Proyecto Patrimonio - 2007 | index | Montserrat Alvarez | Autores |





Hacer frente a bala perdida

Por Rocío González

 

Justo en el blanco: impecable, certera, invasiva, esta bala perdida que reúne poemas de Monserrat Álvarez, hiere. Es decir, tira a matar, pero lo que hace es abrir una herida demasiado presente, traer a la conciencia asuntos más bien capoteados, adormilados, y les quita el freno y les permite irrumpir en órganos vitales. En todo esto hay una gracia que se despliega, una suerte de red que trasciende el cinismo verbal y la pura contienda con la muerte. Esto es el poema, más que sus palabras o su cadencia, más que su tradición o su originalidad: la bala, la flecha de Apolo, la misma que nos dio el logos: "el arma suprema de la violencia, la flecha más mortal lanzada por el arco de la vida"(1). Ése es su impulso, una vida tocada en sus extremos, hermana de la muerte, que al momento del disparo hace de su tránsito un baile y en su explosión funda una maternidad cósmica, que lo mismo da a luz al ángel, que a la tristeza que lo odia. Pero también una maternidad terrena, porque estos textos hablan de la descarnada experiencia vital, expone su vulgaridad y patetismo, sin que ello anule, ni por un segundo, la insistencia de lo sublime, el énfasis en la pureza que en algunos de sus cantos humanos resuenan. La poeta Montserrat Álvarez se coloca ahí, en el medio, no como testigo, sino para contarlo: una especie de mediadora (quisiera decir que entre el mundo y el misterio, pero las palabras se me achican y la grandilocuencia suena a impostura), que (será mejor ir a la fuente, citar el poema, su exactitud desnuda):

Así, como el mar llega, como el amor enseña, y no con
las cansadas palabras de este mundo, quiere hablar
el poeta

Dejar hablar a lo que habla de por sí, permitirnos escucharlo, es un anhelo simple que se torna imposible, lo mismo en el mundanal ruido que en los salones exquisitos y/o feroces de la retórica y las carreras literarias. Por eso la celebración de este libro es íntima -que no solipsista- y hay que agradecer a Rocío Cerón y al Billar de Lucrecia su edición en México: 16 poemas que desarman; una vez que fuiste tocado por esa bala perdida hay poco qué hacer o qué decir, salvo compartir el entusiasmo, más bien triste, de heridas que son ecos, que disparan versos como: Vida, cuán estólidamente recubres las purezas iniciales… Con esa pureza sin artificios, la autora admite sin ambages que su poesía "procede de alguna otra zona de lo real, que no conoce limitación ni finitud; siendo, pues, yo, a fuer de humana, limitada y finita, ¿cómo osaría corregir una línea de lo que ya se me comunica como perfecto desde su concepción?"(2), hablando de zona dark, su primer libro de poemas, publicado en Lima, en 1991. Una declaración así nos habla de la seguridad de la autora en relación con su materia, pero también de una franqueza que se agradece, y de una voluntad que cifra su apuesta en la poesía y no en quien la escribe. Poesía que es un saber o una intuición en el mundo, que acaso resuene en lo humano, pero lo trasciende, lo separa de sí mismo; aunque siga hablando de las cosas del mundo, su lugar es elusivo e inquieta.

Aquí hay más de lo que no se sabe que de lo cierto, pese a que se encara al lenguaje de manera frontal, tal vez un poco enardecida, para no darle tregua a lo trivial, como si todo ello ocultara, y al mismo tiempo insinuara constantemente, un enigma. En la lectura de estos poemas cunde la zozobra -López Velarde, lejano, sonríe-, como si la pitonisa estuviera a punto de decirnos algo que no queremos oír, pero es demasiado tarde para arrepentirnos, pues sabemos demasiado y no hay manera de olvidar que así es. Sin embargo, ese saber demasiado es un estorbo para la revelación inminente -siempre inminente y siempre pospuesta- de esta poesía, tal vez de esa certeza,

… los poetas podríamos abrir
nuestras gargantas como lo hacen los pájaros
abandonando el ruido de las letras
para decir la música del Ser

Si la poeta se detuviera un segundo a interpretar o a razonar con sus palabras, todo se acabaría, la bala mataría al niño en su más absurda literalidad; la música, domesticada por la caracola sin nombre, sería chillido; la mar dejaría de ser un elemento peligroso. El tránsito de la bala, como el del poema, es trance: belleza que impone su crueldad y crueldad que se manifiesta en la belleza. Cuando el oráculo habla y el enigma revela su naturaleza íntima, es el lenguaje que se funde en el lector y el poema, borra los límites y desaparece las particularidades: se ha entrado en su río, en su devenir simbólico y catártico, en el silabeo embriagador y monótono de algo como una oración, un cuento infantil, el recuerdo de un perro muerto, una queja o un gemido orgásmico; que lo mismo incorpora el eco de cantos inmemoriales que el sistema de signos binarios de las computadoras, y esas tantas palabras hechas con tanta vida hechas con tanta muerte.

Ése es el gran misterio: el lenguaje que se hace acto en el poema, que se convierte en cosa viva, latente, porque tú, lector, eres su respiración.


 

NOTAS

(1) Giorgio Colli, Después de Nietzsche, Anagrama, p. 28

(2) zonadenoticias.blogspot.com/2006/01

 

 

 

Proyecto Patrimonio— Año 2007 
A Página Principal
| A Archivo Montserrat Alvarez | A Archivo de Autores |

www.letras.s5.com: Página chilena al servicio de la cultura
dirigida por Luis Martinez S.
e-mail: osol301@yahoo.es
Hacer frente a "bala perdida", poesía de Montserrat Alvarez.
Por Rocío González.