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NOTAS PARA EL DISCO DURO DE LA CIUDAD
Novela de Máximo González Sáez

Por Sergio Saldes Báez



Sin mayor pretensión puedo decir que conozco la mayoría de los libros del escritor Máximo González Sáez. Aunque no sé si hay por ahí algún libro inédito. He leído una de sus tesis ("Otros papeles sobre literatura y sociedad"), la cual considero una obra literaria en el pleno sentido del término; luego, su volumen de relatos "La diversidad de los duendes" y ahora la novela "El disco duro de la ciudad".

En todos estos textos es posible rastrear ciertos tópicos recurrentes. La ciudad y la cultura urbana (marginalidad, contracultura) son algunos de ésos. La ciudad es concebida como ícono postmoderno, como texto que se escribe desde los márgenes hacia el centro, puesto que desde el centro se pretende unificar la diversidad, la multiplicidad de aquellos márgenes, ejercer un poder que se rechaza de plano. Esta concepción de la ciudad formulada en la tesis aludida, produjo la escritura caótica, fragmentada, sin solución de continuidad, impulsada por la fuerza vital, aunque carente de sentido reflexivo, de los personajes que pueblan "La diversidad de los duendes".

Convertida la ciudad en la imagen que no refleja rostro, sino que evidencia sus disfraces y los ritos que sostienen esos ropajes; negación de la cultura, pero recipiente y escenografía de los gestos y actos de múltiples tribus que luchan por sobrevivirse unas a las otras; la ciudad como sitio del consenso no buscado, la ciudad como causa y fin de sujeciones y rebeldías, presente en aquella primera publicación, reaparece aquí, en la novela que comentamos, como protagonista/ antagonista.

Seres sin individualidad definida pueblan el libro de cuentos, seres con nombre y apellidos, prehistorias e historias aparecen en la novela. Parodias y alusiones, guiños para quienes desde el extratexto quieran identificarse en el acontecer del mundo narrado, nombres e iniciales, lugares y eventos, permiten relacionar la novela con la crónica.

Novela y crónica no son géneros que se rechacen, por el contrario, nacida como vehículo de mediación para la experiencia, allá por los tiempos de la picaresca, la novela moderna se complementa, intercambia, funde con la crónica.

Pero claro, la novela no es la crónica, discurso sustitutivo de la realidad ésta, textualidad cuyo sentido se desprende de su discursividad y puesta en escena lingüística aquella, "El disco duro de la ciudad" se sostiene desde la identidad de escritura/cuerpo/territorio/ciudad. Bajo la aparente fragmentación de la anécdota, el placer sexual-drogo-alcohólico, la ausencia de centro y sobrexposición de los márgenes, el gris de la ciudad, se reconoce un sentido que devela la linealidad de un proceso múltiple.

Porque la novela es a la vez un documento de época (fin de siglo, Santiago de Chile) y el relato de un estadio de un proceso cuya prehistoria imaginaria podemos situar en " La diversidad de los duendes" (la marginalidad, la contracultura, lo maldito y contestatario como razón de ser) y que aquí se constituye como una ajuste de cuentas con cierta historia de cierta tribu.

El tópico tradicional en la narrativa del presente siglo del protagonista-escritor y sus escarceos eróticos-drogos-alcohólicos, permite a Máximo González Sáez trasvestirse en Manuel Gómez Salas y procesar el proceso de ciertos sujetos que asumiéndose como productores de ciertos objetos culturales y, a la vez, cosinderándose agentes contraculturales, asisten, con el cambio de siglo, a la evidencia del fracaso del propio proyecto: "solo como siempre, metido en los rollos más estúpidos, cuando lo mejor sería pasar por alto todo y vivir nada más, vivir sentado en un banco del forestal leyendo las novelitas burguesas de Donoso, leyendo "Mala onda", y no entender que fue mala onda haberlo hecho." (p.99).

Sin discurso de tesis, sin teoría ni mea-culpa, mediante el relato de su experiencia, su identificación/antagonismo con una ciudad de cartón piedra, pero indestructible, develando el sin sentido y absurdo de los gestos rebeldes de sus personajes y co-agonistas, Gómez Salas se enfrenta a la cruda realidad: "Hoy (...) sentí que nada es necesario, la ciudad sigue aburrida porque los cambios que antes pensamos que se podían producir nunca llegaron" (p.125), "Hace rato que ando arriba de la pelota criticando el sistema, lo que no sé es hasta cuando dejaré de rodar" (p.129).

El devenir del protagonista lo lleva a aceptar lo que desde el inicio se sospechó: su radical soledad. Carente de referentes personales, inoperante como sujeto cultural, hijo de la experiencia, a pesar del absurdo del hacer de la tribu (del cual la muerte de Manuela Espotorno, imagen del sujeto "contracultural" de los 80s en Chile, es una prueba inobjetable), Gómez Salas no asiste a su caída (aún con imprecisos meses de parranda continua), sino al ascenso de su cuerpo, el texto, la novela, hacia un territorio que le pertenece, a un territorio que marca mutua pertenencia entre sujeto y objeto:"Después del encuentro iniciado en La Piojera siempre estaré convencido que existe algo más entretenido que el Charly, que me espera... La ciudad" (p.129).

Un final clásico para un texto que habremos de releer con los años, ¿cómo y desde dónde?, será el propio disco duro de la ciudad de cada cual el que lo dirá.

 

 


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Nota para el disco duro de la ciudad.
Novela de Máximo González Sáez
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