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        El resto, silencio… nos dice el poeta  Ennio Moltedo
            
            Por  Marcelo Novoa
        
        
        Ennio Moltedo (Viña del Mar, 1931) hoy, con su postulación  al Premio Nacional de Literatura 2008, es la figura indiscutida de la secreta poesía  porteña. Pues, representa el peso literario de la sagrada provincia. Y aunque  su voz 
original resuene fuerte, dentro del espectro poético local, casi no aparece  en antologías, ni se le convida a encuentros nacionales. Pero no crean que se  oculta, simplemente desaparece de escena antes de subir el telón.
          
          De mi continua conversación y su socarrona sapiencia he  obtenido frutos invaluables para el inoficioso rigor de enfilar palabras. Hay  por allí, extraviada en la memoria, cierta foto comprometedora que le muestra  flaco y juvenil disfrazado de Shane el Justiciero. Un solitario, desde los  bailes para reinas de otras y las mismas primaveras, hasta ahora, que sin  moverse de su escritorio viaja acompañado de gruesos lentes y los clásicos de  siempre. Suma piedras secretas a su caja negra de poesía en prosa. Vigía de lo  que permanece tras el temporal, sus libros se evalúan como tesoros escondidos  en el naufragio de un siglo puro desecho. 
          
          Ecuación de vida y obra. Pues al reencontrarlo/reinventamos  un autor todavía escondido, célebre entre sus pares, con una obra meritoria y  concisa. Por mientras, las playas de invierno se acomodan mejor a sus paseos y  el "Bar Estrella" le espera cualquier día de la semana. Desde el  mirador de los solitarios decide rumbo y velocidad de las nubes. 
          
          Ciudadano alejado de los círculos infernales de las  habladurías, nunca trastabilló tras despreciable presea de popularidad. Su  silencio es consecuencia de su palabra. Nada tiene que decir la crítica que no  toma el peso de su oficio. Aquí hablamos de un camino difícil, ejemplar. La búsqueda  de astillas en un bosque de contradicciones. Y que no salgan ahora con  homenajes sin previa lectura o acaso quisieran acallar con aplausos su  impagable ocio sagrado. Poeta desde el interior de sí mismo no necesita del  espejo complaciente de ninguna publicidad.
          
          Lenguaje secreto en perspectiva de años y esfuerzos, total  mutismo por razones estrictas de personalidad poética. La memoria incansable  aborda al paseante detenido en la velocidad que le devuelve al sueño de la  verdad. Aún no logra su sitial en antologías y lecturas globales, pero avanza  respaldado por su profesión de fe por encima de las modas o los devaneos con el  poder. Desde "Cuidadores" (1959), "Nunca" (1962), "Concreto Azul" (1967), "Mi tiempo" (1980), "Playa de Invierno" (1985), "Día a Día" (1990) y "La Noche" (1999). Además de su selección de textos "Regreso al mar" (1994) donde  reúne pistas para dar con el acertijo de su palabra (o)culta, y la finalmente  summa necesaria: “Ennio Moltedo. Obra Poética” (2005).
          
  "Concreto Azul" (Reeditado el 2002, por el  Gobierno Regional de Valparaíso) representa uno de los momentos más altos de la  poesía porteña de todos los tiempos. Desde el título, el autor persigue  resemantizar Valparaíso como imaginario lírico y elevarlo hacia una lectura más  universal, lográndolo con gran belleza y originalidad: "IGUAL / Salir a encontrarte por las extensas planicies no es  distinto a buscarte entre los cubos de concreto. Buscarte, con amplio  horizonte, distinguir tu punto traído por el viento, iluminada ya la cabeza por  el sol a tus espaldas, negro semblante para no develar los motivos de la cita,  no es más difícil que hallarte después de alzar mil cajas y de apartar colores  y utensilios. / Así me paseo por distintas latitudes, así te acecho cada día,  otra vez de noche, a plena ráfaga, o parapetado tras el muro, la ventana,  porque nada cambiará cuando llegues enarbolando el signo." (pág. 43)
  
          Su publicación, "La  noche" (Altazor Ediciones, 1999) apareció como recurso de amparo de  lectores perdidos ante el Siglo que se viene abajo. Enfrentado al irrisorio  espectáculo de una realidad deformada por los medios de comunicación de masas,  se aparta de la tontería ambiental, pero esta vez vuelve a la carga. Al  manipular esos mismos materiales recientes, conmina, ataca o parodia todo aquello  que ofende su mirada. Con valentía inusual a una edad donde otros cocinarían  memorias, Moltedo asiste al reiterativo derrumbe de Occidente, aquí mismo, a la  vuelta de la esquina.
          
          Sus palabras reseñan mejor que las mías esta lección de ética  vida y poesía: "A lo largo de la  costa contemplamos, por un hueco, el mar. Una mancha azul. Un descuido. / Se  entera autoridad central de impuestos y humos y suspende toda sonrisa y  asistencia y dicta instrucciones (léase precisas) para tapiar la ranura y que  se sancione con un prohibido más, conforme lo establecen las leyes, las leyes,  las leyes: vendaje del país." (pág. 41) 
          
          Tragedia del poeta, pues es su deber volvernos comprensibles  ciertas realidades inasibles. Esta vez por obra y desgracia de los poderes fácticos  de Pasado y Presente. Luego, huirá hacia su soledad esencial, lejos de los  tratos sucios del mundo. Sus meditaciones heridas de urgencia, siempre disciplinadas  por el metrónomo de la eternidad. Pues nada apura las verdades soterradas que  florecen en cada libro de Ennio Moltedo. Poeta borrado del banquete por propia  mano, siempre será bienvenido en la mesa de la poesía. Pues, cuando se acallen  los aplausos nos reencontraremos con este oculto camino de regreso a casa, de  la mano de un poeta de provincias. Como debe ser. Como siempre ha sido.