conversar con mi amigo Gastón más en detalle este asunto que siempre me ha importado. Pues no me convence mucho eso “de los muy buenos estudiosos”. Lo que me parece es que no se conocía la verdadera figura de Gabriela en Chile. Pero por ahora pasemos entonces a otra pregunta...

Marie-Lise: ¿No tendrá algo que ver el machismo cultural, socio-cultural, socio-político, lo que distingue, en la opinión del pueblo, a Gabriela Mistral de Pablo Neruda y de otros poetas?

Jaime:   No creo en eso del machismo cultural en relación de una Mistral y de un Neruda en el panorama literario. Aunque en los comienzos, tal vez, por la década del treinta. Es cierto que aquella época que le tocó vivir a Gabriela Mistral la mujer en Chile, y en todo el continente latinoamericano, estaba bastante marginada de la sociedad o comunidad en la cual vivía. La mujer estaba más bien destinada a las tareas del hogar. Eso era machismo puro. Pero Gabriela Mistral rompió muy temprano con estas ataduras sociales y discriminatorias. Ella misma escribió, y muy joven, un artículo sobre la Ilustración de la mujer. Y otro, después, sobre la Organización de las mujeres. Y sin ser ella una rematada feminista. Pero las ediciones, las antologías, las críticas las hacían varones, y varones que miraban un poco peyorativamente a la mujer en el campo de la literatura. Y tenían algo –algo, digo- de razón. Pero con Gabriela Mistral se equivocaron por que la marginaron hasta de una notable antología de poesía chilena por la década del treinta. Y eso causó mucho malestar en ella. Me refiero a la Antología Poesía Chilena Nueva, de Anguita y Teitelboim…

Marie-Lise: A Volodia Teitelboim lo conocí en uno de mis viajes a Chile…

Jaime: Volodia es toda una institución literaria, cultural, política, intelectual en mi país. Le tenemos mucha estima y respeto. Pero no le perdonamos que haya marginado de aquellas páginas antológicas de una Gabriela Mistral, que eara ya toda una figura literaria en el país y en América, y con una obra como Desolación que había trascendido las fronteras…

Gastón: Yo creo, y perdonadme que me meta en lo que dice Jaime, yo creo que Chile es uno de los países más machistas, junto con México, a la luz de lo que se conoce afuera y en relación con los otros países latinoamericanos. Me parece que sí, es machista... Pero yo solo lo que quería apuntar para ver cómo los tiempos dan vueltas y se muerden la cola algunas veces. Estando trabajando en los manuscritos de nuestra poeta en Washington con Doris Dana, nos encontramos un día con una carta de Eduardo Anguita a Gabriela Mistral, posterior a la antología, que Jaime acaba de nombrar, donde la reconoce poética y espiritualmente y la llama “Madre Primordial¨. Por lo que al final tanto Eduardo Anguita como Volodia Teitelboim corrigen su actitud negativa anterior.

Marie-Lise: Llama la atención el hecho de que la efigie de Gabriela haya resaltado en uno de los billetes de más valor, el de 5000 pesos, ella que vivió en una época con escaso recurso económico. Tengo uno de esos billetes, ya todo arrugado. Circuló por primera vez el 10 de junio de 1981 con el perfil de la Premio Nobel.

Gastón: ¡Regálame el billete!

Marie-Lise: ¡No puedo regalártelo, Gastón, allí está la efigie de mi Gabriela!

Jaime: Marie-Lise nos ilustra lo que está diciendo y nos muestra nada menos que un billete de Banco chileno, de cinco mil pesos, ¡mucho dinero todavía en Chile! con la imagen del Premio Nobel chileno, Gabriela Mistral, algo así como US $ 10. Esa efigie con rostro de perfil de cordillera de los Andes de nuestra Mistral. En verdad, Marie-Lise debería regalarme ese billete, porque es uno de los de más alto valor.... ¡Ja, ja, ja! Pero yo tengo, aquí en mi pobre billetera, el mismo billete, pero más nuevo, como recién salido del Banco. Y te lo voy a cambiar, Marie-Lise. Es que el tuyo está muy arrugado y ya no se puede guardar ni coleccionar, ni acaso gastar…

Gastón: … Yo creo, mejor, que ustedes deberían hacer una colecta, un acto donativo, y darme esos dos billetes, el arrugado y el nuevo, a mí... que no tengo ninguno. Me parece que si hubiera tenido ese billete, Gabriela lo hubiese gastado de inmediato.

Marie-Lise: Yo iba de compras con Gabriela más de una vez. Solíamos, “ir de monerías” a comprar libros con ilustraciones. Salía sin dinero ni cartera, como si el dinero no importara o no existiera.  Vivía en otro mundo. Era poeta...

Jaime: Yo no creo mucho en lo que dicen ustedes. Me parece, y a juzgar por sus decires en sus muchas cartas, ella siempre se está quejando de asuntos económicos, monetarios, incluso pidiendo dinero de prestado a amigos de confianza. Lo dice sin pudor alguno en sus cartas. Era muy pedigüeña, como decimos en criollo en Chile. Es decir, muy poeta, pero preocupada de sus dineros, como todo el mundo, y ¡cómo que no! O que las editoriales no le pagaban sus derechos de autor, quejándose, y ¡con toda razón! Que no pasara dinero por sus manos, bueno, es otra cosa, asunto de sus secretarias.

Gastón:   Se le suspendió su pensión de gracia...

Jaime: … Y en los tiempos de la dictadura de Ibáñez por 1930. En buena hora le suspendieron esa pensión de gracia, pues Gabriela Mistral no se habría dedicado a escribir, y casi a diario, tantos artículos para periódicos latinoamericanos. “La gacetillera que soy”; “escribí una barbaridad de artículos que me matuvieron”, decía ella. Y en esas gacetillas está lo más notable de su sorprendente y motivadora prosa. Su escritura “recadera” –de sus recados- en temas y lengua admirativos de esplendor.  

Marie-Lise: Escribí mi tesis doctoral sobre la prosa de Gabriela, precisamente porque era tan hermosa como su poesía, aunque menos conocida de los críticos. Era muy parecida a su modo de hablar. “A través de ella, oímos a América”, me contó Victoria Ocampo durante uno de nuestros encuentros. Gabriela fue una mujer que tenía sus raíces en el Nuevo y el Antiguo Testamento, pero era, a la vez, una mujer del siglo veintiuno, muy adelantada a su tiempo, ¿no les parece?

Jaime: Pues, Gabriela Mistral fue algo así como una vanguardista al revés, una adelantada a su tiempo y a ese continente de su América. Así que Neruda y Gabriela Mistral –padre y madre tutelares- para los chilenos y los latinoamericanos de hoy constituye cada uno un mundo en permanente trasvasijamiento de obra verdadera y valedera en la poesía contemporánea.

Marie-Lise: Pablo Neruda vivió los primeros días del golpe de Estado con la muerte de Salvador Allende, el presidente de Chile, el 11 de septiembre de 1973, y su propia muerte el 23 de septiembre. ¿Cómo creen Uds. que hubiera reaccionado Gabriela a la dictadura de Pinochet?

Jaime: Neruda llegó a ser el padre, la esperanza, la salvación de su pueblo. ¿Qué hubiera pasado si la Mistral hubiera vivido durante la dictadura de Pinochet? Tuvo la suerte de no vivir ese momento. Pero vimos como luchó en contra de la dictadura de Perón en Argentina en su respaldo siempre a Victoria Ocampo, la grande mujer argentina.

Gabriela Mistral era una mujer con los pies y las manos en la tierra (“también la tierra es la cara de Dios”, decía ella). Y con los sentidos muy latiendo siempre. Nunca estuvo ajena a lo que estaba ocurriendo en su país natal, Chile, en el continente americano, y en el mundo. Tenía un fervoroso afán de justicia social, de respeto por los derechos humanos, de un pacifismo entre las gentes y los pueblos. Muy ella en el mundo contemporáneo que le tocó vivir. Ni siquiera cuando recibe el Premio Nobel oculta sus identidades. Y con mayor razón, entonces, se define como una “hija de la Democracia”, proclamando así una libertad cívica y ciudadana de su pueblo y de su América, continente nuevo. En fin, hay mucho que decir aquí...

Pero tanto Neruda como Gabriela Mistral fueron nuestras verdaderas voces vivas, en su intensidad y en su recuerdo y en su cita diaria, y a las cuales nosotros nos agarrábamos. Así, literalmente, verbalmente, nos agarrábamos, pues estábamos en las huerfanías totales. Así, frecuentemente estábamos citando el discurso de Gabriela Mistral en las Naciones Unidas sobre la defensa de los Derechos Humanos, por ejemplo. O leyendo de viva voz su poema del País de la ausencia, con el tema de la lejanía de la patria natal. Y lo mismo, y permanentemente, con Neruda también. Cada 23 de septiembre, fecha aniversario de su muerte, el Cementerio General de Santiago de Chile era nuestro campo de expresión contestaría al régimen y nuestra concentración en torno a su poesía. Sus poemas nos salvaban. Un verso, una estrofa, era una tabla de verdad, de compañía, de justicia, de mantener el animus en lo peor de la noche oscura. Y soportar ese exilio interior tan terrible como aquel otro exilio exterior, en una diáspora que estos dos grandes poetas –poetas de poesía y poetas de vida-, Mistral y Neruda, lograban comunicarnos y unirnos. Así que siempre estuvieron muy presentes durante ese periodo tan irracional que, por desgracia, tuvo Chile. Pero, quiérase o no, la Poesía salva. Y nos salvó.

Estamos entrando en una materia que me gusta mucho, porque Gabriela Mistral no era una líder de barricada, pero sí una mujer ciudadana y demócrata, enemiga de dictaduras, totalitarismos y militarismos. A mí no me cabe la menor duda –y no es ninguna especulación, sino conociendo su trayectoria, sus ideas y su pensamiento- que si Gabriela Mistral hubiese estado viva, como lo estuvo de alguna manera y vivísima, no se habría quedado tranquila, de palabra ni de acción, durante la dictadura de Pinochet en Chile. Ese nefasto periodo de casi dos décadas. No se habría quedado callada frente al autoritarismo de este oscuro personaje, ni menos frente a las barbaridades sin límites que se cometieron.  Una era de ira, sin duda. Porque Chile pareció no ser Chile, ese Chile libérrimo, republicano y tradicionalista de libertad y de democracia.

Gabriela Mistral era, sobre todo, una antimilitarista. Nunca mostró simpatía alguna, ni de admiración ni de alabanza, por la casta militar, como ella misma decía.  “No creo en la mano militar para cosa alguna”, eran sus palabras refiriéndose “al estado gendarme”. También decía, sin equivocarse premonitoriamente: “Que militares para hacer trastadas los hay y los habrá”. No se equivocaba, pues, nuestra Mistral, tan pacifista ella siempre. “No se trabaja y crea sino en la paz”, escribió en un recado. Esa paz -y estoy citando de memoria, claro- que se desvanece “apenas la tierra pardea de uniformes”.

¡Pero qué falta nos hizo Gabriela Mistral durante esos años crueles, tan primitivos y dramáticos que vivimos los chilenos! Nos salvaba su poesía, tan de humano sentimiento y tratamiento. Nos salvaba su prosa, tan libertaria e incisiva y pacifista. Y si hubiese estado presente y viva, en su mismísima persona, le habrían quitado hasta la ciudadanía, la habrían dejado sin más en el exilio (que ella siempre tuvo, por lo demás), le habrían marcado nada menos que una letra “L”, la ignominiosa letra “L”, en su pasaporte de chilena. Es decir, el ostracismo total. Pero todo eso bien poco le habría importado a la Mistral con tal de denunciar al mundo, en sus escritos y en sus oralidades, la tragedia de su patria.

Marie-Lise: La letra “L” estampada durante la dictadura en el pasaporte de cualquier persona cuyo nombre figuraba en una lista de gente indeseable…  ¡Cuántas personas habrán pasado por esa penosa experiencia!

Gastón: Yo diría que Dios fue bastante clemente con Gabriela y con Neruda al evitarles el haber vivido los años de la dictadura militar última chilena. La segunda en toda la historia de nuestra patria. Neruda muere dolorosamente de su cáncer el 23 de septiembre de 1973, apenas diez u once días del golpe militar. Gabriela ya había fallecido y, de esta manera como en un acto de piedad, el ángel de ambos, como diría el poeta checo-alemán Rainer María Rilke, los toma y los lleva hacia un lugar desde donde nos asisten y son verdaderos relámpagos en aquella noche oscura de ese período político. Si hubieran estado vivos, creo que se hubieran convertidos en auténticos mártires de esta lucha por la justicia y la piedad, que faltaron tanto.

Jaime: Pero fueron nuestras verdaderas voces vivas a las cuales nosotros nos agarrábamos, citando frecuentemente el discurso de Gabriela Mistral en las Naciones Unidas sobre la defensa de los Derechos Humanos, por ejemplo, o recitando constantemente los poemas de Neruda. Así que siempre estuvieron presentes durante el periodo difícil que tuvo Chile.

Marie-Lise: En la ocasión del aniversario de la adopción de la declaración de los Derechos Humanos, dijo Gabriela Mistral, en la Asamblea General de las Naciones Unidas, el 10 de diciembre de 1955: “En ninguna página sagrada hay algo que se parezca al privilegio y aún menos a la discriminación. Dos palabras que rebajan y ofenden al Hijo del Hombre”. En 1956, cuando Gabriela se encontraba enferma en el hospital, tuve en mis propias manos el documento que Germán Arciniegas le pidió que firmara en defensa de Hungría. Y delante de mí, Gabriela lo firmó. Gabriela luchó por los derechos de los menos privilegiados-- la justicia social siempre se manifestó tanto en sus escritos como en su vida.

Jaime: Es Gabriela Mistral la primera, en estas materias, la que aboga por el derecho de la mujer al sufragio universal, en una época en la que la mujer chilena estaba marginada de la vida cívica y no tenía derecho al voto femenino, a votar ciudadanamente, a elegir y ser elegida, y llegar a los municipios, a la cosa pública, al parlamento. La primera también en hablar y pedir una urgente reforma agraria que favoreciera a los campesinos. La primera en preocuparse de las cuestiones indigenistas (que tanto rebrote tiene étnicamente en el continente). Para qué decir de los asuntos educacionales. Y los otros propios de la convivencia pacífica de nuestros pueblos: su autodeterminación y el respeto a la intervención, cartabones tan preciados a la ONU. Por eso estuvo apoyando la causa sandinista de los años treinta en Centroamérica, por eso se opuso a la no intervención de los marineros norteamericanos en Santo Domingo. Y, en definitiva, toda una voluntad de ser.

De manera que hay, pues, antecedentes muy válidos para ponernos en el caso de una Mistral que habría estado rotundamente contra la dictadura militar de Augusto Pinochet y su régimen. No habría permanecido indiferente a la suerte de Chile, su país. “Un país no puede rebajarse de la libertad a la servidumbre”, decía con énfasis rotundo....

Marie-Lise: Entre los muchos honores que se le otorgaron a Gabriela fue el título de Honoris Causa de la Universidad de Chile, el 10 de septiembre de 1954. En su discurso de aceptación, Gabriela habló de la misión del intelectual y del artista…Me contaba Doris Dana que Gabriela leyó parte de su discurso y, al darse cuenta de que había dejado unas páginas del manuscrito en casa, improvisó un texto en el que preguntó cómo vivían el campesino y el obrero. Gabriela habló del futuro del país, de la reforma agraria y de la forma de combatir la miseria, e interrogó a sus oyentes. Doris, que la acompañaba, tuvo que interrumpirla, después de más de una hora y media. Gabriela, por su preocupación por el bienestar del pueblo, hubiera podido seguir hablando, olvidándose de sí misma.

Gastón: Perdón, yo estaba presente, allí también, y recuerdo un detalle que es muy importante. Ella no se dirigió a la mesa solemne y oficial que presidía el acto de los decanos de la Universidad de Chile ni al rector que estaba en la testera. Se dirigió a la galería del salón donde estaba el coro de la Universidad de Chile, compuesto por jóvenes que estaban interpretando algunos de sus poemas y les dijo; “Mozos de mi patria”. Y comenzó a hacer las preguntas a ellos. Se armó lo que a nosotros llamamos zafacoca, que fue difícilmente controlable. Gabriela no dejó de hablar y luego los muchachos empezaron a gritar: “El pueblo está mal. Le han mentido”.  Y empezaron a contarle cosas que oficialmente se le callaban. Sobre esta base Gabriela hizo unas reflexiones de una hora y media en un castellano inolvidable y con una profundidad que nos dejó a todos sobrecogidos.

Jaime: Fíjense ustedes que Gabriela Mistral efectivamente va a Chile en septiembre de 1954, y después de dieciséis años de ausencia del país. Y el que la invita es nada menos que el Presidente de la República, el general Carlos Ibáñez, el mismo que por 1930, siendo también presidente entonces, coronel todavía pero ya dictatorial, le había suspendido la pensión de gracia que ella tenía como educadora. Y es allí, en el Palacio de Gobierno, llamado de La Moneda, hablando ella desde los balcones al pueblo de Chile, le agradece al Presidente el que haya puesto en marcha una reforma agraria. Y agradecía en nombre de los campesinos –la “campesinería”, dice ella-, porque ella misma se consideraba una campesina de origen y de conducta y de alma. Y en Chile todavía ni siquiera se hablaba de reformas agrarias.

Todos pensaron y creyeron que nuestra Gabriela Mistral estaba diciendo cosas líricas, propias de su larga ausencia del país natal. Y, pues, nada de eso. Gabriela Mistral sabía muy bien lo que estaba diciendo. Estaba diciendo su verdad, su interés muy comprometido en estos asuntos agrarios que venían en ella desde sus tiempos del México posrevolucionario. Entonces nuestra Mistral no callaba nada. Y tenía conciencia ciudadana. Por su voz hablaban las mujeres y los hombres de la clase media y del pueblo, es decir, la sociedad creadora y progresista de una época. Y sus decires eran los decires ciudadanos de esa época, y que ella tan atenta estuvo siempre, a ese destino de un país y de un continente.

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*Fragmento del Capítulo III (“Por el camino de la memoria: Encuentros en Nueva York”) del libro El rescate del baúl de los recuerdos: Diálogos en torno a Gabriela Mistral. Marie-Lise Gazarian Gautier, Gastón von dem Bussche, Jaime Quezada, Pedro Pablo Zegers (autores). Biblioteca Nacional de Chile, Santiago, 2022.

 

 

 

 

 

 




 



 

 

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GABRIELA MISTRAL, NERUDA Y LA DICTADURA CHILENA
Marie-Lise Gazarian Gautier, Gastón von dem Bussche, Jaime Quezada. Simposium “Gabriela Mistral: Journey from Elqui to New York /
Gabriela Mistral desde Elqui a Nueva York”.
Organizado por Americas Society y St. John’s University.
13 al 19 de noviembre, NY. 1995.