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ACERCA DE LA CREACIÓN
“Memoria Literaria. Antología del Grupo Literario Ñuble (1963 - 2017)”

Prólogo

Por Lila Calderón


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Hemos organizado una existencia lógica
en un pozo de misterios.
María Luisa Bombal.

El escritor Mario Ferrero decía que el poeta era en parte un ser extraordinario, un pequeño dios viviendo entre la noche y el diablo, y a su vez, el más cercano al hombre, conocedor de su emoción y su razón, por eso “su actitud de habitante de la llama, su actitud de profeta y de sonámbulo”.

Recordé sus palabras luego de leer este libro antológico del emblemático Grupo Literario Ñuble (Ediciones Investigación, Cultura y Desarrollo, Chillán, 2017), que reúne un conjunto de textos poéticos y narrativos al que me acerqué con entusiasmo, ya que valoro el imaginario de la zona desde donde fluye con fuerza la creación, bifurcándose hacia todos los lenguajes del arte.  Fue así como pude oír en estas páginas una gran diversidad de voces, que se manifiestan a veces adoptando el formato testimonial, como es el caso de la emocionante carta del poeta Carlos René Ibacache, “Carta a un jefe militar”, fechada en Valdivia, el 26 de septiembre de 1973, y en la cual expone públicamente con gran valentía, su preocupación por los lamentables hechos que están ocurriendo en la sociedad en ese momento y que todos vivimos o conocemos. La respuesta fue, como leo en este libro, su detención y posterior encarcelamiento. Esa carta es un documento literario de gran valor.

Desde la pluma de los cronistas recuperamos figuras trascendentales de nuestra cultura o instalamos un tema relevante ante la opinión pública. Así, la profesora e investigadora María Loreto Mora nos muestra “Violeta Parra antiprincesa”, texto en el que comenta el libro ilustrado  “Violeta Parra para chicas y chicos”, de Nadia Fink (2015). Por su parte, el profesor Fernando Arriagada nos trae a Gabriela Mistral, entre otros grandes creadores de nuestro país, en su artículo:  “El descanso de los poetas”, señalando el fin de ruta elegido por ellos, siempre paisajes amados e inspiradores.

Encontramos humor, ingenio, juegos interesantes con el metalenguaje en cuentos y microcuentos de distintos autores. Pero dejemos a los lectores de esta antología que descubran por sí mismos historias y recursos y se dejen seducir por sus imaginarios.

En la poesía o la prosa, por medio de sus hablantes o personajes de ficción, se están expresando preocupaciones humanas que nos han acompañado generación tras generación y que todos compartimos: el amor, el dolor, la pasión, la soledad, la incertidumbre y el tiempo,  afloran, cobran presencia, confrontan, reportan encuentros, luchas, derrotas. En sus versos, el poeta Fernando May escribe: “nuestra raíz se desgarra,/ silenciosa./ ¡ ay hija !/ como aun eres eterna,/ no sabes/ que el fruto desprendido/ cae a la tierra,/ mas la cría del hombre/ se estrella contra la vida”. Soledad Astudillo dice en sus versos: “Derramo el dolor…/ Allí, sentada en un soplo del viento,/ Derramo un solo de angustias;/ Arrancándome la piel.../ Silenciosamente”. Abigail Desafi interroga: “yo sólo quiero saber/ adónde se llevaron mi sangre la otra noche”. Al modo de una perturbadora sentencia, Andrés Rodríguez Aranís escribe: “Nuestra casa es una/ Batalla contra el tiempo”.

Encontramos escenas de la vida cotidiana con atmósferas inquietantes, donde se instalan visiones que delatan la relación con un mundo permanentemente cuestionado, donde las palabras se convocan dejando dramáticos ecos al borde del camino. Así, el poeta Jorge Rosas expresa: “Una larga hilera de pájaros se viene por la vía/ Y el viento sopla cada vez más suave/ Como deteniendo el tiempo/ Como si fuera a llover otra vez!/ Entonces de lluvia y de pájaros se llena esta avenida/ Queriendo reconocer la carne expuesta por la herida”.

La inevitable invitada de piedra es siempre la muerte, en todas sus manifestaciones, así leemos en estos sorprendentes versos de Juan Eduardo Basualdo: “Los extintos amores/ regresan de sus tumbas/ a visitar sus muertos”. Por su parte, el poeta Patricio Contreras Parra nos congela en su fotografía al revelar que: “Tras la puerta número cinco/ me he vuelto sal, / el manto blanco que te cubre/ cuando alcanzas la muerte”. Una sutil reflexión, metáfora que nos traslada al territorio de las epifanías, es la que nos entrega el poeta Elgar Utreras: “Las palabras transparentes en su empeño de mariposa/ Revolotean en la lengua abriendo el ser/ No se resigna al presentimiento de la muerte”.

El estado metafísico nos hace avizorar más allá de nuestras fronteras espacio-temporales, que la poesía es alquímica, y como dice la poeta Bessie León, encontramos  “La certeza de otros límites/ Y otras vibraciones”. Y estos versos como escapados de un secreto, de Ninfa Vargas: “Entre el alma y la materia/ era Dios haciendo nido”. La poeta Laura Daza expresa, al modo de una confesión: “Te llevé por años en mi cuello/ y me sentí esclava/ con tu rostro agonizante/ te llevé/ esperando un milagro”. Y es el lamento de la desesperanza,  atizando el fuego para alguien que vendrá a casa al ver la luz encendida. Presencia y ausencia surten la misma fuente.

Así podemos sentir el deambular de la belleza iluminando el sendero, tal es el caso del poeta Luis Contreras: “y desde la mirada que dibuja caminos que nunca andaremos,/ veo salir millones de golondrinas volando hacia otro tiempo./ El atardecer prolonga mi sombra sobre las paredes rojas/ y las golondrinas que salen de esa mirada, cruzan el azul del firmamento”. En sus versos, la poeta Ingrid Álvarez dice:  “Y me vestí de la tierra que arropará tus huesos/ Y vi el corazón del Universo/ Posarse por el alarido de mis venas/ Como una liturgia de astros encendidos”. Y el escritor Juan Carlos Olmedo anuncia: “Esta noche, mi árbol favorito, en un orgasmo cósmico, me entregará miles de pétalos solo para mí, otros árboles le seguirán mañana y vestirán como a una novia, las calles de mi ciudad”.

Porque la poesía es una vertiente de enigmas que nos maravilla, y llama a beber de ella, la poeta Diana de la Fuente escribe: “El respirar de la tierra reclama mi aliento/ Como el cuerpo, al alma/ Árbol que busca en lo profundo/ La última gota/ Que revele la memoria/ Oculta en la raíz”. La incertidumbre acecha y Patricio Herrera nos dice: “¿Nunca más habrá otros dioses? El Olimpo está inhabitado, el viento silba entre sus paredes. Un humano asciende, deja una tierra devastada, para ser un nuevo dios, algo más que un dios”. En su prosa, Gisela Sanhueza escribe: “volaban en distintas direcciones preocupados cada uno de sus propios destinos. Antes le costaba tiempo adaptarse a la ausencia de densidad corporal, ahora lo disfrutaba, en especial el vuelo en forma de disparo que era su favorito”. El amor y el desengaño, desgarrador por momentos, se presenta a veces como melancólicas estampas al borde del olvido. Así vemos en los poetas Sandra Bórquez, quien dice: “Me perdí en un instante de un rayo silencioso/ Y en la desvariada encrucijada/ Fui encontrada en el fondo de tu boca”. Ana María Troncoso escribe: “La seda de la hoguera/ Acuna al andante perdido/ Y en el cardo seco florece/ La miseria de tu amor”. En sus versos Rosa Luz Troncoso dice: “Ya no es necesario salir/ en busca de su huella,/ me basta con tenderme en mi cama/ sobre su silueta”. El humor negro y la ironía es otra forma de batalla con el lenguaje, así vemos en Julio Enrique Salazar: “Dame tu sangre hervida en soles medicinales, para mis próximos inviernos caudalosos y equivócate un millón de veces, para convencerme de que eres humana”. Y el poeta Flavio Vicente Lillo escribe: “Amo tu mano tendida sobre el papel/ La furia con que escribes,/ El veneno negro que brota de tus dedos/ Tu deseo de unir todas las sílabas y atarlas a tu cuello”.

Como el bramido del minotauro asfixiado en su laberinto, es el que oímos en el cuento de  Roxana Heise: “El tren apesta a historia rancia, a boletos cortados entre paraderos, a asiento de piedra bajo los isquiones y a polizón que amenaza huir por la ventana, porque escapar a veces es arte de valientes. La próxima estación huele a chiste repetido, o amores abandonados sobre la línea férrea”. Y en el poema de Hilda Catalina Becerra: “Quiero estrangular el silencio,/ solo las sombras me hablan./ Ni siquiera sé del tiempo”. En “Herencia”, Lucía Quezada escribe: “Murallones antiguos/ que cerraban el cielo de su niñez”. Lionel Henríquez anuncia: “Como ayer, hoy será siempre tu ahora/ y la ruta ha de estar escrita en versos”. Y a propósito de trenes, sorprende Úrsula Villavicencio con sus versos: “Digamos que tomo un tren en dirección a tus brazos/ Digamos que ruedo sobre rieles y rieles/ que crujen y crujen/ ruedas y ruedas/ que ruedan y suenan/ ruenan y ruenan// Digamos que pasan y pasan/ los pueblos donde no habitas// Digamos que quedo tiritando/ al medio de la plaza de tu pueblo frío”.

El destino cobra forma en estos versos y pareciera clavar su bandera, así vemos en Roxana Luengo: “los crisantemos/ han aflojado su causa en mí, sin amparo/ y de nuevo he llorado”. Harold Durand dice:  “Caen hojas/ Caen// Una/ Da en mis pies/ Otra en mi cabeza/ Otra echa raíces/ En mi pecho”. Pilar Guzmán escribe: “Rostros marchitos por el sol,/ carcomen de sed los vientres risueños/ Esperan, despertar un día”.

Hay imágenes que producen también la conmoción del laberinto interior, tal es el caso del escritor Mario Flores: “Tengo la luna atada a la estela de la barca,/ en un río ancho como el mundo,/ oscuro y hondo como el olvido,/ cordón de plata que ciñe la selva acorralada”. Por su parte, Santiago Bonhomme escribe: “La nieve anoche tapó al mundo,/ sumergió los litres, los olivos, al río que se detuvo de frío toda la noche”. Y Arnaldo Donoso dice:  “Al igual que toda geografía/ El miedo es una zona de peligro/ Una meseta/ Un farellón inmóvil”. Alicia Pereda se pregunta: “Cómo le corto la garganta/ A la noche/ Sin que su sangre/ Densa como/ Saliva de volcanes/ Me salpique”.

No podemos mencionar todos los textos por razones de tiempo y espacio, no es posible abarcarlos a todos, pero esperamos haber entregado un acercamiento a algunos temas contenidos en estos trabajos, porque como dice el poeta Humberto Díaz Casanueva, la experiencia poética es una manera de transparentar “el fondo inagotable de la existencia humana”.

Felicito por este hermoso trabajo al Grupo Literario Ñuble y a toda la comunidad de las letras de Chillán.



 

 

 

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