................................... María Luisa Bombal


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Historia de María Luisa Bombal

La autora de La última niebla y La amortajada hace veintiún años que se fue de este mundo. A la tumba se llevó su tristeza y una vida en la que no faltaron los amores trágicos, las balas y el alcohol. Neruda la bautizó como abeja de fuego y Alone habló de la princesa de las letras. Próximas a estrenarse, una obra de teatro cuenta su vida y una exposición fotográfica recrea el sentido poético de una de sus novelas. Esta es la historia de una mujer que quiso matar por amor y que le temía al olvido lo mismo que a la soledad.



por Marcelo Simonetti


.......... Sola. Así murió. En una cama triste del hospital El Salvador. Sin nadie a su lado, porque el día anterior amigos y parientes la habían sacado de la sala común y la habían puesto en una cama del pensionado. A ella, que le tenía pavor a la soledad, que salía de su departamento, ya en sus últimos años, para ver pasar a la gente. Sola, como se fue quedando en la vida. Sin esposos, sin hija, sin familia. Eran las 03.20 de la madrugada del 6 de mayo de 1980 cuando dejó de respirar. La enfermera apareció como a las siete, dando un buenos días, doña María Luisa que no tuvo respuesta.

.......... Así se apagó la vida de una de las escritoras más célebres que ha dado la literatura chilena. Una mujer intensa, arrebatada, sensible. María Luisa Bombal Anthes se llamó, nació un 8 de junio de 1910, y repartió sus días entre Viña del Mar, Santiago, Buenos Aires, París, Washington. No era bella, pero había algo en su mirada, en los ojos oscuros, en su coquetería.

.......... María Luisa adorada, abeja de fuego, te beso en el corazón, le escribe su amigo Pablo Neruda. Y el pintor argentino Jorge Larco, su primer marido, sentencia: He conocido dos personajes geniales en mi vida: Federico García Lorca y María Luisa. La delgadez de su cuerpo, el rostro pálido, la chasquilla que caía sobre las cejas, la acompañaban. También el desparpajo, la espontaneidad y el infortunio en materia de amores.

.......... Sin interés amoroso, me casé con un homosexual, artista pintor, confiando en un ilusorio compañero cuenta, aludiendo a Larco, quien terminará enredado con el autor de Romancero gitano. De hecho, cuando me casé, seguía enamorada de Eulogio.

.......... Eulogio, una y otra vez, Eulogio Sánchez, el amor esquivo, el amor eterno. El mismo que no supo olvidar ni hasta en los días de la muerte. La poeta Isabel Velasco, quien la acompañó cuando el final se acercaba, recuerda: Hubo muchas noches en que María Luisa soñó con Eulogio, que lo vio sonriendo, yendo a su encuentro. Un amor doloroso, recurrente, con el perfume de la pólvora.

.......... Yo le preguntaba cómo era Eulogio explica la escritora Sara Vial, quien trabó amistad con la Bombal una vez que esta regresó definitivamente a Chile, en 1972, porque me daba curiosidad saber cómo era. Y ella me decía: ¡Ay, Sara! Te lo voy a decir en una sola palabra: tremendoso.

.......... A Eulogio Sánchez lo conoció cuando ella volvía de París con apenas 21 años. Se había educado en colegio de monjas y traía dos años y medio leyendo a Perrault, a Mérimée, a Pascal, como estudiante de la Facultad de Letras de La Sorbonne. También se había aproximado al teatro, en el taller de Charles Dullin, en donde fue compañera de Antonin Artaud y Jean Louis Barrault. El Reina del Pacífico el barco en el que cruzó medio mundo atracó en Valparaíso y por la escalerilla, apareció este ingeniero civil, piloto, casado por añadidura, quien había acompañado a mamá Bombal, Blanca Anthes, y a las mellizas, Blanca y Loreto, para recibir a la hermana mayor.

.......... Pasarán los años y las promesas de Eulogio no harán otra cosa que atormentarla. Los riesgos de un amor clandestino que, con el correr del tiempo, se convertirá en amor no correspondido, en amor imposible. Invitada a una cena en casa de Sánchez, ella se disparará un tiro en el hombro. De pura impotencia. Años después, el 26 de enero de 1941, luego de beber una copa de cointreau en el hotel Crillón, vaciará tres balas de su revólver en el cuerpo de su amado. Fue acusada de intento de homicidio, porque Eulogio no murió, pasó cuatro meses recluida antes de ser absuelta, y tras ese incidente no le quedó otra que partir a Buenos Aires, a iniciar una nueva vida e intentar el olvido.

.......... Eulogio era un mujeriego tremendo. Un playboy. El día en que se cayó el avión que pilotaba, el día de su muerte, iba con la novia de otro aviador civil. Por eso yo entiendo a María Luisa sostiene Sara Vial. No es que justifique los tres balazos, pero sí entiendo por qué lo hizo. Se había convertido en una obsesión. Claro que ella después me decía, ya viejita: ¡Ay, Sara, ahora que me he hecho amiga de Dios, qué bueno que no maté a Eulogio Sánchez!. No lo mató, pero una de las balas, la que le dio en la pierna, nunca se la pudieron sacar.

Tinta y celuloide

.......... La soledad siempre la rondó. Y siempre le dolió. En los tiempos de interna en el colegio de Notre Dame de l'Assomption, María Luisa y sus hermanas se arreglaban los domingos para esperar a su madre. Ella, mujer de mundo, que vivía llevando vestidos del París de la alta costura a Santiago, nunca aparecía y dejaba a las hermanas mirando el cielo, viendo cómo sus compañeras compartían con sus amigos y familiares.

.......... En una de sus novelas, hay una escena en donde la niña corre y se abraza a las largas polleras de la madre. No me dejes, mamá, no me dejes, le dice. Y la madre la empuja, la rechaza. Cuando le preguntaron por qué había escrito eso, ella respondió: Esas son las cosas que me quedan en el alma. Ella tradujo lo que le había tocado vivir en París, la espera de una madre hermosa, alta, que no llegaba.

.......... María Luisa Bombal ha vaciado buena parte de su vida en sus novelas y personajes. Hay algo de ella en la Ana María de La amortajada, en la mujer anónima de La última niebla, en Brígida de El árbol. También en María Griselda.

.......... Ella está en todas y en ninguna dice Marco Espinoza, dramaturgo, quien presentará en junio la obra María Luisa, la otra. Cada una de sus heroínas tiene esa característica femenina-revolucionaria de creer en el amor y en la posibilidad de amar, pero ninguna encuentra la felicidad.

.......... No hay nada más esquivo para ella que la felicidad. Una circunstancia inasible. Hay que tener la convicción de que la felicidad no existe, para alcanzarla a ratos, dice. Y es de suponer que ella fue feliz así, a ráfagas, cargando la tristeza en los hombros. Reía la Bombal, a pesar de todo.

.......... María Luisa tenía la risa pronta; en el grupo, nadie la consideraba como escritora. Hasta que en 1935 publica La última niebla, que es examinado con creciente asombro por sus amigos. ¡Cómo una muchacha tan joven tenía apenas 25 años podía manejar una prosa tan firme y delicada y violenta! Había allí ráfagas del mejor D. H. Lawrence escribió en su momento Enrique Lafourcade.

.......... Vivió años de gloria en Buenos Aires. Escribía y escribía, con rigor y desgarro. Allá había partido invitada por el cónsul de Chile, Pablo Neruda. Él la llama abeja de fuego y mangosta. Ella termina apropiándose de su cocina no para prepararle caldillo de congrio, sino para escribir. Conoce a Federico García Lorca, a Alfonsina Storni, a Georgie que no es otro que Jorge Luis Borges, a Victoria Ocampo, quien dirige la mítica revista Sur. Allí colabora con algunos artículos, le editan sus dos primeras novelas, publica un par de cuentos largos, hace crítica de cine y, sin saber cómo, termina escribiendo el guión de una película en la que trabaja Libertad Lamarque, La casa del recuerdo.

.......... Aquello no es una circunstancia pasajera. Cuando se radica en Estados Unidos tanto en Nueva York como en Washington sigue vinculada al cine: trabaja haciendo guiones y doblajes al español. En The clock, por ejemplo, hace la voz de Judy Garland. La Paramount Pictures le pide, en 1955, que reescriba La última niebla en formato de filme policial. Así nace House of mist, novela que no ha sido traducida al español, y por cuyos derechos la Paramount pagó 125 mil dólares.

De premios y sufrimientos

.......... La gente se le fue muriendo de a poco. Su padre, cuando tenía 9 años; sus dos maridos, Jorge Larco y Fal de Saint Phalle el conde con el que se casó en abril de 1944; Eulogio, el amor de su vida; su madre; una de sus hermanas; sus compañeros de oficio. Llega a decir que no le teme a la muerte, porque allá, en el otro mundo, tiene más amigos que los que le quedan en este lado. Dice, como Neruda, que la muerte no existe.

.......... Isabel Velasco tiene vivo el recuerdo de sus largas manos sosteniéndose con ansiedad a la cama de fierro del hospital El Salvador. Y Marco Espinoza prefiere creer en la idea de una muerte dulce, un escenario plácido: Cuando uno vive, según la Bombal, no hace más que ir muriendo constantemente. Entonces, la muerte es el lugar de fuga de ese dolor, el lugar en el que uno deja de morir en vida.

.......... La escritora también se fue muriendo lentamente. Las palabras fueron convirtiéndose en signos ajenos, extraños. Ya no volverá a ser un torbellino frente a la página en blanco. Se irá secando. Ya no soplará en su cara el viento de Dios. Escribir es un aliento de la tierra, un aliento de Dios. Llega a uno como el viento, como un viento de Dios, que pasa. Escribir es un ángel que pasa, dice. Pero en esas tardes íntimas con Sara Vial, cuando ya se le ha muerto su segundo marido, le confiesa: ¿Quieres saber qué significa ser escritor? Una sola palabra: sufrir.

.......... Sus novelas se reeditan una y otra vez. Se traducen a distintos idiomas y es leída lo mismo en Estados Unidos que en Francia, Argentina, Chile. De regreso a su Viña del Mar, donde nació, intentará retomar la pluma, sin muchos resultados, porque Caín nunca deja de ser un borrador, tampoco la novela que habría de tener a Diego de Almagro como protagonista. Pero ya había hecho mucho. Había escrito dos novelas magistrales una de las cuales, La amortajada, inspiró a la fotógrafa Fabiola Narváez, quien montará una exposición los próximos días en la galería de arte Patricia Ready.

.......... La Bombal sabe detenerse, escribió Lafourcade. Llega al límite, allí donde un adjetivo de más y... empiezan los territorios de lo sentimental, de lo vulgar. No cae en ellos nunca. Vaporosa, angélica, corre. No grita, susurra. Nada más fácil que hacer hablar a un muerto. Jules Supervieille y su desconocida del Sena. La Bombal y su amortajada. ¿Qué trajo a nuestras letras este curioso ser?: ciertos armónicos. La seguridad del espíritu. Todo, con el dedo índice puesto sobre la boca.

.......... Vuelve para quedarse, poco antes del golpe militar. Algunos círculos literarios le rinden tributo. Llegan algunos premios. La crítica pide para ella el Premio Nacional de Literatura. Parece un mero trámite. No hay muchos escritores que puedan hacerle sombra. El premio no llega. Se demora.

.......... Su nombre siempre se daba como favorito para ganar el premio. Así es que yo compraba unas botellas de champaña para celebrar, para servirles a los que vinieran a visitarla recuerda Isabel Velasco. Eso ocurría cada dos años. No sé con cuántas botellas me quedé sin poder descorchar. Ella me decía: ¡Me da una rrrrrrrrabia!, cuando oía el nombre del ganador. Y a mí también. Es que se lo dieron a gente que no se lo merecía, como Rodolfo Oroz, ¡por favor!

.......... Había un grupo que la consideraba indigna del premio. Sara Vial no olvida las palabras de Braulio Arenas: ¿Cómo quieres tú que le den el premio a una mujer asesina y borracha?.

.......... Tres días después de su deceso, José Miguel Ibáñez Langlois se despojará de su seudónimo Ignacio Valente para protestar, con su verdadero nombre, en una columna dominical: Ha muerto María Luisa Bombal. Ha muerto sin el Premio Nacional de Literatura. Igual que Juan Emar. Las dos más altas cumbres de la narrativa chilena de este siglo han compartido un doloroso destino: el pago de Chile.

Los últimos días

.......... Hay algunos que recuerdan a la Bombal riendo a pata suelta. Otros que la ven como una mujer retraída, tímida. Una suerte de Garrick, el payaso que no sabía reír sin el maquillaje ni la nariz roja. No contaba con el afecto incondicional de su única hija, Brigitte, quien creció en Estados Unidos y a poco andar se alejó de ella y de su padre, Saint Phalle. María Luisa no cesaba de enviarle cartas y ella, con suerte, le devolvía una postal con tres líneas. La ironía del destino lleva a Brigitte a convertirse en aviadora civil. Igual que Eulogio.

.......... Acumula angustias y tristezas. A ratos es una mujer insegura. Se cae en la tina del baño y el golpe la tira a la cama por casi cuatro meses. Cuando regresa a Chile, trae esa herencia y el dolor por la muerte de Saint Phalle. También la adicción al alcohol.

.......... Cómo no iba a gustarle si tenía un marido que le dejaba en el velador una botella de vodka o whisky. A Saint Phalle le gustaban mucho las carreras de caballo; también el casino. Entonces, para que María Luisa no lo molestara le dejaba una botella en el velador.

.......... Dejó la bebida fuerte y abrazó el vino blanco. Aquello se había convertido en su medicina. Tomaba la copa como si se tratara del pétalo de una rosa, aunque el bebestible fuera de cuarto enjuague y sus amigas lo rellenaran con agua, para que no le hiciera tanto daño. El peor vino que he tomado en mi vida es el que sirven en la casa de Sara, decía, en alusión al aguado mosto.

.......... Pero no estaba bien. Había días en que el miedo se apoderaba de ella. Temía abrir los grifos del lavabo por temor a que salieran leones. Las puertas le infundían un pavor tremendo. Le costaba caminar. Cuando bajaba escaleras lo hacía apoyada del barandal. Las fatigas se sucedían. Las náuseas. Vivía con Isabel Velasco, en un departamento de la calle Merced. Fue necesario contratar a una enfermera. Pero como no había dinero, terminó en una casa de reposo de su sobrino, Héctor Precht. Allí no alcanzó a estar más de quince días hasta que se la llevaron de urgencia al hospital. El informe médico determinó que la causa de la muerte fue un coma hepático.

.......... Ella tenía mucho miedo a que la gente la olvidara. Me lo decía constantemente afirma Sara Vial. Cuando un grupo de escritores argentinos envió una carta al gobierno pidiendo una pensión de gracia para María Luisa, ella se emocionó de verdad. Antes de morir me dejó varias fotos, para cuando ella no estuviera, y algún periodista quisiera una imagen suya. Que pasara sólo aquellas en las que salía linda, radiante, como una princesa. Eso fue lo que me pidió.

 

en El Mercurio , Sabado 26 de mayo 2001



 

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