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Reinventar la realidad

Acercamiento a la poesía de Edgar Bayley

Lilian Fernández Hall



La actividad poética en la Argentina en los años 50

Hacia los años 20 en la Argentina, el centro de la actividad poética estaba constituido por el grupo martinfierrista, así llamado por nuclearse en torno a la revista Martín Fierro, principal medio de difusión de sus ideas estéticas y sus obras literarias (1). Este grupo, a través de varios de sus integrantes, incorpora a su poesía muchos signos de la vanguardia europea de ese momento, renovando notoriamente el panorama poético de la época y abriendo caminos nuevos para su desarrollo. En este sentido quizás sea la figura de Oliverio Girondo la más destacada. En el grupo posterior, denominado "generación del 40", la expresión poética toma otra dirección. Los autores tiñen sus obras de una coloración melancólica y angustiosa ajena a la poesía inmediatamente anterior. Se respira una atmósfera decididamente neorromántica.

Llegamos así a la década del 50, o unos años antes, cuando encuentran campo propicio algunas inquietudes sembradas por los martinfierristas. Se produce, de esta manera, en los poetas y artistas de la época, una especie de rebelión ante ciertos moldes tradicionales que ya no se consideran aptos para la expresión de las nuevas concepciones del arte. La vanguardia europea (Apollinaire, Breton, Tzara, Char, Reverdy) y agunos poetas claves latinoamericanos (Vallejo, Huidobro, Neruda) dejan una profunda huella en estos escritores.

Es bien sabido que la actividad poético-intelectual de esta época se nuclea en torno a publicaciones periódicas, de breve existencia en algunos casos (Arturo, 1944, un sólo número), de larga duración en otros (Poesía Buenos Aires, 1950-1960, 30 números), que se constituyen en el órgano principal de difusión de las ideas estéticas y del producto artístico de sus colaboradores.

Si rastreamos cronológicamente el primer impulso de lo que será la vanguardia argentina del 50, nos encontramos con la mencionada revista Arturo, de 1944, donde aparece ya la figura de Edgar Bayley (1919-1990) claramente delineada. A partir de ese momento, no dejará Bayley de hacer sentir la fuerza de su presencia en cada una de las agrupaciones en que participe. Luego de Arturo será, en el 45, la Asociación de Arte Concreto-Invención, revista que reunirá poetas (Bayley, Lamadrid) y artistas plásticos (Maldonado, Souza, Lozza). Publicarán dos folletos: "Invención" 1 y 2, a cargo de Kosice y Bayley respectivamente, donde se expondrán aspectos teóricos del grupo. En el 48 aparece Contemporánea, creada por Juan Jacobo Bajarlía, tras del cual se escuchan las voces de Bayley y Lamadrid. El grupo de poetas y plásticos sigue siendo prácticamente el mismo: Aguirre, Madariaga, Móbili, Maldonado, Souza. Pero es a partir de 1950 que la vanguardia toma dos direcciones: una constituida por el grupo de orientación surrealista, encabezado por Aldo Pellegrini, y otro por el grupo reunido en torno a Poesía Buenos Aires (PBA), dirigida por Raúl Gustavo Aguirre, junto a ocasionales directores, entre los que figuró Edgar Bayley (N° 21 al 24). Grupos en apariencia divergentes, pero que presentarían luego varios puntos e intereses en común.

Durante esta década, a pesar de la presencia constante de PBA, surge una considerable cantidad de revistas literarias ( Conjugación de Buenos Aires, 1951 -de Bayley y Lamadrid-, A partir de cero, 1952, Letra y línea, 1953, Contemporánea, 1956, Boa, 1956, Amistad, 1958) si bien no poseedoras de una poética unívoca, con búsquedas similares y espíritu común de trabajo.Notamos, por lo tanto, que seguir el itinerario de Edgar Bayley significa seguir casi el itinerario de la búsqueda de nuevas expresiones en la poesía argentina. Si bien transitando su camino personal, al igual que Girondo, resulta Bayley una figura representativa de una tendencia en las letras argentinas, una figura que se impone tanto por la lucidez de sus exposiciones teóricas como por la calidad de su obra poética, de su "oficio de viento y sombra", como él mismo lo ha llamado.

Bayley y el invencionismo

No podemos dejar de lado, al revisar la obra de Bayley, su intensa labor de teórico. A través de diversas publicaciones, el poeta dió testimonio de sus preocupaciones estéticas, fundamentando así una obra poética que, si bien se justifica por sí sola, encuentra aquí una reafirmación de su valor. Cabe destacar, sin embargo, antes de cualquier acercamiento al Bayley teórico, una salvedad puntualizada con fecuencia por el mismo autor: no se trata la suya de una poesía construida a posteriori de una especulación teórica; ni tampoco es la teoría un producto de una meditación luego de concluida la labor poética, sino que ambas, teoría y práctica, surgen en forma simultánea. Dice Bayley: " No creo haber escrito nunca en respuesta a un programa trazado de antemano. Pero tampoco creo que mis ideas poéticas hayan surgido después de haber escrito mis poemas, como consecuencia de una reflexión sobre mi obra poética. Me inclino a pensar que ambos tipos de actividad fueron simultáneos" (2).

En cuanto a las preocupaciones teóricas de Bayley, figura en principio su deseo de dejar en claro su concepto de poesía, a la cual considera obviamente como algo distinto a la realidad. El mundo, la experiencia, son los que hacen posible el surgimiento de la poesía, pero no son ella misma. Dice Bayley: "[la poesía] no existe por el mundo (no es su reflejo, su consecuencia o su comentario); no existe sin el mundo (al margen, en otro reino); existe con el mundo (en relación con él, en una interacción creadora)" (3). La poesía "culmina en el lenguaje, se completa y determina en última instancia, en la expresión verbal" (4).

En dos breves ensayos, "Realidad interna y función de la poesía" y "El arte, fundamento de la libertad", aclara Bayley aspectos importantes referidos a sus concepciones teóricas, en particular sobre el proceso de creación literaria y ciertos aspectos que trae aparejados. Según su visión, se parte, para la creación, de una especie de emoción suscitada por una determinada experiencia vital. Esa experiencia aflora al exterior por medio de una obra de arte, a través de ella. Pero, y esto es importante, no quiere decir que esa obra de arte sea traducción o fiel reflejo de la emoción que la suscitó. Si bien éste ha sido el punto de partida, el producto obtenido es una realidad nueva, independiente de esa realidad anterior que la hizo nacer. El poeta "inventa, no traduce" (5), como dice el mismo Bayley; de aquí la denominación de "invencionismo" para su poética. La época actual, dice el autor, demuestra una exigencia inventiva cada vez mayor. No pueden dejar de escucharse aquí los ecos del creacionismo de Vicente Huidobro, a quien cita expresamente Bayley, cuando dice: "La poesía no debe imitar los aspectos de las cosas, sino seguir las leyes constructivas que constituyen su esencia y que les confiere la independencia de todo lo que es." (6)

Continuando con el proceso de creación, y habiéndose cumplido los dos pasos anteriores (7) -emoción suscitadora y concreción de la obra- ,entendemos que la esencia de la obra de arte está justamente en esa relación íntima y casi indefinible que los une. Esto constituye la validez de la obra: la armonía entre ese "estado de inocencia" y el "estado de alerta" de que habla el autor, quien dice: "parecería que se diese pues en la dicción válida una suerte de convergencia de ambos estados, y que allí, -en la dicción- la inocencia y el alerta deban merecerse recíprocamente." (8) Y es entonces que, si esta relación es armónica, está lograda, la obra transparentará el propósito o "diseño" que el autor pensó para ella. Este mencionado propósito de la obra de arte en ningún caso es una información (estática, que nunca cambia), sino que tiene un sentido que se actualiza continuamente en cada uno que la percibe. Y ésta es la última parte del proceso creador: la que corresponde al lector- espectador: la de re-crear la obra, percibirla como totalidad -"la comprensión de su naturaleza o de su mensaje llega de golpe, como un 'flash' de luz" (9)-, captar su sugerencia, y mediante esa comprensión y goce estético, llevar a la obra -si bien escrita, virtual- a su plenitud.

Quedan, a lo largo de este camino, numerosos aspectos derivados, de los cuales quisiéramos ahora destacar algunos. Uno de ellos es la "forzosidad" de la obra de arte. Habíamos mencionado al principio esa nueva realidad que surge a partir de una emoción originaria; pues bien, este acto de creación sólo lo realiza el poeta atendiendo a una necesidad de expresión que no admite otra exteriorización que el poema. Solamente a partir de esta necesidad, de esta forzosidad, nace la obra, y ella testimonia la validez de la expresión. En el acierto de su concretización verbal radicará luego su definitivo valor. Otro aspecto derivado, y que quizás sobrepase el marco de lo teórico, es lo referido al propósito, al designio que conlleva la obra. Este propósito es la comunicación. El poeta, quien básicamente crea en la soledad, tiene la aspiración de comunicar esa soledad, volverla fructífera. Sentirse, a través de su obra, presente entre los hombres, en un ejercicio de solidaridad (entendida como " comunidad de intereses y opiniones" ), dando su palabra, dándose a sí mismo, permitiendo que el lector se apropie de su palabra poética, de su obra. De esta manera, "quien era al comenzar un mero yo -uno más- va a ser un nosotros, y sin perder su impulso de origen, transformará los días de un hombre en el sentido de los días de otros hombres" (10). Este es el mensaje de solidaridad y esperanza que ha de transmitirnos Edgar Bayley a través de su obra.

La palabra, ejercicio de solidaridad

Adentrarse en la poesía de Edgar Bayley implica una aventura gozosa: la de internarnos en un mundo personal, particularísimo; de encontrarnos con una poesía que, desde su novedosa sugestión, aún bastándose a sí misma, se define exigiéndonos. Poesía que dice, nombra, celebra; que habla en términos de solidaridad, de esperanza, de comunicación, en una época de soledad y aislamiento. Poesía de una belleza y una madurez poco comunes, que nos desafía a asumir la tarea de re-crearla y, a través de ese proceso, de hacerla nuestra y darle su sentido final.

En Bayley la palabra se impone como unidad, como presencia. La palabra obra como conjuro, con un poder mágico de invocación:

digo amiga y digo lentamente
las formas del viento y la madera
digo un momento un fuego
una bondad un río una fe
un nacimiento un aire
un sentido iluminado y cierto
(C, 191)

La palabra sugiere, crea una significación nueva que surge de la totalidad del poema, que percibimos en una captación global de la obra, como unidad:

y eternamente otra y eternamente igual
en la corriente en el llanto
salitre otoño alba rota soledad escondido silencio brisa furia
año sombra desventurado niño simiente
paredes de olvido lluvia y grito y casa
(C, 184)

Así, este ejercer la palabra, este decir, este nombrar, se transforma en actividad creadora. El poeta, al nombrar la realidad, dice su esencia, la vuelve a crear, es el encargado de inventar un nuevo código semántico. Y viene al caso aquí la conocida teoría platónica del Cratilo: el nombre revela la esencia de la cosa, como otro argentino ilustre lo ratificara en su poema. Así parece sentirlo Bayley, y dice:

yo nombro contigo la vigilia y el viaje
y el muelle reinventado y el cielo sin las horas
y el largo error y la hierba del río
contigo nombro el día y la cuerda del aire
y un reflejo cualquiera y el favor de la sal
(VV, 49)

La palabra sugiere por varios motivos: por su riqueza fónica, por sus connotaciones semánticas, por su representación gráfica, por sus relaciones con otras palabras. Todos estos aspectos se conjugan en la poesía de Edgar Bayley, quien juega con las palabras con un talento poco común. El poeta está en el mundo, entonces, para decir, nombrar: "Decir mis años, el peso del porvenir, la pena del hombre. Mis años de la victoria común" (EC, 31), para celebrar la realidad (recordemos aquí a Rilke), de allí el título de uno de los últimos volúmenes de Bayley: Celebraciones (1968-1976).

Otro verbo revelador usado con frecuencia por Bayley es ver, con un sentido más profundo que mirar. Significaría, obviamente, ver más allá de la realidad cotidiana, ir a esa realidad profunda de las cosas, de-velar el misterio, lo oculto del mundo:

es necesario inventar el mundo
iluminar los ojos
ver la extensión abierta a nuestro impulso
(EC, 27)

miremos miremos hay partidas llegadas
fruto al sol silencios mediodías
miremos a la noche más allá de la noche
(C, 151)

Ver y nombrar son la labor del poeta, lo que hace válida su expresión, lo que lo convierte en un nuevo creador del mundo. Sin esta tarea, el poeta no existe, por ello dice el autor en los momentos de oscuridad:

no sé más decir ni enseñar en frío
ni palpar la cortesía de los que pueden
a favor del secreto y la razón
clamar por nuevos ojos
(VV, 53)

El ejercicio de ver y nombrar no es, sin embargo, una tarea de soledad. El poema es un punto de partida, el inicio de un camino que, para Bayley, ha de conducir al otro, al "hermano", como él mismo lo llama. Toda la poesía de Edgar Bayley se halla teñida de ese deseo de ser presencia, de estar entre los hombres. Un deseo de crear, con quienes comparten su labor poética en el presente, y quienes lo harán en el futuro, un lazo de unión, de fraternidad.
La condición previa para poder ejercer esta solidaridad es, según el poeta, la sinceridad del decir, del nombrar y del ver anterior, que surgen como consecuencia de la "forzosidad" que impone el deseo de salir al mundo y comunicarse. Dice Bayley:

para que ninguna línea
escrita por tu mano
ninguna palabra dicha
en baja o alta voz a los vecinos
mereciera la sospecha
de un amaño
o de trabajada impostación
para poder nombrar
de torpe modo
la torpe vida
o la brillante y altanera
haz mezclado tu acento
en el tumulto
y has perdido o ganado
tu silencio
un lugar entre los hombres
(RP, 78)

Este "lugar entre los hombres" debe ser ocupado por el poeta. Es, más que un deseo, una necesidad:

debo seguir cavar un nuevo surco
buscar buscar la voz del otro
escuchar extender
(C, 167)

Al hacerse real esta comunicación entre el autor-lector a través de la poesía, se actualiza la esperanza de un día venidero, en que otros vendrán y comprenderán, y el lazo de la poesía será perdurable:

nuevas mañanas llegan
se mueve el oro del aire
y entre la hierba
crecen nuevas voces
(VV, 37)

La apelación al otro distinto al poeta es constante. A los otros está destinada la poesía, los otros son los herederos, quienes mantendrán la esperanza y seguirán comunicándose a través del tiempo. El otro es la materialización del deseo de existencia de un receptor de esa comunicación:

otros miran por ti
aprenden
conversan con los dioses
(RP, 77)

otros verán el mar
(...) otros tendrán secretos
otra voz otras luces
un juego diferente
(RP, 86)

Cuando el poeta cumple con su misión, "alguien es finalmente para los otros" (D, 104), deja de ser "yo", no para ser el "otro", sino para convertirse, a través de la poesía, en un "nosotros", una presencia entre los hombres: "en la oquedad de tanto yo perdido/ estará sin nombre la poesía" (C, 172), ese otro se constituye en el futuro de la voz del poeta:

al apagar tu voz
otra voz habrá nacido
(...) y los amigos
de hoy del porvenir
sembrarán más allá del silencio y el olvido
en la distante tierra y el viento de las calles
la libertad y el amor

y el sueño y el deseo y la promesa
habrás salvado
(C, 173)

Y llegará ese día, el día indefinible, meta de la esperanza, el día-plenitud del poeta y su mensaje de solidaridad (recordemos el título de uno de los primeros libros de Bayley: El día (1960-1963)). El poeta usará entonces la palabra creadora para nombrar, decir el día nuevo: "Pero habrá razón maravilla/ en otros montes y días/ sobre olvido y soledad/ pasaje luz destrucción/ hombre rostro y la morada" (D, 117). Ese día será "nombre": llegará la identidad, el verdadero ser; "rostro": mostrará nuestra faz verdadera; y "morada": será descanso, el reposo final. El poeta cree en este día, pero no puede explicar su índole:

vendrá un día un día vendrá un día
habrá un día
una mañana
y tendremos lo que fuimos somos
hubo un día
una marsopa
un escabel un pámpano en el aire
no puedo decirlo de otro modo

cuando me pongo a conversar sobre estas cosas
mi intención es ser muy claro y muy resuelto
no puedo decirlo de otro modo
vendrá un día un día vendrá un día
una mañana
y todo será muy claro y muy despierto
(C, 196)

El poeta no puede explicar esta certeza, sólo repetir como una letanía su deseo, apelando al poder convocatorio, de conjuro, de la palabra. Ante lo inapresable de ese día, ante la imposibilidad de ser "muy claro y muy resuelto" acude Bayley a su lenguaje inventivo, a crear por medio de las palabras, el clima mágico de ese día, y es entonces cuando el poeta alcanza sus momentos más líricos:

pero llegará un día en que las grandes floraciones del sueño
el amor resurrecto la cabellera distante del ave multicolor
el pífano del dios enmarañado y próximo
den otro rumbo a nuestras andanzas
un día un día no contaminado
(C, 168)

¿Pero cuánto ha de pasar todavía antes de que se instale ese precioso momento de la solidaridad, la comunicación, la comunión fraterna entre los hombres? ¿Cuánto hemos de sufrir entretanto, en esa espera casi interminable? (Dice Bayley: "y el entretanto cae gota a gota/ en la pulida oscuridad" C, 186). Quizás falte mucho tiempo, y debamos aguardar mucho aún, pero valdrá la pena la espera. El día llegará y dará justificación a todo:

entonces no habrá sido en vano
tanto descenso y tempestad y absurdo
tanto desprecio y lagos de sombra y brujas
tanto perdón y puerta sin llamado
entonces se amarán de nuevo de verdad
un hombre una mujer
al principio al fin del mundo
otros verán sin pausas
sin fronteras
inventarán el fuego y la confianza
(RP, 86)

Esta es la aventura a que nos invita la poesía de Edgar Bayley: reinventar el mundo a través de la palabra, y comunicarlo. Un intento de comunicación trascendente, de una lectura distinta, profunda, que hermane, que haga nacer la solidaridad y dé como fruto la esperanza. Es una invitación a la que podemos responder acercándonos a la voz de este poeta tan especial porque, como él mismo diría:

has hablado un idioma muy nuevo todavía
venido de muy cerca
del corazón y de los pasos
(EC, 28)

 

 

Notas

(1) Girondo, Oliverio. El periódico "Martín Fierro". Memoria de sus antiguos directores. Buenos Aires, 1949.

(2) Bayley, Edgar. "Breve historia de algunas ideas sobre poesía". En: Realidad interna y función de la poesía. Rosario, Ed. Biblioteca Popular Constancio C. Vigil, 1966, p. 101).

(3) Bayley, Edgar. "La poesía como realidad y comunicación" (en: op. cit., p. 85)

(4) Bayley, Edgar. "Introducción" (en: op. cit., p. 11)

(5)
Bayley, Edgar. "Realidad interna y función de la poesía" (en: op. cit., p. 20)

(6) Bayley, Edgar. "La poesía como realidad y comunicación" (en: op. cit., p. 86)

(7) Aquí quisiéramos dejar en claro que no existen diversos "pasos" en el proceso creativo, sino que el proceso semántico es irreductible: "no sigue las cadenas del razonamiento analítico, no se vale del apoyo confortable de una sucesión de soportes explicativos hasta el coronamiento de la conclusión final" (en: "La poesía como realidad y comunicación", op. cit., p. 86).

(8) Bayley, Edgar. "Estado de alerta, estado de inocencia" . En: Escamdalar N° 1, volumen 4, Nueva York, enero-marzo 1981, p. 51.

(9) Bayley, Edgar. "La poesía como realidad y comunicación" (en: op. cit., p. 87)

(10) Bayley, Edgar. "Estado de alerta, estado de inocencia" (en: op. cit., p. 51)

(11) Bayley, Edgar. Obra poética. Buenos Aires, Corregidor, 1976, p. 88.
En adelante todas las citas se referirán a esta edición, por lo tanto figurarán al pie de las mismas la sigla del libro al que pertenecen y el número de página en el que se encuentran. Las siglas corresponden a los siguientes libros:

EC: En común (1944-1945)
VV: La vigilia y el viaje (1949-1955)
RP: Ni razón ni palabra (1955-1960)
D: El día (1960-1963)
C: Celebraciones (1968-1976)

 



 

 

 

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