Rodrigo Lira

 
 

 

 

LA POESÍA DE RODRIGO LIRA
Vértigo de la cantinela musitada

Los versos de este "diestro operador del lenguaje" - así se definía- se podrán leer en la reedición del libro "Proyecto de obras completas" que el Centro Barros Arana (Dibam) y Editorial Universitaria publicarán próximamente. Adelantamos el prefacio de esta segunda edición.


por Roberto Merino
en Revista de Libros de El Mercurio
26 de Julio de 2003


En su mayoría, los poemas de Rodrigo Lira fueron escritos entre 1977 y 1981. Ese último año -el de su muerte- Lira se preocupó de darles algo parecido a una edición definitiva: reescribió, diseñó, fotocopió y reunió esos textos en una carpeta que fue enviada al concurso anual de poesía de la Municipalidad de Santiago. Eran versiones de trabajos que sus lectores - o auditores- conocíamos bien, pero aquí aparecían formando parte de un espectáculo en que el tipo dactilográfico alternaba con la letraset y con fotografías y dibujos. El efecto general de esta publicación restringida podría calificarse de circense: primaba, en la gráfica, uno de los semblantes del espíritu que Rodrigo se había preocupado de enfatizar en el último tiempo, por sobre el tono de sus producciones más dramáticas. Entre esos papeles había señales, en todo caso, que cuando ya no era posible hacer nada entendimos como premonitorias de su muerte lamentable: la cita de George Harrison, por ejemplo, incluida en "Angustioso caso de soltería" ("Please don't be long/ please don't you be very long/ Please don't be long/ or I may be a sleep").

Para la poesía chilena, ése fue un período particularmente significativo. Enrique Lihn publicó París, situación irregular en 1977, el mismo año de aparición de La nueva novela, de Juan Luis Martínez. Dos años más tarde, Raúl Zurita hizo lo propio con Purgatorio y Nicanor Parra demostró una revitalización de su escritura con Sermones y prédicas del Cristo de Elqui. El mismo Lihn denominó a 1979 - su cincuentenario- como "el año de la mutualidad del yo", y en el contexto de esa celebración la editorial Ganymedes le editó A partir de Manhattan. Tiempo antes había dado a conocer un opúsculo de envolvente y patagüina retórica: "Lihn&Pompier", donde recogía la palabra extensa de un anciano esperpéntico y sombríamente chileno.

El 79, también, Lira ganó el concurso de la revista "La Bicicleta" con su poema "4 tres cientos sesenta y cincos y un 366 de onces" y Claudio Bertoni ocupó el tercer lugar del escrutinio. En 1980 Diego Maquieira ya había hecho adelantos de La Tirana, y en 1981 Gonzalo Muñoz publicó su primer libro, Exit. En fin, la lista es larga y debería incluir también a Erick Pohlhammer y a Ronald Kay, además de las propuestas narrativas de Cristián Huneeus y de Diamela Eltit. De cualquier forma, estas puntualizaciones sirven para dar cuenta de la densidad de la atmósfera poética del momento en que Lira escribía en la relativa soledad de su departamento. Cuando hablo de densidad estoy pensando en un grupo de poetas sin necesarias conexiones orgánicas, pero que se miraban o al menos se divisaban entre sí, y cuyas producciones - todas o casi todas- situaban sus voces en ámbitos distintos al que hasta entonces el lector solía asignarle a la poesía. Enmascaramiento, ventriloquía, desaparición del autor, circulación de hablas, recuperación de los desechos del lenguaje y de la retórica son conceptos que se han usado para explicar los procedimientos en que incurrieron estos autores, cuya gran mayoría, por lo demás, tenía algún vínculo con las artes visuales.

Más que un poeta, Rodrigo Lira se consideraba - lo recuerda Lihn en el prólogo a la primera edición de este libro- un diestro operador del lenguaje con facilidades para los idiomas. Esta definición es importante, en cuanto nos indica aproximadamente el lugar que él se reservaba en la constelación de sus contemporáneos. Podríamos ampliarla, incluso, suponiéndolo un operador de la palabra escrita y de la hablada, un manipulador de las técnicas de impresión a su alcance - de la fotocopia a la copia de planos- y un entusiasta amateur de la representación teatral o, aun, de los ejercicios de dicción.

Lira fue moderno hasta donde se pudo en un país que por entonces experimentábamos como un lugar especialmente aislado. Si hubiese que buscar antecedentes literarios de su obra, habría que pensar más en Cortázar o en algunos textos de Kafka antes que en la tradición poética local. Sus poemas no están escritos con sangre ni con vino tinto ni con limo del terruño, sino más bien - simbólica y literalmente- con la tinta Kores de las cintas de las máquinas de escribir.

Lihn lo llamó "erudito del pop y del pap art". La erudición era consustancial a su persona, si bien ésta era más que nada del tipo clasificatorio. En este sentido, su biblioteca - según su propia opinión- contenía libros curiosos más que buenos libros. Entre ellos - y éste es un dato que podría adquirir algún interés desde el punto de vista de la psicología de la transferencia- se hacían notar los tomos de la Enciclopedia Larousse, que su abuelo francés - Canguilhem- rescató del barco que lo trajo a Chile en 1906 antes de que éste fuera destruido por un incendio. Los estimables mamotretos eran usados por Lira como materia prima para sus collages: de ahí sacaba ideas, definiciones y dibujos que después articulaba en sus textos.

Rodrigo Lira fue, como ningún otro, tributario de su época. Su racionalismo, su esoterismo, su léxico, sus preocupaciones sociales y hasta su afectividad tuvieron el sello de los años 70. Sus poemas, en cambio, donde confluyen todos estos elementos, son leídos hoy con independencia de criterios temporales. Lo que tienen de verdad - lo que tienen de poesía- los libera de la incómoda y excluyente misión de documentar un pe-ríodo. Y esta verdad está en la operación misma: se produce en el momento en que el diestro operador deja el control deliberado de las formas y se da cuenta de que ha abierto un espacio para que las formas se conecten entre sí. Las palabras, en las obras más extensas de Lira, como STP, logran crear, en su encadenamiento letárgico, un efecto de profundidad: estos poemas son un lugar adonde uno va cayendo con el vértigo de su "cantinela musitada". Quien tenga dificultades para verificar esta experiencia en la lectura silenciosa - es posible que suceda- puede escuchar las grabaciones del autor o bien ensayar por sí mismo la lectura en voz alta.

Libro de culto

En 1984, Enrique Lihn y un grupo de amigos de Lira publicaron el libro póstumo Proyecto de obras completas, conservando la selección de textos que el autor había hecho para la carpeta mencionada al principio de esta nota. En casi veinte años, el libro ha tenido oportunidad de circular, ser fotocopiado, llegar a las librerías de viejos y, virtualmente, desaparecer. Le ha creado, también, al poeta, una red de lectores tan incondicionales como subterráneos. Se ha transformado, por decirlo así, en un libro de culto, difícil de conseguir y, en ocasiones, extremadamente caro. A Lira mismo - poeta de fotocopias y de lecturas públicas- le hubiera sorprendido esta situación.

Los poemas de Lira son "tipográficamente expresivos". Si bien conocía perfectamente las convenciones del rubro -y manifestaba admiración por Mauricio Amster- , se empeñó en ensayar numerosas posibilidades para las cursivas, las negritas, las mayúsculas, las abreviaturas y otras minucias de la página impresa. Si la función original de estas convenciones es desaparecer en la experiencia de la lectura, ayudar al texto a fluir con claridad, Lira las alteró hasta la estridencia. Esta voluntad evidente nos ha llevado a evitar la tentación de uniformar los textos en esta segunda edición.

Ha habido, evidentemente, una excesiva demora en la reedición del libro. Varios proyectos de llevarla a cabo se han visto frustrados a través de los años. Tiendo a pensar que estas cosas pasan por algo, que los libros, así como buscan a sus lectores, también establecen sus propios plazos. Es posible que la segunda edición de Proyecto de obras completas, publicada ahora en un momento distendido, sin aventuras literarias ni muchas novedades, reavive un poco la cueca en torno a un modo de trabajar la poesía que a Lira le fue característico: extremar el escepticismo de la palabra escrita sin desmedro de su reveladora efectividad.

 

POEMA INÉDITO DE LIHN

 

A Rodrigo Lira

......................... Liras ad portas

Halagádome siento don Rodrigo
de un ejemplar que vuestra mano pía
-La Orquesta de Cristal- se me confía
a mí que (¿soy su autor?) mi buen amigo.

Veo que ese pasquín le importa un higo
Lira, pues de otro modo no sería
plausible que se enferme de miopía
mendandolen la plana al que le digo:

Enrique Lihn -mi invento- el escribano
de erratas tales y a granel, le tiende
confusamiente mi interpósita mano

Ha trabajado usted como un enano
y eso, Lira ejemplar, muy bien lo entiende
otro gigante, Respetable Hermano.
Soneto enviado a Rodrigo Lira por Lihn, después de que éste corrigiera hasta el extremo ­sin previa solicitación­ un ejemplar de su novela "La orquesta de cristal". El poema está firmado por Lihn y por Gerardo de Pompier, su alter ego y personaje de la novela en cuestión. Las correcciones en tinta verde son de Rodrigo Lira, quien también intervino el collage donde aparece el manuscrito, incorporando una fotografía suya ataviado como Pompier.




 

 

 
 

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