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Las aguas del origen
“Sonetos Fluviales, Canto a los ríos de Chile”, de Hugo González Hernández

Por Lila Calderón

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En el libro “Sonetos Fluviales, Canto a los ríos de Chile”, el poeta y músico Hugo González da vida a la diversidad de los ríos de Chile. Les entrega voz y melodía en el cuerpo del soneto, los retrata en su canto y nos lleva a conocer las superficies y profundidades del tiempo y la existencia, en esas aguas del ser que estamos siendo, que a veces se desplazan con dulzura y otras potencian corrientes furiosas que extienden su poderío, desafiantes. Ríos que cercan y acercan, fluyen sutiles o refuerzan caudales. Contienen, vibran, se expanden, rugen amenazantes, cantan, bailan, se inclinan, arrasan, horadan y avanzan siempre fieles a su azul propósito.

 

Hugo González Hernández


Así lo advierte en el poema Arribada a los ríos, al escribir: “saber que es máscara la superficie/ y que la esencia fluye en lo profundo.// El río es migración y permanencia,/ la voz del agua en su vital herencia,/ ser-hondura, ser-tiempo, ser-altura”. Luego, en esta corriente de la conciencia universal nos lleva a ríos como el Lluta, Loa, Copiapó, Huasco, Elqui o Limarí que van trazando su red, entre muchos otros que extienden o evaden el abrazo, o se evaporan en pleno camino sin poder calmar la sed de los espejismos. Y como ha dicho el poeta: “el río es migración y permanencia”, por ello, también itineran en estos versos otros torrentes que se nutren y desnutren en el trayecto, tal es el caso del río Mapocho a quien le expresa: “te han rajado el pecho/ te han encogido y arrancado un ojo/ y te han dejado al margen medio cojo/ despellejado de tu propio lecho”. Y sabremos también de los desvelos históricos del Mataquito, que: “De norte-arriba el Teno trae historias,/ de alto-sur el Lontué recita y canta”, del Itata, el Biobío, el Malleco o el Imperial, porque como ha escrito: “Llegar a un río es descubrir un mundo/ y unir el monte al mar y a la planicie”. Asimismo cantará al Calle–Calle, al Valdivia, a los Ríos de Chiloé: “ Hermanos de aguacero y de vertiente./ Río Puntra, vital tungo de toro,/ Butalcura, frío licor de oro,/ río Pudeto, pescador valiente.// Cucao, brujo cardinal que trina,/ Chepu, marina ensoñación de cielo,/ Refugio, selva líquida y anhelo;/ zumo de magia azul, Río Medina”. Y luego a los Saltos del Petrohué y al río Futaleufú del cual dirá que muestra un “galope intrépido y sincrónico”.

Son ríos que guardan nuestras memorias y a veces pasan calmos, luminosos, musicales, otras sibilantes, pedregosos, pendencieros, rupturistas, caudalosos. Así, el río Yelcho es un “recio huemul alzado/ fiero en el frío, rápido en la niebla/ la selva clara de verdor te puebla/ y habla por ti el invierno desbordado”. Y hay aguas abrumadas por el hielo como en los Ríos de Magallanes: “Al final, al final, al fin del mundo/ los ríos sin ultrajes ni ataduras”. Porque como observamos, los ríos del planeta pueden ser mansos o ansiosos, desplegar su ira atávica como el mismo torbellino de la humanidad, que trasciende el tiempo y nos agita en su oleaje cuando ya somos un solo mar y podemos oír el canto de las piedras o las caracolas, hasta desembocar en el cántaro de los dioses.

Si los ríos son los mismos del principio, hay que descubrir los cauces y las causas del fluir. Porque en cada uno viaja la sangre de la tierra, llevando en su latido la experiencia de alcanzar un destino común, en el que vibra el oleaje de la vida y donde quizás Heráclito descubrió su río interno. Su río eterno. Su propio ritmo agitando las aguas del origen.

 

 

 

 

Selección poética

 

RÍO MATAQUITO

De norte-arriba el Teno trae historias,
de alto-sur el Lontué recita y canta,
y abrazan Curicó a toda garganta
y unifican el tul de sus memorias.

El alma de Leftraru en tu creciente
la sangre de Leftraru en tus raíces,
gritos de guerra por tus directrices,
sombras de muerte bajo tu corriente.

Mataquito, de temple te adoctrinas
mientras la bilis de la celulosa
te emponzoña de sórdidas toxinas.

Vértigo y maremoto, cuna y fosa,
en tu lienzo de lágrimas divinas,
vida y muerte en tu arena belicosa.

 

 

RÍO LAJA

Tu Laguna vio muerte allá en Antuco
, adonde nace tu caudal bravío,
la inconciencia del corvo y del trabuco
mató a la juventud con hambre y frío.

De nacencia y de muerte es tu camino.
Caes de tu laguna en la partida,
saltan Las Chilcas, brinca El Torbellino,
y te disparas despertando vida.

En El Salto otra muerte se despliega
y de alto caes a la piedra ciega
en tu audacia de cóndor temerario.

Y al Biobío tu dolor tremendo
va a morir como un tren en San Rosendo
con su carga de llanto funerario.

 

 


 

 

Registro del cierre de la Presentación de “Sonetos Fluviales, Canto a los ríos de Chile”, en Isla Negra
Hugo González, Hugo Moraga, Tito Cerda, Felo, Rosario Segovia, Sergio Rojas, Lila Calderón y Cecilia Ballesteros.




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