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UN OJO EN EL CORAZÓN

Por Leo Lobos
Publicado en Revista OFF THE RECORD, N° 65, agosto de 2024


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“Si se supiera algo de los que se va a escribir, antes de hacerlo, nunca se escribiría”
Marguerite Duras


De los años ochenta recuerdo el asombro que sentía cuando escuchaba hablar a los amigos, era como si estuviera leyendo, como si estuviera delante de un texto prohibido de asombroso filo, gracia y elocuencia. Paralelamente, a la maravilla de la conversación y sus posibilidades, descubrí el sabor de las letras propias cuando se ponen contra el papel y sus magníficas e infinitas potencialidades creativas, pero me quedé pegado con la posibilidad de sumar ambas y escribir-oralmente se transformaría en una clara esperanza de camino. El ensayista argentino Leopoldo Marechal acuñó una frase que debería ser el mantra de los escritores en problemas: “De todo laberinto se sale por arriba”. Romper por elevación la lógica del encierro fue lo que experimenté en los años ochenta. Entré a la universidad cuando tenía apenas 17 años y nunca sospeché que esa década vendría con cambios tan profundos, para el país, para mi familia y que marcarían toda mi vida. Un escenario para nada propicio para los jóvenes que evidenciábamos con estupor la violencia política y económica, que hacía de la vida cotidiana un laberinto del cual parecía no había escapatoria. Pero la hubo, al menos para un grupo de jóvenes que abrazamos la comunicación mediante la articulación de sonidos, la memoria del oído, la mediación de la mano y el ojo para generar las imágenes precisas y necesarias para escribir poesía. Así avanzamos, saliendo de este escenario lleno de tinieblas, bajo ese peso íntegro y sin disfraz caminamos por un sendero que nos llevó a nosotros mismos, una huella donde tropezamos con la paz, la gratitud, la sonrisa y donde encontramos aquello que todos persiguen, con mayor o menor fortuna, la serenidad y la alegría, aquella que nace del instante en que se logra la aprobación de uno mismo. Vimos y escuchamos nacer una posibilidad cierta de imaginar y construir una nueva realidad, letra a letra, palabra tras palabra, que fueron formando frases nuevas y distintas. Fuimos un instrumento del cual conseguimos arrancar una música digna de ser escuchada. Nunca he sentido nostalgia de la juventud, fuimos una generación de jóvenes, en el sentido literal de la palabra, adelantados. Fuimos capaces de predecir el futuro creando uno a la medida de nuestros sueños. Fuimos madres y padres de nuestro porvenir más que hijas e hijos del presente. Fuimos responsables de nuestro mañana. Fue mucho mejor soñar con el futuro que escavar en el pasado o sucumbir en las arenas movedizas de aquel presente del que fue posible salir airosos, no importando cuán difícil pareciera. Estos obstáculos se convirtieron en los portales de un comienzo que se renovaría día a día en un mundo que se hacía añicos. En aquel mundo, plantamos un árbol que continuaría creciendo y convirtiéndose en aquello que llegaríamos a ser, porque el mundo que se renueva no envejece, así se hace más puro y joven. No nos pregunten quiénes fuimos, ni nos pidan que sigamos siendo los mismos. Fuimos un murmullo de todo lo que pronunciamos, y al mismo tiempo, la transparencia de lo que hablamos. La página en blanco que comenzamos a escribir, una invención, un pensamiento, nuestra propia interpretación del mundo, que puede compartirse o no, que puede ser aceptada o no, pero que fuimos capaces de llevar adelante como una vida digna de ser respetada, pues enfrentamos a nuestra época, la naturaleza y el verbo que se entrecruzaron formando, para quien sabe leer, un texto que gracias al poder singular de las palabras y su eco pudimos escribir, esperando siempre que los buenos espíritus nos eligieran como instrumentos para sublevarnos contra todas las sin razones que nos pusieron por delante. La poesía fue capaz de despertar en nosotros aquellas fuerzas que nos hicieron descubrir un mundo que no conocíamos y que nos permitió dejar atrás a ese esclavo del tiempo. Fuimos jóvenes capaces de conservar los ojos de un niño, aprendimos a respirar, a coger los ritmos del camino, insatisfechos del mundo, vivimos en un estado de gracia antes y después de la sinceridad última e irreversible que nos permitió comunicarnos con los demás. Fuimos jóvenes que creímos que las palabras no tienen tiempo, ni espacio y que la poesía sí puede cambiar el mundo, que sí puede reparar una herida y que sí puede develar algunos de sus misterios, una forma de amor ingobernable, un pacto secreto e invisible entre dos personas, un ojo en el corazón.

 

 



Artículo del libro de memorias “50 años del golpe de Estado en Chile, los jóvenes en dictadura” de Máximo G. Sáez,
publicado por Mago Editores en marzo de 2024.

Libro disponible en: https://www.magoeditores.cl/




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UN OJO EN EL CORAZÓN.
Por Leo Lobos.
En “50 años del golpe de Estado en Chile, los jóvenes en dictadura” de Máximo G. Sáez,
Mago Editores, 2024.
Publicado en Revista OFF THE RECORD, N° 65, agosto de 2024