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Una lectura buscando la diversidad. De lo íntimo a la público.
En Cuentos para leer en una estación de trenes al atardecer de un día soleado de otoño, de Alejando Miranda Contreras.

Por Max González Sáez
Director Literario / MAGO Editores

 

 

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Los relatos breves o microcuentos del escritor y poeta Alejandro Miranda Contreras, son en realidad una profunda y amena radiografía del estado actual de las relaciones que se producen en esta década. Los textos nos toman muchas veces de la mano para llevarnos a las zonas donde la cotidianeidad se interroga.

Estos relatos breves vienen a instarse en esa frontera narrativa que con pocas palabras se pretende significar mucho y por lo mismo se me viene a la cabeza ese texto maravilloso de Augusto Monterroso “Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí”.

Esa es una de las claves para entrar en estos textos, no obstante no es la única ya que bien podemos decodificar con los ejercicios del observador participante, es decir, ese sujeto que transita por los espacios públicos y que mira y desnuda como lo haría el sujeto de Bataille, y con ese gesto desconstruye pero, simultáneamente comprende lo que los signos le expresan. Es una forma de enfrentarse a las grafías que la sociedad redacta y que ahora sutilmente nos aparecen en estos cuentos breves.

Otro elemento central de estos textos de Alejandro Miranda Contreras, es la vinculación excesiva y permanente entre la contingencia y la mirada del narrador-autor sobre los territorios de la ciudad.

“Se cerraron las puertas del metro, tan bruscamente, que mis sueños
Se evaporaron con el zumbido y la luz roja del aviso de cierre
(…) El metro partió, y pude ver tu lágrima a través de la mía.
Desde entonces a prendí que la vida nunca será justa”

De Injusticia

Son más de 100 relatos breves que se trasladan por múltiples temáticas que el lector se sentirá interpelado y por sobre todo cómplice pues se verá adentro de las micro historias, se verá al otro lado del lente que lo ha captado para llevarlo a escena.

“El hombre caminaba por el muelle mientras detrás de él, todo se volvía muerte”

De Desastre

Otro aspectos significativo de estos micro cuentos son las innumerables lecturas que se produces cada una con interpretaciones distintas lo que les da mayar solidadse y sobre todo riqueza literaria. No es casual que los grandes narradores siempre nos han señalado el camino en cuanto a que lo primero es cantar bien la historia y en eso Alejandro Miranda Contreras no se queda fuera. Estas historias aunque pequeñas están bien escritas y logran la reflexión y el sarcasmo en otros casos a la hora de leerlas. Julio Cortazar diferenciaba entre cuento y novela y lo hacía relacionándolos con la fotografía y el cine. No cabe duda que las historias breves que se desplazan en las páginas de este libro son fotografías y están bien tomadas, el ojo del narrador personaje que es el que domina las narraciones le quita el velo a gran parte de las micro-historias que se dan en las relaciones humanas o, expresado de otra forma en las relaciones de la gente común y corriente con lo que le toca vivir a diario.

“El cantinero quiso sorprender al cliente de todas la noches.
Le sirvió un trago distinto.
El cliente nunca más volvió a ese bar”.

De Sorpresa

Ahora bien, estos micro cuentos, o también llamados micro ficción, reúnen todas la características que esta expresión literaria conlleva y que tiene antecedentes incluso en la Edad Media con los conocidos Bestiarios (1), para luego pasar por la fábulas, adivinanza, parábolas, epitafios y graffitis. Tenemos en latinoamrica dos textos que podríamos señalas como precursores de este tipo de escritura, me refiero a Cientos breves y extraordinarios, escritor por Jorge Luis Borges y Bioy Casares y, un poco más tarde Julio Cortázar masifica este género cuando aparece Historias de Cronopios y de famas. Si bien estos antecedentes nos indican que este género no es nada nuevo, no obstante el caso empírico nos comprueba que se trata de una expresión literaria de poco uso por los escritores. En Chile tenemos un concurso con varios años a cuestas y muy exitoso llamado Santiago en 100 palabras, donde muchas personas se han atrevido a escribir y participar.

Cuentos para leer en una estación de trenes al atardecer de un día soleado de otoño, es un texto de decisiones o más riguroso, de micro decisiones que el autor tomó para enfrentarse a ese afán de quitar el velo no a la sociedad que es algo macro, por el contrario, a los micro espacios, a esas relaciones que se pierden y quedan de uso exclusivo en la memoria de la trasmisión oral. Ahora las podemos leer.

Si bien se han desarrollado muchas apreciaciones sobre el género, me parece la más sintética de todas la que ha realizado el  profesor Juan Armando Epple, en cuanto dice:

“Lo que distingue a estos textos como relatos es la existencia de una situación narrativa única, formulada en un espacio imaginario y en su decurso temporal, aunque algunos elementos de esta tríada (acción, espacio, tiempo), estén simplemente sugeridos”.(2)

Elementos centrales que se observan en los micro relatos de Alejandro Miranda Contreras:

“Haberte conocido fue un nacimiento y bautizo al mismo tiempo.
Haberte amado fue una epifanía.
Haberme dejado fue tu salvación.
Haberme dejado ir fue mi redención”.

De Teología

La situación narrativa única se expresa también en:

“Soy tu mejor recuerdo y tú eres mi mejor mentira”

De Paradoja.

No cabe duda que el género tiene mucha vitalidad aún, y por consiguiente seguiremos leyendo brevísimos cuentos que permitirán continuar con la redacción de la historia de esta expresión literaria. En ese contexto los textos de Miranda vienen a poner una letra más en esta historia que se escribe con ganas. Nos motivan, están con frescura y por sobretodo nos seducen y provocan.

 

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NOTAS

(1) Un bestiario (o bestiarum vocabulum) es un compendio de bestias. Se hicieron muy populares durante la Edad Media en forma de volúmenes ilustrados que describían animales, plantas e incluso rocas. La historia natural y la ilustración de cada una de estas bestias se solía acompañar con una lección moralizante, reflejando la creencia de que el mundo era literalmente la creación de Dios, y que por tanto cada ser vivo tenía su función en él. Por ejemplo, el pelícano, del que se creía que se abría su propio pecho para dar vida a sus polluelos con su propia sangre, era, a través de su sacrificio, una viva representación de Jesucristo. El bestiario, por tanto, es también una referencia al lenguaje simbólico de los animales en la literatura y el arte cristianos de occidente.

(2) Juan Armando Epple (1990). «Introducción: Brevísima relación sobre el cuento brevísimo». Brevísima relación. Antología del micro-cuento hispanoamericano. Santiago de Chile: Mosquito comunicaciones


 

 

 

 

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