Franz Kafka

 
 

 

Reiner Stach, biógrafo:
La fortaleza de Kafka


Kafka, uno de los mayores escritores del siglo XX, es también un enigma de falsas imágenes y malentendidos. Reiner Stach aborda en un primer tomo de su proyecto biográfico, los años 1910-15, cuando el joven escritor se transforma tanto en un funcionario como en un maestro de la pesadilla.


Por Carlos Alfieri
La Jornada Semanal, México
Reproducido en El Mercurio, 14 de Septiembre de 2003


El alemán Reiner Stach, nacido en Rochlitz, Sajonia, en 1951, ha escrito por fin el libro que Kafka se merecía. Su Kafka. Los años de las decisiones, que acaba de publicar Siglo XXI de España, pocos meses después de que apareciese en su lengua original, reúne todas las condiciones para convertirse en una obra canónica. Se trata del primer volumen de la monumental biografía en la que Stach sigue trabajando, y abarca un periodo breve - 1910 a 1915- pero absolutamente fundamental, en todos los sentidos, de la vida del genio secreto de Praga.

Preciso, sutil, minucioso y apasionante, el relato desnuda los vasos comunicantes tendidos entre la vida y la obra del autor de La metamorfosis, la génesis de su estética, las fuentes más recónditas de lo kafkiano, y sin faltar jamás a la verdad de los hechos despliega un abordaje imaginativo y de rotunda categoría literaria.

Tras estudiar filosofía, matemáticas y literatura, Reiner Stach fue lector científico y editor de libros de ensayo para varias importantes editoriales de su país. En 1987 publicó El mito erótico de Kafka, al que seguirían otros estudios acerca del escritor checo aparecidos en diversas revistas culturales. En 1999 organizó la exposición La novia de Kafka en distintas ciudades europeas, en la que presentó el legado de Felice Bauer por él descubierto en Estados Unidos. La siguiente entrevista se realizó en Madrid, en medio de un calor tan asfixiante, que constituía otra metáfora kafkiana.

- En la introducción de su libro reconoce que en toda existencia hay un núcleo de irreductible opacidad que torna imposible la pregunta esencial de una biografía, en este caso: "¿Cómo fue ser Franz Kafka?" Entonces, ¿qué se propuso con su obra?
"No se puede saber realmente cómo fue Kafka; es una utopía. Pero procuré avanzar en esa dirección, y para hacerlo tuve que desarrollar una empatía que me permitiera identificarme por dentro todo lo posible con este hombre, aunque supiera que nunca llegaría a la meta".


Falsas imágenes

- ¿Hay algún aspecto de la personalidad del autor de "El proceso" que lo haya sorprendido?
"Sí. Su fortaleza. La imagen que se tiene de Kafka de neurótico, hipocondríaco, enfermo, que se refleja en sus diarios, no es toda la verdad. Hay también en su personalidad un rasgo de fortaleza asombrosa. Él siempre se queja. Pero me ha sorprendido que en momentos objetivamente terribles, como la guerra, que tuvo sobre él un efecto destructivo, deja de quejarse. No hay reflejo en sus cartas y diarios de esa presión tremenda de los hechos; eso lo afronta en silencio. Era consciente de que había gente a la que le iba mucho peor, como los que combatían en el frente, y se habría avergonzado de quejarse. Sin embargo, creo que uno de los aportes de esta biografía es que demuestra que Kafka sufrió muchísimo más de lo que se pensaba con la Primera Guerra Mundial".

- Fervoroso vegetariano, obsesionado con la higiene, naturista, nadador, gimnasta... ¿Cuál era la relación de Kafka con su cuerpo?

"De su círculo de amistades, era la persona que se tomaba más en serio el cuidado de su cuerpo. Consideraba que el cuerpo, y no el espíritu, era lo más importante para la vida. Le dirigía tanta atención, que siempre describía primero físicamente a la gente con la que se encontraba antes de contar lo que habían dicho. En ese aspecto, era una completa excepción entre sus amigos escritores".

- Eso parece contradecir la imagen habitual que la gente tiene de él.
"Por supuesto. Esa imagen de un Kafka espectral es absolutamente inventada. Incluso exageraba decididamente en cuanto a la importancia del cuerpo. No admitía que se pudiera dividir el cuerpo en piezas que se tuvieran que componer, sino que abogaba por un tipo de medicina natural que considerara al cuerpo como algo vivo, unitario y no mecánico".

- Pues era un adelantado en ese sentido.
"Sí. Al mismo tiempo este cuidado del cuerpo tenía sobre su mente un efecto terapéutico. A él, cuya vida psíquica tenía una complejidad casi caótica, sentir un cierto bienestar corporal lo ayudaba a mantener la estabilidad".

- ¿Su gran tragedia fue el haber querido ser un vitalista estando condenado a una radical ajenidad a la vida?
"Para él la normalidad era una utopía, pero al mismo tiempo trataba desesperadamente de ser 'normal'. Su problema era lo que llamaba la mirada maligna o aviesa. Podía estar sentado en medio de personas amables, que lo apreciaban, pero siempre existía una distancia que no podía superar entre él y los otros. Se hacía culpable a sí mismo de ese problema y lo atribuía a esa mirada maligna que le hacía ver a la persona sentada frente a él como una rata o un animal extraño. Consideraba que mientras no pudiera salvar esa distancia y librarse de esa mirada no podría ser 'normal'. En realidad no había malignidad en su mirada sino, simplemente, una fría objetividad. Pensaba, por ejemplo: 'Mi hermana está ahí, ella me quiere y yo la quiero, pero no puedo evitar ver su lado ridículo"'.

- Precisamente esa mirada configura gran parte de la grandeza de su literatura.

"Así es".

- ¿Resolvió Kafka en algún momento la tensión entre su deseo de insertarse en la corriente de la vida y su insalvable distanciamiento?
"No. Se trata de una contradicción insoluble, porque es imposible liberarse de un conocimiento o una percepción una vez que se alcanzan. Pero por momentos lograba salvar esa distancia, como cuando se encontraba entre gente sencilla en el sanatorio. Entonces se integraba perfectamente en ese ambiente, participaba en excursiones, cantaba con los demás y durante una hora se olvidaba de que era Kafka".
"Claro que esas cercanías eran provisorias, aunque él intentaba repetir ese tipo de experiencias".

- En contraposición, las conversaciones teóricas solían aburrirlo.

"No quería saber nada de teorías. Valoraba más las imágenes que las elucubraciones abstractas".

- ¿Kafka encuentra su estilo definitivo cuando decide reducir al máximo las necesidades de su vida para concentrarse en la literatura? ¿Se puede decir que estiliza su vida para estilizar su literatura?
"Sí, sin duda. Aspiraba a la máxima sencillez, y más aún, a la pureza, no en el sentido moral sino en cuanto a no hacer nada innecesario ni en la literatura ni en la vida. Atender estrictamente a lo esencial, a eso llamaba pureza. El texto ideal era para él aquel en el que no sobra ni una palabra, ni una coma".

- Subraya usted en su libro que "no se puede ignorar que Kafka pagó un precio enormemente alto por esa estilización de su existencia". Pero también señala que fue tal vez ese proceso el que lo preservó de la locura o el suicidio. ¿De qué manera piensa usted?
"En efecto, él paga un precio importante por esa ascesis. Por ejemplo, la falta de espontaneidad de sus actos. Nunca emprende un viaje espontáneamente sino que necesita tener todo planeado con antelación: cómo y a dónde viajará, en qué hotel se alojará, cuál será la duración exacta de la travesía. Tampoco intenta tener encuentros espontáneos con su prometida, Felice Bauer; antes de hacer determinadas cosas tiene que tener terminado su trabajo. En fin, hay una serie de experiencias que nunca llega a probar: este es un precio, entre otros".
"Pero al mismo tiempo ese programa vital restringido lo estabiliza y preserva del caos. Estaba sometido a una tremenda tensión psíquica cercana a la paranoia, y la única solución que encontró para conseguir la estabilidad fue simplificar su vida. Tenía que ordenarse, concentrarse, planificar sus actos: si se dispersaba corría el riesgo de desintegrarse".

- Elías Canetti consideraba a Felice Bauer una mujer irrelevante que no estaba a la altura de Kafka. ¿Comparte esa opinión?
"Canetti no ha sabido nada de ella. Las Cartas a Felice aparecen sólo seis meses antes de que él publicara su libro sobre Kafka. Su opinión es infundada; decía que Felice era como una pantalla sobre la que Kafka proyectaba la imagen que él mismo creaba. Pero no es así, conocía a su prometida muy a fondo. Si tuviéramos las cartas que ella le escribió a él seguramente cambiaríamos esa imagen de ella, pero lamentablemente sólo se conservan muy pocas. Kafka las destruyó, porque era una costumbre establecida que si se rompía una relación sentimental y la mujer se casaba con otro, lo correcto era destruir sus cartas de amor. No se trataba de una actitud agresiva, sino que obedecía a la consideración: si la persona adoptaba otra vida se estimaba que esos testimonios no tenían por qué subsistir".

- Hay un pasaje de su libro que me resulta conmovedor: el que narra el viaje que hace Kafka con Max Brod a Weimar, en donde visita la Casa Museo de Goethe. Allí conoce a la hija del administrador, una bella adolescente de dieciséis años - Kafka tenía veintinueve- , y trata de seducirla por todos los medios sin ningún éxito. ¿Eran frecuentes en él estos apasionamientos un tanto compulsivos?

"No. Era una situación excepcional. Se sentía muy solo ese año y buscaba desesperadamente afecto. Pero nunca andaba corriendo detrás de cualquier jovencita".

- Si tuviera que elegir una sola obra que contenga todo el genio de Kafka, ¿cuál sería?

"La metamorfosis, sobre todo desde el punto de vista de la perfección literaria. Pero no podría dejar de agregar El castillo, que aunque literariamente es una obra fallida - pese a que su autor sabía perfectamente a dónde ir, no supo otorgarle la forma adecuada- es un trabajo estructuralmente admirable y que constituye el balance de toda una vida".

- ¿En qué medida pueden considerarse el cine mudo y el teatro yiddish, muy frecuentados por Kafka, influencias importantes para su poética?

"Kafka se alimentó de esos elementos. Le daba mucha importancia a la gestualidad y creía que era necesario para su literatura encontrar su equivalente expresivo. Tenía claro que en el teatro yiddish la gestualidad era mucho más importante que sus diálogos: lo esencial era la presencia. Este teatro era un arte sin arte, carecía de un texto verdaderamente interesante, pero era la forma de interpretarlo, lo que hoy se denominaría la performance, el factor de comunicación con el público".

- Flaubert, tan admirado por Kafka, que se ufanaba de vivir sólo para la literatura, escribió sin embargo ante la visión de una mujer rodeada por sus hijos: "Ils sont dans le vrai". ¿Era la misma nostalgia que sentía Kafka de una vida corriente?

"Creo que Kafka dijo más de cien veces en su vida esa frase de Flaubert, porque él buscaba lo mismo: la 'normalidad'. Quería llegar a toda costa a esa normalidad que le resultaba tan difícilmente accesible. Era su utopía vital: tener hijos, una vida familiar. Por eso se consideraba 'hermano de sangre' de otros escritores que lucharon por lo mismo: Dostoievski, Kierkegaard, Flaubert".

- ¿El fracaso de su relación con Felice Bauer fue un golpe definitivo para él?
"Sí, lo vio así, en el sentido de que esa relación significaba para él la prueba de que podía alcanzar la normalidad. En el período que siguió al fracaso mantuvo una actitud muy rígida en cuanto a no creer que existieran otras opciones, pero luego la fue aflojando. Conoció así a otras mujeres con las que pudo llegar a tener relaciones, como Milena Jesenská. Tal vez en un matrimonio con Milena habría encontrado más afinidad, puesto que ambos escribían".

- ¿Su adhesión al sionismo fue otro intento fallido de integrarse en la comunidad?
"La motivación central que movía a Kafka era sentirse parte de una comunidad, encontrar una identidad colectiva. Admiraba a los jóvenes sionistas, pero el sionismo en sí, como programa político, no le interesaba para nada. Incluso llega a decir que le repugna, y cuando asiste a un congreso sionista se aburre por completo. Lo que sí le interesaba era la gente que concurría allí, como los judíos ortodoxos con sus largas barbas, a quienes describe minuciosamente. Pero ese vínculo no podía funcionar: Kafka sabía demasiado y no podía aceptar el ingrediente de ingenuidad que se alojaba en el sionismo".

- En su biografía hace varias referencias a visitas de Kafka a burdeles, un hábito común a los jóvenes de su época. ¿También eso contradice la imagen espectral del escritor de Praga?
"Ciertamente. También eso".


NUEVAS FUENTES


Un proyecto

- Este primer volumen de su biografía se ha centrado en una etapa muy corta, 1910-1915, pero excepcionalmente significativa de su vida.
"La biografía se compondrá de tres tomos. Decidí comenzar por el segundo, el que abarca el periodo 1910-1915, ciertamente decisivo, porque para la primera parte - niñez y años juveniles- todavía no he podido acceder a la única fuente importante, el legado de Max Brod, que intentaré otra vez que me dejen consultar en Tel Aviv, donde se halla. Ocurre que en él hay cartas de amor y documentos por el estilo que algunos de sus herederos no quieren que se vean. Mientras tanto, estoy trabajando en el tercer volumen, que se ocupa de la etapa que va de 1915 hasta 1924, año de la muerte de Kafka".

- ¿Cuál es el aporte documental más relevante que ha conseguido para el tomo que acaba de publicar?
"El material más importante no es nuevo, son los 'Diarios' y las 'Cartas' a Felice Bauer, pero mi esfuerzo estuvo centrado en la comparación minuciosa entre ambas fuentes y también otras".

- ¿Qué otras fuentes consultó?
"Tuve una serie de entrevistas con el hijo de Felice Bauer, que vive en Estados Unidos. Me proporcionó una valiosísima información de primera mano sobre la familia Bauer. Así me enteré de muchas cosas que habían ocurrido en el entorno familiar de Felice que afectaron la relación con Kafka y que hasta ahora eran desconocidas. La información oral aportada por el hijo de Felice ha sido verdaderamente importante para la biografía, y combinada con cartas de diversa procedencia compone un cuadro muy abigarrado de lo que pasaba entonces. Resulta interesante comprobar mediante estos testimonios las cosas que Kafka no sabía, lo que lo llevaba a obrar ignorando ciertos hechos; muchas veces pedía explicaciones de determinados asuntos que nunca se le daban. Todas estas circunstancias influyeron en la relación".

"Por otra parte, aunque no ha sido mi descubrimiento, he sido el primero en utilizar como material biográfico unas cartas y tarjetas postales que siguieron una trayectoria triangular: Kafka las escribía a Felice, pero a la vez, durante un cierto tiempo, le escribía a una amiga de ella llamada Grete Bloch. Ésta era un poco intrigante y a veces le pasaba a Felice sus cartas, pero intencionadamente incompletas, de modo que con frecuencia aparecen cortadas, subrayadas, con signos y anotaciones marginales; entonces, encajando esas cartas, que están parte en Estados Unidos y parte en Europa, como si se resolviese un puzzle, ahora se pueden recomponer ciertas situaciones".

- Quizá ninguna obra literaria ha generado un alud tan impresionante de interpretaciones - filosóficas, psicoanalíticas, sociológicas, políticas, desde el punto de vista de la condición judía- como la de Kafka. ¿No se sintió aplastado por esa montaña de material antes de emprender su trabajo?

"A pesar de esa apabullante cantidad de material, mi actitud primigenia ha sido siempre la de plantearme dos preguntas. La primera es: ¿Qué son estos textos? ¿Hay una clave para entenderlos? ¿Cuál es? Y la segunda: ¿Cómo llegan a producirse estos textos? He pasado del interés primordial por la primera interrogación - por el qué, por la presunta clave- a la intensa curiosidad por la segunda, por el cómo. Lo que hay que tener claro es que no existe una clave única para desentrañar la literatura de Kafka. Por ejemplo, ¿qué significan las infinitas instancias de la ley en El proceso? Muchos las interpretan como instancias interiores inherentes a la problemática de Kafka; otros como una metáfora política de la burocracia, de algo objetivo. Ninguna de las dos excluye a la otra, ambas son coherentes y se pueden proponer incluso otras interpretaciones. Buscar una clave única empobrecería la riqueza de esta literatura. El problema es saber combinar adecuadamente las interpretaciones. Hay una imagen significativa al respecto: el padre de Kafka está sentado frente a él al otro lado de la mesa, pero además está en el fondo de su cerebro. Es de sobra conocida la importancia que tuvo el padre en la vida de Frank y el grado de sufrimiento que implicó para éste desde su niñez, del que sólo logró emanciparse en alguna medida cuando fue creciendo. Pues bien, sería falso explicarlo todo sólo por el padre que está físicamente frente a él o sólo por el padre que habita en su mente. La duplicidad de sentido es una característica esencial de los textos de Kafka. Por eso, si me preguntaran si mi libro es una interpretación o una pura biografía respondería que en el fondo es igual: se trata de llegar al verdadero conocimiento del escritor tanto por hechos externos como por la interpretación de sus propias vivencias. Una vez más, se trata de combinar distintas vertientes".



REINER STACH
"Kafka. Los años de las decisiones"
Traducción de Carlos Fortea
Editorial Siglo XXI, Madrid, 2003, 708 págs.

 

 


 

 

 
 


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