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Poemas de Malú Urriola

Publicados en Antología de la Poesía Latinoamericana del Siglo XXI
EL TURNO Y LA TRANSICIÓN
Julio Ortega (Compilador)
(1997)


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LOS GATOS DE JAKOBSON

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . a Nadia Prado

VIII

¿Tú conoces mi locura?
qué va, pendeja
ni siquiera los gatos
porque apenas cae un poco de sol
corren a enrollarse
a dormir la estupidez de la bestia
debiste arrancarte las costillas
a nadie le importa
el maldito lloriqueo
de una poeta de mierda
no hay que confundir las cosas
la gente, ni los gatos
porque los gatos no son sino
un atado de sinfundamentos
porque vives amarrada a tu home
piedra rodante
y ruedas del living a la cocina
de la cocina al techo
bailándote un rock
hasta que te salten las nalgas
estás sola pendeja
porque te agarró el hastío
qué más quieren que les escriba
ni siquiera lo leen a fin de cuentas
los poetas sólo existen en la mente de los poetas
se fueron los días, malú
se fueron relejos
se fueron del barrio
VIVA VENECIA LIBRE
y la marihuana acabándose en las chimeneas
lo mío era mío, ya no hay que hacerle
y me engaño pensando que los gatos
volverán algún día
a poblar los techos.

X

Hey, malú, asume la vida de gato
que te toca saltar de techo en techo
porque ni siquiera un poco de sol
los hará volver
porque no nacimos para dar
pero tampoco para recibir
hay que asumir el costo
te estás chalando
nada te llena
y el hastío te agarra de espaldas
por eso le seguimos el juego
a los imbéciles
y corremos en esta carrera de equinos
de mala sangre
cuando el poeta canta su bar cécil
y Dios le guiña un ojo
y por el otro le cae un goterón de tinto
de aburrido tinto.
Hey, malú, nace una estrella
nadie quiere el nobel
pero se mueren de sólo pensarlo
los poetas se odian
toman juntos pero se odian
a quién le importa
que se maten
que se tengan pica hasta la muerte
total, de todas maneras
no tenemos quien nos abrace
porque los gatos se retiran de noche
quién sabe dónde.
Hay que asumir, pendeja
que estás sola
que te bailas un rock
para quitarte las ganas —tú sabes de qué—
porque de tanto perraje patriarcal trompeteado
estás hasta la tusa
y ellos siguen tirándose a partir
prejuiciados
amablemente discrepantes
hey, malú, una raja, que te importa
si ni siquiera encuentras algo que te importe
por eso callas y luego ríes
porque nadie te llena el hoyo;
ni el vino
ni los machitos
ni mirar sus traseros sin forma
no te queda más que caminar borracha
y llegar borracha a tu home
piedrita mendiga.

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . (Piedras rodantes)

 


FRAGMENTOS

Acerco su mano a mis labios, beso su palma; ansiosa de estrecharla contra mi pecho, desabrocho el corpiño, tiemblo, desesperada, respiro en los brazos de esta pasión violenta, que parece ponerme en peligro de morir. Viva y ardiente agitación, me despojo de mis ropas, como quien se despoja de sus huesos.

Luego, estando a solas en la habitación, nos acercamos, yo y la escritura, besándonos en las heridas, acariciando con los labios, la propia sangre.

Esta pasión está creciendo como si fuese un virus, escucho los quejidos del cáncer, me fui destruyendo en otros, para que la escritura no me destruyera, como si esos pechos fueran una daga donde pudiera abrazarme.

Entonces la sangre se fue enfermando, creó a sus propios victimarios.

Ya no tuve fuerzas para moverme.

. . . . . . . ***

Ya no puedo más, todo cae dentro mío, no sé mirar más que a la ventana, como si mirara mis propios ojos idos, perdidos en un laberinto de dudas y permaneciera sumida en una niebla espesa, estoy mal, cada día peor, no sé si algo pudiera sacarme de este estado permanente, de dolor sordo y mudo, quisiera romperme en llanto, sin embargo ni una lágrima cae de mis ojos, ni un grito sale de mi garganta, tal vez permanezco en un estado de shock, estática y fría ante mi propio dolor, que gime en mis huesos cada vez que suelo moverme.

. . . . . . . ***

Ya no recuerdo el rostro, apenas vagos saludos al ausente, apenas unos ojos que interrogaban mi presencia, unos gestos de afecto, unos brazos acariciando mi espalda, unos jeans, una camisa de seda roja, el movimiento de los pliegues que el aire acondicionado ponía en la camisa, la voz en el teléfono, llamándome por mi nombre, como si me hubiese devuelto mi propia esencia. El recuerdo es tan frágil, tan quebradizo que temo haberlo delirado, y despertar ahora con una soledad indescriptible, en la fiebre que desvaría, accesos de fiebre, que mi cuerpo en su invalidez prepara, para mantenerme viva, ahora que lees una breve fracción, del espejismo que la falta de agua me ha proporcionado, podrás saber qué pensaba este rostro duro, mientras acariciaba sobre la tela, tus piernas y me arrodillaba para contemplarte hablar.

. . . . . . . ***

Algunos meses, algunas semanas pasaron, algunos días, algún tiempo, no lo sé, aún escribo incorregiblemente, ya no puedo parar, mi corazón entorpece todavía más las palabras que mi recuerdo no alcanza a retener, todo sucede tan rápido, sólo retengo pequeños, incesantes contenidos, siempre termino negándome a las palabras, harta, sin que el sonido se registre más que en los torpes trazos que mi mano escribe mudamente, los labios apenas mueven sus músculos, este aparato animal; en el que conservo dientes y colmillos sanguinarios, apenas vestigios, de mi entera bestialidad, devora palabras, gestos, el amargor de la saliva, el humo de los interminables cigarrillos. Es parte de mi condena, llevar este cuerpo debilitado por los años, cansada, es el territorio que el agotamiento conquista, no siento sino un hueco en el corazón, una trizadura, marcando en mí una línea frágil, cortante, que puede producir el seco sonido del quiebre, la certeza de que la trizadura al más leve tope, fragmentará en cientos de pedazos el trozo de carne, que el ritmo de sus golpes cesará con apenas un gesto, una tensión en los labios.

Recuerdo, o ya ni recuerdo, pensar, palabras cubiertas por mentiras, o el vino, o los efectos del vino, apenas recuerdo, qué hay aquí dentro de la cabeza, que por más que la muevo, los recuerdos no se arman, recuerdos, apenas fragmentos de la mirada, es eso, lo que me separa de la imagen completa, la de afuera aburre, mediocre, habría que poseer aptitudes de mártir, para escucharla todo el día, la de adentro marea, marea de tenerse contenida, hordas de palabras rebotando dentro, la someten, eso, sometida, sometida a caminar, la calle que tome, tiene los mismos y horribles paisajes, por eso salgo, prefiero la noche, entonces son sólo luces, un escenario más, sentirme vieja, no tener ganas de seguir, contar lo que llevo, y parar un taxi para volverme, derrotada siempre por tantas palabras, que me repito constantemente, las palabras me confieren esta derrota, enfrentada a lo que siento por mí, a ésta, la que ve detrás de mis ojos, como si estuviera esperando salir por algún hueco, eso, consumida, parecida al triste fuego en el cordón de la vela, que se ha ido consumiendo por el centro, pareada, rodeada de una pared que duele si la toco con el filo de algo que me vacíe, ya no recuerdo otro estado, desde niña, recuerdo, caminaba pensando por los rieles del tren, no tengo certeza de lo que podría haber pensado, sólo recuerdo el ejercicio, pensar, pensar, hay un afuera tan grande, calles largas que se cruzan con otras calles, y sin embargo, adentro, sitiada, sólo conozco algunos vagos lugares, algunos rostros, algo que me mueve, que me empuja por las calles cuando camino, pero adentro estoy quieta, inmóvil, nada hay afuera que me sorprenda, y sin embargo, cuando me veo en tus ojos, pareces contenerme, yo parezco vaciarme en ellos, ellos parecen el lugar gris donde puedo desembarcar algunos de mis trastos de abandono, cuando acaricias por debajo del pelo mi nuca, y siento esas manos acercarse, me igualo en la conjunción de las pieles, paredes, eso, es como si acercaras la boca a mi pared, no es mi boca lo que buscas, es a mí, es a ésta, que yace encerrada tanto tiempo, eso recuerdo, la mirada, la iluminación gris de la mirada, en que presagio mi triste fraude, no esperes nada de mí, no te confundas, apenas recuerdo, pero es esa alusión al recuerdo, mi esperanza de vida, muevo mi cuerpo y digo: ahí está el recuerdo, puedo sentir su extraña forma, ficcionar los contornos, especular, imaginar el cuerpo del recuerdo, adecuar sus rasgos, tener la seguridad que frente al recuerdo estoy sola, nadie más podrá visualizar algunos momentos de angustia, algunas escenas de dolor, algunas tardes de abandono.

El abandono es mi tatuaje.

Empiezo a morir, como de costumbre, cercena mi cuerpo, un trozo mío gritará desde su charco, todo lo que callo está siendo dicho, los artefactos de mís recuerdos retienen de ti la última imagen, necesito, busco, necesito verte, toco el infierno entre haces de luz destellantes, para ser asida por alguno de tus brazos, no he podido expulsar el parásito que me carcome en lugar tuyo, la complicidad de pertenencia, me he desencadenado al oscuro sentimiento.

Reniega de mí . . . . . . . soy la deuda de mi escritura

(Dame tu sucio amor)

 





 

. .








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