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Conversación con el joven escritor Nicomedes Guzmán

Por Georgina Durand
Publicado en La Nación, 11 de mayo de 1941



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Después de leer Hombres oscuros, nos parece tan extraño que ese joven con apariencia de colegial, que ha venido a vernos a nuestra oficina, sea el autor de aquel libro. Tiene sólo 24 años, pero en su mirada vemos una experiencia amarga, producto tal vez de responsabilidades contraídas antes de tiempo. Pero también a esta circunstancia quizás le deba la formación de su estilo. Todo su anhelo es viajar, lo que no es raro, ya que esta aspiración es común a todos los seres de imaginación.

Muchas personas se preguntan por qué Ud. pone expresiones tan crudas en boca de sus personajes. ¿Podría usted definir la causa?
—En Chile es común el uso de términos objetivos y crudos en la expresión cotidiana. Desde el hombre de más alta alcurnia social hasta el más humilde "rotito". Sin abusar de estos términos, creo que al incluirlos en las frases de sus personajes un autor no hace más que reflejar una característica muy nuestra. No veo el porqué la gente, que se prodiga en términos groseros a cada instante para significar ciertos estados de ánimo o alguna reacción, se escandalice cuando encuentra en un libro algún término que, además de no tener la crudeza de muchos que corrientemente se usan, están incluidos hasta en los diccionarios más atrasados. ¡Ya es tiempo de que dejemos de ser hipócritas, por lo menos con nosotros mismos!

¿Qué opinión tiene de la producción nacional y de nuestras editoriales?
—La industria editorial está adquiriendo en Chile caracteres respetables. Podríamos felicitarnos de esto si las editoriales se preocuparan de nuestros escritores. Está muy bien que se editen libros de autores extranjeros. Pero estimo que es un reto y una burla a la obra de nuestros escritores -que bastante respeto merecen- cuando se les deja a un lado. Es lamentable; pero las editoriales cuando no rechazan la publicación de un libro chileno -que es lo común- lo posponen. Un caso patético es el del libro de cuentos "Huellas en la tierra", del compañero Oscar Castro. Aceptada por una editorial la publicación de tal obra, la ha mantenido inédita por más de un año y recién, al parecer, se esta preocupando de su publicación. ¡Es imperdonable! Mientras se espera la fundación de la Editorial del Estado, de la que tanto se ha hablado, y que no pasa por el momento de ser un sueño de celeste poesía, estimo que, con el fin de solucionar el problema que para nuestros escritores significa la publicación de sus libros se podría exigir a las editoriales existentes la edición de un determinado porcentaje de obras nacionales sobre el total de ediciones de autores extranjeros, que lancen al mes o al año. Si fuera necesario legislar en este sentido, debe hacerse. El público comienza a interesarse vivamente por nuestros escritores, y no hay derecho a anular este interés interponiéndose a la publicación de autores chilenos.

Es un ejemplo de espíritu nacional y de respeto a nuestra cultura el caso de un editor don Alberto Lagos propulsor de "Ediciones Yunque", que dejando de lado los intereses de orden económico ha emprendido una labor de significativo esfuerzo al editar a algunos de nuestros jóvenes escritores. Y esto con medios técnicos escasísimos, sin disponer de linotipias ni de maquinarias eficientes.

¿Qué influencias le atribuye usted a la crítica chilena y cuál de nuestros críticos considera mejor?
—¿Influencias? No sé. No conozco los críticos extranjeros. Admito si, en nuestra crítica, una influencia de orden político. Los llamados críticos nuestros se han dado a comentar los libros chilenos y a elogiarlos o a desconocerle méritos en la medida que el espíritu del autor demuestra estar o no de acuerdo con sus ideas. Alone, el más sutil de los llamados críticos actualmente, a propósito de mi novela "Los hombres obscuros" habló de mitos ideológicos e hizo una larga disquisición acerca de cierta circunstancia política internacional de actualidad en los días de la aparición del libro. ¿A qué venía eso? En esencia, llamó "comunista" mi novela. Y con ella no hizo más que honrarla. Hoy es corriente clasificar de roja o comunista toda verdad que se diga en la vida. En mucho admiro a Domingo Melfi. Creo que llegaría a ser el crítico chileno de estos días si abandonara el simple comentario e infundiera a sus artículos sobre libros la fuerza, la profundidad y la amplitud de miras que caracteriza su obra "Estudios sobre literatura chilena" en donde lo encontramos en plena y verdadera función de crítico y de creador en el género.

¿Qué opinión le merecen nuestros cuentistas Mariano Latorre, Luis Durand, Carmen de Alonso y Manuel Rojas?
—Mariano Latorre es un magnífico novelador del paisaje chileno, con toques humanos que hace pensar en un futuro literario suyo, en el que el hombre de nuestra tierra se nos descubra en toda su integridad. Un atisbo de esta etapa novelística, que Mariano Latorre tiene el compromiso de realizar, es su novela breve "Hombres en la selva". Luis Durand es entre los criollistas, seguramente quien con mayor acierto ha captado la chispa de la expresión campesina. Es sin embargo, más escritor cuando intenta llegar a la tragedia que aguijonea la vida humana chilena. De Carmen de Alonso he leído apenas su primer libro, "Gleba" de manera que no puedo emitir una opinión respecto a su trabajo literario. En cuanto a Manuel Rojas, es, para mí, el más acabado de nuestros cuentistas y el que mejor ha dado en la interpretación del roto chileno.

¿Tiene alguna obra en preparación?
—Empecé una novela: "Manos rudas", que abandoné luego, después de haber terminado algunos capítulos, esperando una mejor oportunidad para realizarla. Una parte pensaba dedicarla a la vida intelectual santiaguina... y hay mucho que conocer de ella antes de intentar su interpretación. Estoy trabajando, sí, en una novela de ambiente proletario "La sangre y la esperanza" en la que trato de captar algunos aspectos de la vida humilde de Santiago durante el quinquenio de despertar social comprendido entre los años 1920 y 1925. Acabo de terminar también una antología de cuentos, en la que está incluida casi toda la generación presente de prosistas chilenos. Tengo además listos los originales de un tomo de novelas breves intitulado: "Raíz humana".

¿Le agrada la obra literaria femenina en Chile?
—La poesía femenina chilena tiene personeros de firme expresión: Gabriela Mistral, María Monvel, Olga Acevedo, Victoria Contreras. En cuanto a prosa, fuera de Marta Brunet y Chela Reyes con su obra "Puertas verdes", entre las que conozco, no creo que haya otras... He oído comentarios acerca de la personalidad literaria de María Luisa Bombal. Creo que no pocas de nuestras damas que escriben versos estarían mejor tejiendo "sweaters" para sus esposos o confeccionándole camisitas a sus bebés, si es que han cumplido ya con la más importante de sus funciones femeninas: ser madres.

¿Qué piensa de los concursos literarios?
—A veces, cuando se opina honradamente en Chile, se acostumbra a decir que se respira por la herida... No; perdone Georgina. pero me abstengo de opinar sobre esto.

¿Le agrada que el escritor intervenga en política?
—El escritor, antes que nada, es hombre y ciudadano. No tiene, desde luego, por qué evadirse de una responsabilidad social que debe pesar más en él por el hecho de ser escritor. A mayor cultura, mayor consciencia y responsabilidad. La época que vivimos exige al hombre tomar posiciones definitivas. Dentro del momento nuestro, se libra una batalla que el individuo no puede eludir y en la que debe escoger bandera, no de partido exclusivamente, sino de consciencia y humanidad.

¿Qué opinión le merece la Alianza de Intelectuales de Chile?
—La Alianza se fundó al calor de fragorosas luchas en defensa de principios humanos y sociales fundamentales, en momentos en que la democracia del mundo libraba su más cruenta lucha desde el bastión más heroico que nunca ha tenido en la Historia: La República Española, y en instantes en que la cultura era amenazada... Tiene, pues, la Alianza su alta razón de existencia. Paso a paso, peleando contra los ataques, la incomprensión y la mala fe, ha venido cumpliendo, en la medida de sus fuerzas -que es la que le dan sus propios afiliados-, el programa que se trazó al fundarse, de acuerdo con su espíritu antifascista en defensa de la cultura y de la democracia. Actos públicos, culturales y patrióticos, publicación de folletos, homenajes tendientes a reivindicar en el conocimiento del público chileno auténticos valores olvidados de nuestra cultura, adhesiones a los organismos obreros y actuación junto a ellos, marcan el recorrido de la Alianza en sus tres años de vida.

Nicomedes Guzmán nos habla en seguida de la Feria del Libro; el dio allí una conferencia. Cree que con un poco más de apoyo de parte de las editoriales, estas ferias podrían ser verdaderos acontecimientos dignos de nuestro país. Pero por ahora sólo presentan una pobreza lastimosa.




 



 

 

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