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 Antología Mujeres poetas de Valparaíso (La Calabaza del diablo, 2025. 187 p).
Las voces de la resistencia.

Por Luisa Aedo Ambrosetti


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A pesar de que siempre una antología poética o de cualquier índole literaria no abarca el gran espacio de voces existentes, sino que queda a la mano de la antologador o antologadora como en este caso es Alejandra Pinto Soffia. Mujeres poetas de Valparaíso, esta apuesta realizada por la Editorial la Calabaza del diablo, es una muestra muy interesante y cuidada de un grupo de 14 mujeres reunidas en un texto, que no tiene una temática particular, pero que da cuenta de las coincidencias no azarosas de la escritura de mujeres disidentes o no. En este sentido se transforma en un valioso rescate de voces y hablantes que, situadas en un territorio marino, y dentro de las subjetividades del lenguaje y el pensamiento convergen en varios puntos o en los sentires colectivos importantes de rescatar, visibilizar y descubrir en las diferentes formas de la expresión poética.

Alejandra Pinto se da a la tarea en el prólogo de reunir argumentos y causas para realizar este libro, a estas alturas con una perspectiva no sólo de género sino de una generosidad y con una conciencia social y política que la recorre.

Reconocer la escritura de mujeres es sumamente relevante en un espacio que ha sido hábitat de hombres y además con la carga de violencia de un sistema estructural que ha apagado o disminuido las posibilidades las voces de mujeres y disidencias.

Así como Simone de Beauvoir dice en El Segundo sexo (1949) que la representación del mundo mismo es obra de los hombres (refiriéndose al género masculino), esta descripción de las imágenes del mundo y de uno, creador ya se mostraba relegada. En la poesía, ha existido a través de siglos una especie de subordinación de la escritura de las mujeres frente a la escritura de los hombres, desde una perspectiva de género que obedece no sólo a razones biológicas, sino también a rasgos culturales marcados por las instancias de cada época. Este fenómeno sociocultural no es exclusivo del ámbito de las letras, sin embargo, centraremos esta reflexión en ello, por la pertinencia de cómo ha influido el género y el habitar en la ciudad que es donde se provocan las interrelaciones sociales y públicas y donde el trabajo artístico también aflora.

Según la teórica y escritora Lucía Guerra, es por esto que la ciudad no tiene un sólo significado, sino que se encuentra repleta de matices y de historias individuales y colectivas, idea que se corrobora en Ciudad, géneros e imaginarios urbanos en la narrativa latinoamericana (2014) cito:

Proponer la inclusión de fragmentos urbanos reciclados por un yo que se distancia de los significados oficiales para producir una versión propia en los márgenes de lo oficial, pone de manifiesto que, aparte de la floración de signos que fermentan en los diseños urbanos, la mirada, el contacto físico y la experiencia del habitante de la ciudad introducen una interferencia dialógica que, de manera muy válida, modifica y suplementa la carga semántica de los signos iniciales (24-5)

De esta manera y siguiendo la idea de Guerra las mujeres en esta antología reedicen la versión oficial de los signos que han perpetrado un discurso unívoco y se abren a escritos desde el espacio urbano, en este caso, la ciudad de Valparaíso configurando una nueva cartografía poética. Alejada de una semántica falocéntrica que de igual manera como en la historia de la humanidad, se ve reflejada en la escritura y en el arte en general. En este aspecto, la extrañeza de la aparición de autoras, como representante de mujeres escritoras en la ciudad y en el espacio público-político es necesaria y urgente. Guerra reconoce versiones propias de la historia y de las vivencias en la ciudad relacionadas con la experiencia del que la habita y esto construye de cierta forma su percepción de esta, la autora distingue esta representación como fragmentada por las experiencias heterogéneas, es decir, fuera de los marcos rígidos que plantean los discursos hegemónicos.

Me parece importante reconocer el carácter de esta obra para poder acercarnos a la lectura de los poemas de esta antología. Las voces principalmente recorren lo imaginarios de la ciudad que habitan muchas veces la precariedad, el deseo, el dolor, las maternidades, lo imposible.

En el poema adversa en su versión completa e inédita de Karen Devia se vislumbra el dolor del abuso, del cuerpo como un territorio en daño sucesivo: “no me toques digo/ con los labios cerrados/ con un temblor y una náusea”. Luisa Ambrosetti marca la temática feminista en y la violencia estructural que se traduce en versos como: “Todas mis hermanas están muertas/los nombres de mis hermanas se borran/ como una sombra”. Al igual que Rita Grandón el carácter de la voz increpa al sistema dice: “me impresiona su confianza patriarcal/me impresiona su imagen y órdenes reproducidos del sistema”. Discurso que claramente se repetirá en toda la antología como voces contrahegemónicas.

En Alejandra Montoya el imaginario poético del encierro en poemas como la Rutina de los círculos, cito: “El silencio cubre el penal/un ambiente inhóspito se apodera de los patios, el espacio carcelario, la marginalidad y los seres otros” al igual que Alejandra Pinto en un extenso poema sobre el hambre y las variaciones de la comida como eje, pero que en el fondo plantea las desigualdades y los privilegios a través de metáforas que también entran en una marginalidad y encierro consciente, en versos como: “Quisiera que no doliera el hambre, quisiera que la pobreza no diera ganas de llorar”. Ambas autoras Montoya y Pinto muestran en sus poemas un tono de denuncia y crítica al sistema que violenta a través de la precariedad.

En Natalí Aranda emerge una poética de aforismos filosóficos en los cuales la pregunta es esencial en la voz, dice: “Es en el vientre/ donde la imagen se destruye,/permaneciendo solo el hambre/ y la pregunta” una forma poética -filosófica de enfrentar el mismo eje de lo precario, de lo ausente.

El deseo, el erotismo se exponen de diferentes aristas de la diversidad en Araceli Fuentes y Sarah Jane: “Mi sombra que acaba de pasar frente a ti/dibujando sombras/con olor a sexo entre las uñas/ deshabitada de órganos”, me atrevería a decir en un erotismo o deseo disidente y también político: como en Araceli Fuentes: “erectados pezones, nos alejan de la norma/la ley o el deber/me apuras”. De esta forma ambas rescatando la resistencia ante un sistema heteronormado y violento.

En Begoña Ugalde la memoria y el recuerdo se presentan en una voz que camina ciudades y espacios familiares para caer en lo profundo, en un precipicio, en el propio ser, nos dice la voz: “no es posible cumplir la misma edad dos veces/ pero podemos recordar/donde están nuestros tesoros/que todos los días aclara el mundo”, expresando el fragmento doloroso de la memoria.

El mundo poético que se presenta en Isidora Susaeta nos hace cuestionar y abrazar momentos de la existencia colectiva, una expresión interior muy interesante, cito: “hace cuánto tiempo no me encontraba cotidianamente/perdida en el hacer de la costumbre”, recordando una sujeta cotidiana que puede ser comprendida de diversas formas en el poema.

En Taira Pizarro y Carolina Aparici se observa la interdisciplinariedad de las autoras en sus diversos quehaceres: la madre, la cantante, la actriz o la performance: “estamos aquí como siempre/entregadas a cualquier destino/desprovistas del miedo/amando la vida amando la muerte” nos dice Aparici.

Taira Pizarro en sus poemas dedicados a seres amados escribe desgarradoramente: “yo no estaba llorando/mi alma llora por dentro/es la humedad del cemento la que carcome los huesos”. Intensa palabra de una voz que enuncia con fuerza e intensidad sacar un dolor encarnado.

Rosa Alcayaga, de larga trayectoria poética va uniendo y fragmentando a la vez una poesía entre lo periodístico y lo social, se sitúa en el espacio de mujeres que las voces de sus poemas denuncian con un claro lenguaje a ratos incómodo ante la presencia de lo infernal. Rosa Alcayaga dice: “sacar la voz no es sólo hablar/es sobrevivir sobre los restos del día”.

Quisiera terminar con los versos de la poeta Silvia Aurora que creo reúne en gran parte la esencia de una poesía situada desde los dos territorios: tanto el físico de la ciudad como el del cuerpo nuestro primer lugar habitado cito: “He vivido intensamente a través de las palabras/y he sido inmensamente feliz en ciertas/ocasiones…”

En definitiva, este evento constituye un momento de inflexión sobre la escritura de mujeres las dificultades y ventajas desde donde se habita. Representa una pequeña muestra de la resistencia como símbolo y arma para no perder la memoria y recordarnos y recordarles que una mano de mujer puede explotar el lenguaje.




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