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Iwasaki y el ridículum vitae de su mal amor

Por Miguel Antonio Chávez

All you need is love, love
Love is all you need

-The Beatles

Para Gaby, por el buen amor/humor

El interior de un antiguo templo masón de Guayaquil fue de nuevo escenario de un evento literario. Pocos años atrás, cuando estuvo el Nobel José Saramago y le pidieron su opinión acerca de la regeneración urbana de esta ciudad, él respondió que esto era una Miami. Algo que la gente aplaudió y ovacionó como un gag de Saturday Night Live, aunque para mí fue una elegante ironía de un hombre de izquierda en una ciudad cuyas autoridades seccionales son de extrema derecha. Ahora, hace pocas semanas, el espíritu del humor volvió a crepitar, pero con otro cariz, otra situación y otro escritor.

Se levanta de pronto en la gélida sala alguien entre el público y pide el micrófono. El escritor está listo con posibles respuestas espontáneas o de cajón bajo la manga, según el mood de la audiencia. Pero el terror es mayor cuando cae el velo de lo impredecible, y la pregunta no versa sobre las influencias literarias, ¡sino sobre las amatorias! ¿A qué edad diste el primer beso? El inquisidor es un niño de ocho años y el valiente que responde desenfundando una sonrisa de buen calibre, es Fernando Iwasaki (Lima, 1961).

Así llegó a esta ciudad su Libro del mal amor (reedición en Alfaguara, 2006) "una novela cuentada" o como prefiere ubicarlo José Luis de la Fuente, "una novela episódica", en la que cada capítulo es independiente, que se puede leer aparte como si fuera cuento; lo que evidencia una hibridación de los géneros, al igual que desarrollan Borges, Cortázar y Cabrera Infante, escritores identificados como las influencias mayores de Iwasaki, según el estudioso de la presente obra, Ricardo González Vigil.

Fijándonos solo en el título quizá nos venga a la cabeza: ¿un libro sobre el amor? ¿Por qué mal amor? ¿Me están vendiendo una novela de autoayuda? ¡No, por favor, ya tengo suficiente con la infame colección de Carlos Cuauhtemoc en mi librero de adolescente!

Pero para fortuna nuestra, el planteamiento de esta obra sobre las tribulaciones que causa el amor sentimental -tema que en manos de un inexperto podría resultar cursi y desastroso- es desarrollado por Iwasaki con mucha soltura como una narración con base autobiográfica, además de ciertas dosis de ficción (algo normal y lícito en la literatura, claro está), tono humorístico, burlesco, irreverente, donde las ansias del amor no solo están entendidas en la dimensión de lo platónico sino también en lo hedonista y la búsqueda del placer sexual. Qué ironía más grande que llevarlo a cabo con un prototipo de anti-don Juan, que durante trece años de su vida intenta conquistar sin éxito a diversas mujeres de las que queda perdidamente enamorado.

Libro del mal amor está emparentado, a modo de un parafraseo con el Libro del buen amor, de Juan Ruiz, el más grande poeta español de la Edad Media (s. XIV), más conocido como Arcipreste de Hita. González Vigil señala varios puntos en común. De hecho, cada capítulo de la novela de Iwasaki es precedido de un epígrafe de la obra del Arcipreste, un poema largo donde se cuentan los fracasos en sus afanes eróticos, hasta que decide seguir los consejos de Ovidio en El arte de amar. Un tema tan antiguo como el mundo, como la literatura. González Vigil señala también simitudes con obras contemporáneas como La Habana para un infante difunto de Cabrera Infante.

¿Qué hace este curioso personaje?... ¿Qué no hace? debería ser la pregunta. Como un buen Zelig de Woody Allen, nuestro personaje con el fin de agradar a las chicas de la que se enamora se convierte en experto contador de historias de terror, jugador de volley, militante político universitario, seminarista con vocación, patinador, judío, esnob y cantante de rancheras. Así, llegan pero sin quedarse con él: la miedosa Carmen; la gacela-Juana de Arco-diosa griega de Taís; la políticamente comprometida Carolina; los tobillos hermosamente geométricos de Licy; Camille, la aspirante a monjita con nombre de ardiente francesa; Alejandra, la chica por quien compró patines a un precio por el que hubiera comprado los "siete tomitos" de En busca del tiempo perdido, de Proust; Ana Lucía, la chica que lo invitó a la Prom; Rebeca, por quien se convirtió en judío sefardí (cumplía el requisito de la circuncisión debido a una casualidad quirúrgica a la que fueron sometidos de pequeños él y todos sus hermanos, luego de que el mayor había sufrido de fimosis); la oligarca de ascendecia rusa torturadora de hombres, Ninotchka; y la mexicana hija de españoles de izquierda Itzel, por quien se tendrá que enfrentar precisamente a un duelo a la mexicana.

Iwasaki, como muchos autores de su generación, retoma la experiencia de lo "clásico" (la estructura de la novela episódica es deudora de la picaresca española) pero lo remoza con referentes "populares" y "massmediaticos" con los que el lector de este siglo puede familiarizarse. No hay purismo que valga, y en medio de los cuentos cabalísticos de Borges, vemos en la misma licuadora a series de televisión gringas de los sesentas, el Sgt. Pepper´s Lonely Hearts Club Band, menciones a grandes pintores renacentistas y artistas flamencos, poemas de Garcilaso y rancheras mexicanas.

Con enorme desenfado el personaje afirma sobre Alejandra, como metáfora que puede aplicarse al resto de ellas: "En realidad jamás creí que las cosas me fueran a ir sobre ruedas, pero más tarde o más temprano confiaba llegar a patinar, con una mínima soltura, siquiera necesaria para escribir una página decente en mi ridículum vitae amoroso". O como en el último capítulo que transcurre, no en Lima sino en Sevilla, tierra de don Juan Tenorio, donde este anti don Juan cursa su posgrado en el Archivo de Indias (antes del giro que le da su sentido justicia cute a la historia, relacionado con la persona a quien el personaje-escritor dedica Libro del mal amor): "Después de tantos años, finalmente comprendí por qué las mujeres jamás me habían hecho caso: porque siempre quise ser lo que no era o lo que nunca sería"

Iwasaki reúne aquí sus diez fracasos de amor más espectaculares. "Uno ha tenido más, pero no hay que presumir". Y afirma en su epílogo que el mal amor es garantía de buen humor. Por otro lado, su prólogo explica ingeniosamente que el amor nació la primera vez que una homo-sapiens le dijo no a otro homo-sapiens. "Acaso así aparecieron los regalos, las serenatas, los piropos y hasta las pinturas rupestres. Quizá el primer poema. El homo-sapiens no lo sapiens, pero está enamorado y no sabe qué hacer. Medio millón de años más tarde la incertidumbre es la misma". Se evidencia, entonces, que desde el alfa y el omega de estas páginas prima la conciencia de un libro conceptualmente redondo y de lectura amena, sin querer decir con ello que sea bajo en calorías intelectuales.

Entre literatura y vida, entre Beatles, la sociedad limeña y El Exorcista, la búsqueda del amor como fuerza universal vuelve una vez más para interpelarnos y quedarse. Y a la vez un ejemplo vívido que no cualquiera es capaz de poner a prueba una burla a sí mismo (por más ficción aditiva, el personaje representa a Iwasaki) en 256 páginas y salir bien librado en lo estilístico; cuando en entornos como el nuestro se cree erróneamente que la "honestidad" o el exponer los cueros al sol son fines meritorios cuando no son más que meros medios aleatorios...Ya estoy haciendo los juegos de palabras a lo Iwasaki. Pero no importa. Es bueno, aleluya, bendita sean los estantes que reciban una novela que un cerebro con olor a afrancesado rancio difícilmente se hubiera atrevido a escribir.

Aunque el humor siempre tenga sus ribetes intrínsecos de tragedia, en este caso la del frustado protagonista, se demuestra que la humanidad es como el Chapulín Colorado, un sudaca chaparrito, torpe y cobarde que es más valiente que Aquiles porque acepta su miedo y lo vence. Y nos divierte, como Iwasaki, el peruano de apellido paterno japonés y materno italiano, que vive en Sevilla, candidato a leyenda urbana de la globalización, al definir que su poncho es un kimono flamenco. Y afirma con esas muecas almibaradas de seriedad que solo he visto en George Harrison: "Me felicita la gente que me supone oriental, y yo les hago muchas reverencias mientras dedico las novelas de Ishiguro y las Memorias de una geisha, porque los malentendidos me siguen persiguiendo".

Aunque -me permito agregar- en mi caso, sin tener la carga heráldica ni genética de Iwasaki, los malentendidos también me persiguieron, cuando previo a la escritura de esta reseña que ustedes están leyendo solicité previamente (como es procedimiento normal en todo el mundo) un ejemplar de la obra a la editorial y que por asuntos externos de envío (venía de Lima) llegó justo para el día del evento. Un conocido me vio cuando me dieron el ejemplar y al siguiente día escribió una diatriba en su blog, seguramente movido por el dolor de codo o de bolsillo, por mi audacia y conchudez de blogger para obtenerlo. Trato de hacer memoria, pero todo me lleva a una sensación inédita: nunca pensé en llevarme tremenda lección de humor a causa de un libro mucho antes de que lo abriera.

Miguel Antonio Chávez
Guayaquil, 1979. Licenciado en Comunicación Social. Narrador. Autor del libro de cuentos "Círculo vicioso para principiantes". Sus microcuentos constan en una antología internacional "Microrrelatos del mundo hispanoparlante" Escribe para el blog grupobusetadepapel.blogspot.com, en donde entrevistó a Fernando Iwasaki.

Libro del mal amor
Fernando Iwasaki
Editorial Alfaguara - ISBN 9972232255
Edición Lima, 2006
Páginas 256
Formato 12 x 20 cm.

 


Miguel Antonio Chávez: Guayaquil, 1979. Licenciado en Comunicación Social. Narrador. Autor del libro de cuentos "Círculo vicioso para principiantes". Sus microcuentos constan en una antología internacional "Microrrelatos del mundo hispanoparlante" Escribe para el blog grupobusetadepapel.blogspot.com, en donde entrevistó a Fernando Iwasaki.

 
 

 

 

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Iwasaki y el ridiculum vitae de su mal amor.
"Libro del mal amor" de Fernando Iwasaki.
Por Miguel Antonio Chávez.