Diego Muñoz Valenzuela
 
 


TODO EL AMOR EN SUS OJOS



Diego Muñoz Valenzuela
novela

Capítulo VII

 

..... Nos dijeron que a las once aeme en punto frente al Sindicato tal (cómo no vas a saber, en la avenida tantito, a la altura equis, ahí en la calle Alfa, tres cuadras antes de la rotonda Omega, m´estay hueveando, tenís que conocer el Sindicato Delta), que íbamos a hacer un acto-relámpago por el Primero de Mayo y que los obreros participarían por supuesto. Alguien tuvo la idea de llevar letras en pancartas para formar una frase; distribuyeron las palabras entre la gente del campus. Era menos arriesgado que llevar un lienzo. Incluso podían formase otras palabras con las mismas letras. Pero el lema era ESTUDIANTES Y TRABAJADORES POR LA DEMOCRACIA y había letras que faltaban, aunque con ingenio... por ejemplo ESTUDIANTE TRABAJA POR LA DEMOCRACIA, ESTUDIA TRABAJA POR LA DEMOCRACIA (consigna oficial a vocear), NO A LA DICTADURA, sin embargo faltaba la hache para DEMOCRACIA AHORA, qué lástima, qué se le va a hacer, no podemos llegar con varios alfabetos al mitin, MILITARES TRAYDORES se puede, parece arcaísmo, falta de ortografía seria, ignorancia, mala imagen, desechado, basta con lo planificado. Era domingo y me levanté con dolor de estómago con los puros nervios de las once aeme frente al Sindicato, a la misma hora se duchaban cuarenta o cincuenta con el mismo dolor en la misma parte, muy serios muy fruncido el ceño muy revolucionarios porque es nuestro deber estar allá, pase lo que pase aunque me atraviese una bala, me ametrallen para que agonice en tus brazos, Sonia, porque es por mí que doblan las campanas ahora y sálvate tú que el puente lleno de enemigos lo vuelo lo acribillo lo hago polvo solo antes de irme, sálvate tú que estoy perdido, no es un rasguño esta vez, nena, huye escapa a la montaña con los demás mientras yo muero aquí heroico, aferrado a la ametralladora, pero qué campanas: sirenas, autopatrullas, encapuchados, ya nada es como antes, viejo Hem, ya nada es como antes. Me entra jabón en los ojos, me hace llorar, quedo ciego, me froto los párpados cerrados lagrimeantes, ingresa más lanolinaglicerinaquéséyo al ojo derecho apretado que duele más ahora y quizás qué le ha pasado al calefon que el agua sale hirviendo y estoy quemándme vivo, como Polifemo ciego y rabioso aullando de rabia calcinádome debajo de la ducha, heroico heroico heroico porque no digo nada, no entrego ningún compañero ni con la picana que me cauteriza los testículos, ni con el ácido que me arrojan en los ojos, ni con los pies golpeados por el jabón ovalado que solté por el dolor de la quemadura para cerrar la llave del agua. Algo de alivio al secarme con la toalla peluda que me gusta tanto. Es como un osito de esos de peluche con que uno duerme cuando niño. Me río, me avergüenzo un poco. Pienso en Sonia que podría estar bañándose conmigo. Estaríamos los dos bien heroicos antes de ir al relámpago. Tengo un ojo rojo que me observa irritado desde el espejo, lleno de venitas que antes no tenía. Hago una inspiración profunda y me convierto en Tarzán sin ropa. Anchísimos los hombros. Sin cintura casi. Se va Tarzán junto con el aire acumulado. La realidad, la deprimente realidad. Salgo de la ducha. Saludo al público emocionado. Levanto la mano derecha para que estalle la masa. Gritan desde las banderas y las pancartas. Me aclaman. Empiezo mi discurso improvisado mientras me abrocho la camisa. Demasiado histriónico. Demasiados gestos. Estoy más parecido al Duce. O al Führer. No es la idea. Me saco la suástica para comenzar de nuevo. Ahora exagero la demagogia. Me falta el puro no más para Churchill. Detesto a esa vaca succionadora viciosa nicotizante. Parece un bussines man, no un político. Bueno, un político burgués, Karl, no me regañes. Tal vez una boina, una barba resuelvan el problema. Un poquito arquetípica la solución. Buenaonda esosí. Good wave, crazy. Like the Ché, yeah. Un pie se enreda en los calzoncillos. Mi madre grita que me llaman por teléfono. Me ensarto en los pantalones mientras ululan las alarmas. Los letreros de EMERGENCIA se encienden y se apagan, intermitentes. Corro por los pasillos hacia la central de comunicaciones. Descuelgo el fono. El pelotas del negro para pedirme un cuaderno. "Te lo dejo en la casa, tengo que salir, Negro, me estaba bañando".
..... - Yo paso por allá en la tarde, entonces. A lo mejor nos vemos, chao.
..... - Chao, Negro.
... Justo hoy día elige para llamar el esclavo porteador bestia de carga. Justo hoy día, el desgraciado. Casi me da un ataque. Trombosis. Apoplejía. Paraplejía. Infarto. Termino de vestirme en la pieza insultando al Negro.
... Trataba de ver algo sospechoso desde más de diez cuadras antes del paradero del microbús, iba sentado en primera fila a la derecha del chofer con el cuello estirado mirando adelante, "¿Dónde baja?" preguntó el miserable, inquieto por mis movimientos de vigía neurasténico.
..... - No sé, en la que viene, parece...
..... - En qué calle, joven, o no sabe el nombre...?
..... - Sí, es ésta que viene, pare, por favor...
... El chirrido de los frenos me salvó y salté desde la pisadera hacia el pavimento para que siguiera el microbús que estoy mirando alejarse ahora, quisiera no haber llamado la atención, nunca más tanta miradita, seguro que el imbecil del chofer logró poner la atención de todos los pasajeros sobre mí, quizás si hasta sospechó algo, por qué tanta pregunta justo conmigo, en fin, quedan como ocho cuadras y quince minutos, dos minutos por cuadra más o menos, velocidad normal entonces rumbo sur, dále Ulises. No pasa nada. Estás un poco paranoico no más. Delirio de persecución. Justificado, eso sí. Mejor no pensar en ello. Mejor no palpar el miedo, Ulises, el miedo el miedo el miedo que paraliza. Aléjalo. Trae una imagen linda de la infancia. Eso puede ayudarte a salir de este pozo oscuro donde entraste. Esos bosques de pino a la orilla del mar, por ejemplo. Esos enormes pinos que miras desde muy abajo, y oyes crujir sus ramas allá arriba frotándose, esas zarpas invisibles de gigantes crepitando en la espesura, aquellos feroces terribles ávidos ojos clavados en tu cuerpo desde algún punto que no puedes conocer y siempre está a tu espalda, aquellos seres que se hunden en la hierba cuando volteas el rostro, las sombras los espectros ocultos tras cualquier tronco de árbol listos para abalanzarse sobre ti. No. Huye de ahí. No dejes que te alcance ese recuerdo. Huye, Ulises. Que no te atrapen los gigantes. Que no te alcance la garra de las Parcas ni la visión de los espectros. Estás en la playa llena de caracoles y conchitas y piedrecitas que brillan humedecidas por el agua y tú buscas la más linda de todas para guardarla en la bolsita de género que te hizo la abuela con sus manitos temblorosas (las mismas que te revuelven el pelo), te roza el agua de mar la planta de los pies a veces, alegremente escapas lleno de risa con la olita apegada a los talones y un caracol azul enorme que apenas puedes sujetar entre los deditos tapizados de arena, un caracol azul oscuro graaande que le muestras orgulloso a tu papá ocupado en vigilar el mar con la pipa apretada entre los dientes, tu papá que sonríe para atraparte y hacerte cosquillas y revolcarte en la playa enorme de arena negra donde arriba vuela un alcatraz inmenso majestuoso entre los cientos de gaviotas, tan alto navega el alcatraz que se lleva los ojos de tu papá (qué lindo, papá, qué es eso?) (un alcatráz) (qué lindo, papá, como vuela) (sí) y no hay nadie más en la playa que papá y tú mirando el ave navegar tan alto encima de los húmedos azules caracoles incrustados en la arena negra. Húndete en estos recuerdos, Ulises, no despiertes de ellos, imagina cada detalle de aquella costa interminable, avanza por la avenida sin recordar adónde vas, Ulises, camina por la orilla del océano fragante, Ulises, los caracoles, el alcatraz, Ulises.
... Faltan como dos minutos y menos de dos cuadras, se ven allá un poco lejos personas frente a la que debe ser la puerta del sindicato, nerviosas personas que miran en todas direcciones o que simulan estar muy tranquilas esperando el microbús que jamás harán detenerse o que vienen caminando con caras de inocentes como yo que me acerco cada vez más y que siento cada vez más susto porque la playa se fue de repente, descubro que no hay rostros conocidos (¿y si fueran todos agentes de seguridad?), no está Sonia por ninguna parte, aunque todavía falte un minuto (algunos agentes me están mirando en forma inquisitiva, amenazante), puede ser que llegue aún (mejor no, así caigo yo solo, hay varias mujeres, una gordita de anteojos-pinta de intelectual revolucionaria, de ésas, con bolsa misteriosa la gordita, apretada en la mano izquierda la lleva (los agentes se agitan ansiosos de apresarme), quedan como diez segundos (soy la única víctima), varios miran el reloj, yo también (todos son policías de civil), parece el lanzameinto de un cohete interplanetario con cuenta regresiva hacia la hora cero dibujada en un nervioso cronómetro digital (listos los matones para abalanzarse), camino lento ahora (no existe escapatoria, de pronto comienzan a juntarse los agentes, aplaude la policía política frente al sindicato, otros cruzan la calle corriendo, los detectives se transforman en universitarios gritando, uno de los torturadores acalla la multitud levantando las manos, me aproximo para escucharlo, "Compañeros..." -dice, algo del Primero de Mayo escucho, pero estoy más preocupado de vigilar la retaguardia para ver a tiempo la llegada de la policía, el otro que hable lo que quiera de obreros y estudiantes, no hay ni medio obrero, puros universitarios, la gordita sacó una R de la bolsa misteriosa, por otro lado aparece una S, no hay más letras, el orador sigue hablando, nosotros continuamos vigilando la retaguardia, la gordita levanta la R (la S ha desaparecido, pudor muy justo), el orador tiene cara de bolchevique, y esa camioneta blanca que se detuvo a mirar?, "es imperiosa la unidad obrero-estudiantil para nuestra lucha, compañeros", sigue de largo la camioneta, bien la gordita con la R bien alta, el orador tiene anteojos poto de botella de tanto leer el Capital, "nuestro pueblo avanza resueltamente hacia la recuperación de la democracia", bien alto la R, somos casi cuarenta, Sonia no vino, el orador es flaquísimo y está lleno de espinillas, ¡Viva el Primero de Mayo! ¡¡¡Viva!!!, ¡Viva la unidad de los obreros y los estudiantes! ¡¡¡Viva!!!, disolverse, compañeros, disolverse, me voy solo porque no conozco a nadie, caminamos rapidito en distintas direcciones, la gordita guarda la R en la misma bolsa y sale arrastrando los pies, de improviso la sirena estallando en los oídos, la gente que puede corre por las bocacalles, me siento perdido a mitad de cuadra en la avenida inmensa ( quién me manda a venir por aquí), no hay dónde refugiarse, las puertas cerradas a machote, la sirena, tampoco sirve arrancar, están demasiado cerca (Ellos), la sirena encima casi, la sirena, la sirena, la ambulancia que cruza y se pierde, algún infartado (pienso), pare no más que aquí debe haber varios, en la esquina tomo el bus para el centro (mejor desaparecer luego), no vino Sonia (soy casi el único peatón de la avenida).

 



Todo el amor en sus ojos
[Novela]
Diego Muñoz Valenzuela
Mosquito Editores- 1991

 

Diego Muñoz Valenzuela, nació el 19 de febrero de 1956 en Constitución. Es ingeniero Civil Químico y Magister en Ciencias de la Ingeniería de la Universidad de Chile.
Ha recibido diversos premios entre los cuales destacan:
- Tercer Premio, Coordinadora Nacional Sindical, 1983.
- Primer Premio, Fuga Poética, 1985.
- Mención Honrosa, La Fuerza de la Justicia traerá la Libertad, 1987.
- Mención Honrosa, La Epoca, 1989.
- Segundo Premio, Promesa, 1989.
- Mención Honrosa, Joaquín Edwards Bello, 1990.
- Segundo Premio, El Siglo, 1990.
Ha publicado Nada ha terminado (Ed. Obsidiana, 1984).
Co-autor de dos antologías: Contando el Cuento (Ed. Sin-fronteras, 1986) unto a Ramón Díaz Eterovic y poetas de Nicaragua (Ed. Tranvía, 1987), con Esteban Navarro.

de la contratapa


 
 
 

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