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Leonel Lienlaf: entre Dos Mundos.


por Daniel Swinburn

 


El tono de elegía con que Leonel Lienlaf cantaba sus poemas en la presentación de su libro "Se Ha Despertado el Ave de Mi Corazón" en el marco de la IX Feria, cautivó a un público desprevenido y
desconocedor hasta ese instante de la belleza de la poesía mapuche. Nervioso por los abrazos anónimos que recibía, permitió a la Revista de Libros conversar brevemente con él.


El folklorista Yolando PinoPino aseguró en nuestra Revista, que la poesía araucana era de escaso valor estético. ¿Qué opina usted?
-Ese juicio sólo seria válido para las transcripciones en castellano, pero no para la escrita en el idioma mapudungún. Toda la poesía mapuche es muy hermosa; lo que sucede es que no ha habido una traducción correcta, han faltado buenos traductores. Por eso es que, respecto a mis poemas, me dediqué a traducirme yo mismo. Raúl (Zurita) me ayudó en buscar algún sinónimo que yo no podía encontrar y también en algunos aspectos técnicos.

-Toda poesía traducida pierde mucho, pero en este caso la pérdida debe ser aún mayor.
-Claro. Personalmente siento que queda un vacío, porque hay palabras, o mas bien, hay ideas, que no tienen traduccion.

-¿Qué tradición tiene la poesía mapuche?
Se trata de una poesía oral, tradicionalmente cantada en familia, donde se cuentan hechos, episodios y situaciones de la vida diaria. Es toda una visión del mundo volcada en un canto; a veces, en un simple tocar el cultrún. Esta tradición se ha perdido mucho en las actuales reducciones a que nos han confinado, si bien aún permanece en algunas familias.

-¿Usted proviene de alguna reducción?
No es exactamente una reducción.

-¿La palabra es peyorativa?
-Yo la encuentro muy peyorativa, pero refleja una realidad, trágica y dramática, porque el mapuche no puede vivir sin tierra, pues tiene una necesidad vital de sentirse con espacio, de sentirse un hombre de la tierra. Yo provengo de Alepue, una localidad de la costa valdiviana. Se trata, felizmente, de una localidad bastante grande todavía, aunque es casi inaccesible. Sólo en verano pueden llegar algunos vehículos.

-¿Dónde se educo?
-En Temuco, con los curas en primer lugar, lo que constituyó para mí el primer gran choque cultural.

-¿Cómo fue esa experiencia?
-Yo siempre tuve muy buena memoria y me dediqué a aprender todo lo que decían los libros. Pero llegó un momento en que me di cuenta que no sabía nada, que no entendía absolutamente nada, cosa que le pasa a muchos coterráneos que abandonan prematuramente el colegio porque se dan cuenta del abismo entre lo que les enseñan y la vida que llevan en su pueblo. Es otra visión del mundo. Yo veo que la cultura mapuche va en dirección contraria a la cultura huinca (occidental).

-¿Reconoce alguna influencia cultural externa a la mapuche, en las imágenes que usa en su poesía o en la temática?
-En la parte castellana, desde luego que sí; pero en la mapuche no, ni en las imágenes ni el tema, porque me considero un resentido, aunque ya no lo soy en cierta medida. Pero en un momento ese mismo resentimiento me hizo desechar toda la cultura huinca. Desde luego que la intelectualicé, pero no la asumí. El aprendizaje de la lengua castellana me ha servido para enfrentarme a un mundo que es totalmente distinto. Además, me di cuenta que si lo hablo bien, producto en parte de ese mismo resentimiento, puedo denunciar la situación de mi pueblo. Pero su aprendizaje no tuvo, en un principio, ninguna relación con la poesía.

-¿No comparte la aseveración de Pino que dice que la asimilación de la cultura española por parte de los mapuches fue muy fuerte?
-En los relatos y en las narraciones, desde luego que si. Ahí están muy marcados el diablo, el demonio, etcétera. Pero los personajes míticos, el Huecufe (la figura del mal) y el Genechen (Dios), no son creaciones posteriores, sino que venían de antes y correspondían a otra visión. Lo que sucedió es que con la llegada de la cultura cristiano-occidental esos términos se cambiaron, pero continúan vigentes y el mapuche los vive en su realidad primigenia. El caso de Genechen es diferente. Quizás haya sido recreado despues de la Conquista como una necesidad de colocarle nombre a Dios porque el mapuche no le tenía, pues el nombre es producto del miedo a no existir, que Dios -el Absoluto- no lo tiene.

-¿Está estudiando?
-Lamentablemente, por razones económicas, he tenido que dejar mis estudios de Pedagogía Bilingüe en la Universidad Católica de Temuco.

 

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Leonel Lienlaf: entre Dos Mundos,
por Daniel Swinburn,
Fuente: Revista de Libros de El Mercurio,
26 de noviembre de 1989.