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Ojos que no ven

María Inés Zaldívar

 

 

Para Gonzalo Millán.


Sección I


Los ojos tuve con llave

La discreta enamorada. Lope de Vega

 


Niña bajo la mesa del comedor

Tanto pariente, tantas cosas, tantas casas,
tanto empeño, tanto trabajo, tantos desvelos,
tanto embeleco sobre la cómoda, tanto papel revuelto
por todo el piso y hojas blancas y sucias con pies y
manos y labios en la solitaria pieza vecina y
tanta familia familiar reunida y ruido, y ruido y
tanta foto a color y en blanco y negro y
la familia ante todo, cuidado con las palabras y
el comentario y ese gesto procaz que los niños
uno nunca sabe, el ejemplo, el ejemplo, ¿a ver,
haber?

Tanto orden, tantos cuidados, tanta norma, tanta educación
tanto viaje, tanto comentario, tanta lindura, tan habilosa
tanto cubierto y servilleta y mantel con plato y copa,
tantos manjares, y fuentes y bordados en el mantel.
Tan cumplido es un encanto, un verdadero encanto y
tanto éxito, tanta fineza, tanto deber, tanto deber siempre
para que lo gocemos todos, en postales, en recuerdos,
qué responsable, el deber ante todo el deber siempre
¡qué amor, pero qué amor!

Tanto adjetivo, tanto adverbio, tanto grito
tanta soledad y hambre en el estómago
¿dónde está el sustantivo y la cocinera
y la cocina, para comer con las manos y en silencio?

Una suave y pesada cortina de pestañas,
una fragante mortaja de lino en el iris,
un destello eterno de luz en la pupila,
ocultan tras un astigmatismo sagrado,
tornasol,
bastillas mal planchadas, costuras desprolijas de vestidos
avaros olores escondidos de ratas que no besan la mejilla,
geografía decadente de venas azuladas sobre lechosos cauces
y una cancha limpia por donde recién
hace un par de horas pasó,
implacable,
la hoja de afeitar.

 



Cuatro ojos

No veo las piedras son chanchos
desembocadura del Aconcagua bote
en el río en el mar en las rocas en la playa
puesta de sol en el recuerdo
el contorno se hace difuso
como camino de Reñaca a Con Con
curvilíneo
como mujer en traje de baño
prohibido por el obispo

Grises y rosadas las piedras caminan
luminosas de blanca cresta y panza azul
las olas mueven el bote
mientras ojos alertas persiguen formas
que escaparon para siempre a lo lejos

Veo montañas de helado de frutilla
barquillos que se escapan, que se escapan
y ahora el rayo verde, ahora, grande
allá, allá al final, en el mar
en el mar

Y la niña usará anteojos
(con marco café o gris, económico, discreto
como las pepas de frutilla en el Timbao
o entre los dientes
como el regreso a casa en un rincón del repleto
prestado Opel veraniego
como cielo de Santiago en un día de invierno)
los chanchos no son chanchos, son piedras.

 



Contra la viruela

Calle Libertad
Banda de música
Abuela y tías postizas
Olor a policlínico
A enfermera chilena, aséptica y mayor
Miedo en el estómago
Ansiedad y curiosidad en la garganta

Brazo caliente
Sensación de triunfo
Días de espera interminable con sabor a costra que mostrar

Costra, por fin costra, grande
Dorada primero
Café después
Crujiente
Reluciente de suero amarillo por los bordes

Placer, más placer de sacarla con la uña
Levantarla por un costado
Dejarla caer de nuevo
Tirarla
Dejarla caer de nuevo

Tirón, dolor, placer, ¡Triunfo!

Costra, luna
Luna llena impecable
Oscura que se durmió para siempre
A una cuarta del hombro
Sobre este pecoso brazo izquierdo de cinco años

 



Pasaje Santa Marta 450 H (altos)

Entre el abismo de dos colchones de lana
la blandura de un pequeño cuerpo boca abajo.
En medio de largueros de buena madera
duro frío cubriendo la espalda.

Rojo y rosado, azul y celeste
primavera, verano, otoño e invierno.
Día y noche, blanco y negro
de la mano, de los pies, de los pelos.

Entre el abismo de dos colchones de lana
la tibieza de un cuerpo blando.
Entre el abismo de dos colchones de lana
los ojos abiertos de una niña.

Gotas de silencio caen al vacío
orina, lágrimas, saliva
sangre sobre la alfombra.
Orina, lágrimas, saliva
sangre sobre el suelo.
Orina, lágrimas, saliva
sangre sobre la tierra.

 


Miguel Claro 278

Sobre la rodilla izquierda de su padre una hermana
sobre la derecha la otra

Blanco y negro
cielo en blanco y negro
suelo también

Cortas melenitas
Blancos delantales
Zapatitos de charol

Casa caserón terraza de baldosas rojas y
líneas blancas bajo grandes zapatos lustrados

Caqui pelado de otoño
cuerpos de pájaros sobre sus ramas desnudas
verde naranjo de naranjas siempre verdes
Centenario pino amenaza en terremotos y temblores

Hamaca hambre de mediodía
casa de abuelos sopor de siesta dominguera
vaivén de piernas y brazos en blanco y negro
escondida detrás de pequeños cuerpos sentados
sobre rodillas adultas

Foto de padre de hermanas de hija
mirada perdida
escasa sonrisa
ojos color miel
toda en blanco y negro

 


Trenza rusa

Un nudo en la boca del estómago
como trenza rusa a la hora del té
en precaria y dulce compañía
es la clave que desenreda una madeja
de viejos dolores entreverados
en el tubo digestivo.

Sabor, olor, color a frío uniforme
colegial, sabañones en los pies
unas monedas semanales en las manos
extendidas en la panadería de paso
un oscuro bizcocho en recompensa.

Comezón por el roce caminero
de las doce cuadras en las rodillas
nariz helada y gotosa
bajo anteojos empañados,
ingresan a la casa a comer ese
almuerzo de pescado en la cocina
que se repite como empanada de estadio
atragantado por años en el alma.




Sueño del durazno


Soñe que era semilla
de una olorosa pera de agua

Soñé que era cuesco chorreante
de durazno amarillo y rojo
no de los priscos sino los otros
de esos que lo tienen pegado
y que se chupa fuerte
para desnudarlo de la dulce carne

Soñé que era inexpugnable
semilla cuesco abrigado
dulcemente por la pulpa
en el mismo centro de la tierra

 



Mariposas amarillas

Los puños cerrados
se abrieron
lentamente
y
por sus dedos
se escurrieron
mariposas
amarillas con huellas digitales
en las alas

Unos dedos solitarios
manchados
de polvo
dorado
que quemaba
hasta los huesos
se estrellaron
contra el sol
esa mañana

 



Friegas de azufre

Crujen los huesos de piernas que se estiran
imperceptibles bajo las húmedas estrellas
como tallos de flamencos frente al mar
frente al camino
frente al gran lagarto agazapado
luminoso y titilante de Valparaíso.

Crujen huesos de tobillos y rodillas
a la espera inevitable de vestir
la media entera transparente
bajo una mini de color.

Crujen pies sin sandalias bajo las sábanas
y se arrepienten de haber soñado sin saberlo
con zapatos de medio taco.

Y en el ay más incomprensible, sin herida
sangre, moretón o raspadura
una mano, un polvo amarillento
que también cruje como hueso y lo demás
frota la superficie doliente
da calor y aquieta
el curso irrevocable del temblor.

 



Deus ex machina


Apártalos, Amado
que voy de vuelo. ´´´´´´´´

Juan de la Cruz

A los seis tuvo un sueño maravilloso.
Soñó que la misma del Mes de María
La blanca virgen, la hermosa y dulce
Con cíngulo celeste y suaves pies rosados
Posados sobre la roca, entre las flores,
Se aparecía, se acercaba y le ofrecía
Un juego de tacitas de porcelana,
Para tomar el té con las visitas.

Envueltos en papel de seda encerada
Fragante a ilusiones y narcisos
los jugueten traspasan el aire todo
y quedan suspendidos en el espacio.

Cae un chorro de negro chocolate
Brillan dulces estrellas acordadas
Danzan pequeñas manos en el vacío
Suena música no usada, oh Salinas!

Pero sobre las sábanas, en lo alto
Sobre la cama del camarote,
casi en el cielo,
Esas manitos con las uñas comidas
No traspasan la más alta esfera:
La felicidad completa
Sólo roza la punta de sus dedos.

La tristeza al despertar
Las manos vacías
Todo lo visible es triste lloro.

 

 



Con flores a porfía

Entre tierra negra de hoja mojada para el huerto
boca arriba extendida a la intemperie
sin prudencia ni clemencia,
............ (de contrabando)
semillas a medio camino con media
camisa abotonada,
de medio cuerpo y de perfil
tanteando lo oscuro con un tímido meneo silencioso.

Buscan suelo, tierra negra boca abajo
(alimento indispensable para hambrientas solitarias)
estas desnutridas damas con dientes de leche,
aún tienen un sueño inmanejable en las narices:
después de masticar el esquivo humus celestial,
resolverse en raíz inacabada en lo profundo y
en porfiado capullo innecesario a ras de tierra
¡Venid y vamos todas...!

 

 


Silabario Hispanoamericano

pa - pe - pi - po - pu = pipa
la - le -li - lo- lu = ala
ma - me - mi - mo - mu= mamá

Olor a infancia olvidada
a casa oscura entre resquebrajadas paredes de la memoria
a cocina gris y caliente
a fecundas semillas enterradas en el potrero herido
Tierra.

Sonido agitado de trueno lejano
rayo de hojas susurrantes
dulce nido escondido desde siempre
Árbol.

Suavidad en su mano
dolorosa espina escondida
filo que raja el cuero inútil
negra ortiga que agita la sangre en talles y ramas
de cuerpos pasados.
Piedra.

Seres queridos esparcidos por las laderas de los montes
en el asfalto de la carretera
en lo hondo de la quebrada.
Huesos.

Follaje clavado en el paisaje
huesos florecidos que nos esperan bajo la
tierra con paciencia infinita
Ramas.

Calderas humeantes llenas de fibras vivas
de agua y nostalgia
vida que se filtra por laberintos insospechados
grietas de luz
silencio de la materia original
Barro.

Espinas enternecidas con caricias de dolor redimido
paisaje que se confunde con la claridad de la mañana
con las sombras de los robles escapados de la sierra
certera vegetal inevitable
esperando renacer desde lo profundo
Muerte.

Pasión negra sobre fondo blanco que envuelve y eleva
que sube y baja
que muerde y vuela, y
que vuelve a bajar y que vuelve a subir una y otra vez
para respirar sin corsé
a todo pulmón
Pájaro.

Texto abierto texto cerrado
pez erecto pez alado
una y otra vez
tras encontrar ese orden del universo
escondido
en las profundas inmensidades del sí mismo
Mar.

 

 

Labores


(Pañito de cocina)

Un festón de color rojo sobre el doblez
dilatado, bastante suelto,
flores amarillas, azules y rosadas en relleno
y tallos, nervaduras y hojas en punto atrás
verde, verde pasto, furioso, selva
en un rincón del crudo paño de osnaburgo.

Varios nudos de colores,
puntadas fuera de camino
unas hebras sin remache
cabos sueltos o hilachas, si se quiere
como locas raíces del jardín.

Una caja con madejas de colores
guardada en el armario
un siete en la tarea de la escuela,
varios pinchazos en el dedo sin dedal
el primer regalo para la abuela
un hilo invisible en la tela para siempre.

 



(Chalequito de guagua)

Rosa, celeste o amarillo pálido
niña, niño o unisex, lana
tres hebras o dos, suave
palillos del tres y del dos y 1/2
para cuello y cintura, los materiales.

Un punto al derecho, un punto al revés,
corre la hebra para el elástico
liso, facilito lo demás, tejido a la inglesa
con el índice gacho se mueve la lana
punto a punto
como la miss, como esa monja flaca
como la madre y la abuela, ex alumnas
para el sobrino, la sobrina, el hermanito
o la guagua prometida, conocida, familiar.

La tejedora tiene once años y manos sucias
transpiradas de calor
está aburrida porque no avanza
porque entre aumentos y disminuciones
se le enreda la lana
avanza retrocede, hace y deshace
se pierde, se equivoca
porque a la chilena o a la inglesa
se le enreda el tejido
se le enreda igual.


(Dedal)

Para Margaret Persin

Puntada a puntada se fue armando
buena tela, hilo firme
el nuevo vestido
ése para el día de la fiesta

La aguja sube y baja
día y noche norte sur
manos y ojos
a lo largo y a lo ancho de la tela

Corre suave, se desliza
en la dureza del doblez
se detiene

Poderosa inesperada aparece
nuevamente
sin daño el dedo sabiamente protegido

Es la fiesta, qué vestido
qué deleite
nueva piel y muchas manos

 

 


Agitando un pañuelito blanco

Te veo desde lejos,
te llamo,
te hago señas,
gestos,
ruidos
y
te veo desde tan lejos
que casi no te veo
casi.

Ven,
ven a ver si puedes,
un momento
ven a completar este cochecito sin muñeca
este negro charol al que le falta el botón del lado izquierdo
este blanco lazo de delantal inútil con vuelos de angelito
esa risa sin dientes escondida bajo la almohada

Ven
ven si aún puedes y
dale un último saludo a las tías y un beso a las visitas
luego a dormir, a dormir, a dormir.
Pero antes,
en poco tiempo, en sólo unos segundos,
recítanos,
recítamos a todos niña, recita de una vez, ¡se acabó!
a ver si aparece esa palabra que no quiere salir en el poema.

 

 


Uvas rosadas

Ya no hay uvas como las de antes
rosadas dulces cristalinas
uva de verdad
ya no hay chacra de la tía Julia en el Resfalón
hay Pudahuel Cerro Navia y uva para gringos
de mentira
oscura opaca desabrida

Ya no hay bajarse del negro Ford del Tata
útero del 53
abrir la puerta y nacer a la viña
y correr y sentir que el mundo es perfecto
perfectamente dulce rosado y cristalino
que te entra por la boca grano a grano
y te chorrea por los codos
hasta convertirte en un gran racimo
devorador y devorado por el deseo
de fundirte con la tierra
y detener el tiempo para siempre

 

 

Galería de espejos


Siendo ciego me alumbró en la carrera del vivir.

Lazarillo de Tormes

Se seca las lágrimas
con el pañuelo blanco
de la abuela.

El mismo que tendrá
alrededor de su cuerpo el día que
inmóvil
vea a la nieta
.................... (de reojo)
enjugar sus lágrimas en un
rincón
de la sala.

 

 

 

Sección II

 

El tiempo pasaba como en el reloj, las
ocho y media en vez de las siete y media.

D. H. Lawrence


Carta a Rodrigo

Acabo de recibir tu cuento del dragón
y me gustó mucho
y me reí
y lloré
y estaba sola
..................... supe que estuviste enfermo

Ahora está lloviendo mucho
y hay viento fuerte
y las ardillas ya juntaron sus avellanas
..................... hay de todos los portes
..................... ¿te tomaste los remedios?

y se escondieron en los troncos de los árboles
..................... yo no estaba allí
y juntas van a resistir el invierno
y se van a reír
..................... no te pude abrazar
y se van a pelear

Y yo me escondo en mi dormitorio
..................... aquí le dicen dorm
en el hueco de mi cama single
..................... oscuro
y mientras tanto voy a esperar la primavera
..................... como las ardillas
pero sola

 

 


Cencerro bajo las estrellas

Silencio y reposo suenan en el aire
silencio y reposo
silencio
reposo

silencio y reposo para arroparte
silencio y reposo para callarme
para
amiga, sanarte y sanarme
o sea
para sanarnos de un viaje
juntas, ¿ya?

para sanarnos de un viaje, pero
de a poco, no de a mucho
pasito a paso, lentito
suavemente
..................... dulcemente
mecidas por ondas de tibieza
bajo este azul helado hilando
nuestra cuna
a lo lejos

 

 


Experiencia religiosa

Contigo cada instante en cada cosa
besar la boca tuya merece un aleluya

Música y letra de Cheín García
Interpretado por Enrique Iglesias

Me reprochas que practico
sexo cristiano

¿Acaso te molesta que ponga
la otra mejilla

que te ame amigo
o enemigo

que te perdone setenta veces
siete

y que permita comas
de mi cuerpo
y
bebas de mi sangre?

 

 



Vanitorio

En el vanitorio de la suite matrimonial
lavé tu pantera diente por diente
con la escobilla de uñas
y un poco de champú

Te peinas mirando fijo al espejo
lentamente
sin decir agua va
y mientras te acicalas
a tus espaldas
un reflejo límpido y brillante
devuelve la imagen
de un gato recién lamido por la gracia

 



Almas gemelas

Domingo medio día Parque Almagro
mocasín blanco nieve fuera de estación
calcetín azul marinero en tierra firme
viste ese capitan de banco palo verde, de plaza
santiaguina, fondeado a la vuelta del camino
a la sombra, a la boya del basurero municipal.

Galán cincuentón galán a porfía
sonrisa fácil, seductor en mil puertos
más allá del calor las palomas y el alcohol.
Chalita blanca piel morena, uñas coloreadas
de rubor las mejillas, la sonrisa, el pelo y lo demás
dama cuarentona, dama a porfía
más allá de la pieza, los sobrinos y el temor.

Se miran y se mecen en las cálidas ondas
vacacionales de un febrero solitario
verde pasto, verde rama, viejo verde
alejados de la mar.

 

 



El pirómano

Bajo tu ardiente mirada
el agua se ha transformado
en fuego abrasador que arrasa
campos y poblados, plazas y jardines
mientras la imagen contemplada
permanece indemne dentro de la fuente
protegida por lágrimas anónimas
que brotan desde el centro de la tierra.

Lo que no sabes es que día a día
desde dentro hacia fuera
te conviertes en una estatua de sal
con ojos clavados en los intestinos,
oh imperturbable
oh inenarrable salobre pirómano acuático,
pues el espejo en que te miras,
insaciable,
te atrapa y te consume
en eternas llamas de pasión
por ti mismo.

 

 


Vigía ciego

A menudo acude
allí

en la memoria deambula
para atrás y
recorre

y casi come
ese pan con queso exacto
y casi bebe
transparencias de otro mundo

y casi siente
ese abrazo tibio
que aprieta en el instante preciso

y casi oye
esa palabra clara
que se adentra y estalla creadora

y casi ve
esos ojos dulces y el escalofrío
único e irrepetible por la espalda

y casi huele
ese aroma verde
invadiendo los pulmones

pero no los come y
no los bebe y
no los toca y
no los oye y
no los mira y
no los huele

¿dónde están?

¿dónde estás boca hambrienta y gozosa?
¿dónde brazos, oídos, ojos y nariz en la penumbra?

¿quién trazó el mapa del camino
dónde el regreso
a esos eternos instantes luminosos?

¿dónde?

 



Blancura ciega

Sucede que necesita tu blanco silencio
y deslizarse
sobre él y reposar

Sucede que aún necesita ese blanco
silencio
con urgencia

y recuperar letra a letra
en el espacio vacío que
indefenso
nos mira desde el otro lado
de la antigua hoja marcada

esa oscura sorda y retorcida
loca línea curva
de impasibles deseos al acecho

 

 



El camaleón

Está ahí, agazapado,
camaleón verde
ciego habitante del bosque nativo
rama, hoja, piedra, piel
vaporoso, difuso y etéreo
húmedo petroglifo luminoso.

Está ahí, agazapado,
camaleón amarillo
grano de maíz en el mortero
pequeño, duro y sordo
esquirla de bala clandestina
en el plato de sopa del almuerzo.

Está ahí, agazapado,
camaleón rojo
delgada línea en las muñecas
beso sobre blanco, vía aérea
corteza movediza incandescente
horadando los rincones de la noche.

Está ahí, agazapado,
camaleón azul
Puro Chile es tu cielo, tu cielo
invisible velo titilando en la garganta
río eterno fluyendo en los pulmones
que navega despacito hacia la mar.

Está ahí, agazapado,
camaleón negro
vela fría sobre el horno en la cocina
baba azabache de cansado caracol
antorcha muda a la vera del camino
sol enfermo y mediodía en la montaña.

Está aquí, agazapado,
camaleón blanco
fantasma invisible de la luz, de la luz
cabal silueta adherida a tu vestido
a tu vestido
secreta sombra compañera del vacío
del vacío, del vacío, del vacío

 



El fantasma

sonámbulo
fantasma
que solitario vagas
rodeas y merodeas
hambriento
ese esquivo
cuerpo
tibio
y
que
despiertas
entumido
sobre la dura osamenta
de tus recuerdos
a ras de sueño

te invito:
alimenta tu pasión con mi tristeza

 

 



El invitado

Siempre habrá un verso de Vallejo flotando en mi tristeza
porque el anciano dolor ciego es el que más duele
el que más sabe
el que más dura.

Monta ágil y cabalga silencioso
tendido sobre tierras y mares, cerros y arenas
aferrado como lapa a siglos y segundos.

No hay retrato, fotografía, mapa ni aviso
luminoso que lo muestre.

Se esconde, se esconde, siempre
se esconde.
Se hace noche en lo oscuro, se vuelve día al clarear
a medio día es puro sol
se confunde juguetón con el vientecillo de la tarde
canta al oído una canción de cuna mientras salen las estrellas.

Lo comes al desayuno
lo bebes con el agua, también con el vino,
se sienta sobre tus piernas, lo acunas en tu pecho,
te mira de reojo, te aguarda en cada esquina.

Al caer la noche y su cansancio te busca a tientas y
en la cama, se te cuela entre las sábanas gastadas.

Y, sólo a veces, con los ojos cerrados y con suerte,
lo divisas sonriente, lozano y despejado,
a lo lejos, a lo lejos,
instalado en la cabecera de tu cuerpo.

 

 

* * *





Ojos que no ven
María Inés Zaldívar.
Santiago de Chile : Red Internacional del Libro, 2001

 

Pasión negra sobre fondo blanco que envuelve y eleva
que sube y baja
que muerde y vuela, y
que vuelve a bajar y que vuelve a subir una y otra vez
para respirar sin corsé
a todo pulmón
Pájaro.

"María Inés Zaldivar tiene el don de un lenguaje escueto, apasionado y vital que no se queda en la superficie de los caminos poéticos ya trazados. La suya es una voz distintiva y renovada, como si no sintiera el peso de una larga tradición poética específicamente chilena. Sabe excavar en las tierras de una tradición poética muy antigua y formar una voz límpida, clara, y apasionada de la vida"

Gwen Kirkpatrick

 

 

 

 

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María Inés Zaldivar: Ojos que no ven.
(Poesía)
Ril Editores, 2001.