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Miguel Serrano

¿Dónde está la flor?


Revista Ercilla Nº1849, 23 de diciembre de 1970

 

Hacia 1938, Miguel Serrano desconcertó a los lectores con una Antología del verdadero cuento en Chile que mandaba por la borda a los conocidos de siempre, patrocinando textos nuevos que movían obsesiones, acumulaban datos de la conciencia y ponían al anticriollismo por los cuernos de la luna.

Vino luego una larga polémica de Serrano con Droguett en la fenecida revista Hoy, donde se dijeron el discurso el Gran Poder. O sea, de una a mil.

¿Quién era Serrano? Un joven veinteañero, sobrino de Vicente Huidobro, que andaba mirando el mundo con una cara de no estar muy seguro, pero que iba viendo otro Chile, muy nocturno, muy atrozmente en convulsión. Y a un grupo de gentes, "los del 38", suerte de ángeles subterráneos de un Santiago que tendía a fijarse en el asesinato del Seguro Obrero, la muerte del socialista Barreto -en un café de la calle San Diego- y las largas y carnales discusiones sobre qué somos y adónde vamos. Todo ello se fijaría más tarde en uno de los libros más extraños y definitivos que ha tenido la literatura de Chile, Ni por mar ni por tierra.

En 1953, el Gobierno de Ibañez lo hizo diplomático. Y Serrano atravesó el mundo, estuvo en la India, en Yugoslavia y en Viena (donde actualmente es embajador). Comenzó a penetrar los secretos de los grandes iniciados, a viajar por la mente y a entender el Gran Todo. Vinieron nuevos libros: Quién llama entre los hielos; La serpiente del Paraíso, El círculo hermético y Las visitas de la reina de Saba.

Una prosa densa, esencial, problemática, agudiza la relación entre el hombre y el mundo. Y de las relaciones tenues, Serrano desemboca en las analogías que le permiten abrir las regiones misteriosas, los casos de la parasicología y el mundo circular.

Su último libro publicado en Inglaterra, que recién circula en Chile, La flor inexistente, con ilustraciones del pintor Julio Escámez, busca a los que esperan, por la Ciudad de los Césares, por Valparaíso, por la calle San Diego, por dentro y por fuera, como una mitología personal, hecha a fuerza de mirar las cosas por dentro.

Miguel Serrano responde por escrito a un cuestionario preparado por Alfonso Calderón:

-Quizás si una de las más notables imágenes internas de una generación ha sido dada por usted, junto a la visión de la época, a propósito de la de 1938, en su libro Ni por mar ni por tierra. ¿Cómo ve ahora ese mundo, esas gentes y a ese momento? ¿Cómo ve además ese libro?
-Es curioso, al llegar a Chile, en estos días, después de tantos años, todo este tiempo, he estado tratando de revivir las imágenes de ese pasado. Busco, recorro las viejas calles de un Santiago ya desaparecido. Voy por la calle Lira, por Carmen, por Tocornal, por San Diego, por donde caminábamos con Héctor Barreto, con Santiago del Campo, con Julio Molina, con Omar Cáceres, Jayme Rayo, Homero López, Irizarri, Iván Romero, el "Tigre" Ahumada y otros, muchos de ellos desaparecidos. No encuentro a los viejos amigos ni tampoco a las viejas calles. Todo se ha esfumado, nada queda. Las calles están llenas de gentes, de otra gente, de automóviles, e un humo gris que lo cubre todo. Sin embargo, en la luz del crepúsculo, en el temblor de esa luz sobre las hojas, sobre el verde único de Chile, allí reencuentro de nuevo los fantasmas, todo lo desaparecido. Y es como una lágrima dentro de la luz. Tengo miedo de subir al cerro San Cristóbal, ese cerro de mi infancia, miedo de no encontrar ya el misterio; también el Santa Lucía. De la cordillera no hablo, porque ya no aparece; está cubierta por el humo de la ciudad. Así veo aquellos tiempos. Es decir, ya no los veo. En verdad, los busco adentro; sé qué allí están. Allí viven los amigos, eternamente. Es una luz que morirá sólo conmigo.

Ni por mar ni por tierra fue el primer libro de una trilogía, en un intento de interpretación mítica del paisaje de mi tierra, a través del drama tremendo de mi generación. Es decir, a través del alma torturada, sangrante, de mi generación. Le siguió Quién llama en los hielos, una búsqueda entre los hielos de la Antártida, y, de ahí, se salta a La serpiente del Paraíso, donde se continúa la misma búsqueda en India, para tratar de descubrir la raíz, el origen del misterio y de las leyendas del extremo sur de la tierra.


Personajes amigos

-¿Cuáles son los personajes que usted ha conocido y han dejado en usted una más honda impresión? ¿Debido a qué?
- Empecemos con los políticos, aunque esta palabra no me guste. Digamos mejor estadistas. Primero Nehru, por supuesto. Era un humanista, un filósofo, un ser humano de condiciones superiores. Jamás perdió esa condición humana que lo hacía un ser de selección, porque era humilde en su grandeza. Luego, su hija Indira, más fuerte que él en muchos aspectos. Ella es la continuación de su padre en otra generación y en un mundo que desciende, que no asciende, que va hacia abajo en el tiempo que los hindúes llaman Kaliyuga, es decir, en el periodo materialista de la tierra y que la humanidad deberá vivir totalmente, "apurar hasta las heces". Debo referirme también a Tito, al ser político en su esencia pura, con un sentido innato del poder. Su valor indomable lo ha llevado a colocarse en el centro de los acontecimientos históricos, modificándolos de manera que la Historia del siglo XX adquiere una nueva dirección y abre posibilidades creadoras dentro del socialismo.

"De los personajes aquí mencionados, yo fui y soy amigo. Cuando partí de India, Nehru me regaló su bastón de mando, de pura madera de sándalo, con el que viajaba por el mundo, por su mundo. Está firmado por su hija, Indira. Ella me lo llevó, de parte de su padre, al ir a despedirme a la estación cuando partí.

"Tengo también un regalo del Dalai Lama, una perrita tibetana de nombre "Dolma". Es éste el nombre de una diosa del Budismo Lamaísta. También me hizo este regalo al despedirnos; yo le llevaba una cerámica de Quinchamalí, un pez. "Dolma" no es totalmente perro, tiene algo de humano; a lo mejor es un lama reencarnado. En todo caso, ella es mi maestro, me enseña en silencio, porque nos comunicamos en el silencio.

"De los estadistas chilenos, voy a mencionar al General Ibañez. ¿Quién fue el General Ibañez? Hombre misterioso, enorme. En India supe quién era. Visitábamos con un amigo chileno al embajador chino. Mi amigo permaneció todo el tiempo en silencio. Después, al salir, me dijo: "Me pasa, a veces, algo extraordinario: veo en una persona a otra. Mientras usted hablaba con el embajador chino, yo veía todo el tiempo en él al General Ibañez". Se me abrió un mundo. Sí, Ibañez era un mandarín chino, un emperador chino, con todo su enorme misterio, su bondad inexplicable, su crueldad inexplicable, su grandeza inalcanzable. Fue él quien me mandó a India. Hay un vínculo entre América del Sur, entre Chile y el Asia, que va por debajo del enorme Océano Pacífico, por esos misteriosos pasillos subterráneos por los que los Incas llegarón al Perú, desde el Tibet. Sí, en el corazón del General Ibañez, en el corazón de un general también cabe un poeta. En el de De Gaulle cupo Malraux.

"He querido dejar para el final a los escritores y a los pensadores. Creo que el más grande poeta que Chile ha tenido, en todos los tiempos, es Omar Cáceres, autor de un solo libro: La defensa del ídolo. Este libro debería ser reeditado y más conocido. Omar Cáceres murió asesinado. Era un poeta maldito. Omar Cáceres está a la altura de los mayores poetas universales, y, en la lengua española, de San Juan de la Cruz y Santa Teresa.

"No quiero insistir mayormente en mi amigo Barreto, poeta, escritor, muerto también trágicamente cuando era tan joven. Ya he hablado largo de él en Ni por mar ni por tierra, como de los otros poetas de mi generación, Eduardo Anguita, Braulio Arenas, por ejemplo.

"En mi libro El círculo hermético he tratado de Hermann Hesse. Su obra es grande, pero él era aún m´s grande que su obra. Vivió sin transigir, por eso se ha prolongado en el mito y en la leyenda. Lentamente, como un río subterráneo, su obra avanza a través de las almas de las nuevas generaciones. El profesor Jung fue un mago, un alquimista de otros tiempos; transformaba el plomo en oro, adentro en el mundo interior. Creo que su mensaje está lejos de haber sido comprendido en su totalidad y que, en la medida en que él fue honesto y sincero, también se irá abriendo paso hasta llegar a ser la palabra viva que permita al hombre resucitar; es decir, ascender desde las profundidades del materialismo del Kaliyuga, nuevamente hacia Dios. Mientras esto no suceda, todo será como una pirámide sin cúspide. Jung decía: "No sé si Dios existe fuera del hombre; pero lo que sí sé es que Dios es una necesidad del hombre, una actividad del alma. Si esta necesidad no se expresa, el hombre está recortado; no es total".

"Mi libro sobre mis relaciones con Hesse y Jung, El círculo hermético, ha sido traducido al inglés, al alemán, al portugués y editado en muchos países. En USA circula en ediciones de bolsillo entre los universitarios y las colonias hippies. Aquí se agotó hace mucho tiempo, pero nadie más ha pensado en reeditarlo, a pesar de que es muy buscado, en las librerías.

-¿Cómo escribe? ¿Cuáles son sus procedimientos? ¿Cómo nació la idea de algunos de sus libros?
- Escribo a mano, con tinta. Medito los libros por años, los trabajo dentro de mí mismo. Después, el final es rápido. Acabo de terminar un nuevo libro. Me demoré cinco años de estudio y trabajo. Mi última obra publicada en estos días es La flor inexistente, comentada por Alone y Hernán del Solar de manera penetrante; tuvo su origen en eso que Jung llama El-Sí-Mismo, y que define como un punto ideal de la persona, equidistante entre el consciente y el inconsciente, algo que en verdad no existe, pero que es más real que todo lo que existe. Es el sueño, es el mito, el ideal, la leyenda. Son los fantasmas, el sueño de amor eterno, aquello por lo que algunos sacrifican su vida, y, en el momento de perderla, dudan. Y, sin embargo, la duda no es capaz de torcer ya el destino. Esto es La flor inexistente.

-¿Cómo ve a Chile en este momento de transformación?
-Para responder a esta pregunta de actualidad deberé, no obstante, salirme de la actualidad, tratando de mirar nuestro país y su gente con cierta perspectiva. Chile, país de condición geográfica precaria, trágica, dramática, impregna a sus habitantes de transitoriedad. Todo adquiere aquí carácter transitorio, de acto fallido. Chile es un país de terremotos, también es un país de tiritones. Muy poco es permanente. Tal vez lo único permanente sea su condición geográfica precaria, y, en lo histórico, eso que Portales llamó "el peso de la noche", y que vienen a ser sus "instituciones", que están allí y no se mueven, porque son precisamente "el peso de la noche". También por falta de imaginación, por sentido del ridículo. Ahora bien, la falta de imaginación del chileno podría equivaler a una polarización con la enorme imaginación de la naturaleza chilena, al igual que la fealdad del hombre chileno -que es "mal encachado"- es una polarización con la belleza sublime de su montaña y su mar. La naturaleza tira para arriba, el chileno tira para abajo. Todo lo que aquí sobresale despierta envidia, resentimiento, odio satánico. Otra de las instituciones inamovibles de este país es la del "chaqueteo". Gabriela Mistral decía: "No quiero ir a Chile porque allí me llamarán la Gaby y me tomarán para el fideo".

"Chile es siempre una gran posibilidad frustrada. Tuvo el primer Frente Popular de América latina; tuvo el primer gobierno democratacristiano de América latina.

"Ahora bien, Chile es el primer país, no ya en Latinoamérica sino en el mundo, en darse un gobierno socialista-marxista-democrático, donde socialistas y comunistas llegan al poder por elecciones. Este acontecimiento chileno cambia las premisas en el juego internacional, el equilibrio de fuerzas, de modo que, por un momento, el acento de la historia se traslada a Chile.

"En Chile hay siempre como una gran promesa pendiente de su cielo claro, en su luz transparente. En esto Chile, mi patria, se asemeja fundamentalmente a la vida..., porque siempre pareciera como que va a suceder algo...

 

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Miguel Serrano: "¿Dónde está la flor?"
Fuente: Revista Ercilla Nº1849,
23 de diciembre de 1970