Gabriela Mistral

 
 

 

UN POEMA DE GABRIELA MISTRAL
La Medianoche



Este poema es uno de los breves de Gabriela Mistral y, sin embargo, da para mucho. Es un poema en cierto modo exótico en el total de la obra de Gabriela Mistral, y con todo reitera uno de los asuntos más importantes de los libros Tala y Lagar.



Por Andrónico Higuera Gómez

 

LA MEDIANOCHE

Fina la medianoche.
Oigo los nudos del rosal:
la savia empuja
subiendo a la rosa.
Oigo las rayas quemadas
del tigre real:
no le dejan dormir.
Oigo la estrofa de uno,
y le crece en la noche como la duna.
Oigo a mi madre dormida con dos alientos.
(Duermo yo en ella, de cinco años)
Oigo el Ródano que baja
y que me lleva
como un padre ciego de espuma ciega.
Y después nada oigo
sino que voy cayendo
en los muros de Arlés
llenos de sol...

 

.. Este poema es uno de los más peculiares de los escritos por Gabriel Mistral en cualquiera de sus libros, tanto en lo formal como en el fondo, porque se aleja, a nuestro parecer, de los poemas llamados de estilo Mistraliano. "La Medianoche" es un poema de seis estrofas breves y brevísimas. Es el poema de un viaje que se realiza a través de un sueño, de un viaje hacia una ciudad; un viaje por los dulces paisajes de Francia. No cabe duda que este poema fue inspirado por un viaje real de Gabriela Mistral a través de los campos de rancia, viaje que habría podido hacer por ferrocarril o en automóvil; no parece por su texto que fuese una caminata a pie o en carricoche...

... "Fina la medianoche", dice el primer verso y termina la frase ahí. Fina, la media noche. Es por lo tanto un viaje nocturno. La poesía de la Mistral ama lo nocturno. Ella ha publicado numerosos Nocturnos como se ha visto a propósito de los primeros del libro Tala. Aquí habla de la medianoche y así se le pone como título al poema entero. En esa fina medianoche el hablante, que habla también aquí en primera persona, oye los nudos del rosal; la savia empuja subiendo a la rosa. El oír en este poema es fundamental. En la segunda, en la tercera, en la cuarta y en la quinta estrofa, se repite el comenzar con la palabra oigo. Es un poema del oído, del oír, del percibir más que del ver, puesto que es la medianoche. "Poesía de la escucha", como acertadamente advierte el doctor Iván Carrasco en su estudio homónimo publicado en el anejo N 13, de los estudios filológicos del año 1989 titulado "Gabriela Mistral nuevas visiones" (pag. 89-100 ) "un escuchar las voces del libro de la naturaleza". ¿Qué oye? ¿A quién oye? Al comienzo oye los nudos del rosal como si estuviera escuchando impregnada en la naturaleza, escuchando el movimiento vegetal en que sube la savia para empujar a la rosa. En la segunda estrofa oye las rayas quemadas del tigre real. Es decir, junto con oír la vegetación que se mueve silenciosamente y que sin embargo es oída por este hablante, oye algo aún más difícil de ser escuchado: las rayas quemadas del Tigre real, que no lo dejan dormir. No sólo oye las rayas, es decir oye lo que sería sólo visible con los ojos y esas rayas están quemadas por el ardor de la fiera, sino que además sabe que esas rayas quemadas no dejan dormir al tigre.

... En la tercera estrofa oye a su vez este hablante la estrofa de uno que le crece en la noche como la duna; está este hablante en el acto de escribir este poema oyéndose a sí mismo, oyendo su propia estrofa, la estrofa de uno que es ella, Gabriela Mistral misma, y oye que la estrofa crece en el poeta nocturno 'en la noche' como la duna. Es decir, no sólo oye aquello que está siendo realizado en su interior y que se manifiesta exteriormente al escribir cada palabra, estas palabras mismas de esta estrofa, sino que además oye como le crecen al poeta las estrofas, como las dunas crecen con el movimiento del aire por su propia naturaleza de dunas. A esas dunas que agregan lo mineral a lo vegetal de la primera estrofa y a lo animal de la segunda, se agrega esto mineral de la tercera.

... En la cuarta estrofa lo que oye el poeta es a su propia madre dormida, cuyo sueño escribe en una sola línea que expresa con habilidad suma lo que es el aliento, lo que es el leve agitarse de los labios y de la respiración durante el sueño, dice que oye a su madre dormida con dos alientos; esos dos alientos que tenemos todos los seres humanos al dormir. Y agrega en paréntesis en esa misma cuarta estrofa que ese acto en el que oye a la madre dormida es aquél en que duerme este hablante en su propia madre a los cinco años. Esa introducción de un paréntesis con un recuerdo o reminiscencia infantil es tal vez único, de la manera en que se expresa aquí, en el total de la poesía de la Mistral, es decir, en este viaje no sólo se va a un cierto lugar, sino que también se trae desde el pasado en el tiempo lugares y momentos muy antiguos.

... Casi por último oye un río, un río que fija el sitio en que está y que va a ser precisado en los versos finales del poema: Escucha al río Ródano que baja y que la lleva como un padre. El gran río Ródano es uno de los ríos mayores de Francia y desde muy antiguo, desde las antigüedades griegas y latinas, los ríos han sido esculpidos en estatuas que aún se conservan como semidioses gigantes, que tienen la figura barbada del padre. Gabriela Mistral oye a ese padre suyo, el Ródano, ese padre fluctuante que a su vez huye y desaparece, está y se conserva; ese río que, para recordar un extraordinario verso de Neruda, sería también, como todos los ríos, "el río que durando se destruye"; lo oye como a un padre ciego de espuma ciega. Esto reitera esa imagen paterna de la niñez de Gabriela Mistral, de un padre que está ciego y que lleva espumas ciegas, es decir, un padre que no la ve a ella.

... En la última estrofa de este poema ya no oye nada: Y después nada oigo. Después de tantos oíres ya no oye nada porque nada se puede oír, el viaje está casi terminado, y lo dice con estas palabras "nada oigo sino que voy cayendo en los muros de Arlés". Cuando no oye nada lo que le ocurre es que cae, es decir, que en cierto modo desaparece la magia de aquello que oía con capacidades que algunos podrían llamar esotéricamente astrales, pero que son intuiciones profundas que no carecen de un carácter metafísico. Oye que va cayendo en los muros de Arlés llenos de sol... No sólo va cayendo, sino que sabe donde cae, donde va cayendo, y es en los muros de una ciudad amurallada medieval, conservada como muy pocas otras en Europa que se llama en francés: 'Arles', es decir sin el acento que con gran coraje verbal en castellano le introdujo Gabriela Mistral a este nombre de ciudad muy antigua que hoy no se pronuncia sino como palabra grave y no como aguda. Los muros de Arlés llenos de Sol, tal como los viera en su momento Vincent Van Gogh. Efectivamente la ciudad amurallada francesa de Arlés está en la provincia francesa, esa parte de Francia que fue Reino que se llamó la Provenza. Esa Provenza en la cual nació la más grande poesía de esos lugares de Europa en la Edad Media: La Poesía Provenzal. Pues bien, Arlés como otros lugares de Provenza son lugares del llamado Mediodía francés, o sea el sitio donde cae el sol más rectamente, como si todas las horas diurnas fueran horas de mediodía; de ahí que los muros de Arlés esten llenos de sol. El poema termina misteriosamente en puntos suspensivos.

Puntos suspensivos...

... La verdad es que Gabriela Mistral usa raras veces los puntos suspensivos; aquí lo hace, ¿por qué? Creemos que por dos razones o motivos poéticos y formales. El primero de esos motivos es que el poema queda en suspenso, se trata de un viaje que casi termina en la ciudad porque se va solamente llegando a un muro. Pero los puntos suspensivos demostrarían que el viaje en realidad no termina. En otras palabras, por un lado el poema no termina y por eso los puntos suspensivos, queda abierto el poema; por otro lado, el viaje mismo no termina y queda abierto el viajar.

... Este poema es también un poema de Andar, de ir hacia cierto lugar y no llegar propiamente a él. Es un poema en que se va yendo en un Desandar en el que en el ir se está encontrando la percepción de aquello que no puede ser percibido normalmente; se está en un mundo que no es propiamente el mundo real. No es necesariamente un mundo mortuorio; y tanto no lo sería que se desliza el poema hacia la mañana, este poema de medianoche surge después del viaje complicado, del viaje a través de todos los reinos de la naturaleza, a través de lo vegetal, de lo animal, de lo mineral, un Desandar en que se rememora y está presente la madre de los cinco años de este hablante, se amanece, con el sol que llena todo, hacia los muros de Arlés que se divisan. Pero el viaje no acaba el desandar que transcurre a través de los reinos, de todos los reinos de la naturaleza y del reino de la humanidad que es el que expresa la presencia de la madre, ese viaje va hacia, pero no llega. La palabra ir o la forma verbal que toma el ir se expresa de distintas maneras, principalmente al final del poema cuando se dice que se va cayendo en los muros de la ciudad: "nada oigo sino que voy cayendo en los muros de Arlés llenos de sol...".

... El hablante sabe que en este mundo se va siempre cayendo; no se sube sino se va siempre cayendo, mientras en la planta del rosal la savia va subiendo hacia la rosa; el hablante en este mundo que no es tan puro, tan paradisíaco como el de las rosas, va más bien cayendo; y va descendiendo hacia la vida civil, la ciudad, los hombres tal vez hostiles; pues la ciudad, si bien físicamente, materialmente puede tener muros llenos de sol, los hombres que la habitarían no son necesariamente hombres solares. De ahí tal vez una tercera razón por la cual el poema termina en puntos suspensivos, porque no se sabe a quienes se va a encontrar dentro de la ciudad.

... Es un poema del ir, que también se expresa en otras formas verbales que no son sólo la palabra ir. Es todo el transcurso del poema desde que se usan las expresiones oigo, porque se suceden las experiencias de este hablante entre oír los nudos del rosal a oír las rayas del Tigre, a oír la estrofa de uno a oír a su propia madre. Esas alternativas se producen en el tiempo, y como se suceden una a otra suponen transcurso: Se va, se está yendo, se está Desandando, se está llegando; pero no se llega definitivamente.

Blake, Rilke, Dickinson...

... Este poema permite hacer referencias a otros poemas, no porque Gabriela Mistral haya sido influida directa o aún indirectamente por algunos autores que vamos a mencionar. Pero tanto la atmósfera del poema como sus formas métricas, como sobre todo algunas alusiones, hacen recordar poemas como, por ejemplo, los de William Blake, el profundo y secreto poeta inglés de fines del siglo XVIII y comienzos del siglo XIX, y que escribió ese texto famoso, breve pero contundente llamado "Tigre". Se recuerda también algunos poemas de los primeros libros de Rilke, "El Libro de las Horas" por ejemplo. Tanto la atmósfera como las observaciones de las realidades y sobre todo esta penetración que hace la Mistral y que también cumple Rilke en las cosas que no admiten normalmente ser cubiertas, rodeadas, compenetradas: la rosa, el Tigre, la duna; y también la madre que es una figura primordial en muchas obras de Rilke, ajenas incluso a la poesía en verso, como los "Cuadernos de Malte Lauris Brigge". Y asimismo se puede encontrar un tono y también una forma brevísima, como la que usaba la poeta norteamericana del siglo XIX Emily Dickinson, en que tal vez la brevedad, pero también esta especie de compenetrarse en las cosas y en las creaturas, se acerca a la Gabriela Mistral de este poema de una manera que no ocurre para Gabriela Mistral en el resto de su obra. También puede aludirse a un poema de Oscar Wilde, el "Requiescat", cuyo asunto es el de un enamorado que pide bellamente que se camine en calma sobre la tumba de su enamorada quien "esta oyendo florecer las margaritas", y por último nos recuerda también el poema de J. A. Rimbaud "Oyes como brama", donde el hablante nos incita a "oír como brama, junto a las acacias, en abril la vara, vírida del guisante".

... Como se ha comprobado, este poema es uno de los breves de Gabriela Mistral y, sin embargo, da para mucho. Es un poema en cierto modo exótico en el total de la obra de Gabriela Mistral, y con todo reitera en ese ir, en ese acercarse, en ese dejar huellas, en ese desdibujarse de las huellas al pasar de una experiencia a otra, reitera uno de los asuntos más importantes de los libros Tala y Lagar de Gabriela Mistral.

Extractado del trabajo del autor titulado "El mito del Desandar en la Producción Poética" de Gabriela Mistral.

 

 

 

 
 

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