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Mercedes Valdivieso conquista al lector chileno
"La brecha",
Zig-Zag, 1961, 141 páginas


Por Mario Benedetti
Publicado en La Mañana, Montevideo, 13 de setiembre de 1961.


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El actual best seller chileno es una novela de Mercedes Valdivieso: La brecha, de la cual la Editorial Zigzag acaba de publicar la segunda edición (la primera se agotó en un mes) con un prólogo, excepcionalmente adicto, del conocido crítico y novelista Fernando Alegría, quien llega a sostener que la novela de Mercedes Valdivieso “por su descarnada franqueza, por su sensualismo abierto y provocativo, no tiene paralelo sino en la obra de las grandes poetisas de fin de siglo: de la Mistral, la Agustini y la Storni”.

 

Mercedes Valdivieso

 

La brecha es el primer libro de Mercedes Valdivieso y su tema es particularmente sencillo, se trata tan solo de la historia, nada insólita por cierto (interrumpida a veces con recuerdos de infancia y adolescencia) de una hermosa muchacha que se casa con un brillante abogado, católico y celoso, tiene un hijo y más tarde un aborto, se divorcia, frecuenta ocasionales amantes, consigue un empleo para tener derecho a una vida independiente, y termina, a los 28 años, considerando la posibilidad de casarse de nuevo con un compatriota, recién llegado del extranjero. Este futuro en cierne no parece estimularla mucho, ya que el párrafo final de la narración (íntegramente escrita en primera persona) reza así: “Pongo más leños al fuego y pienso que soy como un recluso que hizo saltar la cerradura de su calabozo y a quien, después de ciertas escaramuzas, le está permitido pasearse por la enorme cárcel, conversar con los presos en sus celdas y luego sentarse a esperar frente a la puerta. Porque es allí fuera donde está la libertad”.

Por cierto que, sin conocer las coordenadas de la vida chilena, no resulta fácil entender cabalmente las razones del éxito de venta que ha acompañado a este libro. Las dos motivaciones más frecuentes de la fama: la alta calidad literaria o el tema escandaloso, no se dan precisamente en La brecha. El relato está escrito en un estilo directo, de económica adjetivación y parquedad reflexiva, un estilo que trasmite sin embargo una sinceridad sin complicaciones, enteriza, compacta. No se trata, empero, de una poderosa creación literaria. En su estructura, la novela se permite facilidades (personajes que entran y salen de la trama con muy débiles pretextos y sostenes narrativos más débiles aún; ciertos procederes que, evidentemente, pueden ser creíbles en una realidad determinada, pero que, puestos a correr en el andarivel novelístico, deberían ser sometidos a las leyes de la verosimilitud literaria) y estas, si bien contribuyen a veces a brindarle un carácter espontáneo y confesional, en otras, también la llevan a un desperdicio de posibilidades, a una indigencia anecdótica que no se corresponde con la expectativa que la autora consigue crear en sus pasajes más logrados.

El relato tampoco es escandaloso, ni siquiera en sus connotaciones eróticas. La autora tiene una púdica manera de tocar el tema sexual, de decir lo prohibido con palabras lícitas. Constantemente está insinuando una rebelión frente a las convenciones, mas parece cercada por las mismas, imposibilitada de descubrir su “brecha”. La razón del éxito no es sin embargo caprichosa. Algo hay en la novela que ha provocado el interés del lector chileno. Quizá sea la franqueza, el fair play que se desprende del relato, la estricta lucidez con que la narradora (“el personaje de esta novela no tiene nombre —advierte preliminarmente la autora— pero podría ser el de cualquier mujer de nuestra generación”) enjuicia tanto la frívola periferia de su vida como la responsabilidad que le cabe en su propio desaliento, en su propio vacío. Pero quizá sea el planteo simple, la sencillez de la exposición, rasgos estos que también reforzaron el éxito clamoroso de Françoise Sagan cuando, a partir de Bonjour tristesse, se benefició de cierta fatiga que experimentaba el lector francés frente al abuso de las complejidades novelísticas.

¿Se estará beneficiando Mercedes Valdivieso de una pareja fatiga que acaso siente hoy el lector chileno? Está, por último, el toque autobiográfico. Por más que la autora, en la advertencia ya citada, se defienda de maliciosas presunciones, es evidente que el núcleo central de la novela se nutre de esencias y experiencias personales. Si no es así, hay que reconocer que la imitación es casi perfecta.

La comprobación de que la autora no haya aprovechado las múltiples posibilidades de su tema (no hay por ejemplo, una actitud crítica, ni tampoco descaradamente cordial, frente al mundo que va agostando su intimidad; su reacción es más bien de laxa estupefacción, de inerme agobio) no impide reconocer que se trata de un libro francamente estimable. Más aún si se considera que es el primero de su autora. Ojalá apareciera mañana mismo un narrador uruguayo con una primera tentativa tan estimulante como La brecha. Hay situaciones hábilmente descriptivas (como la noche de bodas), diálogos provocativos y removedores (como el que tiene lugar sobre países subdesarrollados), episodios particularmente comunicativos (como todo el capítulo XIII, sin duda el mejor de la novela, con los funerales de Gabriela Mistral y un autor limpiamente provisorio). Desde ahora habrá que emboscarse, pues, a la optimista e interesada espera de un segundo libro de Mercedes Valdivieso.  

 

 


 

 

 


 



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"La brecha", Zig-Zag, 1961, 141 páginas
Por Mario Benedetti
Publicado en La Mañana, Montevideo, 13 de setiembre de 1961.