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Marino Muñoz Lagos
Una palabra fiel a la lluvia


Por Oscar Barrientos Bradasic
poeta y narrador magallánico - Punta Arenas
El Mercurio de Valparaíso, 25 de Octubre de 2005.

No cabe la menor duda de que el nombre de figura entre los poetas necesarios en cualquier antología seria de la poesía chilena


La poesía de Marino Muñoz Lagos se traduce en una experiencia integradora, en el sentido más amplio de la palabra. Por un lado recoge la recreación del origen y el mundo de la infancia (algo que metodológicamente llamaremos lárico o deseo de arraigo) junto al ejercicio del verso telúrico, límite y ruptura de su propia frontera. Metáfora y alegoría al unísono.

El proyecto poético que alberga “Los rostros de la lluvia” incorpora un paisaje rotundo, desdibujado por la humedad y el paso inexorable del tiempo. “Un estado de invierno” que pertenece, de manera más fundamental, al temperamento del hablante. Quiero decir que en dicho libro los poemas van proyectando un alumbramiento de la melancolía y de las remotas comarcas del ensueño.

Recuerdo haber leído estos versos con las ilustraciones de Andrés Sabella. “Los rostros de la lluvia” obtuvo el Premio Municipal de Literatura de la Municipalidad de Santiago en 1971 y posteriormente fue reeditado por Lom en el año 2001.

No cabe la menor duda de que el nombre de Marino figura entre los poetas necesarios en cualquier antología seria de la poesía chilena. Poemas como “Retrato vivo de mi padre muerto” son un referente obligado, por su riqueza de imágenes y la capacidad de trasuntar un mundo interior donde la nostalgia dibuja las imágenes, buscando la palabra precisa entre las entrañas de la muerte.


“¡Era él!, ciertamente lo digo. Ciertamente
como que ahora escribo tendido sobre el alba.
Su rostro era tan triste. Sus ojos pensativos
recorrían celestes los cuadros de la casa.
A mí me parecía, por sus limpios modales,
que sólo de un campesino pobre se trataba”

Pero también es una poesía capaz de envolver al lector en el seno de atmósferas evocativas, en el vaho de las tabernas, en el fondo de una noche que se descompone en una acuarela infinita. Esa es la sensación que transmite otro de sus notables poemas “Viejos poetas de mar”, donde traza con imágenes rotundas los fantasmas navieros convocados por los poetas y sus fabulaciones:

“Amo a los viejos poetas
que nos hablan de puertos distintos
y tabernas singulares,
de pianolas del alto de las altas
murallas y voces de lejanos países
entre vasos de ron,
cervezas espumantes
y una que otra certera puñalada”.

Marino Muñoz Lagos es un poeta vivo y eso no sólo lo demuestra su poesía, sino también su interés y preocupación por la literatura de la nuevas generaciones a través de la crítica y la crónica, áreas en las cuales ha trabajado con énfasis y generosidad.

Y también la lluvia trae consigo las expresiones de una memoria histórica que persiste en las remotas fotografías color sepia: su interlocución con Pablo Neruda, Pablo de Rokha, Enrique Lihn, Andrés Sabella, Rolando Cárdenas y el admirado y admirable Nicomedes Guzmán, entre muchos otros.

Recuerdo el año recién pasado (junto a Jaime Quezada y Christián Formoso) haber acompañado al poeta nicaragüense Ernesto Cardenal hasta el hogar de Marino Muñoz Lagos, que había obtenido hace muy poco, la medalla Pablo Neruda. Fue un encuentro memorable, donde dos poetas compartieron el vino generoso y la construcción de ese árbol siempre verde de la literatura y por cierto la poesía, esa moneda cotidiana que debe estar en todas las mesas, como diría Jorge Teillier.

Por ello, los poetas que habitamos esta república de los vientos nos topamos con la obra de Marino Muñoz Lagos, poesía deudora de la lluvia y de los caminos que llevan hacia una infancia lejana, una fotografía color sepia donde se ilustra la palabra.

 
 

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Marino Muñoz Lagos: Una palabra fiel a la lluvia.
Por Oscar Barrientos Bradasic.
Fuente: El Mercurio de Valparaíso
25 de Octubre de 2005.