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EL ESPECTRO DE CARMEN YÁÑEZ PARA UN PAISAJE DE LUNA

Carmen Yánez, Paisaje de luna fría, Editorial Cuarto Propio, 2ª edición, Santiago de Chile,
octubre de 1999. 74 págs.

Por Marco Aurelio Rodriguez

 

Tal vez la poesía no sea más que exilio, boca despedazada por las palabras piadosas, libertad por ejemplo, amor, vida, patria. Decían -por ejemplo- la vida está en otra parte o extranjerías, dejando los besos agrios y el agua que palpan esos labios, como una escarcha pálida. Veamos.

Hay una "palabra habitada de memoria". ¡Perdón! Digamos: ella flor de loto, hermosa solitaria, ella vino en la copa de su amante, y sus pezones uvas para los besos de esa boca otra, el guiño lírico es ser espectro de otra, Carmen Yánez, quien dice: "Cuando alcanzo los espejos no me encuentro".

¿Qué hacer? ¿Cómo lograr "estatua de existencia"?

Reinventarse.

El proceso es desenvolver, desamarrar "la tela de cebolla" que la cubrió hasta entonces, dando sentido a la detención política y al nonsense de la tortura (algo ya hizo Frankl en su 'logoterapia'), reconocer a los amigos ausentes pero, por sobre todo, visitar la propia desolación, esa tortura del retorno a la materia de uno mismo. En el poema "Eslabón de la vida" (se) reconoce: "Un niño asomado a la garganta llora", el que palpita "en la habitación del origen", hasta darse rotundamente: "Nazco al asombro".

Esa es su terapia, la única vital, que llena su palabra de valía. El asombro, la creación de su rito, o sea, interpretar las imágenes "a su propia semejanza" ("Creación"). Ese candil que muestra cuando "se han ido todos" ("Morada"), esa flama que la acompañará con su contrariedad de hilito de sangre y de agua ("dos mundos/ me atan a la tierra", "…mares que no calzo"), "Huellas".

Aceptar ir "habitada de memoria", como dice el lema de un poema en que confiesa: "Conmigo caminan/ esas mujeres que soy". Allí va de nuevo el dolor, la agonía de otredad.

La mujer que ama, por ejemplo, se siente "extranjera" del alma del amante, donde el poema "Dos" sincera la separación como cautela del amor (lo que recuerda la saciedad de la carencia o cómo el amor es poderoso como la muerte: Lo busqué, y no lo hallé; / Lo llamé, y no me respondió. / Me hallaron los guardas que rondan la ciudad; / Me golpearon, me hirieron; / Me quitaron mi manto de encima los guardas de los muros. -"Cantar de los Cantares"). En "Ofrenda" dirá: "tus manos son mi jaula". También en la "Ventana al amor" va "buscando el origen", ella, que en "Dos" "cohabita las fronteras" de su amante, uno es uno, el otro es el otro, como en ese resplandeciente poema de Evtuchenko en que vamos como astros que se aman y se alcanzan sólo en la distancia de vacíos espacios, jamás se irán a topar, a riesgo de desintegrarse.

Él resulta "espectro" de ella en ese erotismo de (auto)creación (no confundir con autocomplacencia), y en la lápida de amor que deriva como un lecho o un sueño, alguien suena su poema-cajita de música "El día comienza en ti".

"Vagabunda en tus brazos" dice en "Desde la cascada".

La mujer que sufre es la mujer que ama y que busca. Vagabunda es quien se queda. Y es que resulta que en "Götemburgo" se le presenta "una ciudad espejo de tu rostro"; ella buscaba.

¿Cuál patria…?

En otra parte ("Bovallstrand"), en Suecia, "Los botes en el muelle/ danzan al compás del agua". Iba a la deriva "en la aldea del norte". Entonces "el cuchillo del viento" apuntaba a la nostalgia. Y ese cuchillo de dolor abrió durante años la propia materia de sus desapegos. En "Tormenta" unos lobos le arrebatan su coraza y queda así más vulnerable. ¿Será posible -cuestionará entonces- esbozar una historia sobre las aguas? ("Navío").

El "Lenguaje", oasis, espejismo de oasis, rompe el desierto con un "gesto de agua".

¿Qué hace ella (quién)?

Padre -contesta en "Cartas"-, "yo andaba buscando las formas de mi propio madero", la agonía de ese Cristo que es el alma. Su "Albedrío" va "rumbo al paisaje de los sueños", allá habrá tal vez una mujer descalza rozando la hierba húmeda, existiendo, aun cuando en "Proclama", último poema del libro, otra mujer, una de tantas Carmen, consigne "la soledad de un zapato en la orilla/ de un viaje interminable".

Y otra mujer se queda frente a su propio madero, árbol que sufre de raíces, "habitando en la casa del mundo", mientras en el espejo "el día encanece lento" ("Rostro de madera").

Pienso: ¿Quién es la más hermosa…?

Y una princesa de delicada mano donde cabe "una ciudad muerta" me responde desde "Trincheras", con un hilito de agua en cada destino, paisajes.

-Pude atrapar la luna en esta escarcha.

 

 

 

 

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El espectro de Carmen Yáñez para un Paisaje de Luna.
Por Marco Aurelio Rodriguez.