“Todo comienza con el poema perfecto”
Roman Antopolsky
La poesía, dentro de sus múltiples posibilidades, podría entenderse como un narcótico que puede disociarte de este mundo a través de la retrospección y el intimismo o enfrentarte a tal disociación lanzándote piedras sobre la cabeza con tal que abras los ojos y mires. Un super-dispositivo, una super-consciencia, algo así como una luz que, por una parte, ilumina, guía, muestra la plenitud de las cosas, y por otra, aparece como algo inasible y nebuloso, como un espejismo, un reflejo de la nada flotando en el vacío o como un muro infranqueable. En fin, la poesía entendida como un artefacto que incomoda, doblemente peligroso, que pone en duda casi cualquier cosa.
El silencio es una forma de comunicación, así como el cuerpo también es un sistema comunicativo, y los nodos comunicantes de dicho cuerpo son el movimiento, sus actos, su nacimiento y destrucción. En definitiva, su performance. “Anus solaris o la máquina de sodomizar a todos” nos presenta un cuerpo enfermo moviéndose erróneamente en el territorio del texto y la comunicación. Camilo Barriga Dávalos, a través de su escritura, nos invita a reflexionar sobre esto, nos conmina al espasmo, al movimiento rabioso, torpe y descontrolado de este cuerpo, de este lenguaje, de esta existencia en tanto cura y malestar. Nos sugiere el lenguaje, no como un virus ―en palabras de Burroughs― sino como una enfermedad, una de la que no queremos ni podemos escapar, una que nos conduce directo al despeñadero.
Camilo Barriga Dávalos
No solo sedimento bajo el río, leo entre líneas, también somos eso que flota en la superficie, arrastrado a la deriva por el caudal luego de una catástrofe. Restos que, pese a su empecinamiento de asirse a la orilla, son finalmente empujados por la energía vital y destructiva de este afluente, hacia los umbrales de algo que es el inicio del fin. La poesía duda, busca destruir y autodestruirse constantemente ―quizá en ello se funda su belleza, su actualidad, su necesidad―. Esta nos lleva, inevitablemente, a esa desembocadura donde todo decanta.
¿Y dónde calza el erotismo en todo esto? Erotismo y placer como una forma de aniquilación, como un acto de exhibición, de inmolación. El cuerpo se nos plantea como lenguaje universal, y el ano, sin duda, el lugar donde todos nos reconocemos por igual, el lenguaje que todos entendemos. Luz y oscuridad. Intimismo y exhibición. Erotismo y pornografía. El cuerpo como lenguaje, como poema si se quiere, y el poema como un dispositivo que solo en la ingrata conciencia de sí mismo, de su finitud y absurdo, en la violencia y la destrucción en contra de su s(in)entido, se desenvuelve libremente. La poesía como un cuerpo dilatado que se exhibe y se entrega sin resistencia a la pulsión. Por lo mismo, la perforación, la humillación del cuerpo mancillado, el cuerpo del lenguaje, en el lenguaje, por el lenguaje, la carne del poema, de la poesía, son lo mismo, palabra y distancia, sonido y silencio, creación y destrucción. Un agujero puede ser entrada y salida. Pero, un agujero en un libro… ¿Qué filtra? ¿Qué deja entrar? ¿Es todo fuga? ¿Es todo desprendimiento y pérdida?
Las palabras, al igual que el sexo, van perdiendo su estrechez en la interacción, sus nodos comunicantes, su sensibilidad, su idilio, tal cual los efectos de una castración, su vitalidad; como la humillación que a través del lenguaje intenta apropiarse del cuerpo. En fin, la poesía como una aniquilación de la voz en función de esa misma voz y su violencia como un dolor al cual nos volvemos adictos. En “Anus Solaris o la máquina de sodomizar a todos”, esa verdad es un agujero sin fondo, un vacío por donde caemos irremediablemente junto a las mismas palabras. El poeta como un pequeño dios de la catástrofe ―uno en decadencia, uno perverso, uno a punto de expirar― y el poema como un proyectil que busca destruirlo todo con su ironía. Porque si algo sobra en este proyecto es ese oscuro y retorcido sentido del humor. Reírse con plenitud en la desgracia del absurdo es la invitación que se nos lanza con generosidad en este libro.
No solo la belleza habita los páramos de la escritura, no solo la experiencia e intimidad son el paisaje del poema. El paisaje también es parte del paisaje.
“Escribo con una mano / y con la otra incendio un bosque” escribió el poeta y pintor ecuatoriano Kelver Ax, quien también nos dejó a temprana edad. Creo y ambos coincidían plenamente en la manera de pensar este oficio, pensar la escritura como algo vital, inherente a todo acto, a riesgo de hacerse daño y destruirse, como una derrota, como un lugar donde ningún navío arriba, un puerto que nadie visita.
“Anus Solaris o la máquina de sodomizar a todos”, nos invita a dudar, del aire que se respira, del suelo que se pisa, incluso de la veracidad de nuestras propias palabras, y por lo mismo, de un modo u otro, leer este libro nos sitúa en algún espacio: Ese no-lugar de la (in)comunicación que necesita ser destruido con urgencia.
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dirigida por Luis Martinez Solorza. e-mail: letras.s5.com@gmail.com EL NO LUGAR DE LA (IN)COMUNICACIÓN:
A PROPÓSITO DE ANUS SOLARIS O LA MÁQUINA DE SODOMIZAR A TODOS
de Camilo Barriga Dávalos
Por Mauro Gatica Salamanca