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ENSAYO DEL CULO

“Ya lo dijo El Principito: ved con los ojos del arma, desalmados”

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or Marco Aurelio Rodríguez


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Los ojos son la ventana del alma. Pero los niños podrían apedrear las niñas de tus ojos. Mejor, las antiparras, los quevedos.

El hombre está equivocado, y es que, por la ceguera de su lucidez, se estrella con los conceptos. Por ejemplo. Si has llegado hasta acá sin trompicones, reconoces estrellas y miradas o, si hacemos más sorbos de realeza, confirmaciones obtusas, de hecho las cortesanas son las vendedoras de contenido, hoy en día en palacio. ¡A cortarle la cabeza a las rosas! Lo malo es que por lo general pensamos en Reina de Corazones; entonces no está mal que, cortada mi cabeza, se acabe la lenidad.

No nos equivoquemos. ¿Ceguera? ¿Lucidez? ¿Magnanimidad?

A lo que se sugiere la literatura de investigación. Veamos. Goethe fue consejero en la corte de Weimar. Por si no conocen su apego a la verdad: en cuanto a su interés por las piedras, inicialmente se inclinó por la teoría vulcanista, que postulaba un origen ígneo de las rocas, pero luego se mostró más cercano a la teoría neptunista, que defendía un origen acuoso. Montaigne ensayaba en sí mismo como una roca, fulgido y fluido. La ceguera, pasando por la lujuria de la duda, llega a la lucidez.

Tomo un ensayo de la ceguera, de un tal José Saramago, que luego se excusará de no ser novedoso ni estadístico, sino conceptual y cercano. Su política pública se basa en la segregación, exclusión y eliminación de la alteridad. “La responsabilidad de tener ojos cuando otros los perdieron”. La incapacidad del ser humano por reconocer al prójimo es, aquí, la sublime garantía que hace explotar el episcopio. Ergo, si volvemos nuevamente a la realeza de corazones, el amor es ciego. ¡A cortarle los corazones a las niñas de los ojos!

Tomo otro ensayo del exceso, o sea, la lucidez ―del mismo Saramago―, ¿cómo funciona el bicho? Torno la IA: “El escalador automático de almacenamiento en bloque de Lucidity elimina el tiempo de inactividad, lo que garantiza la optimización de recursos para una disponibilidad fluida”. Ahora, si relato mi versallesco hartazgo (estoy en la zona ciega-luz: soy la batiente de grandes ventanales que dan a jardines, patios, balcones): como mi ojo puede pensar…, no garantizaría la optimización de recursos para plantear la fluidez de mi fracaso. Un niño agazapado en mi inconsciente me arroja piedras.

En “El amor es ciego”, Boris Vian, sobreexistencialista a cuento, defiende la tesis de la falsedad de la lucidez de la vista. Hay que volver a la caverna. Borges relata el terrorífico interés por la lectura, esa pérdida de recuperación y descubrimiento. Dicen que Homero era ciego (o ciega). He tratado de indagar un tratado político de clarividencia, pero no está escrito, ergo existe.

Preferimos la transparencia. ¡Arribad el partido! ¡Moved el culo, cruz de la svastica! Los políticos sostienen la lucidez del pueblo. La “disponibilidad fluida”, sus obras ni tan líquidas ni tan sólidas.

Cuando Trump (otro que trama) quiere deshacerse de los inmigrantes, perteneciendo él a una genealogía de establecidos en patria ajena, es que quiere inmolar a los bárbaros que llegan para establecer la Ius. Merece un Imperio ―die Republik.

Sería preocupante que las gentes no entendieran. Sería como no dar muñecas hinchables a los soldados. Y la molicie anulara (la ceguera de la ceguera es subversión). De eso nos habla el tratado de Saramago. Me recuerda una novela que alguna vez leí: El Príncipe, que quiere establecer su planeta viendo no con los ojos de la testa. Error. El político es luz, es testador que obra en color ―siempre y cuando éste sea blanco o negro― que a veces se unta en tenue sarmiento. Votar en gris es votar en blanco que no es votar ni a blancos ni a negros. E incluso está prohibido hablar así de los hechos.

El exceso de demencia te llevará a ser rey. ¡Que te cortes la cabeza hasta el cuello del útero o de la próstata!

La lucidez perfectamente. Es esta la revolución que debemos pujar, dejar exhausta a la serpiente en pos del Ojo de Adán.

Quien escribe estas dádivas no viene de Adán, ergo, presume lucidez de zahorí. Nadie es capaz de soslayar los pronósticos. ¡O te cortas los ojos, Edipín!

Sabato, científico o escritor lúcido y ciego, que durante sus años de militancia comunista fue enviado a una escuela leninista en la URSS, escribió un Informe de lo que los ciegos conspiran para controlar el mundo, una especie de Guerra de los Cerdos ―los argentinos se empalagan en el barro con esto, bueno, los latinoamericanos… Trump es más lúcido, más sofisticado y artificial, mas banal, más... americano.

Por eso se entiende: la Historia es un Ojo, una moneda traslúcida.

El Ojo de Adán en el Ojo de Eva. Si eres clarividente lee mi sentencia seminal. Alternativa enciclopedista, La Historia del Ojo, de un hijo de las revoluciones francamente en decadencia, solo queda el cuerpo de la liberté, y es Bataille, Jorge.

Quevedo (el que usaba lentes para no ver la corrompida inocencia) sistematizó en Gracias y desgracias del ojo del culo, dirigidas a Doña Juana Mucha, montón de Carne, mujer gorda por arrobas,etc., esta nueva absolución (¡a recomponer las cabezas de Duchamp!): “Quien tanto se precia de servidor de vuesa merced, ¿qué le podrá ofrecer sino cosas del culo?”


ESCRITO EN LAS ESQUINAS DE NUESTRO MUNDO REDONDO COMO NALGAS:

Si votas en blanco, es porque tus ojos son fantasmas de aquello que no eres.

Si votas nulo, ves con cortapisas, no con los ojos del alma, sino con el ojo obstruido del culo.

Si inhabilitas tu voto, puedes tener problemas hemorroideales, fisuras. Habilita tu culo que, aunque “nos lo puede prestar a todos [quien se hunda en sarmentoso trono]”, NO HAY COMO PENSAR CON EL CULO PROPIO.

 

Ve:* a Votar.

* de VER.




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