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ELOGIO DE LA FICCIÓN

Por Niki Tito


Mario Vargas Llosa
Travesuras de la niña mala
Lima, Alfaguara, 2006
375 pp

En una primera lectura, la última novela de Mario Vargas Llosa, Travesuras de la niña mala, se presenta como una espléndida narración de una historia de amor contemporáneo. Ricardo es un joven miraflorino que desde su adolescencia quedará enamorado de la niña mala, con quien sostendrá a lo largo de cuarenta años -aunque de forma intermitente- una relación enfermiza. La trama, llevada con cierta nostalgia, se desarrollará entonces a partir de la interrelación entre estos personajes. Así, la pasión del narrador se desatará por temporadas en los distintos escenarios (París, Londres, Tokio y Madrid) donde fortuitamente ambos lleguen a encontrarse: Ricardo llevado por su monótono y absorbente trabajo como traductor, mientras que la niña mala en sus intentos por desligarse de alguno de sus amantes de turno en busca de otro que le asegure mayor ascenso social.

En esta oportunidad, Vargas Llosa se aleja de su predilección por el uso de juegos espacio-temporales. Las situaciones, si bien se producen en espacios y tiempos diferentes, son narradas de modo lineal, con una aparente pero bien calculada sencillez formal que contribuye a mostrar sucesivamente el entusiasmo, la pasión, el clímax, la angustia y el desengaño entre la pareja protagonista. Los capítulos de la novela se organizan siempre sobre la base de distintos personajes accesorios a la trama, pero cuyas apariciones abonan a favor del contexto que hará posible la relación de los personajes principales. Vargas Llosa ha escrito por fin la gran historia de amor que se debía a sí mismo. El primer capítulo, que remite en cierta forma a episodios de aprendizaje sentimental de anteriores novelas, advierte de su fijación continua por un tratamiento "adolescente" del tema amoroso, que en esta novela -aunque abarque la madurez de los personajes- alcanza plenitud literaria. Solo que esta vez no se trata de la típica historia de amor romántico sino de una acorde con los tiempos: el autor rehuye aquella retórica propia del amor cortés para escribir una aventura afectiva cargada de espíritu lúdico y desapegos, de arrebatos y renuncias, con un marcado corte cosmopolita.

Pero Travesuras de la niña mala no se agota solamente en la historia de amor. Vargas Llosa consigue dotar de mayor complejidad a la obra al sembrarla de constantes reflexiones laterales y de guiños literarios sugestivos. Al respecto, la crítica ha señalado la relación con algunos autores caros al autor, a los que habría que agregar los nombres de sus coetáneos Paul Auster (la reflexión sobre los vínculos entre la realidad y la ficción) y Javier Marías (la idea del intérprete como fantasma). Aunque la mayor densidad simbólica se origina en la forma cómo logra disfrazar en una historia de amor la relación aparentemente inconciliable entre ficción y realidad. Ricardo, aunque traductor de profesión, es en el fondo un protoescritor sin mayores ambiciones. La única aspiración de su anodina existencia, vivir sin apuros en Paris, es perturbada una y otra vez por la aparición de la niña mala, quien sí lleva una vida intensa y llena de emociones, propia de la ficción. La niña mala, además de ser una mujer arribista, aventurera y materialista, es también la mentira, el ocultamiento, la simulación: es la personificación pura de la ficción. Aquella misma ficción que -como el autor ha señalado en muchas oportunidades al hablar de su obra- es necesaria para escapar, aunque sea solo por momentos, de la mediocridad de la vida.

 

 

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Elogio de la ficción.
Por Niki Tito.
"Travesuras de la niña mala" de Mario Vargas Llosa.