Conversación con Juvencio Valle
          
Por Fernando Quilodrán 
           
Juvencio Valle vive en una 
            casa de Ñuñoa con árboles y flores. Libros, cuadros de pintores 
            amigos, completan un espacio que ya a primera vista nos dice que 
            quien la habita es un poeta, nada más que un poeta y siempre un 
            poeta.
Nos recibe con María Gálvez, su compañera desde 1942. 
            Cordial y llena de simpatía, nos facilita la conversación y acepta 
            posar con él para las fotografías.
 
            La vida de Gilberto Concha Riffo que pasó a llamarse Juvencio Valle 
            para la poesía chilena, es conocida. También lo es su vastísima 
            obra, que se inicia en 1929 con La flauta del hombre Pan. 
            Hoy, a los 97 años que cumplió 
 el 6 de noviembre, es el decano 
            absoluto de la poesía chilena, tal vez más allá de la chilena, y 
            pocos escritores son más queridos que él, tanto por sus colegas de 
            letras como por lectores, estudiantes y estudiosos. Así lo 
            demuestran, por lo demás, tanto su presencia en las más estrictas 
            antologías, como los ensayos y estudios sobre su poesía, que 
            inaugura Pablo Neruda en 1932, en las páginas de El 
            Mercurio.
 el 6 de noviembre, es el decano 
            absoluto de la poesía chilena, tal vez más allá de la chilena, y 
            pocos escritores son más queridos que él, tanto por sus colegas de 
            letras como por lectores, estudiantes y estudiosos. Así lo 
            demuestran, por lo demás, tanto su presencia en las más estrictas 
            antologías, como los ensayos y estudios sobre su poesía, que 
            inaugura Pablo Neruda en 1932, en las páginas de El 
            Mercurio.
La siguiente es la 
            conversación que sostuvimos con el poeta y su esposa, la señora 
            María Gálvez.
- Bueno, ¿cómo está la vida, don Juvencio? Le voy a hacer una pregunta 
que le hice un día a su amigo Rafael Alberti: ¿para qué sirve la 
 poesía?
- Para transformar aquella personalidad que existe. Que es 
        la manera más fácil, más natural, de comunicarse, de vivir, para dar 
        mejor el paso, para la situación que estamos 
        representando.
- ¿Cómo se siente usted, don Juvencio? 
Cuando ha publicado casi treinta libros, ¿cómo se siente? Y le siguen 
publicando sus libros. ¿Se acuerda de Del monte en la 
        ladera?
- Sí, es muy lejano eso, ¿ha?
- Sí, sí, pero todavía se lee. Yo lo releí hace algunos días.
- Está muy bueno.
- A usted le gusta mucho la poesía de 
Garcilaso, de Fray Luis de León.
- Ah... sí, Fray Luis de León, 
éste está por ese sendero.
- Y, ¿Miguel Hernández?
- Miguel Hernández es más nuevo... es siempre viejo.
- Usted anduvo con 
        él por España, con Miguel Hernández.
- Ni me acuerdo ya, no debiera 
        acordarme...
- Hace 
        muchos años ya, hay que acordarse de lo nuevo. ¿Cómo está la señora 
        María. ¿Se porta bien con usted?
- Sí, muy bien. Hay que pedirle 
        por favor que no se afane tanto.
- ¿Y cómo está el jardín, don 
        Juvencio? ¿Está bonito?
- No he bajado, pero sé que siempre está en 
        orden.
- Además, estamos en invierno.
María: 
        Cuéntele cómo está el canelo.
- El canelo está bien, muy 
        alto...
María: Lleno de flores.
- Nunca pensé que podía 
        subir tanto, en forma que no es de él, sino también de 
        nosotros.
- Y el sur de Chile, ¿le gusta?
- No se puede 
        vivir en el sur. Pero yo sólo sé hacer poesía.
- Usted trabajó 
        muchos años en la Biblioteca. Ha vivido siempre entre libros.
- Sí. Estiro un brazo y salen un montón de libros.
- ¿Y qué le gusta 
        más, los libros o la señora María?
- Todo va por ahí, 
        nomás.
- ¿Tienen nietos?
- Dos bisnietos. De los
 hijos Irene y Juvencio: Irene tiene a Felipe, y mi hijo tiene a Margarita y a 
        Rodrigo. Así que son tres nietos. Felipe tiene una chiquita de seis y 
        Margarita un chiquito de cinco, dos bisnietos.
- ¿Y qué vamos a 
        hacer para su cumpleaños, don Juvencio?
- ¿Ya viene mi 
        cumpleaños?
- Sí, falta un mes.
- Cualquier cosa, con un 
        traguito, a mí me gustaría que estuvieran ustedes. Una vez vino 
        Eduardo Peralta y estuvo tomando té con nosotros. Trajo su guitarra, y 
        yo estaba en cama y tocó canciones.
- Señora María, ¿donde 
        conoció usted a don Juvencio?
María: En la Alianza de 
        Intelectuales de Chile. El venía llegando de España. Cuando en todo el 
        mundo había esa efervecencia por la Revolución Española, se juntaban 
        víveres y cosas y todo se mandaba a España, él estaba allá. Cuando 
        llegó, lo conocí. Lo recibió la Alianza, y nos hicimos 
        amigos.
- Usted había estado preso allá.
- Tres meses y 
        medio.
- Y después, toda la lucha por la defensa de la 
        República, la solidaridad.
- Sí, y tuvieron que asilarse, cuando 
        entró Franco a Madrid.
- ¿Quiénes estaban activos en la Alianza 
        de Intelectuales?
- ¿Aquí en Chile? Acá estaba Neruda, Luis Enrique 
        Délano, Rubén Azócar; bueno, todo el mundo, además de 
        políticos.
- Ahora me voy a dar un salto y le voy a preguntar 
        lo que hacían Uds. en la época de Pinochet.
- Hacíamos lo que 
        podíamos... Donde nos decían que había que estar, allí estábamos, a tal 
        hora, en tal parte. Se hacían reuniones... con muchísimo 
        susto.
- Pero, ¿respetaban a don 
        Juvencio?
María: Sí, felizmente. Bueno, la Comisión de 
        Derechos Humanos fue la primera en organizarse, dar la cara. Fue el 
        primer ayuno que hubo, de escritores. No recuerdo en qué parroquia, era 
        bastante alejada. Estaba Coloane, Diego Muñoz, la señora de Diego, y 
        otras personas.
- ¿Ustedes eran muy amigos de la 
        Hormiguita?
- Muy amigos, era un ser excepcional La Hormiguita. De 
        esos seres raros, un ser que no tenía egoísmo, quería a todo el 
        mundo.
- ¿Se puede decir que La Hormiguita ayudó mucho a 
        Neruda?
- Mucho, era una mujer de mucho temple, muy decidida. Muy 
        decidida también en sus ideas. Definida total; lo que ella pensaba, lo 
        hacía. Porque hay gente que se queda en los pensamientos y no los lleva 
        a la práctica.
- ¿La señora Delia, no era muy práctica en su 
        casa?
María: Nada de eso. Me acuerdo que siempre 
        pasábamos los veranos en Isla Negra, entonces ella se desentendía de 
        todo. Y yo era bastante mala también para ser dueña de casa. Es decir, 
        poco le hacía a la cocina, pero para distribuir y más o menos manejar la 
        casa, ella dejaba en mis manos la cocina y los detalles domésticos. Ella 
        no era para eso. Era para ser la compañera siempre. Lo que le dijo a 
        Juvencio mi mamá. Porque mi mamá le advirtió que yo no sabía ni hacer 
        una taza de té. Entonces él le dijo: "la quiero para compañera mía, nada 
        más, para que esté siempre conmigo". Y a veces yo tenía cosas urgentes 
        que hacer, en la cocina: que no, que estuviera yo ahí nomás, pierna 
        arriba a su lado. Si se subía la leche, no importaba, así es la vida, 
        ¿ves tú?... El prefiere que se suba la leche y no perder un momento de 
        alegría, de estar junto a los seres queridos.
- Hace cuánto 
        tiempo que están en esta casa, señora María?
María : 
        Hace 42 años que nos vinimos a esta casa. Con un préstamo hipotecario de 
        la Caja de Empleados Públicos en esa época: Uno iba pagando y la deuda 
        se iba extinguiendo hasta que se acababa; y no como ahora, que es una 
        cosa espantosa, las deudas hipotecarias no se terminan nunca. Yo oigo 
        los reclamos de la gente.
- ¿Usted se casó cuando ya don 
        Juvencio tenía varios libros publicados?
María: Tenía 
        publicado hasta Nimbo de piedra, cuando nos encontramos acababa 
        de publicarlo, y se había sacado el premio único para el IV Centenario 
        de Poesía. Entonces lo encuentro y me dice: "vengo llegando de Buenos 
        Aires y me queda un resto de platita, podemos ir a almorzar". Entonces 
        le dije: "Y ese paquete que llevas ahí". "Le he comprado a mi padre un 
        poncho de Castilla, a él le hace falta para que se abrigue y se cobije 
        de la lluvia". Y fue al Correo a poner su encomienda. Y después nos 
        volvimos a encontrar, para toda la vida.
- ¿55 años cumplieron 
        de casados?
María: Claro, nos casamos el 5 de diciembre 
        de 1942.
- No habría sido mejor casarse con un ingeniero, Sra. 
        María?
María: Jamás. Mi vida ha sido realmente feliz al 
        lado de la poesía. Qué más puedo pedir. El, que sabía de todo... y 
        leíamos poesía y me hacía llorar.
- ¿Y sus hijos, me dijo que 
        uno estudió historia?
María: Sí. Y mi hija es 
        psicóloga.
- En todo caso ciencias humanas; toda la influencia 
        de ustedes. Cuénteme: después de España, llego acá y empieza a trabajar 
        en la Biblioteca Nacional, cumpliendo horarios, y toda una disciplina. 
        ¿Cómo lo asume don Juvencio?
María Tuvo que adaptarse, 
        porque ya tenía una familia. Cuenta Volodia en su libro cómo iba a la 
        Biblioteca, atendía a la gente y les enseñaba a hojear y tratar bien a 
        los libros, porque los libros se van deteriorando.
- ¿De qué 
        parte de Chile es usted?
María: Soy de San 
        Felipe.
- ¡Ah! del otro extremo, nada que ver con el 
        sur.
María: Soy de la V Región.
- ¿Don Juvencio, 
        hasta qué año fue al sur?
María: El fue al sur hasta el 
        año 87. En el aniversario del Liceo (de Temuco) fue la última vez que 
        viajó.
- ¡Pero qué Liceo, con qué 
        historia!
María: Con la historia de tanta gente que pasó 
        por allí, Diego Muñoz, Elio Rodriguez también. Ellos se conocieron en el 
        banco escolar. Claro Juvencio ya había hecho algunos cursos, era cuatro 
        años mayor. Ahí había niños de diferentes edades en el mismo curso. 
        Llega al banco, y hay un niño chico, chiquito, flaquito; lo mira y le da 
        vuelta la espalda, a ese nuevo que llegó, todo tímido, asustado. Se 
        sentó y entonces el niño se da vuelta y le dijo "sopla este pelito" 
        -venía con un pelito en el cuaderno. El sopla y el niño lo mira y suelta 
        la carcajada: Pablo, Pablito, Neftalí, Neftalí Ricardo Reyes. Y ahí 
        se produce el contacto y no se separaron más, los dos andaban solos. 
        Mientras los otros niños corrían como locos, ellos se quedaban parados 
        mirando piedrecitas, cositas del suelo, insectos, flores secas. Cosillas 
        que da la naturaleza, que son tesoros para los niños, y eso buscaban 
        ellos. Me dijo: "jamás me hubieran ubicado a mí para jugar fútbol, nunca 
        habría sido parte de un equipo". Eran niños con otro sentido de la 
        vida.
- Después de toda la lucha contra Pinochet, yo supe de 
        muchos episodios de ustedes... Don Juvencio en conferencia de prensa del 
        Partido Comunista, o en grupos de resistencia...
María: 
        Yo tengo muchas cosas guardadas. Por ejemplo, una orden: "Que tiene que 
        presentarse ante la Corte, bajo apercibamiento de arresto, a las 3 de la 
        tarde, por haber burlado el receso político". Eso era un pecado atroz, 
        era terrible. Firmado por el Ministro Fernández. Era una lista grande, 
        como de 27 personas que habían violado el receso político; eso era un 
        pecado mortal. Se presenta allí y el señor Valenzuela, que estaba en ese 
        momento, le dice: "Usted quiere demostrar que no es comunista". Juvencio 
        le contesta: "No revuelva los papeles. Sí, yo soy comunista, no busque 
        elementos de prueba". Luego de hojear y revolver los papeles, lo mira y 
        le dice: "Por ahora no lo voy a dejar arrestado. Por ahora". Todos 
        estaban esperando que cayera preso, por semejante cosa.
- No se 
        atrevieron.
María: Entonces, a los cuatro primeros de 
        esa lista -algún día te la voy a dar, por ahí, no sé si tiene ustedes 
        recortes de esa época... Está primero Stuardo, Cantuarias, Jerez; a esos 
        los echaron violentamente del país, me acuerdo. Y los demás quedaron en 
        "lista de espera". Quedaron esperando, y Juvencio, como "Valle" quedó al 
        final. Entonces, no alcanzó a sufrir el castigo.
- Fue muy 
        valiente, este caballero y usted.
María: No le importaba 
        nada, siempre daba la cara. Boenninger vino una vez acá. Aquí se formó 
        la Comisión de Derechos Humanos. Aquí vinieron, se fundó con Castillo 
        Velasco.
- Por lo general, la gente tiene la idea de que un 
        poeta como don Juvencio, del bosque, de la naturaleza, que piensa en los 
        clásicos del Siglo de Ora español, no se mezcla en lo 
        contingente.
María: Siempre fue así. Porque a la gente 
        que sufre, hay que animarla, hay que hacer algo. La poesía ayuda mucho a 
        combatir. A la gente que sufre hay que darle esperanzas, sobre todo. Y 
        con la poesía, muchas veces, han caído las dictaduras.. a fuerza de 
        poesía. Es la lucha más eficaz contra la dureza, contra la 
        maldad.
- Don Juvencio, dicen que las mujeres lo encuentran muy 
        buen mozo.
- Mejor, pues...
- ¿Ustedes también han sido 
        amigos de pintores, de otra gente aparte de la literatura?
- Sí, 
        Venturelli fue muy amigo mío.
María: Otro amigo que tuvimos 
        fue Waldo Vila. Vivía cerca, siempre pasaba a vernos. Cuando 
        Juvencio tenía quince años, estaba en su casa de campo, porque él se 
        crió en el campo, le hizo ese croquis a su hermano que hacía años que no 
        iba a la casa.
- Año 1915.
- Cómo pude hacer eso 
        yo.
María: Es muy hábil. Tiene una fotografías de la casa, 
        exactas. ¿Ve ese piso que está en la chimenea? Lo hizo él. 
        
-¿Son piedras?
María: Sí, son piedras, esto 
        lo hizo él en unas vacaciones. Porque no sólo ha sido 
        poeta.
- Múltiple este caballero, ¿no? ¿Le gusta mucho el 
        mar?
- Sí. Tenemos casa en el mar. Entre Isla Negra y Punta de 
        Tralca. Los niños van muy seguido; los nietos, los hijos.
- La 
        gente en la SECH y, en general todos los escritores, todos los poetas, 
        se acuerdan mucho de don Juvencio, de usted. ¿Cree que hay una vigencia 
        de don Juvencio en la poesía chilena actual?
María: Yo 
        creo que sí. Pero no lo nombran. Porque hay gente que tiene su personaje 
        especial, su preferencia de poesía. Yo creo que Juvencio está 
        vigente.
- El otro día, en un acto en que se presentó un libro 
        de Luis Corvalán llegó un saludo de don Juvencio y fue muy aplaudido. 
        Inmediatamente la gente reaccionó con entusiasmo.
María: 
        Cualquier acto, lanzamiento de un libro, se llena.
- Me acuerdo 
        de la Biblioteca Nacional, uno de sus cumpleaños... fue enorme la 
        concurrencia.
María: Cuando le dieron el Premio 
        Nacional, hacían cola para saludarlo, era muy querido por las compañeros 
        y compañeros.
- ¿Don Juvencio entró al Partido Comunista junto 
        con Neruda?
- Parece que sí
- ¿Se acuerda, usted, de Alone? 
        ¿Qué relación tenía con Alone, don Juvencio?
- Tenía relaciones 
        cordiales.
- En general, don Juvencio no ha participado en las 
        polémicas literarias ¿no?
María: No. Porque él dice que 
        en la polémica literaria la poesía es la que pierde.
- ¿En toda 
        esa historia de la polémica de Neruda con de Rokha, ¿él tampoco se 
        mezcló?
María: No se mezcló nunca. Aunque él estaba con 
        el lado de Neruda, naturalmente, porque era su amigo de tantos 
        años.
- ¿A Neruda no le parecía mal que él no se metiera en 
        eso?
- No. Para nada.
- Es una pregunta que puede parecer 
        impertinente, pero a la gente le interesa saber.
María: 
        Se sabían amigos. Entonces, de ese lado sabía lo que pensaba 
        Juvencio.
- ¿Le gusta la 
        música?
- Mucho.
- ¿Canta, usted? ¿Nunca 
cantó?
- He 
        tratado de cantar, pero tengo un oído imposible. Nunca he podido ser un 
        cantante.
-Bueno, 
        usted hace otras cosas. Hay que dividir el trabajo. ¿La señora María 
        canta?
María: No, soy muy desentonada.
- Pero, 
        ¿han tenido amistad con los músicos?
María: El tiene 
        músicos amigos, uno está en Alemania ahora: Gustavo Becerra. Otro amigo 
        que lo viene a ver siempre es Luis Merino Reyes, que cumplió 85 
        años.
- Así que 
        lo viene a ver don Luis Merino Reyes... ¿Y quién más viene por 
        acá?
- Bueno, a veces viene Volodia, José Miguel Varas.
 - Uno a 
        veces no viene a verlo para no molestar nomás.
- Sí, pues. El me 
        avisa, y yo le digo venga nomás. Volodia me dice: llámame por favor, 
        porque estamos muy alejados. El conoce desde los 17 años a Juvencio. Un 
        colorín con una mata de pelo tremenda. Tienen muchos recuerdos, son muy 
        amigos, se querían mucho. Y lo evoca en su libro. Es que es una época 
        muy linda, muy llena de vitalidad, de libertad. Los intelectuales 
        estaban unidos, también. Bueno, la revolución, el Frente 
        Popular. Ahora están unidos y desunidos, también. ¿No?
- Después 
        de España, estuvo la Alianza de Intelectuales. Hay fotos en que aparece 
        don Juvencio marchando con todos los demás. Después de todo eso, Allende 
        nombró Director de la Biblioteca a don Juvencio. Cuando viene el golpe 
        de 1973, a don Juvencio lo sacan de la Biblioteca.
María: 
        Allende quería tener gente de su confianza en los principales lugares 
        públicos. Pero, ese señor, el anterior Director, no salió, así que lo 
        nombraron en comisión; no renunció a su cargo. No hubo más que mandarlo 
        en comisión para poder nombrar a Juvencio.
 - ¿Y cómo 
        recibieron los trabajadores de la Biblioteca el nombramiento de don 
        Juvencio? Yo creo que estarían contentos.
María: Estaban 
        muy contentos. Porque él vino desde abajo. Porque empezó desde atender 
        la sala de lectura hasta llegar a la Dirección. Además, dirigió el 
        gremio de los empleados, luchó muchísimo por ellos. Le mandaba cartas al 
        Ministro, pidiendo esto, esto otro, los aumentos de sueldo. El daba la 
        cara por la gente.
 - Ese 
        aspecto del dirigente gremial, no lo habíamos tocado. No solamente de 
        los escritores, sino también de los funcionarios de la 
        Biblioteca.
María: Fue dirigente gremial de los 
        funcionarios de la Biblioteca. Luchó bastante para que la gente 
        estuviera mejor. Luchó muchísimo contra el despotismo de los directores 
        de la Biblioteca. El despotismo era espantoso. Porque a gritos mandaba 
        el Director. Y él hacia la contra y peleó hasta que renunció. En ese 
        tiempo, Juvencio recibió el Premio Nacional. Sufrió muchísimo la 
        venganza del Director. Lo sacaba de la Biblioteca, lo mandaba a otra 
        repartición; pero no pudo, porque había leyes que lo favorecían. Un 
        luchador gremial bastante eficiente -encuentro yo- fue en esa 
        época.
- ¿Nunca 
        lo tentaron con que fuera candidato a diputado; que fuera algo así, don 
        Juvencio?
- No. Nunca. Eso no lo habría aceptado. 
 - Neruda 
        fue senador, también podría haberlo sido él.
María: No eso 
        no. El luchó muchísimo con sus energías y su poesía y ahí salió el libro 
        Estación al atardecer. Es un nombre que no le viene al 
        libro. El libro iba a salir con el nombre de "El grito en el cielo", o 
        sea, el grito de rebeldía que llega hasta lo más alto. Esa era su única 
        arma de lucha. Ahí está el libro, con todas sus penurias, sus luchas, su 
        trabajo en favor de la gente que él tenía a su cargo. Así es que cuando 
        recibió el Premio Nacional, todo el mundo se agolpaba a saludarlo y 
        felicitarlo. Cuando fue Director tuvo la idea de Allende. Fue la 
        época en que estaba Juvencio Valle en la Biblioteca, Pepe Balmes en 
        Bellas Artes, una serie de intelectuales y artistas de 
        avanzada.
 - ¿Lo han 
        tratado bien, don Juvencio? ¿Aquí en Chile, en España... ?
María: Sí, claro. Cuando fue a España. Tengo los 
        recortes de la revista Ercilla: "Nuestro gran poeta -dice- es 
        nuestro primer corresponsal de guerra, para que vaya a participar en la 
        Guerra Civil Española". Y de allá mandó las cartas, que las va a 
        publicar una editorial. Y va a venir muy bien, porque todos los que 
        llegaron en el "Winnipeg" lo conocen mucho, porque luchó con 
        ellos.
- ¿Cuando 
        estuvo Alberti hace poco, ¿lo vieron ustedes?
María: 
        Mucho, claro. Tenemos una fotografía donde está en Isla Negra con 
        Alberti.
 - ¿Alberti es un poquito menor?
María: Dos años 
        menor. Cuatro años es menor Neruda.
 - Muy 
        simpático don Rafael, ¿no?
- Claro. "Yo soy muy amigo de Juvencio", 
        dice. Tenemos libros: "La arboleda perdida", dedicada, con 
        dibujitos, muy hermoso. Y siempre que puede manda alguna cosita. Ahora 
        dicen que está enfermo.
 - ¿Y la 
        salud de este caballero? Usted dice que es 
        notable...
María: Está muy bien de salud, pero ha olvidado 
        tanto...
- ¿Y 
        usted no se olvida?
María: Bueno, yo le ayudo mucho. Soy 
        su ayuda memoria.
 Dedicatoria 
        de Miguel Hernández en su libro Vientos de 
        pueblo:
"Juvencio: Aquí tienes este libro escrito con el 
        entusiasmo, la presión y la precipitación que el clima dramático en que 
        España empuja sus cuerpos, me han exigido fatalmente. Nuestra labor está 
        tremendamente arraigada a cuanto sucede en relación con nosotros sobre 
        la tierra, y ya veremos cómo la hacemos con más pureza. Salud por Delia 
        y por Pablo. Salud y abrazos. 
Miguel
Madrid, 4 de septiembre de 
        1938
 Esta es una 
        edición de Viento del pueblo. Poesía en la Guerra. Ediciones 
        Socorro Rojo Internacional. España 1937, y dice: Miguel Hernández, Poeta 
        campesino en las trincheras, por Tomás Navarro Tomás.
Es una edición 
        que ya está un poquito desarmada por los años.
María: Esta tiene una historia, porque cuando echaron de 
        España a Juvencio, él dejó una maleta de libros en la Embajada y se 
        perdió, nadie supo nada. No lo dejaron sacar nada, lo echaron hacia 
        Francia y de Francia se vino para acá en el año 39, más o menos por 
        fines de diciembre. Entonces, después de muchos años, como por el año 
        65 más o menos-, va un amigo a la Biblioteca y le dice a Juvencio: 
        "fíjate que un amigo mío tiene un libro de Miguel Hernández dedicado a 
        ti... trabaja en la Universidad". "Y cómo es eso?", le dice. "Sí, y es 
        fulano de tal". Fue a hablar con él, y le dice Juvencio: "Mire, a mí 
        me gustaría tener ese libro, mi amigo. Hemos pasado tantas cosas juntos, 
        yo se lo compro, le pago lo que usted me pida, haré cualquier sacrificio 
        para obtener el libro". Y este señor le contestó: "no se lo vendo, se lo 
        voy a regalar". El lo había comprado en una librería de viejo en Madrid. 
        Y así llegó el libro a Chile, otra vez a manos de su dueño.
La 
        arboleda perdida
A mi querido y admirado Juvencio Valle, 
        gran poeta. Recordando los años heroicos de Madrid, los días de la 
        Alianza de Intelectuales. 
Rafael Alberti, Madrid 10 de 
        octubre de 1986.
Viene 
        después un dibujo y dice: "Esta tarde madrileña, junto con Rafael, te 
        recordamos con mucha fraternidad, Marcos Ana".
María: Estuvo aquí Marcos 
        Ana, Juvencio le dio la bienvenida.
 - Ahora 
        iba a venir pero parece que estaba enfermo.
María: Sí, qué 
        pena que no haya venido Marcos Ana.
 - ¿Usted 
        ha fumado alguna vez, don Juvencio?
- Por ver qué es. Entiendo que 
        es un vicio. Comprendo que son cosas que uno no sabe apreciar, pero 
        comprendo. A mí no me atrae andar chupando y echando humo. A la gente le 
        atrae porque se sienten más libres, y hay que respetar eso. De 
        repente, me vienen a buscar, en el fondo soy terriblemente sacado de mi 
        vida. Así es la vida.
María: A veces, Juvencio se siente mal, se deprime, porque 
        se da cuenta de su problema, y yo sufro al verlo así.
 - ¿Cómo 
        es la comida, le dan bien de comer? ¿Come chunchules?
- Esas cosas 
        no, pues.
- ¿Cómo 
        es para la comida?, ¿le gusta la comida a usted?
- Sí, me gusta 
        comer, cuando me siento bien. Con un traguito de vino.
 - Para su 
        cumpleaños se va a tomar su traguito de vino, ¿no? Recuerdo, señora 
        María, que una vez que vine nos tomamos una botella de vino al almuerzo. 
        Estaba muy contento don Juvencio porque había logrado -según él- 
        burlarla a Ud. ¿Le gustan las frutas, don Juvencio?, ¿puede 
        comerlas?
María: Sí, a veces vienen a verlo algunos poetas 
        del sur. Le traen harina tostada, piñones. De Chillán viene un amigo 
        poeta y le trae longanizas. Tenía un poeta amigo, en Temuco -era 
        jovencito él-, llegaba del campo, ahí estaba Armando Benavente, poeta 
        también de esa época -hace dos años que murió-. Amigos entrañables, 
        junto con Eloy se juntaban en Temuco. En la casa de ellos eran muy 
        buenos para cocinar cazuelas, guisos, empanadas. Y hacían negocio, ¡qué 
        iban a ser buenos para los negocios! Dos poetas, acostumbrados a tener 
        actividades de otro ámbito. Eran malos para los negocios, por 
        supuesto.
        
 
        
Fernando Quilodrán: Poeta , novelista, 
        periodista. Entre sus libros: Vitales mereciéndolo (novela), Poemas. 
        Actualmente es Jefe de Redacción de la revista Pluma y 
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