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Mi último libro
"La ciudad de los temblores"

Lila Calderón
Publicado en Revista Occidente N 483, Págs. 57 - 58, mayo 2018


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"La ciudad de los temblores" está ubicada en el extremo sur de una secreta  geografía, que antiguamente figuraba en los mapas medievales hasta que desapareció misteriosamente, y más tarde fue borrada de todo registro. Cuentan que por su intrincado acceso llegaban a ella muy pocos visitantes y fue así como pasó a formar parte del territorio de las leyendas y los sueños, donde residen las historias que sólo los seres especiales, además de los menores, con su poderosa imaginación, consiguen entender y disfrutar. En esa ciudad ocurren continuamente sismos que no se miden en la escala Mercalli, sino en una diferente que permite abrir puertas y portales para que podamos encontrarnos con los prodigios de la creación. Y a veces son necesarias las grietas y fisuras que dejan los sismos porque abren las ventanas del tiempo y permiten asomarnos a otros mundos donde nos gustaría también vivir.

"La ciudad de los temblores" es mi último libro. Mejor dicho, el más reciente, porque estoy escribiendo otros, además de las secuelas de los anteriores, ya que sus protagonistas me piden continuar sus aventuras (ahora que están más grandes y les han ocurrido muchas cosas que quisieran contar). Incluso, sé que ellos se han hecho amigos, sin preocuparse de qué libro vienen, con toda naturalidad se encuentran en un parque a jugar, conversar, pasar la tarde o intercambiar libros. Algunos están bastante grandes así es que ahora tendrán que vivir en novelas juveniles, porque en este caso, el origen de la temblorosa historia se remonta al año 2000, cuando publiqué mis primeros libros de narrativa infantil estimulada por un gran editor, Mario Aliaga, quien leyó algunos cuentos que entonces publicaba en libros escolares de Editorial Santillana. Él me propuso participar como autora en una colección de historias que publicaría. Desde ese momento tomé conciencia del encantamiento que me producía aplicar en esas narraciones todo lo que yo quería mostrar acerca de múltiples situaciones de la vida cotidiana. Mario inició una bella colección con autores y autoras de Chile y sus libros se leyeron en muchos colegios del país. Pero luego de unos años, él se fue a México con otros proyectos editoriales. Consideré entonces que debía darle curso a mi humor, potenciar la mirada lúdica que me permitía ser yo en los personajes y aprovechar mi experiencia de vida para llevar incluso los aspectos más críticos o negativos del devenir diario hacia la reflexión que proponen las moralejas. Amo las fábulas, leyendas y cuentos, donde animales y seres fantásticos, son personajes que permiten construir mundos y comunicar en, y a través de ellos, lo que quisiéramos decir los vivos y los muertos. Y así nos volvemos más humanos o “humanizables”.  Me gustan todas las épocas, lugares, tiempos, la liberación absoluta de fronteras geográficas y mentales. Busco la belleza, la poesía del existir. Por eso escribo libros de narrativa y poesía paralelamente. Hace unos años empecé a publicar mis novelas con Ediciones del Gato, y Lilian Flores, su editora me ha apoyado para rescatar los libros que dormían el sueño de la bella durmiente en mi computadora, los que nunca vieron la luz y los que están ahora a punto de florecer. Me siento absolutamente en sintonía con el público infantil-juvenil porque está en mi naturaleza jugar con el lenguaje, y en esa apuesta comunicativa abordar todos los temas problemáticos o complejos para las distintas etapas de la vida. En la infancia, nos maravilla tanto el vuelo de un ave entre campanarios o buganvillas, como el reflejo de un espejo donde desaparecemos para hacerlo danzar como una luz escurridiza sobre la pared de la habitación o la cercanía de la abuela trayendo el rumor del tiempo en sus abrazos, porque vibramos poéticamente, en concordancia con los afectos.  Y como poeta, siento que a través de los hilos de la palabra que se entreteje en la lectura, logramos escritor y lector participar de la vida en un mismo latido que nos hace sentir lo trascendente en ese pequeño gran acto de humanidad y entrega que es el ejercicio de la creación.  Y he ahí la magia de relacionarse con lo que es y lo que no es, lo que parece o aparece, así sea la muerte, el amor, la injusticia, la soledad y el abandono. He podido instalar temas como el de los animales estigmatizados, en el caso de mi libro anterior “La Constelación de la Serpiente”, o los científicos crueles y sus secuaces en “Lily y el Conejo Dorado”.

Y en éste, mi último libro, “La ciudad de los Temblores” los primos Andrea y Gustavo junto a la tía Toly, son los personajes principales de la novela. Ella llegará a la ciudad para cuidarlos mientras sus padres asisten a un curso de perfeccionamiento en la capital.   Allí tiembla constantemente de manera que en la atmósfera de la plaza todo vibra, y los árboles, cual sabios y silenciosos personajes, dejan caer polvo dorado de los aromos sobre personas y estatuas, y el aroma parece despertar la imaginación, o en realidad ocurren los sucesos extraordinarios que permiten la presencia sorpresiva de dos niños, con los cuales trabarán una amistad crucial para resolver el misterio de la desaparición de la tía. Aquí ciencias, creencias, dudas y preguntas se mantienen en diálogo integrando mundos y cosmovisiones diversas. Creo que es una historia que abre el diálogo familiar sobre las formas de abordar distintas realidades y disfrutar de la imaginación infinita que podemos compartir cada mañana al abrir la ventana y el libro que hay detrás.

 



 

 

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