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La vida como joda
Presentación de "La Risa del payaso" de Luis Valenzuela Prado
Sangría Editora, 2011. 198 páginas

Por Simón Soto

 

 

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1) El país es una performance

Chile, qué duda cabe, ha sabido transformarse en una parodia de sí mismo. Un país que prometió inundarse de alegría tras 17 años sumido en el letargo de la muerte y de la aniquilación del espíritu y del intelecto. La alegría, nos decían a través de la televisión y luego utilizando los distintos aparatos de propaganda de los que disponía nuestra Concertación una vez electa, ya viene y llegará en cualquier momento. El discurso íntimo de esa campaña, pienso ahora, con la distancia de la edad y los años, era bastante explícito. El “ya viene” es una afirmación que no es concluyente. Llegará en algún momento. Espérenos, que la estamos trayendo. Es decir, que sin problema, podría no llegar. Una gran farsa. Un chiste mal intencionado en nuestras narices.

Después del leer “La risa del payaso”, de Luis Valenzuela Prado, he imaginado que ese lema ha sido una performance llevada a cabo por el colectivo ECRE, una banda de artistas de distintas disciplinas que apareció durante los primeros años de la transición. No cito gratuitamente el slogan propagandístico que tan bien conocemos. Lo traigo a colación esta noche porque la nueva novela de Luis Valenzuela está empapada de este periodo.  “La risa del payaso” es una enorme y hermosa farsa de impecable estructura que tiene mucho de burla y nada de chiste fácil. Quienes pretendan encontrar en sus páginas la carcajada fácil quedarán decepcionados. Por el contrario, los que nos adentramos en sus páginas indagando por un humor emparentado con la reflexión y la parodia, hemos terminado sus 195 carillas con una sonrisa satisfecha, pero también con una sensación algo amarga. Es que me atrevo a emparentar la literatura de Valenzuela Prado con, por ejemplo, Monty Python. Y aquí no hablo solo de la excelente novela que Luis presenta hoy, sino también de su anterior obra, “Jueves”, donde la senda por la que transita “La risa del payaso” fue trazada con sutileza y construyendo un corpus literario que en ésta última se desarrolla con mayor elegancia aún. Pero retomo la comparación con el grupo inglés. Al igual que en las películas de los Python, hay algo cruel y a la vez tierno en “La risa del payaso”. Cruel desde la perspectiva del ridículo y el flagelo al que expone el autor a sus personajes; tristes aunque orgullosos perdedores de este escenario social y político que se acordó desde las esferas del poder, aquellas inaccesibles para los chilenos de a pie. El ECRE, como el protagonista del filme “La vida de Bryan”, nunca acierta, y esa es la marca indeleble de sus acciones. Bryan como un Cristo que llega tarde, a la sombra del verdadero, a minutos de alcanzarlo. Fonseca, Roco, Mate, Santos y Batla como imperfectos manipuladores del gesto, se pasan horas intentando la obra maestra que los llevará a derrumbar los muros del poder y sus innumerables tentáculos. Cito: “Los errores son la marca humana en sus acciones cotidianas, la huella delatora, la hebra precisa para llegar al centro de la madeja”. Y he ahí lo tierno que habita en estos personajes: lo pretenden todo y nada a la vez. Son rigurosos en la construcción de sus acciones de terror político. Viven en un constante estado de paranoia, creen ser perseguidos, piensan que en cualquier momento su fortaleza en Conchalí será allanada por aparatos de inteligencia del estado. Pero es sólo el lector quien sabe lo que está sucediendo. Luis Valenzuela en este sentido es un escritor generoso y exigente. Provee en sus páginas los elementos precisos (ni más, ni menos) para comprender los diversos mecanismos de narración que se ponen en juego, pero a la vez deja que el lector intuya el mundo en el cual los personajes han comenzado a transitar. El triunfo de los ecretas es a la vez su fracaso, porque el fracaso del país es también su triunfo, el del presidente, el de sus políticos.

2) El artista es el que sabe desaparecer

¿Por qué Batla, protagonista de “La risa del payaso”, ha elegido como acto total, como gesto máximo, como obra non plus ultra, la desaparición? ¿Qué valor, me pregunto, podría encontrar un chileno común y corriente en lograr que nadie nunca vuelva a verlo? No lo sé. Creo, eso sí, que la desaparición en este libro, como al igual que el resto de las interrogantes que se nos plantean en sus páginas, tiene diversas capas de lectura y por ende varias aristas para comprender por qué Batla decide esfumarse. Cuidado, eso sí, con los sinónimos. El narrador es claro a la hora de evidenciar que la desaparición es sólo una. Cito nuevamente: “Un sujeto clandestino siempre está presente, vigilante, al acecho desde la oscuridad, pendiente de lo que sucede en el centro que ha dejado de habitar. Un sujeto clandestino corre, burla la ley. Desaparecerse es no estar. Buscar un intersticio perfecto, un pliegue ideal”. Pienso que Batla entiende la desaparición desde el desarraigo. Es la desilusión lo que lleva al muchacho a estudiar la manera perfecta para no estar más. Batla es el opuesto impecable de su hermana Baby y su cuñado Gordo. El matrimonio feliz ha decidido, al contrario de Batla, aparecer lo más posible, hacerse reales, tangibles, palpables, admirables en todos los planos. Baby y Gordo son los neochilenos, los hijos perfectos del nuevo Chile, los conductores de vehículos cero kilómetro y los habitantes de edificios y departamentos idénticos en barrios idénticos. Estos nuevos especímenes de compatriotas, representados en la novela de manera ácida por Baby y Gordo, son la manera en que el poder nos ha construido en las décadas recientes. Anestesiados, ansiosos por permanecer, alimentados hasta la saciedad por todo lo que aparece en revistas e internet y por las pantallas de la televisión. Es por eso que Batla anhela como fin último la desaparición. Desaparecer es la rebelión absoluta. Es la obra perfecta. El dardo preciso.

3) Epílogo: sugerencia para un relato

Por último, quisiera tomarme una licencia y proponerle algo al autor. Aclaro: no me siento con ninguna facultad para proponer nada, pero las páginas de “La risa del payaso” me han gustado tanto que no he querido perderme la oportunidad. Leyendo la novela, surgió una imagen que no me he podido sacar de la cabeza. Se trata de una junta secreta y de carácter festivo celebrada por el ECRE. Piense, don Luis, en el cumpleaños de algún miembro del colectivo. Batla, tal vez. Está presente el resto de los ecretas. Hay alcohol en abundancia y diversas drogas. El cumpleaños se lleva a cabo en la casa de Batla. Por cierto, hay más gente además de los miembros del ECRE. Amigos de Batla y algunos familiares. En una de las ventanas, Roco y Mate, bastante borrachos, hablan y vislumbran futuras acciones del grupo. La casa de Batla está en el segundo piso de una antigua casona Ñuñoína. Junto a la ventana hay innumerables maceteros con hermosas plantas que día a día cuida la novia de Batla. De pronto la cabeza de Mate se ilumina con una idea brillante. Comencemos la acción ahora mismo, dice Roco. Mate, bebiendo una piscola, lo observa extrañado. Mate acerca su mano al macetero y lo deja caer. El volumen se desplaza y luego cae al primer piso, desintegrándose. La planta queda desparramada. Roco y Mate apenas pueden contener la risa. Roco se entusiasma y empuja otro macetero. Mate, para no quedarse atrás, arrastra dos maceteros a la vez. Los dos ecretas, en menos de un minuto, han lanzado al primer piso todos los maceteros que se encontraban junto a la ventana. La desaparición, dice Mate, la desaparición es la obra de arte absoluta, total. Roco asiente. Nadie más se ha dado cuenta de lo sucedido.



 

 

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