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La literatura en Chile
El libro chileno como problema


Por Marco Antonio Coloma
El Periodista, Domingo 31 de agosto de 2003


No han sido pocas las iniciativas, al menos en los dos últimos años, que le han tomado el pulso a la industria editorial chilena y han formulado recetas para reanimarla. Y digo reanimarla porque el diagnóstico general parece tener los síntomas de una enfermedad crónica: los índices de lectura permanecen estancados hace rato, las editoriales se siguen dando vueltas en un mercado minúsculo y muchas de ellas -especialmente los sellos independientes- están lejos de generar alguna rentabilidad. Pasa lo mismo con las librerías: las que han logrado sobrevivir soportan el peso de una frágil situación financiera. Nada nuevo en lo que va corrido de democracia.

En varias ocasiones se han sentado en la misma mesa la Cámara Chilena del Libro, los Editores de Chile (ex Asociación de Editores Independientes), y el Consejo Nacional del Libro. Hace un año y medio el anfitrión fue la Fundación Chile 21, quien convocó, acogió y coordinó el trabajo de estos organismos. El resultado de ese diálogo, que bautizaron como "Mesa del Libro", fue una propuesta pública de siete iniciativas tendientes reanimar la industria editorial local. Más tarde, en mayo de este año, una reunión similar se desarrolló al alero de ProChile, en el contexto de un debate signado por las oportunidades y los mercados que supuestamente se le abren al libro chileno con los (mal llamados) tratados de libre comercio.

A estas alturas lo que está claro es que existen propuestas serias y bastantes afinadas para reanimar al enfermo. Nadie desconoce la importancia que tiene el libro a la hora de formar ciudadanos con capacidad crítica, sobre todo en el contexto de una sociedad que tiende a la homogenización de las ideas y a postular un pensamiento único (lo que no es libre mercado es ideología, dicen). El libro por tanto es un instrumento clave en la formación de una comunidad pluralista y democrática. Favorecer y garantizar la circulación de las ideas debería ser -lo es en teoría- uno de los pilares fundamentales de cualquier democracia. La chilena, en este sentido, hace agua por todos lados.

El chileno tiene un acceso muy restringido al libro. Una de las principales demandas del sector, digamos la más emblemática, tiene que ver con disminuir el precio del libro a través del establecimiento de un IVA diferenciado. La mayor parte de los países europeos grava los libros con IVA, pero éste es regularmente distinto al IVA general. Alemania, por ejemplo, tiene un IVA general de 14 por ciento y un 7 para los libros, España tiene un 15 por ciento general y un 3 para los libros. Estudios recientes han demostrado que un IVA del 4 por ciento sería lo más apropiado para el mercado local. Hay que agregar de paso, y a propósito de cifras, que uno de los vicios importantes de la industria del libro en Chile es la falta de datos duros. En los últimos diez o doce años no se han realizado estudios que entregan un perfil económico serio y acabado del sector. Recientemente, Juan Carlos Sáez, con el apoyo de ProChile, ha puesto en circulación un documento que intenta salvar esta dificultad (no está bien que pretendamos exportar libros si no sabemos qué es lo que tenemos). Se trata, en todo caso, de un primer intento que sólo da cuenta de voluntades aisladas por avanzar en la materia.

Otra de las demandas, aunque más novedosa pero no por eso menos importante, es la Ley de Precio Fijo. El precio fijo en los libros (tal como lo tienen revistas y diarios en nuestro país) favorece directamente a las pequeñas librerías porque impide a las grandes, con mayor capacidad financiera, vender más barato o seducir al comprador con ofertas de moda. Se trata de una norma básica para mantener una red amplia y diversa de librerías. Desde que en 1982 Francia implementara la medida, con un éxito del que habla un mercado del libro fuerte y saludable, muchos países la han adoptado.

El tamaño del mercado chileno es un problema importante. Los editores se ven forzados a imprimir a demanda, en tiradas que regularmente no superan los 300 ó 500 ejemplares, aumentando con eso el costo por libro y disminuyendo su margen de ganancia. La otra cara de la moneda son los sellos españoles y algunos latinoamericanos que han engrasado una maquinaria de distribución -apoyada regularmente por políticas de gobierno- que abarca varios países. Eso les permite programar tiradas en promedio no menores a diez mil ejemplares. En la actualidad ningún editor chileno está en condiciones de aventurarse en una empresa como esa.

En este sentido, la apertura de mercados en que se ha concentrado el gobierno chileno en el último tiempo, debería ir necesariamente acompañada por incentivos reales a la industria editorial local, si lo que queremos realmente es salir a pelear, aunque sea una mínima porción, de ese tremendo mercado que está allá afuera, el de lengua española. Pero también es necesario que los editores chilenos programen sus políticas editoriales con el ojo puesto en el lector extranjero, apostando, por ejemplo, por títulos atractivos en otros países, o comercializando traducciones y derechos de acuerdo a un mercado más amplio.

Es importante también que el Estado y sus instituciones coordinen de mejor manera la compra de libros, y concentren esos recursos en el apoyo a la edición local. Y también es urgente que el Consejo Nacional de Libro pueda realizar un esfuerzo mayor de promoción de los autores y editores nacionales. Muchos países cuentan con un premio anual a la mejor edición, o al mejor editor. Chile no lo tiene.

Tengo que decir finalmente que ha sido fundamental el papel que ha jugado Editores de Chile en la formulación de muchas de estas propuestas y demandas. Su existencia -tienen algo más de tres años de vida como asociación gremial- ha sido clave para provocar el diálogo. Más que convocar en sus filas a una docena de editoriales, son un grupo de personas que han apostado por la diversidad y la libre circulación de las ideas, y que de fondo comparten la pasión por ese viejo y maravilloso oficio de hacer libros.

 


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Marco Antonio Coloma: La literatura en Chile: El libro chileno como problema.
Fuente: El Periodista
domingo 31 de agosto de 2003.